6

La noche en Aerisport traía consigo un velo de misterio y peligro. Las calles adoquinadas, iluminadas apenas por faroles de aceite, parecían más estrechas y opresivas cuando la luz menguaba. Kael caminaba con paso firme, la mano reposando en la empuñadura de su espada, atento a cualquier movimiento en la penumbra.

Desde hacía semanas, rumores oscuros circulaban entre los ciudadanos de Aerisport. Personas desapareciendo. Criaturas mágicas esfumándose sin dejar rastro.

Y lo peor: no había testigos, ni cuerpos. Solo el silencio y un rastro de incertidumbre.

Kael había seguido pistas por toda la ciudad, desde los distritos más pobres hasta los pasillos del Consejo de los Vigilantes, pero cuanto más investigaba, menos respuestas encontraba.

Esta noche, sin embargo, tenía un nuevo hilo del que tirar.

***

La biblioteca oculta de los Vigilantes era un lugar silencioso, repleto de estanterías desbordadas de libros antiguos y pergaminos amarillentos. Entre ellos, Elyra hojeaba con rapidez un manuscrito gastado, sus ojos moviéndose con urgencia entre las líneas.

Había escuchado los rumores sobre las desapariciones, pero lo que realmente la inquietaba eran las extrañas similitudes con casos antiguos que había leído en los archivos de la Orden.

Desapariciones sin rastro. Criaturas que se desvanecían. Y siempre, antes de que todo ocurriera, se reportaban perturbaciones en la magia de la ciudad.

Algo estaba alterando el equilibrio.

Kael irrumpió en la biblioteca sin previo aviso, su expresión de frustración clara incluso en la penumbra.

—¿Qué haces aquí tan tarde? —preguntó con voz áspera.

Elyra alzó una ceja, sin inmutarse.

—Podría preguntarte lo mismo.

Kael cruzó los brazos.

—Buscando respuestas. Algo que, al parecer, el Consejo no tiene.

Elyra cerró el libro con un chasquido seco.

—Entonces estamos en la misma situación.

Kael la miró con recelo.

—Esto no es un juego, Elyra. Hay algo ahí afuera llevándose gente, y si no actuamos pronto, podríamos ser los siguientes en desaparecer.

Ella mantuvo su mirada firme.

—Por eso quiero ayudar.

Kael negó con la cabeza.

—No puedes. No eres una guerrera.

—¿Y crees que una espada es lo único que se necesita para ganar una batalla?

Kael exhaló con exasperación.

—No se trata de ganar una batalla. Se trata de sobrevivir a ella.

Elyra se inclinó levemente hacia él.

—Mi conocimiento de la magia y las antiguas profecías podría ser clave en esta investigación. —Dio un paso adelante, su voz más baja—. Sé que esto está conectado con algo más grande, Kael. Algo que no podemos ignorar.

Kael la observó en silencio por un momento, su mandíbula apretada.

Sabía que discutir con Elyra era inútil.

—Está bien —cedió finalmente—. Pero si las cosas se ponen peligrosas, te largas.

Elyra sonrió apenas.

—Si las cosas se ponen peligrosas, significa que estamos cerca de la verdad.

El Distrito de los Mercantes era uno de los lugares más bulliciosos de Aerisport. Durante el día, era un hervidero de comerciantes gritando sus precios, clientes regateando y ladrones al acecho. Pero por la noche…

Por la noche, se transformaba en algo diferente.

Las tiendas cerraban sus puertas, pero en las esquinas oscuras, nuevos negocios surgían en las sombras.

Tabernas clandestinas, tráfico de objetos prohibidos, criaturas mágicas tratando de pasar desapercibidas entre la multitud de humanos.

Kael y Elyra avanzaron con discreción, observando cada detalle a su alrededor.

—Si queremos respuestas, este es el lugar —murmuró Kael.

Elyra sintió un escalofrío en la espalda. No era miedo, sino una sensación de anticipación, como si estuvieran al borde de descubrir algo crucial.

Se detuvieron frente a una taberna con el letrero desgastado.

"El Gato Sombrío".

El nombre no era muy original, pero el lugar tenía una reputación… especial.

Kael se giró hacia Elyra.

—Déjame hablar a mí.

Ella le dedicó una mirada incrédula.

—¿Por qué?

—Porque si empiezas a hacer preguntas sobre profecías en un lugar como este, nos echarán a patadas.

Elyra rodó los ojos, pero no discutió.

Empujaron la puerta y entraron.

El interior era un caos de voces bajas, humo de tabaco flotando en el aire, y mesas llenas de personajes de dudosa procedencia. Criaturas de todo tipo se mezclaban con humanos: desde magos renegados hasta traficantes de reliquias prohibidas.

Kael se dirigió al bar con paso seguro, mientras Elyra observaba con curiosidad a su alrededor.

Y entonces…

Una presencia llamó su atención.

Draven.

Estaba sentado en una esquina, recostado con aire despreocupado, su chaqueta oscura abierta lo suficiente para revelar el destello de una daga oculta.

Sus ojos se encontraron con los de Elyra por una fracción de segundo.

Una sonrisa apenas perceptible curvó sus labios.

Elyra sintió un leve desconcierto.

No era la primera vez que lo veía, pero había algo en él esta noche que le resultaba… inquietante.

Y no estaba segura de si era una sensación de advertencia o de intriga.

Draven se puso de pie con elegancia, deslizándose entre las mesas hasta llegar a ella.

—Qué sorpresa verte aquí, Vigilante.

Elyra entrecerró los ojos.

—No soy una Vigilante.

Draven ladeó la cabeza, fingiendo interés.

—¿Ah, no? Entonces, ¿qué eres?

Elyra sostuvo su mirada sin pestañear.

—Alguien que busca respuestas.

Draven dejó escapar una risa baja.

—Entonces estamos en la misma situación.

Kael apareció junto a Elyra en ese instante, su postura automáticamente más rígida al ver a Draven.

—¿Qué haces aquí?

Draven se encogió de hombros.

—Disfrutando de una copa. ¿No puedo?

Kael gruñó con desconfianza.

—No me fío de ti.

Draven sonrió.

—El sentimiento es mutuo.

Elyra los observó a ambos, sintiendo la tensión en el aire.

—Si tienes información sobre las desapariciones, Draven, sería mejor que la compartieras.

Draven arqueó una ceja.

—¿Y qué te hace pensar que sé algo?

—Porque siempre sabes más de lo que dices.

Draven la miró durante un largo momento, su expresión volviéndose más pensativa.

Luego, se inclinó levemente hacia ella y susurró:

—Alguien está tomando piezas de diferentes criaturas. No solo humanos. También seres mágicos. Y no están muriendo.

Elyra sintió que su piel se erizaba.

Kael frunció el ceño.

—¿Qué significa eso?

Draven se enderezó.

—Significa que alguien está reuniendo partes. Y cuando juntas suficientes piezas… puedes construir algo nuevo.

El silencio que siguió fue espeso, cargado de implicaciones que ninguno de los tres estaba listo para enfrentar.

Pero una cosa era segura.

Las desapariciones no eran aleatorias.

Eran parte de un plan.

Y ahora estaban más cerca de la verdad.

Pero la verdad, como siempre, venía con un precio.

Kael entrecerró los ojos, escudriñando a Draven con la misma desconfianza que un cazador observa a un lobo merodeando cerca de su hogar.

—Danos una razón para creerte —dijo, su voz baja y tensa.

Draven se encogió de hombros con una sonrisa despreocupada.

—No tienen que creerme. Solo vean a su alrededor. —Levantó una mano y la giró en un gesto perezoso, abarcando toda la taberna.

Elyra y Kael intercambiaron una mirada rápida antes de seguir su consejo.

Al principio, todo parecía normal: bebedores riendo a carcajadas, jugadores de cartas sumidos en sus apuestas, sombras deslizándose en las esquinas cerrando tratos clandestinos. Pero cuando Elyra miró más de cerca, lo notó.

Algunas mesas estaban demasiado vacías. Algunos rostros, demasiado ausentes.

—Faltan personas —susurró.

Kael frunció el ceño.

—¿Cómo lo sabes?

—Vine aquí hace dos noches —respondió sin apartar la vista de la multitud—. Reconocí a varios de los clientes habituales. Ahora no están.

Draven apoyó un codo sobre la mesa con aire burlón.

—Una rápida lección sobre lugares como este: la gente no desaparece sin dejar rastro. Si alguien es asesinado, hay rumores. Si alguien huye, hay deudas sin pagar. Pero esto… —Se inclinó un poco más hacia ellos, bajando la voz—. Esto es un vacío.

Elyra sintió un escalofrío recorriendo su espalda.

Vacíos. Fragmentos de espacio donde antes había alguien y ahora solo quedaba la incógnita de su destino.

—Si tienen cerebro —continuó Draven—, se largarán de aquí antes de que desaparezcan también.

Kael apretó los dientes.

—No podemos simplemente ignorarlo.

Draven sonrió.

—Lo sé.

Con un movimiento rápido, se puso de pie.

—Y por eso les haré un favor.

Elyra arqueó una ceja.

—¿Desde cuándo haces favores?

Draven le guiñó un ojo.

—Desde que me divierte verlos metidos en problemas.

Kael se cruzó de brazos.

—¿Qué es lo que quieres, Draven?

El ladrón hizo una pausa, como si estuviera considerando su respuesta.

—Digamos que tengo mis propios intereses en este asunto —dijo finalmente—. Pero si realmente quieren respuestas, deberían visitar el Callejón de las Sombras.

Elyra sintió un nudo formarse en su estómago.

No era solo el nombre. Era lo que representaba.

El Callejón de las Sombras era un pasadizo oculto entre dos distritos de Aerisport, un laberinto de callejones y túneles donde la magia era volátil y las reglas del mundo parecían distorsionarse.

Era un lugar donde la ciudad escondía sus secretos más oscuros.

Y si Draven los estaba enviando allí, significaba que lo que buscaban era más peligroso de lo que imaginaban.

Kael soltó un resoplido.

—Por supuesto. Porque lo que necesitábamos en esta noche de por sí desastrosa era un viaje a la boca del lobo.

Draven sonrió.

—Tomenlo o déjenlo. Pero si lo dejan… bueno, que tengan suerte.

Con eso, se deslizó entre la multitud y desapareció, como si la misma oscuridad de la taberna lo hubiera engullido.

Kael gruñó.

—Odio cuando hace eso.

Elyra apenas lo escuchó.

Sus pensamientos estaban en otra parte.

En los fragmentos de la profecía que había leído.

"El guardián y el traidor".

La idea se formó en su mente antes de que pudiera detenerla.

¿Y si Draven era parte de la profecía?

***

El Callejón de las Sombras era un lugar donde la luz parecía evitar tocar el suelo.

Kael y Elyra avanzaban con cautela, las sombras a su alrededor estirándose como si tuvieran voluntad propia.

El aire estaba cargado con un zumbido sutil, la sensación de magia filtrándose entre las grietas de los edificios ruinosos.

—Dime que esto no es una idea estúpida —murmuró Kael.

—Es la única pista que tenemos —respondió Elyra.

Kael suspiró.

—Eso es lo que me preocupa.

Avanzaron más profundo en el callejón, hasta que la luz de la luna se convirtió en un reflejo pálido en la distancia.

Y entonces, lo escucharon.

Un susurro.

No palabras, no sonidos discernibles. Solo una vibración en el aire, como si algo intentara hablar, pero no pudiera ser entendido.

Elyra se tensó.

—¿Escuchaste eso?

Kael asintió, su mano ya en su espada.

El susurro se intensificó.

Las sombras a su alrededor parecieron moverse.

Y entonces…

Algo emergió de la oscuridad.

No era completamente humano, pero tampoco enteramente una criatura. Su piel era cenicienta, con líneas de magia roja recorriendo su cuerpo como venas ardiendo. Sus ojos eran dos pozos oscuros, reflejando solo el hambre.

No estaban solos.

Más figuras se deslizaron desde las sombras, rodeándolos.

Criaturas transformadas. Retorcidas.

Elyra sintió su pulso acelerar.

—Kael…

—Lo sé.

El primer monstruo atacó.

Kael desenvainó su espada en un instante, bloqueando el golpe con un giro hábil. El sonido del metal resonó en el callejón.

Elyra levantó las manos, canalizando magia en sus palmas.

No había tiempo para dudar.

El aire alrededor de sus dedos se iluminó con un destello dorado antes de que lanzara un hechizo.

Una onda de energía se expandió desde su cuerpo, empujando a las criaturas hacia atrás.

Pero no se detuvieron.

Se alzaron de nuevo, sus cuerpos regenerándose a una velocidad aterradora.

Kael maldijo.

—Esto no es normal.

Elyra apretó los dientes.

—Son fragmentos.

Kael la miró con confusión.

—¿Qué?

Elyra apenas podía respirar.

—No son seres completos. Son partes de algo más.

Kael comprendió de inmediato.

—Entonces no podemos matarlos.

—No.

Pero podían deshacerlos.

Elyra cerró los ojos y extendió las manos.

Podía sentir la magia dentro de esas criaturas, las conexiones entre sus partes.

Si pudiera encontrar el punto débil…

El callejón vibró con una explosión de luz cuando Elyra desató su poder.

Las criaturas dejaron escapar un grito conjunto, un sonido desgarrador que resonó en la noche.

Y luego… se disiparon.

Como si nunca hubieran existido.

Kael respiró agitadamente.

—Eso… fue espantoso.

Elyra asintió, su cuerpo temblando por el esfuerzo.

—Sí.

Kael la miró con seriedad.

—Alguien está experimentando con magia prohibida.

Elyra tragó saliva.

—Y lo están perfeccionando.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, escuchando el eco de lo que acababa de suceder.

Entonces, Kael susurró:

—Esto es solo el comienzo, ¿verdad?

Elyra lo miró con gravedad.

—Sí.

Y aunque no lo dijo en voz alta, ambos lo sabían.

El verdadero enemigo aún estaba en las sombras.

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