Sarah está en la cocina de la casa preparando la comida como todas las noches, llevaba un mes al lado de Ronald, después de haberlo curado, había ganado su confianza, por lo que ya no estaba en ese oscuro y sucio lugar sino en la parte de arriba de la casa. Había descubierto que se encontraban una casa de lago en un bosque, nunca había visto ese lugar, y por más que intento buscar la manera de escapar, todo fue en vano. Ahora tenía que actuar como si fueran una familia aunque ella siempre estaba encadenada y solamente se podía mover por la casa si lo autorizaba. Sus hijos estaban bien, y por muy sorprendente que su pudiera ser, hace 15 días había sido operada por fin de su corazón corazón, las cosas habían salido mejor de lo que esperaba y su cuerpo había aceptado el corazón de Mariana. En ese momento una charla que tuvo con Ronald llega a su mente con rapidez. —¿ por qué estás haciendo esto? — quiso saber ella, había llegado con un médico para decirle que hoy sería su operac
Sara observaba todo desde detrás de la espalda de Alan, estaba asustada, no quería que esto terminara mal, no quería perderlo, el y sus hijos fueron la fuerza que ella necesitó para seguir soportando todo lo que él le hacia. —¿Que pretendes entonces? —dijo Alan. —Tener un familia, eso es lo que quiero, y con ella es con quien lo deseo. —No va a pasar eso, ella se va a ir conmigo. —Primero te mato —dijo el con el arma en alto. —¡¡No, no!! —dijo Sara, saliendo detrás de Alan y colocándose frente a él. —Por favor, no, es suficiente, ya no más. Dijo Sara sollozando, si lo pierde a él, todo será diferente y no soportará nada más —Entonces ven, si no quieres que el termine muerto a tus pies, ven conmigo ahora mismo —dijo Ronald con el arma en alt,o, en dirección a Alan. —No, claro que no, no volverás a su lado, ya fue suficiente, el debe estar en una cárcel o en una fosa común como tu padre —Ronald titubeo. —¿Que?, eso no es verdad, mi madre no lo permitiría. L
Los ojos de Sara observaban al hombre que tenía frente a ella. Su amante, su amor, aquel con quien había pasado los mejores momentos de su vida, pero quien en este momento estaba rompiendo su corazón con esa confección, ¿Cómo pudo hacerle eso?, ella aún no comprendía en que momento su vida había cambiado tanto y el hombre que le dio los mejores momentos y las noches más apasionadas, ahora mismo le estaba rompiendo el corazón. —¿Desde cuándo? —pregunto ella con las lágrimas descendiendo por sus mejillas sin parar. Él observaba a la mujer que amaba y a la cual debía dejar para no perder todo por lo que había luchado. —Desde que llegué aquí, siempre supe que esto iba a pasar —dijo con un nudo en la garganta y la rabia fluyendo por su cuerpo al sentirse como un cobarde y no luchar por la mujer que ama. —Me engañaste, jugaste conmigo todo este tiempo —exclamo ella sintiendo una rabia que consumía su cuerpo cada segundo más y más —. Como pudiste hacerme esto, te dije que te amaba y
Hace un tiempo atrás. Sara observaba la ventana de su oficina con frustración y nerviosismo. Hoy vendría el dueño de la empresa y quien había sido su jefe por más de seis años. Nunca lo había visto en persona, sus comunicaciones eran solo telefónicas o por correo, y en ese momento, recordó lo fuerte y gruesa que era su voz, le producía sensaciones que jamás ningún hombre logró, ni su ex prometido. Menea la cabeza para alejar esos pensamientos en el momento en que la puerta es tocada y la cabeza de su mejor amiga y secretaria, aparece por la puerta de su oficina. —Nena, es hora, la junta te espera —suspirando, se da la vuelta y camino hasta la puerta donde Mariana la espera. —¿Lo viste? —dice ella con un tono de desespero. —No, el hombre venía rodeado como por diez guardaespaldas y no pude verlo, es de la realeza, nena —ella asiente recordándose eso. Sara llevaba fantaseando con ese hombre por años, y eso no podía seguir permitiéndoselo. Él era un hombre imposible para ell
Sara observaba sus manos temblorosas, no sabía que esperar de la reunión que tendría en unos minutos con el jeque, ese hombre la intimidaba y el hecho de que llevará años fantaseando con él, la ponía en una situación un poco incómoda y que no le agradaba para nada. Se miro un par de segundos en el espejo de su baño privado y luego salió de él hacia la oficina del jeque, que la esperaba impaciente y con una furia que no podía controlar, paso la peor noche de su vida, no podía sacar de su cabeza a aquella pelirroja que lo estaba volviendo loco. Sara toco la puerta de Alan y cuando recibió el permiso para entrar, abrió la puerta sintiendo como la deliciosa fragancia que el hombre usaba la golpeaba con fuerza en el rostro. —Creo que le dije que la quería aquí a primera hora, lleva quince minutos de retraso —exclamó Alan, con las manos como puños y los dientes apretados. Sara tiemblo en su lugar y se acerco a una de las sillas que estaba frente a ella para tomar asiento allí. —Lo
Sara observó a Alan con una expresión que dejaba ver que sus palabras no le afectaban en nada, o eso es lo que ella quería hacerle creer, porque en realidad, si le dolieron, más de lo que creía, no entendía por qué el era tan cruel con ella. Sara enderezó sus hombros y levanto su mentón para que él no pudiera descifrar que sus palabras le habían producido algo. —No se preocupe señor, jamás imaginé que lo que había pasado con nosotros era algo importante, sé que soy una simple empleada y eso no lo he olvidado —él apretó la quijada porque no esperaba esas palabras de ella, imagino que herir su ego le serviría para que su empleada le diera lo que él quería, pero qué equivocado estaba, Alan asiente sin decir una sola palabra, porque sabe que si lo hace, enloquecerá frente a ella. — Bien, si dejamos eso claro, me gustaría saber para qué me llamo. —Necesito un reporte de los últimos años de la empresa —Sara lo observo con los ojos entrecerrados, no entendía para que él le estaba pidien
Sara movió sus manos de una manera exagerada mientras veía como su mejor amiga se burlaba de ella después de contarle todo lo que había pasado con aquel hombre que la desequilibraba de una manera que la ponía nerviosa. —¿En serio le dijiste eso? —pregunto la mujer frente a ella que la miraba con una gran sonrisa en el rostro y una ternura que la volvía loca. —¡¡Me dijo que era un payaso!!, no iba a permitir que él siguiera jugando conmigo como se le diera la gana, no estoy dispuesta a permitir eso —ella asintió sonriendo. —En eso, si tienes razón, no entiendo por qué ese hombre está tomando esa actitud contigo, ¿estás segura de que dijo que olvidaran lo que paso? —Sí, estoy muy segura, me hizo sentir como una tarada que pensaba que su amor platónico vendría a proponerle matrimonio — Mariana suspiro con fuerza al escuchar el dolor en las palabras de su mejor amiga, sabía lo ilusionada que estaba con ese hombre, a pesar de que siempre le dijo que era una ridiculez, ella no quiso
La boca de Alan se apoderó de la de Sara con un frenesí que no permitió que ella pudiera hacer nada, por lo que sin saber qué podía pasar después, dejo que él llevará el ritmo de su beso y la situación cada vez se ponía más intensa y pasional, el Jeque sabia que esto era lo que necesitaba para sacarse de la cabeza a esa pelirroja que lo estaba volviendo loco, pero qué equivocado estaba. Cuando esos labios se posaron sobre los de él, el deseo desenfrenado que sentía por esa mujer, estallo en una bomba nuclear, pidiéndole a gritos que querían más, que no era suficiente con solo un beso. Ninguno supo cuanto tiempo había pasado fundido uno en el otro, solo la falta de aire hizo que se separaran. Alan colocó la frente en la de la mujer que no dejaba de jadear por la intensidad del beso. —Qué equivocado estaba… Ahora necesito más —indico Alan sin dejar de ver a la mujer que no dejaba de temblar en sus brazos. —¿Qué… ¿Fue eso? —dijo ella con la respiración aún acelerada. —¿Un beso?