VALENTINA
El crujido de las hojas secas bajo mis botas y el viento helado colándose entre los árboles me recordaban que estábamos en territorio desconocido. La cabaña en medio del bosque había sido nuestro refugio durante días, pero sabíamos que no podríamos quedarnos ahí para siempre.
Dante había insistido en movernos lo antes posible, en seguir adelante antes de que nos encontraran. Yo entendía su lógica, pero no podía marcharme sin saber qué estaba pasando con mi familia.
Con Giulia.
Con la persona que había sido más que una amiga para mí.
—Necesito hacer una llamada —dije, cruzándome de brazos mientras Dante revisaba sus armas.
Él ni siquiera alzó la vista.
—No es seguro.
—No me importa.
Dante soltó un suspiro pesado y finalmente me miró.
—Morelli probablemente tenga intervenidos todos los teléfonos de la ciudad.
—Giulia sabe cómo ocultar su rastro —insistí—. Y si no averiguo qué está pasando, no voy a poder seguir adelante.
Vi el conflicto en su mirada. Sabía que él odiaba que lo contradijera, pero también sabía que no podía negarme esto.
Finalmente, Dante me tendió un teléfono desechable y se alejó un par de pasos para darme espacio.
Con el corazón latiéndome en el pecho, marqué el número de Giulia.
—¿Diga? —Su voz fue apenas un susurro.
—Soy yo.
Hubo un silencio de varios segundos y por un momento pensé que había colgado.
—Valentina… Dios mío.
Tragué saliva.
—¿Qué ha pasado?
Giulia exhaló pesadamente antes de responder:
—Tu padre está furioso. Ha puesto precio a tu cabeza.
Mi estómago se hundió.
—¿Qué?
—Valentina, te están buscando por toda la ciudad. Y no solo eso… Matteo Ricci también.
Mi piel se erizó.
—¿Qué dice exactamente?
—Que le quitaste lo que le pertenece. Que le costaste su reputación. Y que cuando te encuentre, va a asegurarse de que lo pagues con creces.
La desesperación me ahogó.
Mi padre me quería muerta.
Matteo Ricci me quería destruida.
Dante tenía razón. Ya no había vuelta atrás.
—Escucha, tengo que colgar —dijo Giulia—. Pero ten cuidado. No confíes en nadie.
—¿Y tú?
—Yo puedo manejarme. Solo… sobrevive, ¿de acuerdo?
El nudo en mi garganta me impidió responder.
Cuando colgué, mis manos temblaban.
Dante se acercó con el ceño fruncido.
—¿Qué pasó?
Le conté.
Él no reaccionó de inmediato, pero vi cómo sus músculos se tensaban, cómo su mandíbula se apretaba con furia contenida.
—Sabía que esto podía pasar —murmuró—. Pero que tu propio padre…
No terminó la frase.
No era necesario.
La verdad era clara.
Alessandro Morelli ya no era mi padre.
Era mi enemigo.
Nos movimos rápido.
Dante contactó a un viejo amigo, alguien que supuestamente podía ayudarnos a desaparecer.
—Es un tipo confiable —me aseguró mientras conducíamos hacia el punto de encuentro—. No te preocupes.
Pero me preocupaba.
Y cuando llegamos, lo entendí.
Era una trampa.
Antes de que pudiera reaccionar, los hombres de mi padre y de Matteo Ricci aparecieron de entre las sombras, rodeándonos con armas en mano.
Dante sacó la suya en un parpadeo, poniéndose frente a mí.
—Valentina, quédate detrás de mí.
Pero yo no estaba dispuesta a esconderme.
No esta vez.
***
Dante estaba tenso, con el arma firme en sus manos y los ojos analizando cada movimiento a nuestro alrededor. La calle oscura y silenciosa, que un segundo antes parecía desierta, ahora estaba llena de hombres armados con miradas depredadoras.
Sabía que no había forma de negociar. No después de lo que habíamos hecho.
Uno de los hombres, alto y con el cabello peinado hacia atrás, dio un paso adelante.
—Dante Russo —dijo con una voz rasposa—. Qué sorpresa.
Dante no respondió. No bajó el arma. No pestañeó.
—No hay salida, Russo —continuó el hombre—. Sé un buen chico y entrégala.
Mi corazón se aceleró.
¿De verdad creían que Dante iba a entregarme?
El silencio se alargó. El hombre sonrió con suficiencia.
—Ricci está muy interesado en verla de nuevo. Tuvo que lidiar con mucha humillación por su culpa.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
Dante dejó escapar una risa baja y peligrosa.
—Si Ricci cree que va a ponerle un solo dedo encima, está más jodido de lo que pensaba.
El hombre suspiró y chasqueó la lengua.
—Supuse que dirías eso.
Entonces levantó la mano y todo se volvió un caos.
Los disparos estallaron en el aire.
Dante me empujó contra la pared más cercana y se giró para disparar, sus movimientos rápidos y letales. Todo era un estruendo de balas, gritos y el sonido del metal chocando contra el concreto.
Mi pecho subía y bajaba frenéticamente.
No podía quedarme quieta.
Sabía disparar. Dante me había enseñado.
Respiré hondo y saqué la pistola que me había dado.
Un hombre se acercó corriendo con el arma lista para disparar, pero antes de que pudiera reaccionar, mis dedos apretaron el gatillo.
El disparo resonó en mis oídos.
El hombre cayó al suelo.
Mi respiración se cortó.
Lo había matado.
No había tiempo para asimilarlo.
Otro se acercó y disparé de nuevo.
Esta vez, la adrenalina me hizo olvidar todo lo demás.
Luchábamos por nuestra vida.
Los cuerpos caían a nuestro alrededor, y Dante seguía moviéndose con una precisión letal, pero eran demasiados.
—¡Valentina, corre! —gritó Dante mientras bloqueaba un golpe con el antebrazo.
No lo pensé dos veces. Me giré y corrí hacia un callejón lateral, con los latidos en mis oídos ahogando todo lo demás.
Pero no llegué lejos.
Unos brazos fuertes me atraparon por la cintura y me arrastraron hacia atrás.
Luché. Grité. Golpeé con todas mis fuerzas.
Pero él era más fuerte.
—Ya te tengo, princesa —susurró una voz cerca de mi oído.
El pánico se apoderó de mí.
Dante.
Dante tenía que encontrarme.
DANTELa respiración de Valentina era errática, sus labios entreabiertos mientras su pecho subía y bajaba con violencia. Sus ojos, oscuros y dilatados, miraban un punto fijo en el suelo, pero sabía que no veía nada.El cuerpo del hombre yacía inerte frente a ella, con un charco de sangre expandiéndose bajo su cabeza.El primer muerto de Valentina Morelli.Se lo advertí. Le dije que si cruzaba esa línea, no habría vuelta atrás.—Tenemos que irnos. Ahora.Mi voz fue firme, sin un atisbo de duda, pero ella no reaccionó.Tomé su rostro entre mis manos.&md
DANTEConfiar en Luca Ferrara era como meter la mano en la boca de un lobo y esperar que no te arrancara los dedos. Pero ya no teníamos opciones.Estábamos en un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, un lugar con el techo de metal oxidado y el olor a aceite viejo impregnando el aire. Valentina, a mi lado, mantenía el rostro impasible, pero yo la conocía demasiado bien. Su cuerpo estaba rígido, su respiración apenas perceptible. El asesinato que había cometido frente a Ferrara la había cambiado. Lo veía en la forma en que sus ojos oscuros evitaban los míos, en la forma en que mantenía la barbilla en alto como si el peso de lo que había hecho no la estuviera aplastando.Ferrara se reclinó en la silla de madera crujiente frente a nosotros y cruzó las manos sobre su vientre.—Ahora que hemos aclarado las lealtades &mdas
VALENTINALa cabaña en la que nos refugiábamos olía a madera húmeda y a ceniza vieja. Dante había encendido un pequeño fuego en la chimenea para combatir el frío, pero aún así, el ambiente se sentía helado. Tal vez era la adrenalina de lo que habíamos pasado, o el hecho de que cada minuto que pasaba significaba que nos acercábamos más a la muerte.Yo no podía seguir dependiendo solo de Dante.Él era fuerte, inteligente y letal, pero no era invencible. Y tampoco podía hacerlo todo solo.—Necesitamos aliados —dije, rompiendo el silencio.Dante me miró desde la mesa en la que limpiaba su pistola.—¿Aliados?—Gente con poder. Personas que odien a mi padre tanto como nosotros.Dante suspiró, frotándose la frente con una mano.—V
VALENTINAEl sueño no llega.Estoy acostada en la cama con los ojos abiertos, fijándome en el techo, pero todo lo que veo son imágenes que no deberían estar allí.Sangre en mis manos.Un disparo.El cuerpo cayendo.El sonido de su respiración ahogándose en su propia sangre.Mis músculos están tensos, mi pecho sube y baja con respiraciones entrecortadas. Me repito una y otra vez que hice lo c
DANTEDesde el primer momento en que la vi, supe que Valentina Morelli tenía fuego en la sangre.Pero lo que veo ahora es otra cosa.No es solo rebeldía.No es solo un intento desesperado por sobrevivir.Es algo más oscuro.Es hambre de venganza.Lleva días entrenando con Ferrara y su gente. Su cuerpo, antes acostumbrado al lujo y la comodidad, ahora está cubierto de moretones y cortes. Sus manos, que antes estaban acostumbradas a sostener copas de vino caro y joyas finas, ahora aprenden a sujetar armas con precisión.Y lo peor de todo es que lo está disfrutando.No lo dice en voz alta.No necesita hacerlo.Lo veo en sus ojos cuando apunta con una pistola y acierta en el blanco.Lo noto en la forma en que aprieta la mandíbula cada vez que alguien menciona a Matteo Ricci.<
ValentinaEl murmullo del agua de la fuente central se mezcla con las risas ahogadas de las invitadas de mi madre y el sonido cristalino de las copas al brindar. La mansión Morelli está en su máximo esplendor esta noche, iluminada con cientos de luces que resaltan cada detalle de su arquitectura renacentista. Es una de las propiedades más imponentes de la región, una obra de arte que grita opulencia y poder. Para cualquiera que la vea desde fuera, es el sueño de cualquier persona. Para mí, es una jaula. Hermosa, sí, pero una jaula al fin y al cabo.Desde niña, aprendí que nuestro apellido es más que un simple conjunto de letras. Es un peso, una herencia de sangre y poder que no permite grietas. Mi padre, Alessandro Morelli, no es un hombre cualquiera. Su presencia impone respeto, su palabra es ley y su voluntad se cumple sin excepción. En nuestro mundo, él no es solo un empresario, sino el emperador de un reino construido a base de acuerdos silenciosos, lealtades compradas y amenazas
DANTE—Sabes lo que tienes que hacer, Russo. Mantente cerca, pero no demasiado. Y recuerda: es intocable.Las palabras de Alessandro Morelli resuenan en mi mente mientras me mantengo firme frente a él, sin apartar la mirada. No necesito que me repita la advertencia. Sé perfectamente cuál es mi trabajo y cómo hacerlo. No me pagan para pensar ni para cuestionar. Me pagan para proteger, vigilar y, si es necesario, matar.Asiento sin decir nada. Nunca he sido hombre de muchas palabras. Eso es algo que mi jefe aprecia. No me inmiscuyo en asuntos que no me incumben. No hago preguntas innecesarias. Simplemente obedezco.—Valentina es… especial —continúa, con ese tono de voz que no permite discusión—. Es mi única hija y, como comprenderás, no permitiré que le pase nada.Por supuesto que no lo permitirá. Los Morelli protegen lo que es suyo con uñas y dientes.—Entendido —respondo con voz firme.Morelli me observa por unos segundos más, como si intentara leer algo en mi rostro. No encontrará na
ValentinaSi hay algo que me aburre más que las reuniones de negocios de mi padre, es la maldita imperturbabilidad de Dante Russo.Llevo días intentando encontrarle una grieta. Una reacción. Un mínimo destello de humanidad. Pero no. El hombre es como una pared de hormigón con ojos oscuros y mandíbula cincelada.Y eso me irrita.No porque me importe él en sí, sino porque me niego a creer que alguien pueda ser tan jodidamente insensible.Así que, si mi vida ya está llena de reglas, prohibiciones y jaulas doradas, al menos voy a divertirme un poco en el proceso.Y mi diversión empieza hoy.El sol brilla sobre la villa Morelli cuando salgo al jardín con mi vestido ligero, el cabello suelto y mis gafas de sol en su lugar. Lista para la provocación.Dante está apoyado contra la baranda de la terraza, con los brazos cruzados y esa postura que grita que podría matarte con un solo movimiento, pero no lo hará porque es un profesional.—Qué vida tan emocionante la tuya —comento mientras paso a s