12

Angélica dejaba rodar las lágrimas de forma mansa sobre sus mejillas.

Ahora movía la cabeza confundida.

—Pero Raúl está aquí, estaba aquí contigo…

—Sí, deja que siga, aún queda lo más importante.

 Al salir Estela para avisarme de la llegada de Nadín, ésta abrió la puerta de la habitación y observó a los dos niños que ahora dormían juntos en aquella cama. Comenzó a pensar que quizá hubiese sido mejor y más seguro para ella y su hijo haber vivido allí, en la colonia, desde un principio. Recordó turbada cómo había llegado a pensar que no le costaría nada entregar a su hijo, una vez naciera, a aquel hombre. Que ella se lograría convencer a sí misma de que no era más que un contenedor, un horno necesario para la fabricación de aquel ser.

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