Alan observa la puerta del hogar de la mujer que ha hecho que estos últimos meses, sean los mejor de su vida, pero aún no es suficiente para que él quiera renunciar a lo que quiere. El hombre lleva media hora en la puerta decidiendo si tocar o no, no sabe que podría decir si ella lo vuelve a interrogar sobre su exprometida. —¿Piensas tocar? —Alan suspira y se voltea para ver a su mejor amigo, El jeque sabe que Ronald está enojado, se lo dejo saber en todo el camino hasta aquí. —No lo sé —dice agachando la mirada. —Deberías tomar una decisión, nada de esto está haciéndole bien a nadie, tú no la viste destrozada, esa mujer no merece lo que le estás haciendo. El rostro del Jeque se puso sobrio, sentía que la sangre en su cuerpo corría aún más rápido de lo normal, y empezaba a ver a su amigo como su peor enemigo y alguien que merecía un final desastroso. —¿Acaso estás enamorado de ella?—Ronald suelta una carcajada ruidosa que hace que Alan lo observe con una de sus negras cejas en
Sara lloró toda la tarde en la puerta de la casa, estaba destrozada por lo que estaba pasando y aunque le daba miles de vueltas a la situación, no dejaba de llegar a la misma conclusión, no podía quedarse en ese lugar, pero el problema estaba en que no sabía como huir, ¿cómo lo haría?, él era el dueño del lugar, no saldría de aquí sin que él lo supiera. Se levanta del piso y camina hasta el baño para tomar una ducha, puede que de esa manera pueda despejar su mente y pensar claramente que hacer. Después de eso sale de la habitación y se cambia por algo cómoda para tomar lugar en el gran salón del apartamento. En ese momento el sonido de la puerta suena alertándola, aprieta las manos con fuerza porque sabe quién es y la sola idea de verlo ahora le parece desesperante.Cuando al final la puerta se abre, ella jadea del asombro al ver a la persona que está en aquella puerta. —¿Amira? —dice ella asombrada, ¿qué hace la princesa aquí? —Sara, ¿cómo estás? —pregunta, cerrando la puerta de
Sara sale del apartamento acompañado por Ronal y Amira, las manos le temblaban y solo esperaba que no sucediera nada que la reteniera más tiempo en esta prisión. Ronald las conduce por un pasillo que ella no había visto, imagina que al ser el mejor amigo del jeque sabe mejor que nadie como se construyó este lugar. —En cuanto crucemos esta puerta, necesito que subas al auto que te espera y no mires atrás, ¿comprendes? —le pregunta el hombre a una Sara asustada, que solo puede asentir y nada más. —No será fácil empezar de nuevo, Sara, pero es lo que necesitas, lo mejor es que ahora que te vayas, te olvides de nosotros y empieces desde cero —indica Amira, acariciando la mejilla de la hermosa pelirroja que no ha dejado de llorar. La puerta se abre y la brisa de la noche, golpea con fuerza el rostro de Sara, sus manos sudan y tiemblan y aún más, cuando observa el auto frente a ella, jadea al ver al hermano menor de El jeque y Amira como conductor. —¿Qué hace el aquí? —pregunta la muje
Seis meses después. Sara caminaba por las calles del hermoso pueblo que la había acogido, acariciando su abultado vientre, llevaba seis meses en ese lugar, y habían sido los mejores de toda su vida, La Paz y tranquilidad que le brindaba ese lugar era algo que no podía comprender. Su relación con Azar era fantástica, era ese mejor amigo que siempre deseo, pero que nunca pudo tener, la cuidaba y amaba como nadie lo había hecho.Su familia sabia de ella lo que necesitaba, una vez al mes Azar salía de la isla para ir a la ciudad, donde dejaba un mensaje en clave para su mejor amiga y padre, eso la tenía más tranquila, y aún más que su padre estuviera sano. Sara sonríe al ver a Azar que se acerca a ella con leña en sus brazos, cuando están de frente él deja un beso en su frente. —¿Cómo amanecieron mis chicas? —pregunta con una gran sonrisa en el rostro. —Está un poco incómoda, no deja de moverse y no entiendo por qué. —Extrañaba a su padre —dice acercándose a ella e invitándola a ca
Sara se sostiene del brazo de su mejor amigo, ¡¡Los encontró, sabía que lo haría!!—Te lo dije, te dije que nos iba a encontrar —indica Sara con la mirada en el piso.—Lo sé, perdón, por no haber hecho nada, fue mi culpa, no debí verme con él —Sara levanta la mirada para ponerla en su mejor amigo. —No, discúlpame, tú has hecho mucho por nosotras, perdóname, no es tu culpa —Azar acerca a su mejor amiga a su cuerpo. —Ya, todo estará bien, mi hermano jamás las lastimaría, sé que la mayor parte del tiempo es un idiota, pero no haría nada que las dañara. Sara esconde el rostro en el pecho de Azar y deja que las lágrimas que habían estado conteniendo se derramen por sus mejillas sin control, ¿Podría creerlo?, la verdad es que no, El jeque había hecho todo mal desde el principio y nadie le garantizaba que no lo hiciera de nuevo. Después de la rara reunión que habían tenido con Alan, se fue a su habitación a descansar, cuando llego a la cama encontró una caja en ella, la tomo con las ma
Sara observa con asombro y alegría a las personas que tiene delante de ella, ¿Es real?, ¿en realidad son ellos?, sus ojos se llenan de lágrimas al descubrir que su mejor amiga y padre están delante de ella, con una gran sonrisa en el rostro, como siempre los recordaba. —¿Papá? —pregunta ella con la voz entrecortada. —Hola, mi amor —Sara no espera ni un segundo y se acerca a el para que su padre la envuelva entre sus brazos como tantas veces la consolaron cuando era pequeña. —Oh, papá, estás aquí —el hombre de edad acaricia el cabello de su hija y lo besa repetidamente.—Así es, mi vida, aquí estoy, ¿estás bien? —ella asiente, observando a su mejor amigo que observa la escena con una gran sonrisa en el rostro. —¿Fuiste tú? —él niega suspirando. Sara aprieta los labios con fuerza, porque no le queda duda, de quién fue. —¿Entonces fue él?—Así es, fue tu prometido, hija, ¿por qué no me dijiste en las cartas que ibas a casarte?, ¿Acaso no querías que estuviera a tu lado? —ella jadea n
Alan observaba a su mujer sufrir mientras traía a su pequeña al mundo y en ese momento sintió que algo dentro de él cambiaba, no podía solo dejar ir a esta mujer por la habladuría, tenía que demostrar porque era el rey, y era justo lo que haría, su primo se había enfrentado al mundo por la mujer que amaba, ¿Qué esperaba él?, Sara jadeaba y pujaba cuando la partera se lo pedía, estaba agotada, pero necesitaba seguir, su hija lo necesitaba. —Falta poco Susan, solo puja —Alan arrugo su entrecejo por la forma en como la llamo la mujer, ahora entendía por qué no los había encontrado antes, sus hermanos habían hecho las cosas mejor de lo que él creía. —No puedo… Estoy cansada. —Claro que puede nena, solo falta poco, hazlo por nuestra hija —dice Azar haciendo gruñir a su hermano mayor, aunque ahora mismo eso es lo que menos le importa. —Halzo cariño, un pujo más y estará con nosotros —Ella solloza y hace lo que la mujer le dice, uno, dos y tres veces y el fuerte llanto de su amada hija s
Los ojos de Sara observaban al hombre que tenía frente a ella. Su amante, su amor, aquel con quien había pasado los mejores momentos de su vida, pero quien en este momento estaba rompiendo su corazón con esa confección, ¿Cómo pudo hacerle eso?, ella aún no comprendía en que momento su vida había cambiado tanto y Alan que le dio los mejores momentos y las noches más apasionadas, ahora mismo le estaba rompiendo el corazón. —¿Desde cuándo? —preguntó ella con las lágrimas descendiendo por sus mejillas sin parar. Alan observaba a la mujer que amaba y a la cual debía dejar para no perder todo por lo que había luchado. —Desde que llegué aquí, siempre supe que esto iba a pasar —dice con un nudo en la garganta y la rabia fluyendo por su cuerpo al sentirse como un cobarde y no luchar por la mujer que ama. —Me engañaste, jugaste conmigo todo este tiempo —exclama ella sintiendo una rabia que consume su cuerpo cada segundo más y más —. Como pudiste hacerme esto, te dije que te amaba y tú solo p