Nueva York, Brooklyn, marzo 2022.
Vivian
2 meses después.
Me dejé caer en mi nuevo sillón giratorio, lo acaricié como si fuese esa nueva chaqueta que vi ayer, deseable.
Llevo dos meses bien trabajados, pero estoy como la m****a, y esta oficina me recuerda que las cosas que estoy haciendo están dando frutos. Pese a que era pequeña, ya no tenía que compartir cubículo con otras personas.
Dos toquidos me hicieron levantar la vista.
Adrián se asomó.
—¿Cómoda?
Después de haber firmado un contrato, Pierce me dio un mes de prueba, pero, al ver que soy excelente en mi trabajo, dejó de lado su escrutinio y me ha dado una oficina, y por supuesto, su carácter agrio para conmigo se ha estado mancillando.
Sin embargo, con quien tuve una conexión mística ha sido con su hijo, Adrián Macovei, pese a que tenemos la misma edad, Adrián parece un niño. Cuando lo conocí, me pareció un tipo muy atractivo, tiene el cabello azabache de su padre, sus cejas pobladas, pero sus ojos son castaños claros que parecen encenderse cada vez que sonríe, es muy alto y cuerpo atlético, muy follable.
—Es preciosa—me di una vuelta completa en la silla.
—Es mejor que revisar planos y sacar copias, ¿no crees?
—¿Por qué pienso que tú tienes que ver con algo?
No dudo de mis capacidades, que halaguen mi trabajo me sube el ego y lo pule hasta brillar, pero dado mi amistad con Adrián algo me hace dudar un poco.
Él levantó las manos demostrando inocencia.
—Para nada
—Me alegra que te guste, le dije a papá que ya lo merecías, pero podrás disfrutarla después, necesito que te reúnas conmigo en la próxima junta, así que mueve ese culo.
—Cretino—tomé mi agenda y bolígrafo—¿sobré qué es?
Adrián revisó su reloj.
—Tendremos a Humberto Rossi.
—¡El de los resorts Heaven!
—Si.
Esa junta no hizo más que darme esperanzas para tomar el proyecto, aunque debía competir con Mariana Gil y Fernando Stevens, eran dos arquitectos que llevaban tiempo aquí, luchando por un puesto mayor, demasiado competitivos. Quitando el hecho de que no me soportan y yo no sé por qué, eran un par de víboras que querían morderme el culo, pero para eso tenía mucho.
Todo ese drama porque Adrián y yo nos hemos llevado los buenos proyectos, no es por que Adrián sea el hijo de Pierce Macovei, sino que él también ha estado luchando por conseguir el puesto de su padre, que este no se lo pone nada fácil.
En fin, la junta fue breve y concisa, un prospecto para un nuevo resort en la isla de Índigo, el mejor se lleva el proyecto.
Jack ha hecho casi de toda la escuela su amigo, incluso me ha contado historias de las que habla con el conserje y no sé a qué hora le da tiempo para charlar con él. Por fortuna le ha gustado su nueva escuela, es más amplia que la de Kentucky, aquí sí puede correr todo lo que quiera, y para las ocho de la noche ya no batallo con él para dormir.
Hoy salí temprano, me apresuré a guardar todas mis cosas en mi bolso y cerré con llave mi nueva oficina.
Mi idea era comprar un par de materiales que me hacían falta.
—Vivian, espera—Adrián me alcanzó en el ascensor—, ¿comemos?
Miré el reloj.
—No puedo, iré a comprar un par de cosas.
—¿Necesitas material? —presionó el botón del ascensor—, conozco un buen lugar.
—Oye, no necesitas estar pegado todo el tiempo a mí.
—No tengo nada que hacer, además—sonrió lobuno—, encontré mi propósito en la vida.
Entrecerré los ojos, este imbécil siempre salía con cada tipo de bromas que si dijera algo en serio no le creería.
—¿Cuál es?
—Fastidiarte, claro está.
—Que gracioso.
En cuanto llegamos al estacionamiento busqué mi auto, quité la alarma y Adrián tomó el asiento del copiloto antes de que tomara el mío.
—No te estas esforzando con tu propósito—bufé—, ¿Dónde ese ese lugar que mencionaste?
Me puse en marcha cuando me dijo la dirección, se entretuvo poniendo música y tatareando las canciones.
—Por cierto—sacó una hoja de su carpeta—, ¿tienes hijos?
Pisé el freno de golpe, por fortuna, no había autos cerca. Por fortuna Adrián se había puesto el cinturón, la hoja estaba entre sus manos y el tablero.
—¿Estás loca? ¿quieres matarnos?
—¿Dónde encontraste eso? —le arrebaté la hoja, era tan evidente, un dibujo a crayolas de Jack y mío donde claramente decía “ma- io!”
—Es la hoja de las propuestas materiales—se recompuso—, a juzgar por tu comportamiento, entonces ¿lo tienes? —levantó las cejas—¿tienes pareja y no me lo dijiste?, papá se va a poner muy triste, ya ten veía como madrasta.
—No tengo pareja y estás loco.
—¡Ha! pero si tienes un hijo, ¿cómo es? ¿se parece a ti? ¿Cómo se llama?
—No estás listo para esa conversación.
—Oh, vamos, no seas gruñona, tú ya sabes todo de mí, incluso quien me cambió los pañales.
Retomé el camino, no podía correr peligro, digo, no podría pasar todo el tiempo escondiendo a mi hijo, además, sería casi imposible que supieran quien es el padre.
—Se llama Jack y es un tremendo huracán.
Hizo un par de preguntas más, nada fuera de lo común, los años que tenía y su programa favorito, no preguntó sobre el padre y yo estaba más que aliviada.
Llegamos al departamento de materiales de arquitectura, me sentí como niño en juguetería. Paseamos por los pasillos y hasta que dimos con el de papelería, encontré unas gomas en forma de dinosaurios.
Al final del pasillo había una chica de chaleco azul que cargaba un canasto, estaba arreglando los estantes, iba acercarme a ella para preguntarle sobre un estilógrafo, cuando una mujer la intercedió, estaba molesta, tenía el chaleco de color violeta.
—Elle, ¡te he dicho mil veces que los grafitos no van en las libretas! ¿Por qué no prestas atención?, otra equivocación más y te vas ¿entendiste?
La mujer gruñona se marchó meneando su enorme culo.
La chica resopló.
Me debatí entre preguntarle o no.
—¿Qué? —se giró ella al ver mi presencia—, ¿se le ofrece algo?
—¿Dónde puedo encontrar un estilógrafo?
La chica rodeó los ojos, tenía unos diecisiete años.
—Por aquí—gruñó.
No parecía una chica en malos pasos, joven, necesitada de trabajo y al parecer con tiempo, y yo estaba buscando a una niñera.
—¿Cuánto te pagan? —le pregunté de sopetón, me arrepentí un poco por mi falta de tacto.
—¿A caso le importa? —contratacó, esta chica me recordaba un poco a mí.
—Solo pregunto.
—Como sea, estoy buscando otro trabajo.
Asentí con satisfacción, me encantaba cuando las cosas se inclinan a mi favor.
—¿Tienes tiempo por la tarde?
—¿Qué necesita?
—Busco una niñera.
—Si me paga mejor que aquí, acepto.
—¿Tienes práctica con los niños?
—Si puedo lidiar con clientes fastidiosos, puedo lidiar con un niño.
—No es cualquier niño—advertí, ella levantó la vista hacia mí, comprendiendo mi advertencia, una chica lista.
—Ah, entonces aumente diez dólares a lo que me dará.
—Trato—extendí la mano.
—¿Tiene wifi en su casa? —me miró entrecerrando los ojos, asentí con una sonrisa de satisfacción —. Entonces si—estrechó mi mano—Aubrielle Lovelace, Elle.
Le di mi tarjeta de presentación que me habían dado en la Corporación.
—Este es mi número, llámame cuando renuncies a este trabajucho
Adrián apareció por el pasillo.
—¡Aquí estas!, pensé que me habías dejado aquí—miró a Elle—, ¿Quién es?
—Es mi nueva niñera.
Fráncfort de Meno, Alemania, enero 2022. Edward—¿Quieres cerrar la puta boca? —estallé, cuando los chillidos incesantes de Josephine seguían ladrando del otro lado del celular.—Solo quiero mi maldito dinero a tiempo.—Eso arréglalo con los abogados—colgué.Llevaba cuatro años divorciado de esa mujer y seguía causándome molestias, un maldito grano en el culo.Regresé a Fráncfort solo por una cosa, despedirme de mi abuelo.Recibí la noticia ayer, solo a él se le ocurría morirse en un día tan importante, se suponía que hoy vería a Pierce Macovei para un acuerdo de paz. Pero hasta el último momento, a mi padre se le ocurría arruinarlo.Quizá fue mal augurio, ya de por sí él odiaba los Macovei, pero nada me impediría regresar y cerrar el trato.Llegué directamente al jardín familiar, había apenas diez personas, entre ellas el cura, debíamos apresurarnos para enterrarlo, pues el frio era demasiado. Esperé a que todos me dieran el pésame y poco a poco se iban.—Lamento mucho tu perdida, E
Nueva York, Brooklyn, marzo 2022.EdwardMi secretaria dio dos toquecitos a la puerta y luego abrió.—Señor, hoy es el día cinco.Solté un suspiro, miré el reloj.Aubrielle debía llegar en poco tiempo.—Prepara todo.—Sí, señor.Los días cinco de cada mes, Aubrielle y yo compartíamos el desayuno, aunque quisiera verla más tiempo, el juez que había otorgado la custodia a Josephine había estipulado que podía ver a Aubrielle los días cinco de cada mes, pase lo que pase.Media hora después anunciaron la llegada de Aubrielle.Tomé mi saco y bajé para encontrarme con ella.—Mein Schatz—(querida mía), me detuve en seco.Estaba diferente, su cabello antes rubio, ahora estaba pintado de un rojo demasiado llamativo, tenía un arcillo en la nariz, su vestimenta, desde los enormes pantalones semi rotos, hasta el diminuto top que mostraba todo su abdomen.Me quedé estupefacto.—Hola, pa.—¿Aber was zum Teufel? —(¿pero qué mierda?) —¿Dónde está Aubrielle?Ella sonrió con burla.—Elle, papá, Elle.—P
Nueva York, Brooklyn, marzo 2022. VivianEs un día grandioso, soleado y fresco.Jack comía su helado de fresa con forma de puerquito, y caminaba feliz tomado de mi mano mientras nos sentábamos en unas mesas con pelotas de yoga como asientos. Todo era colorido, el techo estaba pintado como si tuviese chispas de colores, incluso el bote de basura tenía forma de helado con cereza.Por otro lado, yo tenía mi cono en forma de pez con helado de fresa.—¿Qué vamos a hacer después?Ya que habíamos comprado algunos útiles que le habían pedido en la escuela, solo quedaba disfrutar del resto del día.—¿Jugar? —le pregunte con el mismo tono que usó.Soy madre y la adulta, pero la verdad es que disfrutaba jugar con mi hijo, solo que debíamos buscar un lugar donde hubiese juegos para niños pequeños.—¿Qué tal si vamos al centro comercial? he escuchado que hay un lugar con muchos juegos.—Si—saltó sobre la pelota—¿Elle no vendrá?—No, cariño, recuerda que hoy es su día de descanso.Hace unos minuto
Nueva York, Brooklyn, marzo 2022. Vivian—¡Vivian!Mi corazón saltó como loco, no, no puedo, no quiero escucharlo.Solté a Adrian y troté con prisa hacia el elevador.—¡Vivian, espera!Pulsé el llamado del elevador, vamos, maldición, ábrete.En cuanto se abrió me escurrí en él y pulsé para que se cerrara, pude ver lo cerca que estaba Edward de alcanzarme, empujando a un Adriana tonito.—¡Ciérrate maldita sea!Las puertas comenzaron a cerrarse.Apenas un leve sentimiento de alivio me cruzó de pronto.Pero tan fugaz como vino, se fue, podía ver lo cerca que Edward estaba.Solo un poco, solo unos segundos, estaba por cerrarse.El sonido de las puertas deslizándose y luego descendiendo me hizo abrir los ojos. Las puertas estaban cerradas.Solté un suspiro aliviada y me recargué en la esquina.—¿Por qué corriste?—¡Ah! —solté un grito, me llevé una mano al pecho.Edward descansaba en el otro rincón del elevador, me miraba enarcando una ceja.¿En qué momento entró?—Tengo cosas que hacer—a
Nueva York, Brooklyn, marzo 2022.EdwardElla era real.Su presencia, su mirada, su voz, su aroma y su aliento.Soy un completo imbécil.¿A caso soy un adolescente?¿Perdóname?Siento tantas cosas en este momento que no se ni por dónde empezar. Vivian tenía razón, no puedo remediar las cosas con solo un perdón.¿Qué puedo hacer? ella me odia con toda su alma, me siento tan culpable de haber causado ese sentimiento en ella.Quiero verla de nuevo, pero soy tan imbécil que no sé qué decirle.Un golpe sordo en mi escritorio me sobresaltó. —¿Qué mierda te pasa Dave?Dave me miró arqueando una ceja.—¿Estas en las nubes o te has quedado sordo? llevo cinco minutos llamándote ¿Qué te pasa?Dave Jones, mi vicepresidente y mano derecha, además de lo más cercano que he tenido como un amigo.—¿Qué quieres? —gruñí, recomponiéndome del sobresalto.—Estos son los documentos que me pediste—me escrutó—, debemos comenzar el tratado con el equipo de obra para tener un presupuesto.—Sí, ya hablé con Ar
Nueva York, Brooklyn, marzo 2022.Edward—Escucha, Eddy, no es que dude de tus deciciones, pero ¿no es algo presipitado?Bajé la documentación que me había dado mi abogado, ya había hablado con el juez y la orden estaba por salir, solo debo firmar estos documentos.—Debo tomar medidas drásticas—después de lo sucedido ayer, no quedaba duda de que Josephine estaba más alterada que antes— Aubrielle puede correr peligro si continúa estando con Josephine—no quería ni pensar lo que Josephine podría hacerle—, su nana la ha cuidado muy bien y la ha mantenido lejos de cualquier influencia de su madre, pero, Aubrielle está creciendo, ya tiene sus propios prejuicios, objetivos y su carácter más arraigado, si continúan juntas, temo que Aubrielle salga lastimada—terminé de leer y firmar cada página—, prepárate para salir a Macovei.Dave se meció un poco, como si fuese un niño entusiasmado.—¿Vivian va a estar allí? —asentí—¿Ya has planeado algo? ¿Qué vas a hacer? ¿la invitarás a cenar o la llevara
Nueva York, Brooklyn, marzo 2022. VivianCon la tarjeta en mano, arrastré mi desvergonzado trasero hasta la cafetería de Cass.Elle me había dicho que no podría pasar por Jack con Cass, tenía algo urgente que arreglar.Entré al lugar, la combinación entre lo vintage y la vegetación era algo caótica, pero a la vez ese caos se convertía en algo lindo, por ejemplo, había helechos en las mesas y flores en el techo, diminutas esculturas escondidas entre aquellos matorrales, fuera del baño de las mujeres había un espejo ovalado con luces rojas que decían MAMACITA, al otro extremo, en un rincón cerca de los ventanales, había cuadros y retratos desperdigados por el suelo y la pared, como una especie de pequeña galería.En otra de las paredes, en la que estaba repleta de pequeñas flores y plantas falsas, había un letrero de luz en el que se leía “Aventura siempre, pero el café primero, AMELIA”El sonido de los cubiertos y las maquinas no fueron lo primero que capté, sino el exquisito aroma de
Nueva York, Brooklyn, marzo 2022. VivianConocí a Cass en la facultad, ella en gastronomía y yo en arquitectura.El café unió nuestros destinos, ¿Cómo fue? simple.Me encontraba más que frustrada por los exámenes, trasnochadas y pésima alimentación, ese día estaba al borde del colapso, ya se, nada vale la pena si te estás matando de esa manera, pero, era mi carrera, para ser la mejor debo dar todo, mi madre no había criado a una perdedora llorona.Aunque mis pensamientos me daban ánimo, definitivamente mi cuerpo me pedía a gritos un descanso.Ese día, me había dejado caer en las sillas de aluminio del despachador de sodas de la facultad, había un grupo de chicos con contenedores y cosas empapeladas.La Cass de ese entonces, traía un corte asimétrico hasta el mentón, cabello castaño con rulos y en puntas decoloradas y todo un estilo darks. Se acercó a mí. —¿Día de mierda?Me estiré sobre la otra silla, haciéndome un ovillo.—Más bien, semestre de mierda—farfullé.—Hug, entiendo—me te