Confiar en Luca Ferrara era como meter la mano en la boca de un lobo y esperar que no te arrancara los dedos. Pero ya no teníamos opciones.
Estábamos en un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, un lugar con el techo de metal oxidado y el olor a aceite viejo impregnando el aire. Valentina, a mi lado, mantenía el rostro impasible, pero yo la conocía demasiado bien. Su cuerpo estaba rígido, su respiración apenas perceptible. El asesinato que había cometido frente a Ferrara la había cambiado. Lo veía en la forma en que sus ojos oscuros evitaban los míos, en la forma en que mantenía la barbilla en alto como si el peso de lo que había hecho no la estuviera aplastando.
Ferrara se reclinó en la silla de madera crujiente frente a nosotros y cruzó las manos sobre su vientre.
—Ahora que hemos aclarado las lealtades &mdas
VALENTINALa cabaña en la que nos refugiábamos olía a madera húmeda y a ceniza vieja. Dante había encendido un pequeño fuego en la chimenea para combatir el frío, pero aún así, el ambiente se sentía helado. Tal vez era la adrenalina de lo que habíamos pasado, o el hecho de que cada minuto que pasaba significaba que nos acercábamos más a la muerte.Yo no podía seguir dependiendo solo de Dante.Él era fuerte, inteligente y letal, pero no era invencible. Y tampoco podía hacerlo todo solo.—Necesitamos aliados —dije, rompiendo el silencio.Dante me miró desde la mesa en la que limpiaba su pistola.—¿Aliados?—Gente con poder. Personas que odien a mi padre tanto como nosotros.Dante suspiró, frotándose la frente con una mano.—V
VALENTINAEl sueño no llega.Estoy acostada en la cama con los ojos abiertos, fijándome en el techo, pero todo lo que veo son imágenes que no deberían estar allí.Sangre en mis manos.Un disparo.El cuerpo cayendo.El sonido de su respiración ahogándose en su propia sangre.Mis músculos están tensos, mi pecho sube y baja con respiraciones entrecortadas. Me repito una y otra vez que hice lo c
DANTEDesde el primer momento en que la vi, supe que Valentina Morelli tenía fuego en la sangre.Pero lo que veo ahora es otra cosa.No es solo rebeldía.No es solo un intento desesperado por sobrevivir.Es algo más oscuro.Es hambre de venganza.Lleva días entrenando con Ferrara y su gente. Su cuerpo, antes acostumbrado al lujo y la comodidad, ahora está cubierto de moretones y cortes. Sus manos, que antes estaban acostumbradas a sostener copas de vino caro y joyas finas, ahora aprenden a sujetar armas con precisión.Y lo peor de todo es que lo está disfrutando.No lo dice en voz alta.No necesita hacerlo.Lo veo en sus ojos cuando apunta con una pistola y acierta en el blanco.Lo noto en la forma en que aprieta la mandíbula cada vez que alguien menciona a Matteo Ricci.<
VALENTINALa llamada de Giulia llega en la madrugada.Estoy en la habitación, acostada en la cama, aunque dormir ha sido imposible. Mi mente no para de repasar cada entrenamiento, cada movimiento, cada decisión que nos ha traído hasta aquí. Intento convencerme de que estamos haciendo lo correcto, pero el peso de todo lo que hemos vivido se siente como una sombra constante.Cuando el teléfono vibra sobre la mesita de noche, lo tomo de inmediato.—¿Giulia?—Tenemos un problema —dice ella, sin preámbulos.Su tono me eriza la piel.Me incorporo en la cama, apretando el teléfono contra mi oído.
DANTELa guerra ha comenzado.Ferrara tenía razón. Aquí nadie es confiable, y si queremos sobrevivir, tenemos que adelantarnos a nuestros enemigos. Pero eso es fácil decirlo y difícil hacerlo cuando tenemos a toda la maldita mafia pisándonos los talones.Estamos atrapados en este departamento de Milán, sabiendo que la calma es solo una ilusión. Porque vendrán. Es cuestión de tiempo.La tensión en la habitación es tan espesa que podría cortarse con un cuchillo. Valentina se sienta en el borde del sofá, con la mirada fija en la pared, perdida en sus pensamientos. Pero yo sé en qué está pensando. En
VALENTINADante vuelve a caer en la inconsciencia.Pero su voz, su intento de sonreírme antes de perderse en la oscuridad, me dan la mínima esperanza que necesito para no enloquecer.Me aferro a su mano, sintiendo su pulso débil bajo mis dedos. Está vivo. Eso es lo único que importa.El médico vuelve a entrar, con expresión cansada.—Tienes suerte, chica. Lo sacamos de la zona de peligro, pero sigue siendo una herida de bala. La recuperación dependerá de su resistencia.—Dante es fuerte —murmuro sin soltar su mano—. Aguantará.El médico me observa un instante y asiente.—Necesita descanso. Nada de estrés, nada de movimientos bruscos. Y tú también deberías dormir.—No pienso moverme de aquí.Él resopla, pero no discute más.
DANTEEl dolor es lo primero que siento.Es una quemazón profunda, punzante, como si alguien me hubiera prendido fuego desde adentro.Intento moverme, pero mi cuerpo pesa como el puto concreto. Todo está borroso, mi cabeza es un caos, y mi garganta se siente como papel de lija.Estoy vivo.A duras penas, pero vivo.Parpadeo lentamente, luchando por enfocar la vista en la tenue luz que ilumina la habitación. El techo es blanco, con grietas finas recorriéndolo. Las paredes son austeras, sin adornos ni indicios de lujo. No es un hospital.Entonces, la veo.Valentina.Está dormida, sentada en una silla junto a la camilla donde estoy acostado. Su cabeza descansa sobre su brazo, y su otra mano sigue sosteniendo la mía con fuerza, incluso en sueños.Luce agotada. Sus ojeras son profundas, su cabello está
DANTEEl rugido del motor se mezcla con la respiración contenida de todos en la furgoneta. La ciudad de Milán pasa a nuestro alrededor como un borrón de luces y sombras mientras nos acercamos al lugar del encuentro. Ferrara revisa su reloj y luego me lanza una mirada severa desde el otro extremo del vehículo.—Ricci caerá en la trampa. Pero si algo sale mal, nos largamos. No somos kamikazes.Asiento, aunque ambos sabemos que esto no es una misión con una ruta de escape. Esta noche solo hay dos opciones: Ricci muere, o lo hacemos nosotros.Miro a Valentina, sentada frente a mí. Viste ropa oscura, el cabello recogido en una coleta alta y una expresión de acero en el rostro. No es la misma mujer a la que arranqué de la mansión Morelli semanas atrás. Ha cambiado. Se ha vuelto más fuerte, más letal.—Aún puedes quedarte atr&aacu