4. A su lado

—Calmese, no es mi intención armar una guerra. No estoy aquí como enemiga —Angelina alza las manos tratando de buscar la mirada de Aurora—, lo juro por Dios.

—No jures en vano —Isabella es la otra hermana de Giancarlo  y está cruzada de brazos—, mi hermano está en una situación crítica y has dicho que intentó protegerte. Todo esto se hubiese evitado entonces si…pues…todavía no sé porqué estabas en el mismo lugar que mi hermano. Y eso se lo vas a decir a la policia.

—Un momento —Angelina suelta de una vez con una impresión molesta—, el único culpable aqui es Gabriel porque me apuntó con una pistola. Es él a quien ustedes deben acusar-

—Gabriel es nuestro sobrino —Magdalena se acerca a Angelina con los ojos abiertos—, la única extraña aquí eres tú y si a mi hermano le ocurre algo, Angelina, yo no sé qué es lo que harás pero de que te hago pagar, lo hago. 

La respuesta de Angelina es interrumpida por la puerta de la habitación. Todos se giran a verlo y uno de los guardias es quien se dirige, inesperadamente, hacia Angelina. 

Lo ve acercarse hacia su oído.

—El señor Giancarlo  le pregunta si puede permitirsele que la llame su prometida. 

Los ojos azules de Angelina se abren una milésima de segundo y su corazón es demasiado frágil ahora mismo como para responder.

Sin embargo, con un severo alivio que aparece en sus ojos al saber que Giancarlo  está a salvo ni siquiera lo piensa.

Asiente con lentitud.

El guardia hace un gesto de afirmación y de repente dice a todos.

—El señor Mancini desea ver a su prometida la señora Angelina De Santis —se voltea a Angelina—, acompañeme, señorita. 

¿Se esperaba algo como esto? Por supuesto que no, y ni siquiera sabe cómo mirar a la gente alrededor porque su vida ha cambiado por completo en una sola noche. Mientras sus manos sudan y su mente repite las palabras de este hombre Angelina vuelve a cometer el error de quedarse muda tan sólo unos minutos antes de volver a oír.

—Y también la señorita Aurora —los ojos del nuevo guardia se dirigen a la joven ensimismada de la misma forma—, acompañeme por favor, sólo serán unos minutos. 

Aurora es la primera en dar los pasos hacia el guardia como si estuviera desesperada y nadie puede culparla. Angelina le sigue pese a que todo su cuerpo le dice que no se mueva ni siquiera un centímetro ya que la poca tranquilidad que “según” había acumulado en todas esas horas se esfuma con cada paso directo a la boca de lobo. 

Magdalena e Isabella se miran entre sí pero en silencio, observando la caminata de Angelina y de su sobrina tal cual fuese alguna escena de un espanto ya que ninguna se atreve a mencionar algo. 

Marcelo se toma de las manos en forma alerta y cuando las puertas se cierran se postra delante de la misma para custodiarla. 

Había imaginado un cuarto un poco recatado pero es totalmente lo contrario y se siente intimidada y de manera rápida Angelina se siente mucho peor cuando sigue en las mismas fachas. 

Dan cerca de las 3 de la mañana. 

Aurora ni siquiera la mira cuando se acercan a la cama en medio de la habitación. Se encuentran las dos enfermeras y el mismo guardia desconocido para ella mirando por las ventanas, todavía armado.

—No es recomendable que lo hagan hablar mucho. Sólo serán unas cuantas palabras…—la enfermera se quita el gorro y su cabello rizado cae a sus costados—, por favor —y señala la dirección hacia Giancarlo . 

No es la mejor manera de comenzar un nuevo día porque se entierra las uñas en sus palmas. Pero niega y da un paso hacia atrás.

—Ella debe ir —y Angelina se dirige hacia Aurora, mucho más taciturna y sin quitar la vista a su padre que postrado y en silencio sigue estando en la cama. Desde esa posición no puede ver con exactitud su rostro—, yo…esperaré.

La enfermera asiente y Aurora se lleva su cabello negro detrás de su oreja antes de encaminar diligente hacia su padre.

Mirarla más de lo que debe es imprudente y se aleja lo más que puede del lugar. La cachetada que le ha dado su nueva realidad todavía la aturde porque parece que apenas ha comenzado a vivir el día de hoy, desde que empujó lejos al escolta de Gabriel y escapó de su propia boda. 

Y se encuentra aquí, descalza, herida y con un vestido de novia hecho añicos y bañado en la sangre de su protector que tiene ojos de ser un verdugo.

Los sollozos de Aurora crean un nudo en su garganta que no es fácil de quitar y desea que nadie la haga hablar porque no podría durar ni una palabra y hablará como una tonta. 

—Las mujeres del servicio se harán cargo de usted cuando salgamos —la voz del guardia llega como un torbellino para sacarla de su propia mente.

No puede desaprovechar una oportunidad como esa.

—Gracias-

—Benedetto, señorita. Dígame Benedetto —responde el guardia. Benedetto es un hombre corpulento, sin cabello pero con una inmensa barba. Tan sólo ver produce amenaza pero Angelina puede darle una sonrisa.

—Gracias, Benedetto. 

Los sollozos vuelven a encasillarla en ésta pesadumbre que todavía no acaba y que no acabará porque la primera impresión que ha tenido, no duda ya, de la prima de Gabriel que nunca ha conocido, es de suma hostilidad. 

Aurora tiene los mismos ojos grises que su padre pero es mucho más baja que Angelina ya que Angelina es alta a comparación con las mujeres a su alrededor y baja la mirada para verla.

—De alguna manera tienes que quedarte en ésta familia. ¿No? —Aurora se quita la primera lágrima con una innata rabia—, con Gabriel o con mi papá. Pero te advierto que —Aurora estira uno de sus dedos para advertirle—, mi papá está ahí por tu culpa y jamás podré aceptar a una mujer que lo ha puesto en peligro.

—Señorita Aurora, la acompañaré —Benedetto habla de una vez tal cual fuese el timbre de una batalla para detenerla. 

Angelina no responde a las palabras de Aurora. Por el momento, tiene que mantener y llevar las cosas con calma. Y no espera escuchar otra cosa ya que, en menos de un segundo, Aurora se da la vuelta.

Angelina suelta el vaho como si se hubiese estado asfixiando y sus ojos se mueven de una vez al lugar donde la enfermera le está señalando.

—Sólo dos minutos.

Se quita la manta de sus hombros encaminandose con sólo unas zancadas que se sienten como mil millas, un pase a un mundo nuevo que se encontrará al traspasar las turbulencias.

Angelina aguanta la respiración cuando observa el rostro de Giancarlo . 

A simple vista parece tranquilo, en un profundo sueño. Las facciones de Giancarlo  es algo que puede observar por horas porque de ésta manera no parece el intimidante hombre que creyó que era. 

Las sábanas lisas y pulidas cubren desde la cintura para abajo. Se toma las manos con unos inmensos nervios, acerca las manos, y luego las aleja. No conoce a este hombre. Son desconocidos pero ahora parecen lo bastante cercanos como para la llame ahora su futura esposa. 

Una y otra vez su mente juega en su contra porque si se encuentra aquí, frente a él, suplicándole que le diga algo porque es lo bastante cobarde para mencionarle algo, solo es por ella. 

¿Qué hubiese pasado si no escapaba de la boda? ¿Qué hubiese ocurrido si Giancarlo  no la conseguía en esa autopista? ¿Qué hubiese sucedido si nisiquiera lo hubiese abrazado su cuello porque fue la única vez que se sintió protegida y alguien le demostraba interés? 

—No…

Las palabras se las traga cuando el murmullo llega a sus oídos ahora mismo como el único sonido que quiere oír. Se inclina hacia Giancarlo  para colocar la mano en su frente. 

—No hables. No hace falta. Aquí estoy, y yo…—las palabras exactas no las consigue; mirar a Giancarlo  de ésta forma es algo que creyó que soportaría.

Pero no lo soporta.

 ¿Por qué este hombre llegó a su vida para volverla un torbellino?

¿Y por qué no se aparta de él…?

Angelina baja su mano hacia la mejilla de Giancarlo .

—No digas nada, tienes que permanecer callado-

—No te vayas…

Con los ojos abiertos Angelina divisa el semblante de Giancarlo : las palabras se olvidan. 

Giancarlo  gira un poco rostro y apenas abre un ojo pero es lo único que necesita Angelina para darse cuenta que sabe que ya no tiene salida de esto.

—Por favor…no te vayas…quédate a mi lado.

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