Capítulo 4

Sara movió sus manos de una manera exagerada mientras veía como su mejor amiga se burlaba de ella después de contarle todo lo que había pasado con aquel hombre que la desequilibraba de una manera que la ponía nerviosa.

—¿En serio le dijiste eso? —pregunto la mujer frente a ella que la miraba con una gran sonrisa en el rostro y una ternura que la volvía loca.

—¡¡Me dijo que era un payaso!!, no iba a permitir que él siguiera jugando conmigo como se le diera la gana, no estoy dispuesta a permitir eso —ella asintió sonriendo.

—En eso, si tienes razón, no entiendo por qué ese hombre está tomando esa actitud contigo, ¿estás segura de que dijo que olvidaran lo que paso?

—Sí, estoy muy segura, me hizo sentir como una tarada que pensaba que su amor platónico vendría a proponerle matrimonio — Mariana suspiro con fuerza al escuchar el dolor en las palabras de su mejor amiga, sabía lo ilusionada que estaba con ese hombre, a pesar de que siempre le dijo que era una ridiculez, ella no quiso escucharla y ahora verla sufrir no le gustaba para nada.

—Nunca estuve de acuerdo en que siguieras el juego de ese hombre y quedo más que claro que lo que pensaba fue real, solo quería divertirse contigo —Sara agacho la mirada con vergüenza, porque su mejor amiga tenía razón, pero reconocerlo dolía más de lo que creía.

—¿Qué hago ahora? —pregunto ella con un tono de voz casi inaudible.

—¿De qué hablas?

—Tengo que viajar con él, no sé por cuanto tiempo, simplemente no puedo seguir así, negando que el hombre me vuelve loca.

—Ignorarlo, eso es lo que vas a hacer y saldrás conmigo para conseguir una cita al final después de cinco años en los que no quisiste hacerlo porque pensabas que lo que él quería contigo era real —asintió , solo porque su mejor amiga tenia razón, pero lo de salir en una cita, eso sí que no, seguiría huyendo lo más que pudiera de ello.

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El nuevo día había llegado y Sara estaba muy nerviosa porque tendría que volver haber aquel hombre que tanto la desequilibraba y la ponía nerviosa. Limpio sus manos en su vestido para que no siguieran sudando de la manera exagerada en la que lo estaban haciendo, con un último suspiro abrió la puerta de su jefe. Sara observó la elegante oficina, jamás había estado en esta oficina y gritaba por donde la miraras lujo y demás.

Sara aclaró su garganta con fuerza para llamar la atención del hombre que tenía frente a ella que no dejaba de mirar su laptop, ignorando su presencia de una manera desagradable e inaceptable.

—Tome asiento, estoy ocupado, pero en unos segundos estaré con usted —ella rodó los ojos con fastidio y tomó asiento en la silla vacía frente all gran escritorio delante de ella.

Cuando lo hace y sin poder evitarlo, inspecciona de una manera detenida al hombre frente a ella, Alan Dahabh era un hombre muy guapo, su rostro era rudo, pero con una belleza que dejaba boquiabierto a cualquiera, sus impresionantes ojos verdes como las esmeraldas hacía que te embobaras en ellos como un hoyo sin fondo. Y luego estaba ese cuero de infarto, definido y marcado en las partes correctas, era un Adonis en toda su palabra.

—Si desea puedo regalarle una foto, le durará más —Sara meneo su cabeza para alejar los pensamientos que invadían su cabeza para prestar atención al hombre frente a ella que no dejaba de sonreír como un tonto.

—¿Disculpe?

—No ha dejado de verme, y pienso que es mejor que me tome una foto, dura más y puede admirarme todo lo que quiera —ella aprieto la quijada con fuerza, porque salió a flote el arrogante que es.

—Lo siento, pero debo sacarlo de su error, no estaba mirándolo a usted, solo pensaba y nada más —el hombre sonrió sabiendo que eso no era verdad, pero el día anterior descubrió que la mujer delante de él era una fiera y estaba con tantos problemas ahora que no tenía ganas de discutir con ella.

—Bien, señorita Wilson, necesito que por favor cree una plantilla para mí con todo lo que le indicaré, crearemos el sistema de contabilidad de la nueva sede de la petrolera —ella asintió sacando su iPad para tomar apuntes de todo lo que él le indicara.

—¿Cómo la desea? —pregunto ella con su mirada fija en su aparato.

—Pelirroja y con un cuerpo de infarto que me vuelve loco —Sara dejo de teclear en su iPad para levantar la mirada y observar a su jefe que la observaba con una ceja en alto y la comisura de su labio arriba.

—¿Perdón?

—Está perdonada, pero no era necesario que lo pidiera, en realidad le perdonaría lo que fuera —el rostro de la pelirroja se puso igual que su pelo, estaba furiosa y no sabía si sería bueno explotar como lo deseaba o solo quedarse en silencio. Al contrario de Alan, necesitaba que ella reaccionara, no podía seguir soportando el deseo que lo consumía por apoderarse de esa boca roja y deliciosa que cada noche lo tentaba más y más.

—Creo que fui claro con lo que quise decir.

—No, en realidad no lo fue, porque desde que ha llegado, al parecer su hobby es jugar conmigo —Ala aprieto la quijada con fuerza, porque que ella dijera eso, lo volvía loco.

—No es como yo lo veo.

—¿Ah, no? —él negó. —¿Entonces como es?

—Solo dejaba un par de cosas claras —dijo con la voz un poco fuerte, al parecer con ella las cosas jamás salían como lo esperaba.

—Pues lo entendí muy bien, no es necesario que lo siga haciendo, entendí lo que quiso dejar claro —Alan se sentía frustrado y estaba decidido a decirle a la mujer que tenía frente a él lo que en realidad quería, no era un niño para estar jugando a estas cosas de la coquetería.

—Creo que es hora de que le hable claro, no soy un niño para andarme con rodeos.

—¿De qué habla? —dijo ella sin comprender nada.

—Usted es una mujer muy hermosa, y estoy más que seguro que lo sabe —el rostro de Sara se puso rojo, porque nunca imagino que ese hombre diría algo como eso —. Así que no me voy a andar con rodeos y le diré lo que en realidad quiero.

—¿Lo que en realidad quiere? —dijo Alan haciendo que las cejas de Sara se levantaran.

—Sí, lo que quiero, pensé que teniéndola lejos podría sacarla de mi cabeza, pero al parecer no lo he conseguido —los ojos de ella se abrieron de una manera exagerada, no podía creer que él hubiera dicho eso, pero si lo hizo, no estaba loca.

—Usted está loco, no sabe lo que dice, ¿cómo puede hablar de esa manera? —él levantó una de sus cejas y luego sonrió.

—¿De cuál?, ¿con la verdad?

—No, con tonterías que no vienen al caso, usted me dejó todo muy claro, no entiendo por qué ahora me dice esto.

—Porque le mentí, por eso.

—¿Me mintió? —él asintió, sin dejar de verla, en ningún momento ha retirado la mirada de ella y eso la pone nerviosa.

—Sí, le dije que no creyera que lo que pasó estos últimos años tuvo algo de relevancia para mí, pero era mentira, si la tuvo, no pude sacarla de mi cabeza en ningún momento, mucho menos con esas llamadas calientes que tuvimos —ella jadeo y de un salto se levantó de su silla.

—No lo diga en voz alta, alguien puede escucharlo —Sara se sentía abochornada, jamás pensó que lo que hacía con él por el teléfono tendría alguna repercusión más adelante, porque nunca pensó que lo vería.

—¿Por qué tendría que callarlo?, si fue lo más excitante y fuerte que he vivido en mi vida.

—Bueno, para mí no lo fue, fue un error y es mejor que sigamos como usted mismo lo dijo, como algo de un momento y ya

Él apretó con fuerza la mandíbula por las palabras de la mujer frente a él y busco como pudo la manera de recomponerse con rapidez, no podía solo dejar que ella ganase esa partida, él quería algo de ella y lo conseguiría como sea lugar.

—Una persona puede cambiar de parecer, ¿o es un delito?—ella negó suspirando con cansancio, esta conversación cada vez se ponía más incómoda.

—No, no lo es, pero eso no quiere decir que todo lo que usted quiera hacer o diga este bien.

—¿Y cree que está mal aceptar lo hermosa que es? —Sara gruño con fuerza, ya cansada del juego que él está realizando ahora mismo.

—No, pero no me agrada para nada su juego, por lo que le voy a pedir que deje de hacerlo, y si no necesita nada, entonces me voy —dijo ella levantándose de su lugar para caminar hasta la puerta. Alan gruño y se levanto también de la suya para ir detrás de ella.

—No le he dicho que puede irse —dijo tan cerca de ella que la hizo estremecer con fuerza cuando su aliento la golpeó desde atrás.

—¿Qu..e?

—Que no le he dicho que se vaya y agradecería que me mirara a la cara cuando le esté hablando —dice él volteándola con delicadeza para que sus rostros queden de frente y cuando lo están, ella jadea al notar los ojos de Alan oscurecidos por el deseo o algo ms que no puede descifrar.

—¿Qué quiere? —pregunto con la voz entrecortada.

—A usted, eso es lo que quiero —ella no pudo pronunciar palabra alguna, porque los labios de aquel hombre que la volvía loca, se apoderaron de los suyos con tanta fuerza y deseo que no sabía qué hacer o decir

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