Capítulo 5

La boca de Alan se apodera de la de Sara con un frenesí que no permite que ella pueda hacer nada, por lo que sin saber qué pueda pasar después, deja que él lleve el ritmo de su beso y la situación cada vez se pone más intensa y pasional, el Jeque sabe que esto era lo que necesitaba para sacarse de la cabeza a esa pelirroja que lo estaba volviendo loco, pero qué equivocado estaba.

Cuando esos labios se posaron sobre los de él, el deseo desenfrenado que sentía por esa mujer, estallo en una bomba nuclear, pidiéndole a gritos que querían más, que no era suficiente con solo un beso.

Ninguno supo cuanto tiempo había pasado fundido uno en el otro, solo la falta de aire hizo que se separaran. Alan coloca la frente en la de la mujer que no deja de jadear por la intensidad del beso.

—Qué equivocado estaba… Ahora necesito más —indica Alan sin dejar de ver a la mujer que no deja de temblar en sus brazos.

—¿Qué… ¿Fue eso? —dice ella con la respiración aún acelerada.

—¿Un beso? —exclama Alan, con una gran sonrisa en el rostro, aún tenía el sabor de esa mujer en su boca, y era tan exquisito que no quería volver a probar nada más para que no se borrara de su boca.

—Sé que es un beso, pero quiero saber, ¿por qué lo hizo?

—¿Es necesario que lo diga?

«Claro que es necesario que lo diga»

Piensa Sara sin alejar la mirada de los rosados labios del hombre atractivo y robusto que tiene delante de ella.

—Es solo que no sé qué es lo que en realidad quiere, esto es muy confuso para mí —dice ella con la mirada agachada.

—Primero levanta la mirada, no me gusta que no me vean a la cara mientras hablan conmigo —Sara levanta la mirada y la pone en él, está muy oscurecida y brillosa.

—Lo siento.

—No quiero que me pidas disculpas, quiero que escuches mi propuesta y me des una respuesta, ¿puedes hacer eso? —una de sus cejas se alzan cuando él termina de decir eso, ¿una propuesta?, estaba segura de que no se trataba de nada laboral, de eso no le quedaba duda.

—¿De qué se trata?

—Primero ven y sentémonos —la toma de la mano y la lleva hasta el gran sillón que tiene la oficina, es amplia y el gran ventanal que tienen delante lo hace lucir más lujoso —. Bien, no me gusta andarme con rodeos, siempre he sido un hombre que dice las cosas sin pelos en la lengua y que cuando quiere algo, no descansa hasta conseguirlo.

—¿Por qué me dice eso? —pregunta Sara, confundida por como cambio el tema.

—Eres una mujer hermosa y no puedo negar el deseo y gusto que siento por ti —el rostro de Sara se pone rojo por el bochorno que esas palabras le provocaron. Ella también sentía lo mismo por él, pero no podía solo decírselo, eso la dejaría expuesta y no quería eso.

—¿Y qué quiere decir con eso?

—¿No es obvio? —pregunta Alan.

—Para mí no lo es, pensé que usted solo quería que fuera su empleada, o eso fue lo que me dejo en claro —resalta Sara, haciendo que el jeque gruña por lo estúpido que fue al decir eso.

—Necesito que olvides lo que dije, estaba enojado y no pensaba con claridad, por eso dije esa tontería.

—¿No pensaba con claridad? —interroga ella, porque recuerda que sí lo hacía.

—Sí, así es, solo quiero que olvides lo que dije y escuches mi propuesta —ella asiente, no pierde nada en escucharlo.

—Está bien, pero eso no quiere decir que vaya a aceptar cualquier cosa que usted me diga, ¿estamos?

—De acuerdo, me parece justo —Alan suspira y se acomoda las mangas de su costoso traje, es una maña que suele tener cuando se siente nervioso y no sabía por qué lo estaba —. Quiero que me regales una noche, solo eso, y luego de ello, si quieres hacer como si nada hubiera pasado, lo aceptaré.

El rostro de Sara estaba desencajado, ella no podía creer que él le estuviera diciendo eso, la ira consumió su cuerpo con fuerza, no podía controlar lo que ahora mismo se apoderaba de su cuerpo.

—¿Una noche? —responde ella.

—Así es, solo quiero eso —ella asiente sonriendo y sin más, se levanta de su lugar para detenerse frente a él y golpear con fuerza el rostro del jeque. El dolor le consumió el rostro y él llevó una de sus manos a su mejilla para luego apretar la quijada con fuerza.

—¿Estás consciente de lo que acabas de hacer? —pregunta él con un tono que haría huir a cualquiera, pero Sara estaba consumida por la rabia y no sentía nada.

—Si y no me arrepiento, no soy una mujerzuela, por lo que le voy a pedir que nunca más me vuelva a besar y mucho menos a proponerme algo absurdo como eso —dice ella pasando por su lado como si nada, pero no puede llegar a la puerta porque él toma su mano impidiéndoselo.

—Si sales por esa puerta, olvídate de que lleguemos a algo más que no sea trabajo —ella se suelta con rapidez.

—No tengo nada que pensar, porque no seré su vulgar amante.

Lo mira una última vez y sale de la oficina con el corazón destrozado y sus ojos llenos de lágrimas por el desespero tan grande que sentía ahora mismo. Sin esperar algo más, corre hasta el baño y se encierra en uno de los cubículos para dejar que sus lágrimas desciendan por su rostro y el dolor que la domina salga a flote.

¿Cómo pudo pedirle eso?, ¿tan poca cosa la veía?, primero le dice esas cosas tan hermosas, la besa y luego la trata como una cualquiera, era un cretino y él no merecía ni una lágrima de ella, pero era tan complicado no hacerlo, ella estaba enamorada de él.

El sonido de la puerta hace que Sara se quede en silencio para que ninguna de las personas de la empresa supieran lo que estaba pasando dentro.

—¿Sara?, ¿nena estás aquí? —jadea y abre la puerta con rapidez para lanzarse a los brazos de su mejor amiga y llorar como nunca. —Oh, nena, ¿qué paso?

Ella llora por un par de segundos más, dejando que el dolor y la frustración salgan de su cuerpo si parar. Cuando siente que puede detenerse, se aleja de su amiga para mirarla al rostro.

—Me beso —dice ella hipando, su amiga abre los ojos cuando ella dice eso.

—¿Te beso? —ella asiente. —¿Y fue tan desagradable que por eso lloras?

—No, la verdad fue mejor de lo que esperaba —su amiga se siente confundida, si es así, ¿por qué está tan afectada?

—¿Entonces?, dime que paso para poder comprenderte.

—Me beso y se portó muy bien conmigo, solo hasta el momento antes de decirme que le diera una noche. Cree que soy una mujerzuela —el rostro de la amiga de Sara se pone rojo por la ira, ¿En serio él dijo eso?

—¿Qué?, ¿estás segura de que te dijo eso?, pudo ser un error nena, no creo que te besara para luego solo tratarte mal.

—Sé muy bien lo que dijo, y también lo que yo hice luego de que él dijera eso —su amiga la observa confundida por sus palabras.

—¿Qué hiciste? —Sara suspira y limpia su rostro con una de sus manos temblorosas.

—Lo golpeé —su amiga jadea y lleva una de sus manos a la boca.

—¿De verdad? —ella asiente.

—Sí, me enojé tanto que no pude evitarlo y al parecer no le agrado mucho. Estoy esperando que me despida.

—Él no hará eso, sabe que eres muy buena en lo que haces y no conseguirá una mejor contadora que tú —Sara sonríe porque ama a su mejor amiga, ella siempre sabe qué decir para hacerla sentirla mejor.

—No viste su rostro. Estaba enfadado

—Pues que esté muy enfadado, él fue quien pasó una línea que no debió. Vamos a salir de aquí y tú lo harás con el rostro limpio y la frente en alto —Sara asiente y se limpia el rostro quitando todo rastro de lágrimas de él, también le pide a su amiga un poco de maquillaje para retocar el suyo. Cuando se siente lista, sale del baño seguido por su amiga.

Al llegar a la puerta de su oficina se encuentra con el rostro furioso y desencajado del jeque. Sara suspira y endereza su cuerpo para darle cara al hombre que está frente a ella.

—¿Puedo ayudarlo, señor? —él gruñe con fuerza, mirándola a ella y luego a su amiga.

—Necesito hablar con usted en privado.

—En este momento no será posible, tengo muchas cosas que hacer —Alan aprieta las manos a sus lados con fuerza y luego una de la comisura de sus labios se eleva.

—No es una petición, es una orden —Sara observa a su amiga y luego a su jefe, no puede hacer más, él es quien manda aunque no lo quiera aceptar. Le regala una última mirada a su amiga y pasa por el lado del jeque para entrar a su oficina, suspira cuando escucha el sonido de la puerta siendo cerrada y la inconfundible loción del hombre que la tiene loca.

—Ahora si vamos a terminar de hablar, lo que usted no quiso en mi oficina y no voy a dejar que huya más —Sara suspira y se da la vuelta para mirarlo.

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