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Milita se había vuelto de lado en la camilla, mirando hacia la pared. El tranquilizante había hecho efecto rápidamente y la muchacha había entrado en un letargo plácido.

Jandro permanecía en el suelo de la cámara, con la cabeza metida entre las rodillas. Pablo lo miraba y Raúl le hizo un gesto con la cabeza.

—Yo me quedaré con Milita.

Pablo asintió y salió en dirección a la sala en la que estaba Jandro. Abrió la puerta y se agachó frente al muchacho. Raúl veía cómo le retiraba los brazos de alrededor de la cabeza, con cautela, y le obligaba suavemente a levantar la vista hacia él.

Los ojos de Jandro se estaban tornando de nuevo humanos.

Milita, como si se mimetizara con el muchacho, se volvió y miró a Raúl. Sus ojos también estaban volviendo a la normalidad. La muchacha se incorporó u

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