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Jandro golpeó su rostro contra el cristal blindado, pero ninguno de los muchachos le prestaba atención ya. Él podía verlos a todos aglomerados alrededor del cuerpo pequeño y frágil de Milita, pero no tenía ni el más mínimo interés en saber lo que sucedía. Su mente sólo le gritaba una orden “Matar”.

—¡Atrás!

Pablo llegó raudo hasta los chicos. No tenía tiempo para ocuparse de Raúl y Angélica, ahora Milita era mucho más importante.

 —¡Aah!

Martín, que estaba de cuclillas frente a la chica, salió disparado hacia atrás como dos metros cuando ella soltó un zarpazo sobre su rostro. La cicatriz que atravesaba su mejilla volvió a abrirse y se cubrió de sangre.

Efrén hiperventilaba mientras turnaba la mirada entre Milita y sus ojos vacíos

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