5. Sin escape: solamente suya

Hay algo en los ojos de Giancarlo que la dejan sin aliento. La neblina en sus ojos le dicen que debe mantenerse alejada de él para no mancharlo con sus lágrimas.

—No me iré —responde—, lo prometo, me quedaré. Tienes…—y vuelve a tocar su frente y luego su mejilla—, tienes que recuperarte, ¿De acuerdo?

—Señorita —la enfermera llama detrás de su espalda—, el señor Mancini debe descansar.

Alejarse de él sería como quitarse la tranquilidad para darle paso a la pesadez en los hombro, pero Giancarlo está en una situación crítica y no puede permitirse incomodarle.

Asiente a la enfermera y se aleja, como si en vez de apagar el fuego, se estuviera incendiando.

Es el peligro de estar cerca de Giancarlo.

Angelina retrocede debido a la demanda de la enfermera y no es sólo por ella, sino por Benedetto que vuelve aparecer en la habitación para escoltarla fuera de lugar.

Angelina se gira para tratar de verlo, y se encuentra con la nada. Y mientras las puertas se cierran su semblante se congela por la distancia que ya tiene de Giancarlo.

“Cálmate. Debes calmarte…”

—La señorita necesita tomar un descanso —Benedetto ya tiene a tres mujeres en fila cuando Angelina se da cuenta—. Denle las mejores atenciones porque es la prometida del jefe.

—¡Prometida! —exclama una de ellas con un asombro oscuro y recibe un codazo por parte de otra—, lo lamento. Por supuesto, como diga el señor.

—Acompañela, por favor —Benedetto señala a las mujeres.

Para calmarse un poco, Angelina deja salir el vaho de su boca y da un paso hacia ellas para recibir de una vez el empujón delicado de las mujeres.

—No se preocupe, señorita. Aquí estamos para atenderla —otra habla con suavidad y amabilidad y Angelina cree que no es verdad: hasta los trabajores de su casa la trataba de manera irrespetuosa.

Su voz queda oculta por los murmullos de las tres mujeres. La llevan lejos del lugar en menos de un segundo.

Benedetto se da la vuelta y Marcelo todavía continúa en su sitio, sin apartar la vista de Angelina quien observa a las mujeres con cierta preocupacion y timidez.

—Eh —Benedetto chasquea los dedos enfrente de él—, cuidado, muchacho. Esa mujer —la señala con el pulgar detrás de él—, va a ser la esposa del jefe. Y que eso se te quede grabado.

Y Marcelo se relame los labios: él mismo se está condenando sólo.

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Han pasado dos días desde que ocurrió todo el caos.

Ahora Angelina está sentada en la habitación con los codos en las rodillas y mirando al suelo. Nadie ha dicho nada sobre recuperación de Giancarlo.

Ha salido tres veces de ésta habitación porque todavía quedan demasiadas cosas que arreglar comenzando que tiene detrás de ella todavía la huida de su boda.

Su familia.

Gabriel.

Su estadía en esta mansión.

Giancarlo…

Su propuesta de matrimonio…

Su familia no ha venido a la mansión de los Mancini a buscarla. Hay dos opciones: o no saben todavía o ni siquiera están al tanto que no está lejos de Florencia, ni de Italia y sigue todavía frente a ellos. Sabe lo que puede depararle si los De Santis se enteran lo que sucedió.

Que Giancarlo ahora esté en una silla de ruedas cambia por completo las reglas del juego. El jefe de la familia Mancini y la empresa más millonaria de toda la región de Toscana ha quedado vulnerable y eso traerá cuervos hambrientos de poder.

No deja de pensar una y otra vez en la propuesta de matrimonio. ¿Se casará? ¿Realmente se casará?

Angelina tiene un motivo más aparte de la libertad y sabe muy bien que debe cumplir ese objetivo porque los Mancini siguen siendo sus enemigos. Los De Santis ni los Mancinis conviven con civilización, siempre ocurre una desgracia cuando están juntos: y no hay duda ya de eso. Un De Santis y un Mancini juntos atraen hasta la misma muerte, y eso precisamente ha pasado.

Angelina tiene una misión aquí adentro. Casarse con Gabriel Mancini significaba cumplir algo que su abuela, la jefa de los De Santis, le había inculcado desde pequeña y era la razón del porqué la privó de su libertad.

La pregunta aquí es, ¿Cuál es ese secreto de Angelina? ¿Y realmente lo cumplirá estando en territorio enemigo?

No ha compartido una sola palabra con Aurora ni con las hermanas de Giancarlo, tampoco con los primos de Aurora.

Sólo con Benedetto y las tres mujeres que han estado con ella en todos momentos como si fuesen sus doncellas y ella la reina. Por supuesto que se siente incómoda.

Se levanta de golpe cuando alguien abre su puerta.

Es Issie, una de las mujeres.

—¡Señorita! —exclama Issie con una sonrisa—, ¡El señor ya puede hablar!

Angelina alza sus cejas en estado de sorpresa. Sigue a Issie de una vez pese a que las paredes de mármol de esta mansión la asfixian.

—Y quiere verla. Nada más pregunta por usted. Claro, y por la señorita Aurora.

Se le dificulta seguir caminando por las heridas en los pies pero no se para ni un segundo.

—¡Venga, señorita! —Issie tampoco se detiene y con su pequeña estatura se escabulle entre los enormes pasillos de este lugar hasta que llegan a la gigante puerta que Issie ha mencionando antes como la oficina principal de su señor Giancarlo.

Se detiene cuando los guardias de Giancarlo también están en ese lugar y hace contacto visual con Marcelo. Le sonríe con amabilidad y no quiere seguir esperando..¿Qué más esperar? Son horas llenas de muerte.

—¡La señorita Angelina!

Issie exclama y todos se hacen a un lado y es Benedetto quien le abre la puerta.

Angelina se toma de las manos y aunque no quiere averiguar si también están las hermanas y la hija de Giancarlo, sigue caminando dentro de la habitación.

Está iluminada sólo por la luz del gigante candelabro arriba de su cabeza y aunque busca entre toda las cosas dentro de ésta oficina, se adentra a la penumbra de la habitación.

Giancarlo sólo la ha hecho sentir adrenalina y miedo. Ahora se suma la preocupación.

—No te fuiste.

Pega un brinco ligero al oír el tono eco que puede ser fácilmente el rugido de una bestia.

Se gira a buscar su voz.

Angelina traga aire y se encamina hasta él.

Giancarlo, como lo esperaba, está en sillas de ruedas y observa tras el ventanal la vista que todavía no se ha dignado en averiguar si son tan hermosas como dice Issie.

El cuerpo corpulento de Giancarlo no se mueve de dónde está y como hacerlo si…su vida ha cambiado por completo.

—Por favor —Angelina pronuncia de una vez—, lo lamento tanto. Es mi culpa-

—No es culpa de nadie salvo mía —el severo tono de Giancarlo indican de una vez que lo dicho no se nombrará más de lo debido—. Tú te alejaste y yo fui tras de ti: he sido yo, Angelina. Nadie más.

No puede aceptar algo así y se acerca acortando la distancia que los separa.

—No es verdad. Si yo me hubiese casado con Gabriel esto nunca hubiese sucedido.

—No quiero que pronuncies ese nombre otra vez —y Giancarlo gira el rostro para finalmente colisionar sus ojos con los de ella..

Angelina tampoco quiere volver a mencionarlo en su vida.

—¿Cómo te sientes…? —y Angelina se arrodilla frente a él porque si hay algo que ha aprendido es que a la vida no debes pagarle con la misma moneda—, ¿Por qué no dijiste nada de tu recuperación en estos dos días?

Giancarlo no aparta los ojos de Angelina y es ahora quien baja la mirada.

—Dime algo, Angelina. Pero antes te diré que después de lo que sucedió no te dejaré a la deriva, pero necesito tener la aprobación de tus propios labios —Giancarlo mueve la silla de ruedas hacia su dirección y Angelina termina por colocar su mano en su pierna—, una palabra tuya hará que mi silencio sea eterno.

La saliva la siente seca porque sus ojos divisa los ojos de Giancarlo como si pudiese encontrar cualquier respuesta y a la vez un río inundando de incógnitas.

Angelina no dice nada.

Mueve su cabeza de arriba hacia abajo.

—Me prometiste libertad —Angelina dice—, dame lo que quiero y te daré lo que quieres.

—Me alegra que sepas que esto nos beneficia a ambos —Giancarlo observa la mano de Angelinas en su muslo y vuelve a verla—, te daré mis condiciones y lo que prometo lo cumplo.

—Giancarlo…

—El abogado ya viene para acá —y finalmente acaricia la mandíbula de Angelina con un toque asesino—, no hay vuelta atrás, Angelina. Una vez seas mía no serás de nadie.

Puede quejarse y decirle que así no son las cosas pero Angelina no parece intimidada por esto.

—No soy de tu propiedad. Sólo nos unirá un papel. Estás todavía débil, herido...no te has recuperado del todo —Angelina murmura, con ojos llenos de brillo.

—Una silla de ruedas no me detendrá —Giancarlo deja saber—, la debilidad es algo que no me permito sentir. Esto no es nada.

¿Qué tiene Giancarlo Mancini de hechizante para que sea una mujer completamente diferente?

—Esa hermosa boca tuya será tu castigo —la tensión entre ambos es algo inevitable.

Angelina no se dejará intimidar tan fácilmente pese a que hay una docena de gente esperando afuera.

Sin embargo, su mente queda eclipsaba cuando con la punta de los dedos Giancarlo le sube su barbilla

—¿De quién eres?

La voz de Giancarlo se adentra en cada rincón de su cuerpo.

—Giancarlo...

—¿De quién eres, Angelina?

La llama del fuego acalora sus sentidos, y puede saber que ésta tensión destruirá ciudades enteras, mundos enteros. No es normal. Y sabe muy bien que el poder que tiene Giancarlo la está consumiendo.

—Soy tuya…—murmura Angelina de rodillas frente a él.

Giancarlo acaricia sus labios con sus propios labios pero no se atreve a besarla. Si lo hace perderá por completo.

—¿De quién eres, Giancarlo?

Giancarlo abre los ojos cuando oye la pregunta de Angelina. Jamás hubjese esperado algo así y experimenta por primera vez lo que realmente es sentirse vivo.

Sus ojos viajan de sus labios hacia esos hermosos ojos que desde el primer momento lo han vuelto loco.

Giancarlo la jalonea hacia arriba y la sienta en sus piernas.

—Giancarlo, sigues estando herido. No puedes hacer esto.

Oliendo su cuello y haciendo a Angelina estremecerse por su toque, callandola de golpe, Giancarlo toma en un puño en el cabello de Angelina y guía sus ojos hacia él.

Ambos están perdidos.

—Soy completamente tuyo.

Comienzan a jugar con fuego: y el fuego los consumirá y los quemará por entero.

Y ni siquiera es el comienzo de esta batalla por el poder.

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