Angélica dejaba rodar las lágrimas de forma mansa sobre sus mejillas.
Ahora movía la cabeza confundida.
—Pero Raúl está aquí, estaba aquí contigo…
—Sí, deja que siga, aún queda lo más importante.
Al salir Estela para avisarme de la llegada de Nadín, ésta abrió la puerta de la habitación y observó a los dos niños que ahora dormían juntos en aquella cama. Comenzó a pensar que quizá hubiese sido mejor y más seguro para ella y su hijo haber vivido allí, en la colonia, desde un principio. Recordó turbada cómo había llegado a pensar que no le costaría nada entregar a su hijo, una vez naciera, a aquel hombre. Que ella se lograría convencer a sí misma de que no era más que un contenedor, un horno necesario para la fabricación de aquel ser.
Angélica apenas podía hablar.—¿Y él lo sabe? ¿Sabe que ese no es su nombre real?Pablo negó con la cabeza.—Él piensa que se llama Raúl, y además piensa que es tu hermano.Pablo cogió a Angélica por el antebrazo, pero ella le rechazó.Raúl vio soltarse a Angélica del doctor de forma brusca. Su espalda golpeó contra la pared del pasillo al tiempo que Milita se desmoronaba en el suelo entre convulsiones.Angélica salió corriendo y Raúl adelantó al doctor, que tenía la mirada fija en Milita, mientras el muchacho salía tras la que creía su melliza.—¡Raúl! —le escuchó gritar.Escuchó su nombre pero no se detuvo. Nada podía detenerlo, solo que Angélica lo hiciera.La muchacha avanzó por el p
Jandro golpeó su rostro contra el cristal blindado, pero ninguno de los muchachos le prestaba atención ya. Él podía verlos a todos aglomerados alrededor del cuerpo pequeño y frágil de Milita, pero no tenía ni el más mínimo interés en saber lo que sucedía. Su mente sólo le gritaba una orden “Matar”.—¡Atrás!Pablo llegó raudo hasta los chicos. No tenía tiempo para ocuparse de Raúl y Angélica, ahora Milita era mucho más importante.—¡Aah!Martín, que estaba de cuclillas frente a la chica, salió disparado hacia atrás como dos metros cuando ella soltó un zarpazo sobre su rostro. La cicatriz que atravesaba su mejilla volvió a abrirse y se cubrió de sangre.Efrén hiperventilaba mientras turnaba la mirada entre Milita y sus ojos vacíos
Raúl seguía esperando que Angélica le dijera qué significaba aquello de que el doctor no sólo le había ocultado información a ella. Estaban tan cerca que sentía el aliento caliente de la muchacha y la excitación se mezclaba con la rabia de tener que contenerse y reconocer que aquello que sentía no debería sentirlo. Ella parecía tan furiosa, tan rabiosa con él, tan llena de pasión, que Raúl la veía increíblemente hermosa y, al tiempo que deseaba apartarse, no era capaz de separar sus ojos de ella.—Te lo ha dicho ¿verdad? Te ha contado que somos mellizos.Angélica estiró los labios en una sonrisa, pero sus ojos estaban brillantes por las lágrimas.—No, Raúl, no me ha contado eso.Raúl elevó las cejas interrogante. Angélica le enganchó por la solapa de la camiseta y
Pablo se detuvo a la puerta de entrada y llenó los pulmones con el aire fresco de la noche. La luna llena brillaba en lo alto del cielo y los gritos desesperados de Jandro quedaban amortiguados tras las paredes de la cabaña.Ver transformarse a Jandro había retrotraído a Pablo a la fatídica noche en la que la trasformación en el pueblo había tomado por sorpresa a todos. Recordaba los ojos de su mujer, cómo ella había pretendido desgarrarle, su ansia de sangre. El dolor y la impotencia le había invadido de forma angustiosa. Aquello era tan irreal que era difícil aceptarlo, y aun así, la muerte había arrasado aquella noche y se había llevado el alma de muchos de los transformados aunque a ellos les negara la entrega a su casa. Su cuerpo dolorido vagaría por siempre sin recibir perdón jamás por aquello que habían hecho.Efrén apareció
Raúl llegó hasta Pablo y Efrén y los separó con brusquedad.Pablo sabía de lo que se trataba, pero Efrén le miró asombrado y luego se puso a la defensiva.—¡Eh, eh, tío! ¿Qué coño te pasa?Pablo le puso una mano en el pecho a Efrén reteniéndolo. Todo se estaba complicando y él sabía que aquel no era el mejor momento. A pesar de que los muchachos aún no se hubieran transformado, sabía que la luna llena afectaba a su estado de ánimo.—¡Cállate, esto no va contigo! —Raúl tenía el cuello tan tenso que los tendones parecían estar a punto de estallar— ¿No es verdad, doctor? Esto es algo entre nosotros ¿verdad?Angélica había llegado junto a ellos y se colocó junto a Raúl tratando de tranquilizarlo. Le sujetó un antebraz
Martín abrió la puerta y les miró. No podía esperar más, ya lo había hecho mientras Efrén y Pablo hablaban, pero ahora Milita había vuelto totalmente en sí.—Doctor, siento interrumpir, pero Milita ha despertado y no está de muy buen humor.Pablo miró hacia el muchacho y sin perder un segundo salió disparado por el pasillo hasta llegar al cuarto en el que Milita intentaba soltarse mientras Daniel y Efrén trataban de detener sus convulsiones.Pablo preparó rápidamente otra dosis de tranquilizantes. La noche estaba terminando, así que rebajó la cantidad.Raúl y Angélica entraron en el cuarto tras Martín. La muchacha se llevó una mano a la boca en un gesto instintivo mientras se impactaba ante el gesto consternado de la pequeña Milita.Pablo les explicó rápidamente que la ch
Milita se había vuelto de lado en la camilla, mirando hacia la pared. El tranquilizante había hecho efecto rápidamente y la muchacha había entrado en un letargo plácido.Jandro permanecía en el suelo de la cámara, con la cabeza metida entre las rodillas. Pablo lo miraba y Raúl le hizo un gesto con la cabeza.—Yo me quedaré con Milita.Pablo asintió y salió en dirección a la sala en la que estaba Jandro. Abrió la puerta y se agachó frente al muchacho. Raúl veía cómo le retiraba los brazos de alrededor de la cabeza, con cautela, y le obligaba suavemente a levantar la vista hacia él.Los ojos de Jandro se estaban tornando de nuevo humanos.Milita, como si se mimetizara con el muchacho, se volvió y miró a Raúl. Sus ojos también estaban volviendo a la normalidad. La muchacha se incorporó u
Daniel y Angélica caminaban en silencio hacia la cabaña. Cada uno iba centrado en sus pensamientos. La noche había resultado más dura y desconcertante de lo que esperaban. Angélica recordó, avergonzada, que unas horas antes había deslizado su mano por la espalda de Daniel ante la asombrada mirada de éste. Ahora que sabía que era su hermano, los sentimientos se confundían en su interior y no podía dejar de mirarle buscando en él algún rasgo que la recordara a ella misma.—Daniel, antes, ahí dentro, cuando te puse la mano sobre la espalda…El chico levantó los hombros como restándole importancia.—Supongo que todo esto tiene que ser muy difícil para vosotros.—¿Para ti no?Él asintió. Sus ojos eran esquivos y Angélica lo atribuía al incidente de aquella noche.—