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Raúl caminó a paso rápido hacia la cabaña. Milita se había quedado a dormir en la misma sala en la que había pasado su primera transformación. El muchacho se había resistido a dejarla allí sola, pero ella le había insistido y le había convencido diciéndole que necesitaba pasar al menos unas horas sola para poder asimilar todo lo que acababa de experimentar. Raúl sabía que mentía, sabía que únicamente le estaba dejando vía libre para que fuera él quien pudiera estar a solas con Angélica. Y él se moría por llegar a la cabaña y verla.

Entró con cuidado y aspiró el olor del café. Su estómago le recordó que llevaba horas sin comer, pero tenía una urgencia mayor.

Abrió la puerta de la habitación que compartían Angélica y Milita. La muchacha hab&iac

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