El Mercado Oculto estaba más bullicioso que de costumbre, iluminado por linternas flotantes y adornado con colores vibrantes que contrastaban con la opacidad de las calles superiores de Aerisport. El aire estaba impregnado de especias exóticas y aromas mágicos, mezclados con la música de un laúd encantado que resonaba entre los puestos. Criaturas mágicas y humanos caminaban lado a lado, negociando productos que jamás se encontrarían en la superficie: plumas de grifo, cristales de maná, pociones curativas y libros de hechizos prohibidos.
Kael patrullaba entre los puestos con paso decidido, sus ojos recorriendo la multitud en busca de algo fuera de lo común. A pesar de la calma aparente, algo en el ambiente no le parecía del todo correcto. Las criaturas mágicas parecían inquietas, y los mercaderes evitaban mirarlo directamente.
Se detuvo junto a un puesto que vendía dagas encantadas, examinando el filo de una mientras intentaba ignorar el creciente zumbido en el fondo de su mente. Era el tipo de sensación que aprendías a no ignorar siendo un Vigilante: una advertencia, un eco de peligro que se acercaba demasiado rápido.
Un estallido resonó a la distancia, seguido de gritos. Kael dejó caer la daga y corrió hacia el origen del ruido, abriéndose paso entre la multitud que comenzaba a dispersarse en todas direcciones. Una sombra se alzó sobre el mercado, y cuando llegó al centro de la plaza principal, lo vio: un wyvern desbocado, con los ojos inyectados de un rojo antinatural y las alas rasgando el aire con furia.
Los comerciantes gritaban mientras intentaban proteger sus puestos, y algunas criaturas más pequeñas se escondían bajo las mesas. Una bola de fuego lanzada por un hechicero errante pasó zumbando cerca del wyvern, pero este la esquivó con un rugido que hizo vibrar los cristales de las lámparas flotantes.
Kael desenvainó sus dagas gemelas y avanzó, sabiendo que su equipo estaría llegando en cualquier momento. El wyvern giró su enorme cabeza hacia él, sus fauces goteando una sustancia negra que chisporroteaba al tocar el suelo empedrado.
—Perfecto —murmuró Kael para sí mismo, ajustando el agarre en las dagas—. Justo lo que necesitaba.
Antes de que pudiera atacar, otro rugido resonó desde el lado opuesto del mercado. Dos criaturas más, un par de quimeras, emergieron de un callejón, sus colas de serpiente chasqueando en el aire mientras sus cabezas de león y cabra lanzaban rugidos discordantes. Kael maldijo en voz baja. No tenía idea de cómo esas criaturas habían llegado hasta el Mercado Oculto, pero no había tiempo para preguntar.
Mientras intentaba planear su siguiente movimiento, un destello de luz blanca atravesó el aire y golpeó al wyvern en el costado. Kael giró la cabeza y vio a Elyra llegar corriendo, su báculo mágico brillando con una intensidad cegadora.
—¿Qué estás haciendo aquí? —gritó Kael por encima del caos.
—¿Qué crees? —respondió Elyra, agitando el báculo y lanzando una onda expansiva que derribó a la quimera más cercana—. Intentando salvarte el trasero, como siempre.
Kael esquivó un golpe de la cola del wyvern y rodó hacia un lado, lanzando una de sus dagas hacia el cuello de la criatura. La daga se clavó, pero apenas pareció afectarla.
—¡Calma primero, mata después! —exclamó Elyra, alzando ambas manos. Comenzó a recitar un conjuro, y las palabras parecían resonar en el aire, envolviendo el mercado en un aura de tranquilidad.
La magia de Elyra surtió efecto lentamente. La quimera restante dejó de atacar y retrocedió, sacudiendo la cabeza como si estuviera despertando de un sueño. Incluso el wyvern pareció vacilar, sus movimientos perdiendo algo de la ferocidad inicial.
Kael aprovechó el momento de distracción para asestar un golpe directo en la articulación del ala del wyvern, inmovilizándolo.
—¿Eso cuenta como “calmar”? —preguntó con una sonrisa mientras Elyra lanzaba un último hechizo que envolvió a las criaturas en cadenas de energía mágica.
—Es un comienzo.
Antes de que pudieran celebrar su victoria, una explosión sacudió la parte más alejada del mercado, cerca de la bóveda central donde se almacenaban los artefactos mágicos más valiosos. Kael y Elyra intercambiaron una mirada de alarma.
—Quédate aquí y controla esto. Voy a ver qué está pasando.
Kael se lanzó hacia el origen de la explosión, dejando a Elyra supervisando la contención de las criaturas. Cuando llegó a la bóveda, encontró a dos Vigilantes inconscientes en el suelo, y la puerta de acero destrozada.
Dentro, un hombre alto con una capa oscura estaba guardando un artefacto brillante en una bolsa de cuero. Kael lo reconoció al instante: Draven, un ladrón de artefactos mágicos cuya habilidad para desaparecer era legendaria entre los Vigilantes.
—Siempre tan dramático, Draven —dijo Kael, entrando en la bóveda con las dagas listas—. ¿No podías simplemente usar la puerta?
Draven giró la cabeza y esbozó una sonrisa burlona.
—Kael. Qué placer verte, como siempre.
—Deja el artefacto y nadie tiene que salir herido.
Draven sacó su propia espada, un arma negra que parecía absorber la luz de la habitación.
—Sabes que eso no va a pasar.
Kael no perdió tiempo en atacar. Sus dagas se encontraron con la espada de Draven en un choque de acero que resonó en el espacio confinado. Draven era rápido, más de lo que Kael recordaba, y cada uno de sus movimientos parecía calculado para ponerlo a la defensiva.
—¿Qué quieres con ese artefacto? —preguntó Kael, esquivando un golpe dirigido a su costado.
—Nada que te importe. —Draven giró sobre sí mismo, lanzando un tajo que Kael apenas logró bloquear.
El enfrentamiento continuó, con ambos luchadores moviéndose con la precisión de quienes estaban acostumbrados a enfrentarse a lo peor del mundo mágico. Pero justo cuando Kael creyó que tenía una oportunidad de desarmar a Draven, este lanzó una pequeña esfera al suelo.
El estallido de luz lo cegó momentáneamente, y cuando logró recuperar la visión, Draven ya no estaba. La bóveda estaba vacía, excepto por los Vigilantes heridos y el eco de la risa de Draven en el pasillo.
Kael maldijo en voz baja, guardando sus dagas mientras regresaba al mercado. La noche estaba lejos de terminar, y el caos que había comenzado solo parecía ser el preludio de algo mucho más grande.
Kael volvió al mercado con los músculos tensos y una mezcla de frustración y preocupación en el rostro. El sonido de los gritos se había calmado, pero el zumbido residual de la conmoción seguía latente en el aire. Elyra estaba en el centro de la plaza, rodeada de una tenue luz mágica, controlando los restos de energía salvaje que aún irradiaban de las criaturas contenidas.
Se acercó a ella rápidamente, limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano.
—Draven estaba en la bóveda. Robó un artefacto y escapó.
Elyra frunció el ceño, su concentración tambaleándose un instante antes de que lograra mantener el hechizo.
—¿Draven? Ese ladrón de artefactos que siempre parece un paso adelante de nosotros. ¿Qué se llevó?
—No estoy seguro, pero no era algo menor. —Kael respiró hondo, recuperando el aliento—. La bóveda estaba hecha pedazos. Sea lo que sea, debe haber sido lo suficientemente poderoso como para justificar semejante alboroto.
Elyra terminó su conjuro con un gesto amplio, y las cadenas de energía que envolvían a las criaturas desaparecieron, dejando a los vigilantes con la tarea de asegurarlas físicamente. Miró a Kael con preocupación, su voz más baja para que los demás no escucharan.
—¿Crees que esto está relacionado con lo que hablamos antes? Con “El Errante”?
Kael hizo una pausa, considerando la pregunta. Era demasiado pronto para sacar conclusiones, pero la coincidencia era difícil de ignorar.
—No lo sé. Pero cada vez parece más probable que algo grande está moviéndose bajo nuestros pies.
Elyra asintió lentamente, sus ojos recorriendo el mercado ahora desordenado. Los puestos estaban destrozados, los mercaderes trataban de recoger los restos, y algunos miraban a los Vigilantes con una mezcla de gratitud y recelo.
Un hombre con un delantal de cuero y una cola de fauno se acercó a ellos, limpiándose las manos en un trapo sucio.
—¿Esto es lo que llaman protección? —espetó con amargura—. Pagamos nuestras cuotas para mantener este lugar seguro, y ahora mira lo que ha pasado.
Kael levantó una mano, su tono calmado pero firme.
—Hacemos todo lo que podemos para proteger este lugar, pero no podemos anticipar cada ataque. Si tienes algo útil que decirnos, como quién dejó entrar a esas criaturas, estamos escuchando.
El fauno bufó y dio un paso atrás, murmurando algo inaudible antes de regresar a su puesto. Elyra lo observó irse con una expresión cansada.
—No puedo culparlo por estar molesto. Para ellos, somos más una amenaza que una ayuda.
—Y mientras eso no cambie, estaremos luchando en dos frentes. —Kael cruzó los brazos—. Necesitamos respuestas, Elyra. Esto no puede ser solo una coincidencia.
Antes de que ella pudiera responder, una sombra familiar apareció entre los escombros. Era Gareth, uno de los compañeros de Kael, con una expresión de preocupación escrita en su rostro.
—El Concejo quiere un informe inmediato sobre lo ocurrido aquí. Y esperan que respondas algunas preguntas sobre lo que pasó en la bóveda.
Kael gruñó en respuesta, frotándose la frente.
—Por supuesto que lo hacen.
—¿Quieres que los enfrente yo? —preguntó Elyra, aunque la tensión en su voz dejaba claro que no le entusiasmaba la idea.
—No, iré yo. —Kael miró a Gareth—. Diles que llegaré en cuanto pueda, pero antes necesito asegurarme de que este lugar esté bajo control.
Gareth asintió y se fue tan rápido como había llegado, dejando a Kael y Elyra en un silencio incómodo. Finalmente, ella rompió el silencio.
—Deberíamos hablar con los testigos, recopilar cualquier información que podamos sobre cómo llegaron esas criaturas aquí.
Kael asintió, y juntos comenzaron a moverse entre los mercaderes y los vigilantes que intentaban restaurar el orden. La mayoría de los testigos no tenían mucho que añadir: las criaturas habían aparecido de la nada, como si algo las hubiera arrancado de su hábitat y las hubiera soltado en el mercado.
Un anciano elfo, sin embargo, les dio una pista intrigante.
—Había una figura oscura cerca de la entrada norte justo antes de que todo comenzara. No estoy seguro de quién era, pero parecía estar murmurando algo… como un hechizo.
Elyra intercambió una mirada rápida con Kael.
—¿Crees que alguien las invocó? —preguntó ella en voz baja.
—Es posible. Y si es así, probablemente estaba trabajando con Draven. —Kael se pasó una mano por el cabello—. Esto se complica cada vez más.
Elyra asintió, pero no dijo nada. Había algo en sus ojos que indicaba que estaba pensando en el mapa que había recibido más temprano, y en las palabras que el mercader le había dicho sobre “El Errante”.
La noche continuó en un torbellino de tareas: asegurarse de que las criaturas fueran contenidas y devueltas a su lugar de origen, ayudar a los mercaderes a reconstruir lo que pudieran, y tratar de calmar los ánimos en un mercado que había perdido gran parte de su confianza en los Vigilantes.
Cuando finalmente todo pareció calmarse, Elyra y Kael se encontraron de nuevo en el centro del mercado, rodeados por los restos de la batalla.
—Esto no va a ser fácil, ¿verdad? —preguntó Elyra, su voz apenas un susurro.
Kael se permitió una sonrisa cansada, aunque no alcanzó sus ojos.
—¿Alguna vez lo ha sido?
Ambos se quedaron en silencio por un momento, mirando las linternas que aún flotaban en el aire, aunque ahora parecían más pálidas, como si también estuvieran agotadas. El zumbido de la ciudad superior comenzaba a filtrarse en el mercado, un recordatorio de que, aunque el peligro inmediato había pasado, la verdadera amenaza apenas estaba comenzando a revelarse.
Y bajo sus pies, en las profundidades de Aerisport, algo esperaba.
La sala del Consejo de los Vigilantes se alzaba en el corazón de la fortaleza, un recinto antiguo construido con piedra oscura y adornado con tapices que representaban gestas olvidadas por el resto del mundo. Aquel lugar siempre olía a pergaminos viejos, cera de vela y la tenue humedad que impregnaba cada rincón de Aerisport.Kael avanzó por el pasillo con pasos firmes, sujetando con fuerza el artefacto envuelto en un paño de terciopelo azul. Lo llevaba pegado al pecho, como si su proximidad pudiera protegerlo de los ojos inquisitivos de los ancianos que lo esperaban en la cámara.Las puertas de madera se abrieron con un chirrido y, al otro lado, los miembros del Consejo estaban sentados en un semicírculo. Ocho figuras vestidas con túnicas de distintos colores, cada uno representando su posición y linaje dentro de la orden. En el centro, Lord Aldric, el más antiguo entre ellos, observaba con mirada severa.—Kael Verran. —Su voz era grave, cada palabra un peso que caía sobre la sala—.
Las llamas de las antorchas apenas lograban iluminar las paredes de piedra, talladas con símbolos que se perdían en la historia. Las sombras danzaban sobre el suelo húmedo, alargándose como espectros que aguardaban en la penumbra.Draven avanzó con paso firme, pero su mirada traicionaba una cautela inusual en él. No era miedo lo que sentía, sino una tensión latente, un presentimiento que se aferraba a su pecho como un anzuelo.El pasadizo subterráneo en el que se encontraba era mucho más antiguo que la ciudad de Aerisport. No había sido construido por humanos, al menos no en la forma en que los humanos de la superficie lo entendían.Y en su profundidad, esperándolo como un depredador paciente, estaba él.El Errante.No era la primera vez que Draven se reunía con aquella figura, pero cada encuentro le recordaba por qué nunca debía bajar la guardia.Unas puertas de piedra tallada se abrieron ante él con un leve crujido, revelando una cámara más grande, donde las sombras parecían más den
La noche en Aerisport traía consigo un velo de misterio y peligro. Las calles adoquinadas, iluminadas apenas por faroles de aceite, parecían más estrechas y opresivas cuando la luz menguaba. Kael caminaba con paso firme, la mano reposando en la empuñadura de su espada, atento a cualquier movimiento en la penumbra.Desde hacía semanas, rumores oscuros circulaban entre los ciudadanos de Aerisport. Personas desapareciendo. Criaturas mágicas esfumándose sin dejar rastro.Y lo peor: no había testigos, ni cuerpos. Solo el silencio y un rastro de incertidumbre.Kael había seguido pistas por toda la ciudad, desde los distritos más pobres hasta los pasillos del Consejo de los Vigilantes, pero cuanto más investigaba, menos respuestas encontraba.Esta noche, sin embargo, tenía un nuevo hilo del que tirar.***La biblioteca oculta de los Vigilantes era un lugar silencioso, repleto de estanterías desbordadas de libros antiguos y pergamin
El acceso a los túneles subterráneos de Aerisport estaba oculto detrás de una vieja herrería abandonada en las afueras del distrito mercantil. Elyra se estremeció al notar cómo la humedad impregnaba las piedras del suelo y el aire se volvía denso con un olor metálico.—Esto es una pésima idea —murmuró Kael mientras deslizaba una daga de su cinturón, preparándose para cualquier cosa.—Lo sé —susurró Elyra, concentrándose en la energía mágica a su alrededor. La oscuridad aquí no era natural. Algo se agitaba en ella, observándolos.El suelo bajo sus pies tembló levemente cuando descendieron por una escalera de piedra en espiral. Kael avanzaba primero, su postura alerta, mientras Elyra iluminaba el camino con un orbe de luz flotante conjurado en su palma.
Draven deslizó el artefacto sobre la mesa de madera gastada. La luz de la lámpara parpadeante proyectaba sombras alargadas sobre su superficie dorada, reflejando las antiguas inscripciones que recorrían su contorno como raíces de un árbol ancestral.Había esperado que el objeto reaccionara de inmediato, que la magia latente en su interior cobrara vida al contacto con su piel. Pero no ocurrió nada.Nada, excepto el eco de su propia respiración en la guarida subterránea.Exhaló con impaciencia y apoyó los codos sobre la mesa. Sus pensamientos estaban enredados, una maraña de dudas que lo inquietaban más de lo que estaba dispuesto a admitir.Esto no estaba saliendo como debía.El E
La niebla cubría Aerisport como un manto inquietante, suavizando los contornos de las altas torres y los puentes de hierro que conectaban la ciudad en una maraña de calles adoquinadas. Los faroles a gas iluminaban las esquinas con una luz parpadeante, como si la ciudad misma respirara, viva y vigilante. Aerisport no era un lugar ordinario. Bajo su bulliciosa superficie de comerciantes y carrozas, existía un mundo oculto, donde lo mágico y lo humano convivían en un frágil equilibrio.Kael Orin caminaba a paso firme por una de las callejuelas, el eco de sus botas resonando en las piedras húmedas. Las sombras parecían seguirlo, estirándose y contrayéndose con cada farol que dejaba atrás. Había patrullado esas mismas calles durante años, pero algo aquella noche era diferente. El aire estaba cargado, espeso, como si algo invisible acechara entre las grietas de la ciudad.A su izquierda, el Mercado Oculto bullía de actividad. Puestos de madera improvisados ofrecían mercancías que no podrían
La Biblioteca de los Vigilantes, oculta en las profundidades del Bastión, era un lugar que no muchos tenían el privilegio de ver. Se encontraba escondida detrás de una serie de túneles protegidos con runas que repelían a cualquier intruso no autorizado. Incluso para los que tenían acceso, el ambiente del lugar era intimidante. Altos estantes llenos de libros encuadernados en cuero oscuro se alzaban hasta el techo abovedado. Antiguas lámparas de cristal colgaban de cadenas, llenando la estancia con una luz tenue y parpadeante, que apenas lograba disipar las sombras que parecían acechar en cada rincón.Elyra Meris estaba en su rincón favorito, rodeada de montones de libros abiertos. Sus manos, cubiertas de tinta, hojeaban cuidadosamente un tomo viejo y quebradizo mientras murmuraba palabras en un idioma que nadie en la superficie entendía. Aunque la biblioteca siempre estaba silenciosa, Elyra podía sentir el susurro de la magia fluyendo entre las páginas, un zumbido apenas audible que l