LA VENGANZA DEL GRIEGO. Serie pasiones griegas  (Libro 1)
LA VENGANZA DEL GRIEGO. Serie pasiones griegas (Libro 1)
Por: Jeda Clavo
Prefacio

El joven Vasil, caminaba ansioso y un poco nervioso, por el hermoso jardín decorado con plantas exóticas, el mayor orgullo de la familia Ferrer Altamirano, miraba a los lados y atrás periódicamente como si temiera ser encontrado infraganti en algo indebido, a pesar de la oscuridad, no perdía detalle de todo lo observado a su alrededor.

 

A decir verdad había razones para temer, desde hacía un par de meses comenzó a salir con Natalia, la princesa de la familia, se veían a escondidas en el jardín, siempre en horas nocturnas, duraban largo tiempo sentados en uno de los bancos menos visibles a la casa, entre risas, coqueteos, caricias besos, promesas de amor, así eran felices, planeando un futuro juntos. 

 

Ambos eran muy jóvenes, ella con dieciséis años y él, acabando de cumplir diecinueve, decían amarse con locura, estaban dispuestos a enfrentarse a todos por vivir ese idílico amor. Querían escaparse juntos, para ello él estaba trabajando no solo ayudando a su padre en el jardín de la mansión, sino también en un puesto de obrero de la fábrica de cemento, propiedad de la familia Ferrer, así esperaba juntar el dinero suficiente para poder cumplir con sus sueños.

 

Ese día, habían decidido estar juntos por segunda vez, la primera había sido hacía dos noches, sin planificarlo, se entregaron al fuego de la pasión, en la hierba, al aire libre, teniendo como testigo el firmamento, había sido el primer encuentro sexual de ambos, sin embargo, eso no les había impedido pasar el mejor momento de sus vidas. Por ello, para resarcirla por la primera vez tan improvisada, había decidido prepararle una sorpresa. El objetivo del joven era hacerla completamente feliz, que nunca pudiera olvidar esa maravillosa noche; se encontrarían en una de las pequeñas cabañas situadas en la parte posterior del extenso jardín. 

 

Vasil la había preparado esa tarde, con vistosas flores, las cuales constituían un hermoso espectáculo a la vista, todo listo para su noche especial, él estaba feliz porque disfrutaría con su amada.

 

Desde que tenía uso de razón, sus padres trabajaban para la familia Ferrer Altamirano, quienes se caracterizaban por vivir una vida en exceso, con intereses excéntricos, amantes del lujo, la apariencia y apegados al qué dirán, sus miembros marcados por un profundo esnobismo, menospreciaban a todos aquellos a quienes consideraban inferiores en la escala social, incluso eran injustos, no les importaba causarle daño a los demás con tal de salirse con la suya. Aunque Natalia era diferente a ellos.

 

El chico con pasos firmes, seguro, acortó la distancia que lo separaba de la hermosa casa de madera de dos niveles, en el cielo el plenilunio la iluminaba confiriéndole un aire misterioso y acogedor, daba la impresión de haber salido de la historia de un cuento. Se sonrío Feliz, el corazón le palpitaba ansioso de anticipación por tenerla de nuevo entre sus brazos. Temprano había dejado un camino de pétalos desde la entrada hasta el primer nivel donde estaba la habitación, en cuya cama dibujo un corazón de flores y alrededor de la habitación unas deliciosas velas aromáticas.

 

Abrió la puerta, le pareció extraño, no encontrar los pétalos como los había dejado, pensó quizás había sido el viento quien los había movido, aunque, no pudo ignorar las huellas de pisadas marcadas en el piso, sin embargo, no quiso prestar mayor atención a ese detalle. Se dirigió a las escaleras, para subir al siguiente nivel, emocionado, las recorrió de dos en dos, aunque con una extraña sensación, no sabía por qué, pero de repente sintió el cuerpo temblarle, un sudor frío le recorrió la espina dorsal, cuando abrió la puerta, se quedó impactado con la vista frente a él, a tal punto de no poder emitir ninguna palabra por unos segundos, tuvo la sensación de haber recibido una fuerte patada en el estómago, sacándole todo el aire.

 

No podía creer la escena desarrollada ante sus ojos, las lágrimas quisieron hacer acto de presencia, pero las detuvo. Allí, frente a sus ojos, estaba su chiquita, la hermosa jovencita de ojos celestes, cabello tan oscuro como el azabache, quien le había jurado amor eterno, revolcándose con Sergio Alcázar, en la misma habitación que con tanto esmero había preparado, para la noche de amor entre ellos.

 

Ambos, al escuchar el ruido de la puerta, giraron su vista hacía él, más en sus rostros no había sorpresa, ni arrepentimiento, sino de diversión. 

 

Ella se incorporó con la sabana alrededor de su cuerpo, con una sonrisa burlesca, empezó a hablar.

 —¡Vasil! ¡Vasil! ¿Qué creíste? ¡Iluso! ¿Pensaste que yo una Ferrer Altamirano, de pies a cabeza, pondría mi vista en un chico pobre como tú? —Inquirió mirándolo de pies a cabeza de manera despectiva—. ¿No te has visto? ¡¿Cómo puedes creer qué una chica con un apellido de renombre y miembro de una de las familias más poderosas del país, iba a mostrar interés en un mugriento como tú, más allá de una noche de sexo?! 

 

»No sabes cuánto me causó risa tus estúpidos planes, de juntar dinero trabajando como un pobre obrero, para nuestro futuro. ¡Eres tan estúpido! Ahora tendrás que irte de aquí, con tu miserable familia. Deben tomar sus cosas, no vuelvan a acercarse a esta casa, porque si no, la próxima vez van a ir a parar a la cárcel acusados de ladrones ¡Largo! ¡Fuera! —gritó la mujer con los ojos rojos.

 

La desconocía, parecía una persona distinta, a aquella conocida durante todos estos meses de relación. 

 

—¡Bravo Natalia Ferrer! ¡Eres la mejor actriz de todas! —exclamó el joven aplaudiendo, aunque por dentro sentía su corazón destrozado, sangrando producto de la traición—. Resultaste una arpía tan igual o peor al resto de tu familia, me engañaste muy bien, entregándote a mí como una mujerzuela, pero no importa, ¡Lo juro por Dios! Algún día, tú y todos los Ferrer Altamirano, juntos con los Alcázar, pagarán todo el dolor provocado. Nunca te olvides, un griego siempre cumple sus juramentos. 

 

Dicho eso, se giró saliendo de la habitación, sintiendo en los hombros el peso de la derrota, negándose a llorar por esa mala mujer. Abajo lo estaban esperando un par de hombres, quienes lo acompañaron a la pequeña casa que ocupaba con su familia en los terrenos de la mansión, no obstante, al llegar allí, el panorama no era mejor, encontró a Simón Ferrer, el patriarca de la familia, dirigiendo a un grupo de obreros, quienes les sacaban las pertenecías, sin ningún tipo de consideración.  

 

Ese día, como perros fueron echados de la mansión, ante las lágrimas y súplicas de su madre y hermana, entretanto, su padre y hermano de crianza, Xander, recogían sus cosas en silencio, mientras en él, había surgido un creciente odio, amargura, por toda esa gente, quienes tarde o temprano, terminarían pagándole uno a uno toda esa humillación.

 

“Las venganzas le destrozan a uno la vida porque, mientras se dedica a planearlas…, olvida vivir.” Elisabet Benavent.

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