Se arranca el velo, se quita los tacones y sigue corriendo en la maleza y lejos de la mansión donde acaba de escapar de su boda. —¡Que no escape! —reconoce esa voz y casi se le sale el corazón. Sigue corriendo conforme los gritos para que se detengan se oyen con fuerza y los carros rugen con el motor para perseguirla, sigue y sigue corriendo descalza a su vez que siente las ramas, las piedras y la tierra en sus pies descalzos. “Corre, no pares. ¡Corre!” Mira sobre su hombro y las luces de su antigua casa se hacen más pequeña. La casa está rodeada de infinitos arbustos y árboles pero en cualquier momento podrá ver la carretera y pedir auxilio, es lo único que tiene en mente. Sigue corriendo sin detenerse. El vestido blanco se desgasta con las ramas que la lastiman cada vez que se aleja. Si la atrapan, volverá al infierno que ha vivido por meses, en una familia que sólo la ha tratado como un objeto para cumplir y obedecer. La utilizaron al comprometerla como moneda de cambio
—No voy hacer eso —Angelina grita al borde del enojo. Para ella, éste hombre se está aprovechando de su desgracia. Sus manos bajan hacia la cerradura del carro—, no soy tonta, señor. Y no seré su esposa para nada. Ni seré suya, ni-—Está a tu desición —la interrumpe Giancarlo dando otra calada a su cigarro—, no soy un hombre que obliga. Estarás conmigo porque así lo quieres: yo sólo te estoy dando una salida —Giancarlo no la mira. Posee un rostro desinteresado y es algo que siempre lo ha caracterizado. Y era mejor así porque la mirada de Giancarlo sobre ella es lo más cercano a sentir el filo de un cuchillo en su cuello.Angelina mueve el cerrojo de la puerta para tratar de salir ya que nota como los edificios de la cercana ciudad de Florencia es la ventaja que necesita.—He decidido que no —vuelve a escupir Angelina—, ¡Detenga el auto! ¡Me largo! No necesito su ayuda porque si me fui de esa casa fue precisamente para no casarme. Y no seré su esposa, ni suya. Jamás —golpea la ventana
Cuando Angelina oye la voz de Giancarlo, bajo la dosis de la adrenalina y el susto, no puede creer lo que está escuchando.—¡Nos vamos, jefe! ¡Aguante! —y Benedetto, el guardia principal, levanta a Giancarlo mientras los demás siguen defendiendo con disparos al bando contrario.—¡Le dieron al jefe! ¡Retirada! Angelina es arrastrada por otro hombre mientras exige que la dejen ir con Giancarlo: la culpa la carome de pies a cabezas porque cree que la herida que ahora tiene Giancarlo es por culpa suya…se siente fatal y patalea cuando el guardia la aleja de Giancarlo, ya montado en el carro y preparándose los demás hombres para salir del lugar cuanto antes. —¡Tengo que ir con él! —le grita Angelina al guardia que la monta en el segundo carro—. Está herido-—¡Tranquilícese, señorita! El jefe será atendido cuánto antes. Sólo rece para que se salve —y éste hombre, quizás de su misma edad, arranca cuando ya hay otros tres hombres dentro del carro. El hombre joven se gira a verla y casi se qu
—Calmese, no es mi intención armar una guerra. No estoy aquí como enemiga —Angelina alza las manos tratando de buscar la mirada de Aurora—, lo juro por Dios.—No jures en vano —Isabella es la otra hermana de Giancarlo y está cruzada de brazos—, mi hermano está en una situación crítica y has dicho que intentó protegerte. Todo esto se hubiese evitado entonces si…pues…todavía no sé porqué estabas en el mismo lugar que mi hermano. Y eso se lo vas a decir a la policia.—Un momento —Angelina suelta de una vez con una impresión molesta—, el único culpable aqui es Gabriel porque me apuntó con una pistola. Es él a quien ustedes deben acusar-—Gabriel es nuestro sobrino —Magdalena se acerca a Angelina con los ojos abiertos—, la única extraña aquí eres tú y si a mi hermano le ocurre algo, Angelina, yo no sé qué es lo que harás pero de que te hago pagar, lo hago. La respuesta de Angelina es interrumpida por la puerta de la habitación. Todos se giran a verlo y uno de los guardias es quien se dir
Hay algo en los ojos de Giancarlo que la dejan sin aliento. La neblina en sus ojos le dicen que debe mantenerse alejada de él para no mancharlo con sus lágrimas. —No me iré —responde—, lo prometo, me quedaré. Tienes…—y vuelve a tocar su frente y luego su mejilla—, tienes que recuperarte, ¿De acuerdo? —Señorita —la enfermera llama detrás de su espalda—, el señor Mancini debe descansar. Alejarse de él sería como quitarse la tranquilidad para darle paso a la pesadez en los hombro, pero Giancarlo está en una situación crítica y no puede permitirse incomodarle. Asiente a la enfermera y se aleja, como si en vez de apagar el fuego, se estuviera incendiando. Es el peligro de estar cerca de Giancarlo. Angelina retrocede debido a la demanda de la enfermera y no es sólo por ella, sino por Benedetto que vuelve aparecer en la habitación para escoltarla fuera de lugar. Angelina se gira para tratar de verlo, y se encuentra con la nada. Y mientras las puertas se cierran su semblante se congela
La tensión es una bola de fuego que en cualquier momento incendiará todo a su paso. Necesita alejarse lo más que pueda de éste hombre que sólo emana poder, arrogancia, tentación y control. Algo que incita al peor de los pecados y una vez presa no volverá a ser igual. El problema aquí y ahora es que ya no lo es. El rostro a centímetros, la distancia de sus labios a sólo unos pasos y el calor de su cuerpo bajo su toque no es más que hechizante, pero si está en estos momentos frente a éste hombre no es más por ella misma: Giancarlo es el enemigo que debe destruir. Los dos toques de la puerta rompen el embrujo donde se había sumergido por varios segundos. Sólo basta oír otra vez el llamado a la puerta para separarse de Giancarlo, arreglar su vestido y aparentar total normalidad. —Lo que quieres es libertad —Giancarlo busca otro tabaco para encender. Luego deja caer el fuego que luego surge desde sus labios. Fácilmente Angelina puede confundirlo con el diablo—. ¿Es un trato?Y una vez
¿¡Cómo es capaz de no morir ahora?! Gabriel la tiene acorralada de repente y todo su pensamiento se eclipsa y se marcha de su mente. En el momento no sabe qué hacer porque su mente está tratando de no dejarla sola ahora ya que todo es repentino, sin dejarle la posibilidad de pensar.—Lo que me hiciste no tiene perdón ni de Dios —Gabriel la acorrala contra la columna sin dejar de apretar su muñeca—, soy la burla de la ciudad y del pueblo también. Lo que me hiciste —Gabriel actúa bajo los efectos de la rabia y es demasiado peligroso entablar una conversación teniéndolo de ésta manera—, lo vas a pagar muy caro.—¡Señor Gabriel! —grita Issie tomándose el rostro con horror al observar la escena.—Suéltame —Angelina clava sus uñas en los nudillos de Gabriel—, suéltame, Gabriel. O no respondo. Quítame las manos de encima —exige Angelina de inmediato—, ¿Quién te crees que eres para tratarme de esta forma? ¡Suéltame!—Quién diría que estabas esperando sacar las garras, pero sentenciaste tu pr
El grito que suelta Angelina repercute en todo el salón. No puede creer lo que ha sucedido. Gabriel disparó. Lo hizo. Y con eso el alma de Angelina salió de su alma pero el único motivo por sentirse que se ha quedado sin alma es porque la bala soltó pedazos de la columna a la izquierda, dejando un rastro del monolito tirado en la costosa cerámica. La maniobra de Giancarlo los aturdió tanto a Gabriel y a Angelina ya que Giancarlo giró el arma mucho antes de que Gabriel tirará de ella y también se la arrebató de sus manos antes de un parpadeo. Pero el disparo fue inevitable y el susto lo causó debido a la rapidez de los movimientos. ¿Qué carajos acaba de pasar?—No puedo creer esto —Isabella se pone sus uñas en el puente de su nariz. Angelina está demasiado petrificada para decir algo más y lo más probable es que no pueda hablar porque ésta situación se le ha salido de las manos. Sus piernas flaquean pero aún así observa a Giancarlo. Siempre es lo mismo con él porque aparenta e