Ninguno de los dos dijo nada más, caminaron dentro del palacio y se dirigieron a una gran puerta que impresionó a Sara, cada parte que veía le parecía más lujoso que el anterior, el lugar en realidad parecía de una realeza. Alan abre la puerta de su despacho y espera que ella entre para cerrarla, en este momento el palacio está solo y sus guardianes hacen ronda, por lo que podrá estar a solas con ella sin levantar sospechas. —Toma asiento, quiero que miremos un par de cosas —ella asiente haciendo lo que él dice, toma asiento frente a él y espera que el jeque hable. —Bien, necesito que realices un presupuesto de mano de obra de la infraestructura en donde quedará la empresa, ya está en su mayoría terminado, pero se requiere el presupuesto total —asiento. —De acuerdo, lo tendrá en dos días, ¿Está bien? —él asiente. —Me dijo el chofer que no quitaste tomar el Penthouse, ¿Puedo saber por qué? —ella suspira y deja de escribir en su iPad para poner la mirada en él.—No es necesario, me
Sara no podía creer que el hombre que amaba aceptara tener una relación con ella, después de su encuentro en la oficina, él la llevó a su departamento donde volvieron a dejarse llevar por la pasión que ambos sentían. Al día siguiente ella esperaba despertar a su lado, pero no fue así, el lado de la cama donde él debería estar estaba vacío, y un fuerte sentimiento de dolor se apoderó de su cuerpo. Suspirando se levanta de la cama par caminar hasta el baño donde se daría una ducha, necesitaba quitar de su cuerpo esa sensación de sosiego que ahorra mismo la estaba dominando. Una media hora después, Sara se dirigía al gran palacio, donde se reuniría con la junta de la empresa de Alan, las manos le sudaban y no dejaba de preguntarse, ¿cómo actuar?, lo saludaba con un beso o solo seguía de largo como si nada hubiera pasado. Llega a las puertas del salón donde se reunirían y abre la puerta para encontrar una larga mesa de cristal en la que estaban un total de las diez personas, en la ca
Las manos de Sara sudaban, sentía que en cualquier momento vomitaría, lo que acababa de saber estaba haciendo que todo dentro de ella se revolviera y sufriera de una manera que la hacía gritar del dolor. Sara llega a la habitación que tenía en el palacio y con rapidez toma su maleta para colocar en ella las pocas pertenencias que tenía en ese lugar. En ese momento escucha que la puerta es tocada y siente como un frío recorre su cuerpo por el temor, no desea que sea Alan, no sabe cómo enfrentarlo. —¿Sara?, ¿Se encuentra bien? —un suspiro de alivio sale de su boca cuando reconoce la voz de Ronald, su amigo. —Sí, pero me siento un poco indispuesta, dormiré un poco —tapa su boca con sus manos para que no escuche los sollozos que salen de su boca. —No tienes que mentirme, te vi correr cuando escuchaste al jeque —sus manos tiemblan y no sabe si negarlo o solo aceptar que la descubrieron. —No sé dé que hablas —él suspira con fuerza al otro lado de la puerta. —Si no quieres hablar está
Alan observa la puerta del hogar de la mujer que ha hecho que estos últimos meses, sean los mejor de su vida, pero aún no es suficiente para que él quiera renunciar a lo que quiere. El hombre lleva media hora en la puerta decidiendo si tocar o no, no sabe que podría decir si ella lo vuelve a interrogar sobre su exprometida. —¿Piensas tocar? —Alan suspira y se voltea para ver a su mejor amigo, El jeque sabe que Ronald está enojado, se lo dejo saber en todo el camino hasta aquí. —No lo sé —dice agachando la mirada. —Deberías tomar una decisión, nada de esto está haciéndole bien a nadie, tú no la viste destrozada, esa mujer no merece lo que le estás haciendo. El rostro del Jeque se puso sobrio, sentía que la sangre en su cuerpo corría aún más rápido de lo normal, y empezaba a ver a su amigo como su peor enemigo y alguien que merecía un final desastroso. —¿Acaso estás enamorado de ella?—Ronald suelta una carcajada ruidosa que hace que Alan lo observe con una de sus negras cejas en
Sara lloró toda la tarde en la puerta de la casa, estaba destrozada por lo que estaba pasando y aunque le daba miles de vueltas a la situación, no dejaba de llegar a la misma conclusión, no podía quedarse en ese lugar, pero el problema estaba en que no sabía como huir, ¿cómo lo haría?, él era el dueño del lugar, no saldría de aquí sin que él lo supiera. Se levanta del piso y camina hasta el baño para tomar una ducha, puede que de esa manera pueda despejar su mente y pensar claramente que hacer. Después de eso sale de la habitación y se cambia por algo cómoda para tomar lugar en el gran salón del apartamento. En ese momento el sonido de la puerta suena alertándola, aprieta las manos con fuerza porque sabe quién es y la sola idea de verlo ahora le parece desesperante.Cuando al final la puerta se abre, ella jadea del asombro al ver a la persona que está en aquella puerta. —¿Amira? —dice ella asombrada, ¿qué hace la princesa aquí? —Sara, ¿cómo estás? —pregunta, cerrando la puerta de
Sara sale del apartamento acompañado por Ronal y Amira, las manos le temblaban y solo esperaba que no sucediera nada que la reteniera más tiempo en esta prisión. Ronald las conduce por un pasillo que ella no había visto, imagina que al ser el mejor amigo del jeque sabe mejor que nadie como se construyó este lugar. —En cuanto crucemos esta puerta, necesito que subas al auto que te espera y no mires atrás, ¿comprendes? —le pregunta el hombre a una Sara asustada, que solo puede asentir y nada más. —No será fácil empezar de nuevo, Sara, pero es lo que necesitas, lo mejor es que ahora que te vayas, te olvides de nosotros y empieces desde cero —indica Amira, acariciando la mejilla de la hermosa pelirroja que no ha dejado de llorar. La puerta se abre y la brisa de la noche, golpea con fuerza el rostro de Sara, sus manos sudan y tiemblan y aún más, cuando observa el auto frente a ella, jadea al ver al hermano menor de El jeque y Amira como conductor. —¿Qué hace el aquí? —pregunta la muje
Seis meses después. Sara caminaba por las calles del hermoso pueblo que la había acogido, acariciando su abultado vientre, llevaba seis meses en ese lugar, y habían sido los mejores de toda su vida, La Paz y tranquilidad que le brindaba ese lugar era algo que no podía comprender. Su relación con Azar era fantástica, era ese mejor amigo que siempre deseo, pero que nunca pudo tener, la cuidaba y amaba como nadie lo había hecho.Su familia sabia de ella lo que necesitaba, una vez al mes Azar salía de la isla para ir a la ciudad, donde dejaba un mensaje en clave para su mejor amiga y padre, eso la tenía más tranquila, y aún más que su padre estuviera sano. Sara sonríe al ver a Azar que se acerca a ella con leña en sus brazos, cuando están de frente él deja un beso en su frente. —¿Cómo amanecieron mis chicas? —pregunta con una gran sonrisa en el rostro. —Está un poco incómoda, no deja de moverse y no entiendo por qué. —Extrañaba a su padre —dice acercándose a ella e invitándola a ca
Sara se sostiene del brazo de su mejor amigo, ¡¡Los encontró, sabía que lo haría!!—Te lo dije, te dije que nos iba a encontrar —indica Sara con la mirada en el piso.—Lo sé, perdón, por no haber hecho nada, fue mi culpa, no debí verme con él —Sara levanta la mirada para ponerla en su mejor amigo. —No, discúlpame, tú has hecho mucho por nosotras, perdóname, no es tu culpa —Azar acerca a su mejor amiga a su cuerpo. —Ya, todo estará bien, mi hermano jamás las lastimaría, sé que la mayor parte del tiempo es un idiota, pero no haría nada que las dañara. Sara esconde el rostro en el pecho de Azar y deja que las lágrimas que habían estado conteniendo se derramen por sus mejillas sin control, ¿Podría creerlo?, la verdad es que no, El jeque había hecho todo mal desde el principio y nadie le garantizaba que no lo hiciera de nuevo. Después de la rara reunión que habían tenido con Alan, se fue a su habitación a descansar, cuando llego a la cama encontró una caja en ella, la tomo con las ma