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 Así que Estela recorrió de forma precipitada el camino desde su cabaña hasta el colegio, donde yo me  había reunido con unos cuantos hombres más para hablar acerca de aquel gen que necesitábamos conseguir de forma desesperada. Cada año analizaba a los seis niños de la colonia, en espera de que alguno de ellos hubiera comenzado a desarrollar el gen, pero de momento no era así.

 Investigaba a todas horas tratando de fabricarlo de forma sintética en mi pequeño laboratorio, pero no era capaz de conseguirlo y muchos de los transformados comenzaban a cansarse de vivir aislados en aquella colonia y a desesperarse pensando en el futuro que les esperaba.

Estela abrió la puerta del aula y Angélica inmediatamente rompió a llorar. El lugar estaba atestado de humo de tabaco y los hombres voceaban acalorados. El llanto de la niña se perdió entre sus voces r

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