En la habitación contigua, Daniel y Martín esperaron hasta comprobar que Efrén dormía, y después salieron de la cabaña. Eran las ocho y media de la mañana. La Colonia se veía desierta.
Atravesaron las calles que les separaban del muro trasero de la Colonia y buscaron, a lo largo de este, la puerta por la que el doctor le había contado a Martín que habían escapado aquella noche. Cuando la encontraron comprobaron que dos barras de metal, sujetas con ambas cadenas y sus candados, la bloqueaban.
—El doctor tiene un soplete en su laboratorio. Lo he visto muchas veces, mientras me realizaba toda esa tonelada de pruebas —Martín ya se estaba alejando—. No te muevas, vuelvo en un momento.
Daniel asintió. Observó el panorama a su alrededor, las cabañas que en otro tiempo habían estado ocupadas por familias y por transformados, ahora vací
Entraron en la cueva. Martín dejó que Ibrahim le empujara un par de veces mientras le llevaba junto a su padre.—¿Quieres ver a tu papá? —se rió el transformado.Avanzaron a lo largo de un pasillo húmedo y estrecho, un pasillo natural creado por las paredes calizas de la cueva, hasta llegar a una estancia más amplia. Ibrahim llevaba una linterna y al llegar a la habitación se acercó hasta un farol y lo encendió. La estancia se iluminó y los ojos de Martín tardaron sólo unos segundos en acostumbrarse.Vio un lecho en una de las esquinas. En él, un hombre cubierto por una colcha parecía dormitar. Su rostro era anciano y un rictus de dolor atravesaba su boca. Martín supo de inmediato que se trataba de Valdius.Luego, como si Ibrahim diera por hecho que ya había observado al viejo el tiempo suficiente volvió su linterna hac
Ezequiel se veía contento.Agarró suavemente a Daniel por la nuca y entraron juntos en la cueva, tras Ibrahim, que iba empujando a Martín.Daniel notaba la mano sana de su padre, su calor, y una extraña satisfacción recorría todo su cuerpo. Era la primera vez que sentía que no le había fallado. Llevaba toda su vida, desde que tenía memoria, buscando un motivo para que su padre se mostrase orgulloso de él y, por fin, había conseguido saber lo que se sentía al lograrlo.Sin embargo, la satisfacción no era completa. La imagen de Milita acudía a su mente, la imagen del doctor, la de Martín… estaba cayendo en su propio juego. Él había usado el sentimiento de culpabilidad de Martín para con su padre y ahora, él mismo sentía ese sentimiento de culpa para el resto de personas a las que podría defraudar. El problema era
Eran más de las tres de la tarde cuando Efrén despertó azotado por una pesadilla. Se incorporó de golpe en la cama, con el corazón latiendo a cien por hora y miró aterrado a su alrededor. En su sueño Jandro, transformado, estaba a punto de saltar sobre él.Debía de haber gritado, aunque no lo recordaba, porque fue a Daniel a quien vio frente a él, el rostro congestionado.—Eh, tranquilo, tío, sólo has tenido una pesadilla.Efrén respiraba agitado. Pasó su mano sobre el flequillo rubio y llenó de aire los pulmones antes de resoplar al volver a dejarlo salir.—Mierda, tío, ¿qué hora es?Daniel se acercó a la ventana y levantó la persiana dejando entrar la luz del sol. Volvió su cabeza hacia el despertador que había sobre una de las mesitas de noche.—Son las tres y vei
El doctor entró en el comedor con las cadenas y los candados aún cerrados. Milita se llevó una mano a la boca al verlo, sin duda, miles de imágenes acudían a su cabeza sólo con ver aquellas cadenas.—Ha fundido las cadenas con mi soplete y ha huido por la puerta trasera.El doctor dejó todo sobre la larga mesa en la que todos habían comenzado a cenar.Raquel se levantó y manoseó las cadenas como si necesitara comprobar que las palabras del doctor eran ciertas.El resto le miraban en silencio. Daniel fue el primero en hablar.—Supongo que se ha ido a la cueva.Todos le miraron. Daniel se pasó la lengua sobre los labios.—Quizá no fue una buena idea contarle lo de su padre.El doctor negó con la cabeza.—Nadie podía pensar que se iría a buscarlo, así, dejándolo todo.Jandro s
Daniel partió hacia la cueva a la mañana siguiente y volvió a la tarde noche para confirmar que, efectivamente, Martín estaba allí. Traía la cara golpeada de nuevo y el doctor le condujo directo al laboratorio.—Me costó un poco convencer a mi padre —sonrió triste, Daniel—, pero creo que lo he logrado. Martín está allí.—¿Cómo está?Daniel se encogió de hombros mientras el doctor le limpiaba el corte junto a la ceja.—Está con su padre, no lo he visto en persona, es lo que me ha dicho mi padre. Ezequiel lo tiene encadenado junto a él en la habitación que ocupa Valdius, piensa que mi abuelo se sentiría orgulloso, por eso los retiene allí.Pablo miraba al chico con un sentimiento de culpabilidad cada vez mayor. Pero aún no quería decir la verdad, no, un solo paso en fal
En la cueva, cuando al fin se habían quedado solos tras irse Ibrahim, Martín y su padre se habían concentrado en sus respectivas respiraciones.La oscuridad era absoluta y Martín trataba desesperado de que sus ojos se acostumbraran y le permitieran ver a aquel hombre, a su padre. Pero no era posible porque al estar en una cueva no entraba ni un resquicio de luz por ningún lugar.Alargó las manos en el aire golpeando el vacío. Quería hablarle, pero no dejaba de ser un desconocido para él y no sabía cómo comenzar la conversación.Entonces fue el hombre quien lo hizo.—Llevo catorce años viviendo en la oscuridad y atado con grilletes.Martín estiró los brazos hacia la voz.—¿Puedes tocarme?—No, nos mantienen a la distancia justa para que no podamos hacerlo —el hombre detuvo la voz un momento—. Si
El doctor le hacía pruebas diarias a Milita. A los dos días de la implantación del óvulo fertilizado en su útero, comprobó que éste efectivamente parecía haber prendido con fuerza.—Es asombroso. Fijaos en cómo puede apreciarse a través de la ecografía. Sólo hace dos días de la implantación; esto me hace pensar que al igual que las heridas se recuperan y cierran muy rápido, algo influye también en el desarrollo del embarazo entre híbridos.Nuria, que desde que se había trasladado a La Colonia se dedicaba a ayudar a Pablo en el laboratorio, apretó la mano de Milita con fuerza mientras ella no quitaba la vista de la pantalla.—¿Cuándo calculas que podrás extraer la sangre? —preguntó la chica tragando saliva.El doctor notó el miedo en su voz.—Creo que en diez o
El doctor se volvió a inclinar y pegó el ojo a la lente del microscopio. Podía esperarse cualquier cosa de aquellos híbridos, de sus genes tan peculiares, pero aquello era mucho más de lo que se hubiera imaginado.Volvió a apartar la vista de la plaqueta y garabateó en su libreta. Era una ecuación, una lucha de célula contra célula. Ya conocía las que generaban la inmortalidad, también las que la contrarrestaban, pero aquello…Daniel entró en el laboratorio de nuevo después de acompañar a Milita hasta la cabaña. La chica se había acostado en su habitación a descansar.—¿Cómo lo ve doctor?El doctor se sobresaltó ante la voz del muchacho. Se giró e hizo un movimiento afirmativo con la cabeza.—Lo tenemos, Daniel.—¡Bien!El doctor vio entrar a Nuria al l