Elyra no podía dejar de pensar en lo que había ocurrido en los túneles. No solo por la criatura que los había atacado, sino por lo que había sentido durante la pelea.La mirada de Draven cuando su magia casi la consumió.La forma en que Kael había estado dispuesto a interponerse entre ella y el peligro sin dudar.
Cuando Kael entró en la sala del consejo, ya sabía que la reunión iba a ser un desastre.Los altos mandos de los Vigilantes estaban sentados en la mesa redonda del centro, con sus rostros tensos y miradas que oscilaban entre la preocupación y la furia contenida. Documentos, mapas e informes de ataques recientes estaban desperdigados por la mesa de madera oscura, pero lo que realmente hacía el aire denso no eran los papeles. Era el miedo.—Los ataques están aumentando —dijo un hombre de túnica azul, su voz grave y tajante—. Criaturas que jamás se habían atrevido a salir de las sombras están ahora invadiendo nuestras calles. No podemos seguir ignorándolo.—Nadie está ignorándolo, Dorian —replicó Kael, cruzándose de brazos—. Estamos rastreando a los responsables.—Y ¿qué hemos encontrado? —La mujer a su lado entrecerró los ojos—. Nada. Solo suposiciones y pistas a los medios.Kael presionó la mandíbula. No soportaba la política, las reuniones eternas donde se lanzaban acusaciones como da
El filo de la espada se detuvo a centímetros de mi cuello.—Muerta otra vez —dijo Kael, bajando la hoja con una mirada severa.Llevé una mano a mi garganta, sintiendo el ardor del esfuerzo. Mi respiración era rápida, entrecortada, y el sudor se deslizaba por mi espalda en un rastro helado. Otra vez. Había perdido el equilibrio justo en el último segundo, dejando una abertura lo suficientemente grande como para que Kael se deslizara dentro de mi guardia sin esfuerzo.—No fue tan malo —bufé, tratando de ignorar la frustración que me quemaba la piel.Kael arqueó una ceja.—Si estuviéramos en una pelea real, estarías en el suelo sangrando —dijo—. O peor.Rodeé los ojos y recogí la espada del suelo, apretando la empuñadura con fuerza.—Tal vez deberías intentar motivarme en lugar de amenaz
La niebla cubría Aerisport como un manto inquietante, suavizando los contornos de las altas torres y los puentes de hierro que conectaban la ciudad en una maraña de calles adoquinadas. Los faroles a gas iluminaban las esquinas con una luz parpadeante, como si la ciudad misma respirara, viva y vigilante. Aerisport no era un lugar ordinario. Bajo su bulliciosa superficie de comerciantes y carrozas, existía un mundo oculto, donde lo mágico y lo humano convivían en un frágil equilibrio.Kael Orin caminaba a paso firme por una de las callejuelas, el eco de sus botas resonando en las piedras húmedas. Las sombras parecían seguirlo, estirándose y contrayéndose con cada farol que dejaba atrás. Había patrullado esas mismas calles durante años, pero algo aquella noche era diferente. El aire estaba cargado, espeso, como si algo invisible acechara entre las grietas de la ciudad.A su izquierda, el Mercado Oculto bullía de actividad. Puestos de madera improvisados ofrecían mercancías que no podrían
La Biblioteca de los Vigilantes, oculta en las profundidades del Bastión, era un lugar que no muchos tenían el privilegio de ver. Se encontraba escondida detrás de una serie de túneles protegidos con runas que repelían a cualquier intruso no autorizado. Incluso para los que tenían acceso, el ambiente del lugar era intimidante. Altos estantes llenos de libros encuadernados en cuero oscuro se alzaban hasta el techo abovedado. Antiguas lámparas de cristal colgaban de cadenas, llenando la estancia con una luz tenue y parpadeante, que apenas lograba disipar las sombras que parecían acechar en cada rincón.Elyra Meris estaba en su rincón favorito, rodeada de montones de libros abiertos. Sus manos, cubiertas de tinta, hojeaban cuidadosamente un tomo viejo y quebradizo mientras murmuraba palabras en un idioma que nadie en la superficie entendía. Aunque la biblioteca siempre estaba silenciosa, Elyra podía sentir el susurro de la magia fluyendo entre las páginas, un zumbido apenas audible que l
El Mercado Oculto estaba más bullicioso que de costumbre, iluminado por linternas flotantes y adornado con colores vibrantes que contrastaban con la opacidad de las calles superiores de Aerisport. El aire estaba impregnado de especias exóticas y aromas mágicos, mezclados con la música de un laúd encantado que resonaba entre los puestos. Criaturas mágicas y humanos caminaban lado a lado, negociando productos que jamás se encontrarían en la superficie: plumas de grifo, cristales de maná, pociones curativas y libros de hechizos prohibidos.Kael patrullaba entre los puestos con paso decidido, sus ojos recorriendo la multitud en busca de algo fuera de lo común. A pesar de la calma aparente, algo en el ambiente no le parecía del todo correcto. Las criaturas mágicas parecían inquietas, y los mercaderes evitaban mirarlo directamente.Se detuvo junto a un puesto que vendía dagas encantadas, examinando el filo de una mientras intentaba ignorar el creciente zumbido en el fondo de su mente. Era e
La sala del Consejo de los Vigilantes se alzaba en el corazón de la fortaleza, un recinto antiguo construido con piedra oscura y adornado con tapices que representaban gestas olvidadas por el resto del mundo. Aquel lugar siempre olía a pergaminos viejos, cera de vela y la tenue humedad que impregnaba cada rincón de Aerisport.Kael avanzó por el pasillo con pasos firmes, sujetando con fuerza el artefacto envuelto en un paño de terciopelo azul. Lo llevaba pegado al pecho, como si su proximidad pudiera protegerlo de los ojos inquisitivos de los ancianos que lo esperaban en la cámara.Las puertas de madera se abrieron con un chirrido y, al otro lado, los miembros del Consejo estaban sentados en un semicírculo. Ocho figuras vestidas con túnicas de distintos colores, cada uno representando su posición y linaje dentro de la orden. En el centro, Lord Aldric, el más antiguo entre ellos, observaba con mirada severa.—Kael Verran. —Su voz era grave, cada palabra un peso que caía sobre la sala—.
Las llamas de las antorchas apenas lograban iluminar las paredes de piedra, talladas con símbolos que se perdían en la historia. Las sombras danzaban sobre el suelo húmedo, alargándose como espectros que aguardaban en la penumbra.Draven avanzó con paso firme, pero su mirada traicionaba una cautela inusual en él. No era miedo lo que sentía, sino una tensión latente, un presentimiento que se aferraba a su pecho como un anzuelo.El pasadizo subterráneo en el que se encontraba era mucho más antiguo que la ciudad de Aerisport. No había sido construido por humanos, al menos no en la forma en que los humanos de la superficie lo entendían.Y en su profundidad, esperándolo como un depredador paciente, estaba él.El Errante.No era la primera vez que Draven se reunía con aquella figura, pero cada encuentro le recordaba por qué nunca debía bajar la guardia.Unas puertas de piedra tallada se abrieron ante él con un leve crujido, revelando una cámara más grande, donde las sombras parecían más den