El acceso a los túneles subterráneos de Aerisport estaba oculto detrás de una vieja herrería abandonada en las afueras del distrito mercantil. Elyra se estremeció al notar cómo la humedad impregnaba las piedras del suelo y el aire se volvía denso con un olor metálico.
—Esto es una pésima idea —murmuró Kael mientras deslizaba una daga de su cinturón, preparándose para cualquier cosa.
—Lo sé —susurró Elyra, concentrándose en la energía mágica a su alrededor. La oscuridad aquí no era natural. Algo se agitaba en ella, observándolos.
El suelo bajo sus pies tembló levemente cuando descendieron por una escalera de piedra en espiral. Kael avanzaba primero, su postura alerta, mientras Elyra iluminaba el camino con un orbe de luz flotante conjurado en su palma.
Draven deslizó el artefacto sobre la mesa de madera gastada. La luz de la lámpara parpadeante proyectaba sombras alargadas sobre su superficie dorada, reflejando las antiguas inscripciones que recorrían su contorno como raíces de un árbol ancestral.Había esperado que el objeto reaccionara de inmediato, que la magia latente en su interior cobrara vida al contacto con su piel. Pero no ocurrió nada.Nada, excepto el eco de su propia respiración en la guarida subterránea.Exhaló con impaciencia y apoyó los codos sobre la mesa. Sus pensamientos estaban enredados, una maraña de dudas que lo inquietaban más de lo que estaba dispuesto a admitir.Esto no estaba saliendo como debía.El E
Las noches en Aerisport eran impredecibles.A veces, la luna brillaba con tanta intensidad que las calles empedradas parecían bañadas en plata. Otras, como esta, la neblina envolvía la ciudad con una espesura que transformaba cada sombra en una amenaza silenciosa.Kael avanzaba con Elyra a su lado, sus pasos resonando suavemente contra las piedras húmedas. El aire olía a humo y a magia latente, como si la ciudad estuviera al borde de un despertar oscuro.—¿Cuánto falta? —preguntó Elyra en voz baja.Kael deslizó una mirada hacia ella. Su cabello oscuro se enredaba con la brisa nocturna, y su mano derecha descansaba sobre el pequeño tomo de hechizos que siempre llevaba consigo.
El aire dentro de la sede de los Vigilantes estaba cargado de tensión. Elyra sentía cada mirada clavada en su espalda mientras caminaba por los pasillos de piedra, con los ecos de sus propios pasos resonando en sus oídos. Kael iba a su lado, en silencio, su expresión severa y su postura rígida como si estuviera listo para la tormenta que se avecinaba.Y vaya que se avecinaba una tormenta.Las puertas de la sala del consejo se abrieron de golpe en cuanto llegaron. Varios miembros de alto rango estaban reunidos allí, sus túnicas oscurecidas por las sombras de las lámparas. El rostro del Maestro Aldric, el líder de los Vigilantes, estaba grabado con la impasibilidad de alguien que había visto demasiados errores en su vida y que no estaba dispuesto a tolerar uno más.
La lluvia caía en un incesante murmullo contra los adoquines, envolviendo a Aerisport en una bruma gris que parecía querer borrar las formas del mundo. El sonido del agua deslizándose por los techos de tejas y el aroma a tierra mojada traían consigo un eco del pasado, un recuerdo que Kael había intentado enterrar durante años.Pero algunos recuerdos eran como heridas mal cerradas: se reabrían en el momento menos esperado.El eco de un grito. Un rostro pálido en la penumbra. La sensación de una mano deslizándose de la suya.Kael se detuvo en un callejón oscuro, cerrando los ojos un instante, permitiendo que la lluvia se deslizara por su rostro. Por un momento, no estaba en Aerisport, sino en otra no
La guarida de Draven estaba sumida en una penumbra inquietante, iluminada apenas por las velas dispersas en los rincones de la habitación. El artefacto robado yacía sobre la mesa de madera maciza, su superficie cubierta de inscripciones antiguas que parecían pulsar con una energía latente. Draven lo observó con el ceño fruncido, tamborileando los dedos sobre el borde de la mesa. Algo en ese objeto lo inquietaba, una sensación visceral de que lo que contenía en su interior no debía ser liberado.Y sin embargo, El Errante lo quería.Draven apretó la mandíbula. No le gustaba la idea de entregarle algo tan poderoso a alguien como él, pero sabía que no tenía opción. La sombra que lo había seguido toda su vida lo envolvía ahora más que nu
El aire en la sede de los Vigilantes estaba cargado de tensión. En la gran sala del consejo, iluminada por la luz temblorosa de los candelabros, los miembros de la orden se habían reunido en un círculo cerrado, sus rostros serios y llenos de sospecha. La noticia de que habían descubierto un infiltrado había corrido como fuego en un campo seco.Kael permanecía de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, observando al prisionero en el centro de la sala. Era un hombre alto, de complexión robusta, con el cabello castaño alborotado y un semblante pétreo, como si se negara a mostrar cualquier emoción.Pero Kael lo veía claramente.El licántropo estaba tenso, sus ojos se movían con cautela, midiendo cada rincón de la habitaci&oa
Elyra no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido en los túneles. No solo por la criatura que los había atacado, sino por lo que había sentido durante la pelea.La mirada de Draven cuando su magia casi la consumió.La forma en que Kael había estado dispuesto a interponerse entre ella y el peligro sin dudar.