Dos meses despuésNatalia se levantó de la cama y sintió que todo le daba vueltas, aparte su estómago estaba demasiado revuelto, corrió al baño y vomitó todo lo que comió la noche anterior, cerró los ojos y pegó su frente en el espejo tratando de calmar su cuerpo, aunque intentó por todos los medios contenerse y hacer el menor ruido posible para no despertar a Kostantin, fue en vano.—Natalia, ¿Qué sucede? —interrogó su esposo corriendo con el rostro más pálido que el suyo, y así era él, siempre estaba demasiado preocupado por ella, vivía pendiente de lo que comía, de sus estados de ánimo, no había un solo segundo en el cual él no intentara hacerla feliz.—Estoy bien esposo, solo se trata del movimiento del barco, me causa mucha agitación en el estómago.—Entonces, enviaré a que nos traigan un helicóptero, para irnos hoy mismo, tienes tres días que no toleras alimentos y tengo miedo de que te descompenses —alegó el hombre mientras tomaba su celular para llamar, más la mano de Natalia
El joven Vasil, caminaba ansioso y un poco nervioso, por el hermoso jardín decorado con plantas exóticas, el mayor orgullo de la familia Ferrer Altamirano, miraba a los lados y atrás periódicamente como si temiera ser encontrado infraganti en algo indebido, a pesar de la oscuridad, no perdía detalle de todo lo observado a su alrededor.A decir verdad había razones para temer, desde hacía un par de meses comenzó a salir con Natalia, la princesa de la familia, se veían a escondidas en el jardín, siempre en horas nocturnas, duraban largo tiempo sentados en uno de los bancos menos visibles a la casa, entre risas, coqueteos, caricias besos, promesas de amor, así eran felices, planeando un futuro juntos. Ambos eran muy jóvenes, ella con dieciséis años y él, acabando de cumplir diecinueve, decían amarse con locura, estaban dispuestos a enfrentarse a todos por vivir ese idílico amor. Querían escaparse juntos, para ello él estaba trabajando no solo ayudando a su padre en el jardín de la mansi
Kostantin Petrakis, golpeaba fuertemente el saco de boxeo, cada golpe propinado era más fuerte que el anterior, esa era la manera de poder drenar toda la rabia, y odio acumulado durante quince años en contra de los Ferrer Altamirano y los Alcázar, esos quienes un día se burlaron de él y su familia, los humillaron y acabaron con su familia, mas ahora, las cosas cambiaron, el momento por fin había llegado y no tendría ningún poco de piedad por ellos, en menos de una hora, daría el primer paso para cumplir con la venganza prometida, no en vano tomó la decisión de regresar allí.Por eso estaba allí, en esa ciudad que una vez acogió a su familia hacía menos de treinta y cinco años, cuando llegaron de las islas del Dodecaneso en Grecia, luego de que sus abuelos paternos se atrevieran a desheredar a su padre, por haberse enamorado de una de las mujeres de servicio de la casa.Eso obligó a su padre a huir junto con su madre, quien en ese momento estaba embarazada de él, pues su abuelo, dio l
Kostantin Petrakis, luego de conversar con la secretaria, salió del gimnasio, se duchó, se vistió y ahora iba camino a la oficina de la constructora, donde había citado a Simón Ferrer el padre de Natalia. No temía ser reconocido, porque en su aspecto no quedaba el menor rastro de Vasil, aquel chico estúpido quien terminó perdiendo todo por amor, quien creyó en una maldit4 mujer, quien se burló de él de la peor manera y causó la destrucción de su familia. No pudo evitar golpear varias veces con fuerza el volante.Entretanto los recuerdos que tanto había querido mantener al margen se abrieron pasos como cascados en sus pensamientos.«Salieron de la pequeña casa, con todas sus pertenecías, algunas cosas se las tiraron sin ninguna consideración, sin embargo, su momento más difícil fue cuando vio a su padre llorar, jamás lo había visto de esa manera, siempre fue un hombre fuerte, optimista, nunca mostraba indicios de debilidad hasta ese momento, lo vio destruido.—Iliana, mi amor lo siento
Natalia permanecía indiferente, mientras Simón su padre, la miraba sintiendo vergüenza por ella, reprochándose en el interior por no haber sido mucho más duro con Natalia desde un principio, por eso él la consideraba una mujer caprichosa, descarada, amoral con poco respeto hacia los demás. —Por una vez en la vida Natalia, te pido hagas las cosas bien para la familia, estamos en una gran crisis económica y solo Kostantin Petrakis puede ayudarnos, no me sigas decepcionando más con tu comportamiento, ya no eres una adolescente, sino una mujer y debes aprender a comportarte como tal ¿Has entendido? —le preguntó con preocupación, temía lo que ella fuese capaz de hacer. —Perfectamente señor Simón, no me tenga miedo, después de todo soy una hija obediente —expresó con burla. El hombre hizo un gesto de desagrado, quiso debatirla, mas no quería iniciar un nuevo conflicto con ella. —¡Tienes media hora para arreglarte! Te espero abajo —manifestó saliendo de la habitación sin poder ocultar
Kostantin llegó al imponente edificio de más de veinte pisos, con una fachada de fibra de vidrio de color negro, donde funcionaban las empresas Petrakis, no pudo evitar sentir una pizca de orgullo abriéndose paso en su interior, nadie creería que todo ese imperio económico había sido construido por el muerto de hambre de Vasil, impulsado por el engaño y burla de la princesita.Luego de la muerte del padre, tanto su mamá y hermana regresaron a Grecia a la casa de la familia materna, mientras él terminó enrolándose como cargador en uno de las grandes empresas de transporte marítimo, con una de las rutas más importantes del mundo, el estrecho de Gibraltar, punto de unión entre el mar mediterráneo con el océano Atlántico, a la vez que comunica el oriente próximo y Asia por el canal de Suez.Allí fue juntando el noventa por ciento de sus ingresos, aprendiendo cada una de las actividades desarrolladas en un barco mercante, desde el mantenimiento preventivo de la embarcación, la preparación
Por un momento sus miradas se encontraron, la de Natalia con nostalgia y la suya penetrante, enfurecida, envuelta en un halo de absoluta frialdad. Ella negó con la cabeza, «Solo coinciden en el color, porque jamás la calidez de ese otro chico, podrán verse en los ojos de este otro», se dijo, volviendo su atención al hombre frente a ella.—Lo siento, ambos veníamos distraídos, ninguno de los dos vimos, por eso no pudimos evitar este incidente, ahora nuestros trajes están arruinados —expresó ella tratando de sacudir el traje del hombre.—¡Aleja tu mano de mí! Me desagrada que me toquen —gruñó tratando de controlar su molestia, mas fue en vano.Natalia lo vio con desdén y sacudió sus manos, iba a insultarlo, pero de repente quiso ver el comportamiento del hombre, ver su reacción ante sus coqueteos, por primera quiso hacer algo diferente, a lo que se esperaba de ella.—Sabes la vida es bella, a pesar de que duele, vale la pena vivirla… no puedes ir por allí lanzando improperios en contra
Simón Ferrer, al entrar el edificio, sonrió de medio lado, esperaba poder salirse con la suya y hacer pasar a su sobrina Cándida como su hija, la podía manejar mejor, en cambio a Natalia no mucho, era impredecible, le temía a su carácter volátil y rebeldía, no era una mujer sumisa, nunca pudo controlarla del todo.Ingresó al lujoso edificio, que ostentaba riqueza y extravagancia, lo estaba esperando una recepcionista, quién lo guió hasta la sala de juntas dónde se reuniría con Kostantin Petrakis.Al entrar, le llamó la atención su estilo parecido a las salas de interrogatorios de los organismos de seguridad, tenía una pared de cristal, se preguntó si tenía la misma función que en esas salas, mas después dejó de pensar en eso. Tomó asiento mientras la mujer le servía una taza de té.—El señor Petrakis, ya lo atenderá, aunque tenía entendido que vendría acompañado de una dama —comenzó a decir la mujer y Simón de inmediato hablo para justificarse.—Si claro, déjeme llamarla para pregunta