Por un momento Natalia sintió que las palabras no salían, y es que no era para menos, no podía dejar de llorar, sin embargo, esta vez sus lágrimas no eran de tristeza, sino de felicidad, a pesar de estar casada con Kosta, siempre el deseo más anhelado de su corazón era un compromiso como ese y un matrimonio donde ella pareciera una princesa de cuentos, quizás estaba exagerando, era un poco inmaduro de su parte, porque no era una niña, todo lo contrario era una mujer de treinta y un años, cuyos sueños de adolescente permanecían allí.Mientras estaba sumergida en sus pensamientos, se dio cuenta de que su esposo seguía de rodillas con el anillo en su mano, no pudo evitar sonreírse, se inclinó también frente a él, besó sus labios y lo abrazó tomándolo por el cuello, sin poder contener su felicidad.—¡Claro que acepto! Esta vez y un millón de veces más… porque te amo Kostantin… mi corazón siempre ha sido tuyo, desde que era una jovencita con muchos sueños y uno de esos era estar a tu lado,
Kostantin no podía creer las palabras del hombre frente a él, ¿Cómo se atrevía a aparecerse después de cómo trató a sus padres? Apretó sus manos a un lado del cuerpo y sin importarle ni el lugar, mucho menos los presentes y olvidando el respeto por los adultos, le respondió dejando notar en su tono de voz toda el enojo que sentía en ese instante.—En el mundo hay personas descaradas, sin embargo, usted se ha pasado de los niveles tolerables… ¿Cómo se atreve a presentarse aquí, luego de todo lo que le hizo a mis padres? Cuando debieron huir para que usted y su maldad no lo atraparan… no venga a dársela ahora de un hombre familiar, porque si por usted fuera yo no estaría parado frente a usted ¿Acaso no recuerda que su intención era que mi madre me abortara? Mejor siga su camino e imagine que sus planes fueron exitosos y déjenos en paz.Kostantin se dio media vuelta para irse, pero su abuelo lo sostuvo del brazo, haciéndolo girar.—Me equivoqué… actué mal, alejé a mi hijo y perdí la opo
Por un momento el silencio reinó entre los presentes, ninguno se atrevió a decir nada, y todos se sintieron conmovidos al ver al anciano bajar el rostro mientras unas lágrimas cursaban su rostro.—Ella tiene razón ¿Cómo voy a atreverme a pedir perdón cuando por mi causa ella perdió a su padre siendo tan pequeña? —justifico el hombre a su nieta en un tono de derrota.Kosta se acercó a él, se acuclilló quedando frente a él.—Abuelo, lo siento mucho, Rhoda es una buena chica, solo está dolida, es un poco impulsiva, sin embargo, cuando analice todo el contexto se acercará, lamento que te hayas equivocado en el pasado… yo también lo hice con la mujer que amaba —pronunció mirando a Natalia—. Tuve la suerte de obtener su perdón y ahora soy el hombre más feliz del mundo. Por eso quiero decirte que de mi parte, el pasado ha quedado atrás, el perdón es necesario no solo para expiar el pecado de quien nos ofende, sino para purificar nuestra propia alma y vivir en paz y eso lo aprendí de mi espos
Bastián Zabat, dejó la carta por varios minutos en su pecho, quizás era un cobarde, pero tenía miedo, a que su hijo lo recriminara, a que su mirada acusatoria lo siguiera persiguiendo hasta más allá de su muerte, numerosos pensamientos surgieron en su mente, esos que llegan cuando te pones a pensar en tu sola existencia y cuando es difícil aceptar que quizás llegará ese momento cuando ya no exista nada, únicamente el vacío ¿Existía una vida más allá de la muerte? ¿Se podría reencontrar con los seres queridos que se han ido? Suspiró pasándose una mano por la cabeza y por fin se armó de valor.Abrió la carta y comenzó a leer.«Papá, siempre supe que tarde o temprano regresarías o querrías venir a buscarme, mi temor más grande es que cuando eso pasara pudiera ser demasiado tarde, y yo no estuviera, aunque la ley de la vida, nos dice que somos los hijos quienes enterramos a los padres, a veces las circunstancias o situaciones hacen que ocurra de manera contraria.Sé que he sido una decepc
Dos meses despuésNatalia se levantó de la cama y sintió que todo le daba vueltas, aparte su estómago estaba demasiado revuelto, corrió al baño y vomitó todo lo que comió la noche anterior, cerró los ojos y pegó su frente en el espejo tratando de calmar su cuerpo, aunque intentó por todos los medios contenerse y hacer el menor ruido posible para no despertar a Kostantin, fue en vano.—Natalia, ¿Qué sucede? —interrogó su esposo corriendo con el rostro más pálido que el suyo, y así era él, siempre estaba demasiado preocupado por ella, vivía pendiente de lo que comía, de sus estados de ánimo, no había un solo segundo en el cual él no intentara hacerla feliz.—Estoy bien esposo, solo se trata del movimiento del barco, me causa mucha agitación en el estómago.—Entonces, enviaré a que nos traigan un helicóptero, para irnos hoy mismo, tienes tres días que no toleras alimentos y tengo miedo de que te descompenses —alegó el hombre mientras tomaba su celular para llamar, más la mano de Natalia
El joven Vasil, caminaba ansioso y un poco nervioso, por el hermoso jardín decorado con plantas exóticas, el mayor orgullo de la familia Ferrer Altamirano, miraba a los lados y atrás periódicamente como si temiera ser encontrado infraganti en algo indebido, a pesar de la oscuridad, no perdía detalle de todo lo observado a su alrededor.A decir verdad había razones para temer, desde hacía un par de meses comenzó a salir con Natalia, la princesa de la familia, se veían a escondidas en el jardín, siempre en horas nocturnas, duraban largo tiempo sentados en uno de los bancos menos visibles a la casa, entre risas, coqueteos, caricias besos, promesas de amor, así eran felices, planeando un futuro juntos. Ambos eran muy jóvenes, ella con dieciséis años y él, acabando de cumplir diecinueve, decían amarse con locura, estaban dispuestos a enfrentarse a todos por vivir ese idílico amor. Querían escaparse juntos, para ello él estaba trabajando no solo ayudando a su padre en el jardín de la mansi
Kostantin Petrakis, golpeaba fuertemente el saco de boxeo, cada golpe propinado era más fuerte que el anterior, esa era la manera de poder drenar toda la rabia, y odio acumulado durante quince años en contra de los Ferrer Altamirano y los Alcázar, esos quienes un día se burlaron de él y su familia, los humillaron y acabaron con su familia, mas ahora, las cosas cambiaron, el momento por fin había llegado y no tendría ningún poco de piedad por ellos, en menos de una hora, daría el primer paso para cumplir con la venganza prometida, no en vano tomó la decisión de regresar allí.Por eso estaba allí, en esa ciudad que una vez acogió a su familia hacía menos de treinta y cinco años, cuando llegaron de las islas del Dodecaneso en Grecia, luego de que sus abuelos paternos se atrevieran a desheredar a su padre, por haberse enamorado de una de las mujeres de servicio de la casa.Eso obligó a su padre a huir junto con su madre, quien en ese momento estaba embarazada de él, pues su abuelo, dio l
Kostantin Petrakis, luego de conversar con la secretaria, salió del gimnasio, se duchó, se vistió y ahora iba camino a la oficina de la constructora, donde había citado a Simón Ferrer el padre de Natalia. No temía ser reconocido, porque en su aspecto no quedaba el menor rastro de Vasil, aquel chico estúpido quien terminó perdiendo todo por amor, quien creyó en una maldit4 mujer, quien se burló de él de la peor manera y causó la destrucción de su familia. No pudo evitar golpear varias veces con fuerza el volante.Entretanto los recuerdos que tanto había querido mantener al margen se abrieron pasos como cascados en sus pensamientos.«Salieron de la pequeña casa, con todas sus pertenecías, algunas cosas se las tiraron sin ninguna consideración, sin embargo, su momento más difícil fue cuando vio a su padre llorar, jamás lo había visto de esa manera, siempre fue un hombre fuerte, optimista, nunca mostraba indicios de debilidad hasta ese momento, lo vio destruido.—Iliana, mi amor lo siento