VALENTINA
La llamada de Giulia llega en la madrugada.
Estoy en la habitación, acostada en la cama, aunque dormir ha sido imposible. Mi mente no para de repasar cada entrenamiento, cada movimiento, cada decisión que nos ha traído hasta aquí. Intento convencerme de que estamos haciendo lo correcto, pero el peso de todo lo que hemos vivido se siente como una sombra constante.
Cuando el teléfono vibra sobre la mesita de noche, lo tomo de inmediato.
—¿Giulia?
—Tenemos un problema —dice ella, sin preámbulos.
Su tono me eriza la piel.
Me incorporo en la cama, apretando el teléfono contra mi oído.
DANTELa guerra ha comenzado.Ferrara tenía razón. Aquí nadie es confiable, y si queremos sobrevivir, tenemos que adelantarnos a nuestros enemigos. Pero eso es fácil decirlo y difícil hacerlo cuando tenemos a toda la maldita mafia pisándonos los talones.Estamos atrapados en este departamento de Milán, sabiendo que la calma es solo una ilusión. Porque vendrán. Es cuestión de tiempo.La tensión en la habitación es tan espesa que podría cortarse con un cuchillo. Valentina se sienta en el borde del sofá, con la mirada fija en la pared, perdida en sus pensamientos. Pero yo sé en qué está pensando. En
VALENTINADante vuelve a caer en la inconsciencia.Pero su voz, su intento de sonreírme antes de perderse en la oscuridad, me dan la mínima esperanza que necesito para no enloquecer.Me aferro a su mano, sintiendo su pulso débil bajo mis dedos. Está vivo. Eso es lo único que importa.El médico vuelve a entrar, con expresión cansada.—Tienes suerte, chica. Lo sacamos de la zona de peligro, pero sigue siendo una herida de bala. La recuperación dependerá de su resistencia.—Dante es fuerte —murmuro sin soltar su mano—. Aguantará.El médico me observa un instante y asiente.—Necesita descanso. Nada de estrés, nada de movimientos bruscos. Y tú también deberías dormir.—No pienso moverme de aquí.Él resopla, pero no discute más.
DANTEEl dolor es lo primero que siento.Es una quemazón profunda, punzante, como si alguien me hubiera prendido fuego desde adentro.Intento moverme, pero mi cuerpo pesa como el puto concreto. Todo está borroso, mi cabeza es un caos, y mi garganta se siente como papel de lija.Estoy vivo.A duras penas, pero vivo.Parpadeo lentamente, luchando por enfocar la vista en la tenue luz que ilumina la habitación. El techo es blanco, con grietas finas recorriéndolo. Las paredes son austeras, sin adornos ni indicios de lujo. No es un hospital.Entonces, la veo.Valentina.Está dormida, sentada en una silla junto a la camilla donde estoy acostado. Su cabeza descansa sobre su brazo, y su otra mano sigue sosteniendo la mía con fuerza, incluso en sueños.Luce agotada. Sus ojeras son profundas, su cabello está
DANTEEl rugido del motor se mezcla con la respiración contenida de todos en la furgoneta. La ciudad de Milán pasa a nuestro alrededor como un borrón de luces y sombras mientras nos acercamos al lugar del encuentro. Ferrara revisa su reloj y luego me lanza una mirada severa desde el otro extremo del vehículo.—Ricci caerá en la trampa. Pero si algo sale mal, nos largamos. No somos kamikazes.Asiento, aunque ambos sabemos que esto no es una misión con una ruta de escape. Esta noche solo hay dos opciones: Ricci muere, o lo hacemos nosotros.Miro a Valentina, sentada frente a mí. Viste ropa oscura, el cabello recogido en una coleta alta y una expresión de acero en el rostro. No es la misma mujer a la que arranqué de la mansión Morelli semanas atrás. Ha cambiado. Se ha vuelto más fuerte, más letal.—Aún puedes quedarte atr&aacu
VALENTINALa sala está en penumbras, con solo una lámpara en la mesa iluminando los rostros tensos a mi alrededor. El aire huele a cigarro y pólvora, una combinación que se ha vuelto demasiado familiar en los últimos días.Luca Ferrara se recarga contra el respaldo de su silla de cuero negro, observándome con esa mirada afilada que ha perfeccionado con los años. En su mundo, la debilidad es una sentencia de muerte, y él se ha asegurado de mantenerse en la cima el tiempo suficiente para entenderlo mejor que nadie.Yo, en cambio, no soy la misma niña que se sentaba en las cenas de la familia Morelli sin abrir la boca. Ya no soy la princesa protegida.Soy otra cosa.—¿Así que quieres destruir a Matteo Ricci? —Ferrara exhala el humo de su cigarro con un gesto de diversión, como si la idea le hiciera gracia.Cruzo las piernas co
ValentinaEl murmullo del agua de la fuente central se mezcla con las risas ahogadas de las invitadas de mi madre y el sonido cristalino de las copas al brindar. La mansión Morelli está en su máximo esplendor esta noche, iluminada con cientos de luces que resaltan cada detalle de su arquitectura renacentista. Es una de las propiedades más imponentes de la región, una obra de arte que grita opulencia y poder. Para cualquiera que la vea desde fuera, es el sueño de cualquier persona. Para mí, es una jaula. Hermosa, sí, pero una jaula al fin y al cabo.Desde niña, aprendí que nuestro apellido es más que un simple conjunto de letras. Es un peso, una herencia de sangre y poder que no permite grietas. Mi padre, Alessandro Morelli, no es un hombre cualquiera. Su presencia impone respeto, su palabra es ley y su voluntad se cumple sin excepción. En nuestro mundo, él no es solo un empresario, sino el emperador de un reino construido a base de acuerdos silenciosos, lealtades compradas y amenazas
DANTE—Sabes lo que tienes que hacer, Russo. Mantente cerca, pero no demasiado. Y recuerda: es intocable.Las palabras de Alessandro Morelli resuenan en mi mente mientras me mantengo firme frente a él, sin apartar la mirada. No necesito que me repita la advertencia. Sé perfectamente cuál es mi trabajo y cómo hacerlo. No me pagan para pensar ni para cuestionar. Me pagan para proteger, vigilar y, si es necesario, matar.Asiento sin decir nada. Nunca he sido hombre de muchas palabras. Eso es algo que mi jefe aprecia. No me inmiscuyo en asuntos que no me incumben. No hago preguntas innecesarias. Simplemente obedezco.—Valentina es… especial —continúa, con ese tono de voz que no permite discusión—. Es mi única hija y, como comprenderás, no permitiré que le pase nada.Por supuesto que no lo permitirá. Los Morelli protegen lo que es suyo con uñas y dientes.—Entendido —respondo con voz firme.Morelli me observa por unos segundos más, como si intentara leer algo en mi rostro. No encontrará na
ValentinaSi hay algo que me aburre más que las reuniones de negocios de mi padre, es la maldita imperturbabilidad de Dante Russo.Llevo días intentando encontrarle una grieta. Una reacción. Un mínimo destello de humanidad. Pero no. El hombre es como una pared de hormigón con ojos oscuros y mandíbula cincelada.Y eso me irrita.No porque me importe él en sí, sino porque me niego a creer que alguien pueda ser tan jodidamente insensible.Así que, si mi vida ya está llena de reglas, prohibiciones y jaulas doradas, al menos voy a divertirme un poco en el proceso.Y mi diversión empieza hoy.El sol brilla sobre la villa Morelli cuando salgo al jardín con mi vestido ligero, el cabello suelto y mis gafas de sol en su lugar. Lista para la provocación.Dante está apoyado contra la baranda de la terraza, con los brazos cruzados y esa postura que grita que podría matarte con un solo movimiento, pero no lo hará porque es un profesional.—Qué vida tan emocionante la tuya —comento mientras paso a s