—Calmese, no es mi intención armar una guerra. No estoy aquí como enemiga —Angelina alza las manos tratando de buscar la mirada de Aurora—, lo juro por Dios.
—No jures en vano —Isabella es la otra hermana de Giancarlo y está cruzada de brazos—, mi hermano está en una situación crítica y has dicho que intentó protegerte. Todo esto se hubiese evitado entonces si…pues…todavía no sé porqué estabas en el mismo lugar que mi hermano. Y eso se lo vas a decir a la policia.
—Un momento —Angelina suelta de una vez con una impresión molesta—, el único culpable aqui es Gabriel porque me apuntó con una pistola. Es él a quien ustedes deben acusar-
—Gabriel es nuestro sobrino —Magdalena se acerca a Angelina con los ojos abiertos—, la única extraña aquí eres tú y si a mi hermano le ocurre algo, Angelina, yo no sé qué es lo que harás pero de que te hago pagar, lo hago.
La respuesta de Angelina es interrumpida por la puerta de la habitación. Todos se giran a verlo y uno de los guardias es quien se dirige, inesperadamente, hacia Angelina.
Lo ve acercarse hacia su oído.
—El señor Giancarlo le pregunta si puede permitirsele que la llame su prometida.
Los ojos azules de Angelina se abren una milésima de segundo y su corazón es demasiado frágil ahora mismo como para responder.
Sin embargo, con un severo alivio que aparece en sus ojos al saber que Giancarlo está a salvo ni siquiera lo piensa.
Asiente con lentitud.
El guardia hace un gesto de afirmación y de repente dice a todos.
—El señor Mancini desea ver a su prometida la señora Angelina De Santis —se voltea a Angelina—, acompañeme, señorita.
¿Se esperaba algo como esto? Por supuesto que no, y ni siquiera sabe cómo mirar a la gente alrededor porque su vida ha cambiado por completo en una sola noche. Mientras sus manos sudan y su mente repite las palabras de este hombre Angelina vuelve a cometer el error de quedarse muda tan sólo unos minutos antes de volver a oír.
—Y también la señorita Aurora —los ojos del nuevo guardia se dirigen a la joven ensimismada de la misma forma—, acompañeme por favor, sólo serán unos minutos.
Aurora es la primera en dar los pasos hacia el guardia como si estuviera desesperada y nadie puede culparla. Angelina le sigue pese a que todo su cuerpo le dice que no se mueva ni siquiera un centímetro ya que la poca tranquilidad que “según” había acumulado en todas esas horas se esfuma con cada paso directo a la boca de lobo.
Magdalena e Isabella se miran entre sí pero en silencio, observando la caminata de Angelina y de su sobrina tal cual fuese alguna escena de un espanto ya que ninguna se atreve a mencionar algo.
Marcelo se toma de las manos en forma alerta y cuando las puertas se cierran se postra delante de la misma para custodiarla.
Había imaginado un cuarto un poco recatado pero es totalmente lo contrario y se siente intimidada y de manera rápida Angelina se siente mucho peor cuando sigue en las mismas fachas.
Dan cerca de las 3 de la mañana.
Aurora ni siquiera la mira cuando se acercan a la cama en medio de la habitación. Se encuentran las dos enfermeras y el mismo guardia desconocido para ella mirando por las ventanas, todavía armado.
—No es recomendable que lo hagan hablar mucho. Sólo serán unas cuantas palabras…—la enfermera se quita el gorro y su cabello rizado cae a sus costados—, por favor —y señala la dirección hacia Giancarlo .
No es la mejor manera de comenzar un nuevo día porque se entierra las uñas en sus palmas. Pero niega y da un paso hacia atrás.
—Ella debe ir —y Angelina se dirige hacia Aurora, mucho más taciturna y sin quitar la vista a su padre que postrado y en silencio sigue estando en la cama. Desde esa posición no puede ver con exactitud su rostro—, yo…esperaré.
La enfermera asiente y Aurora se lleva su cabello negro detrás de su oreja antes de encaminar diligente hacia su padre.
Mirarla más de lo que debe es imprudente y se aleja lo más que puede del lugar. La cachetada que le ha dado su nueva realidad todavía la aturde porque parece que apenas ha comenzado a vivir el día de hoy, desde que empujó lejos al escolta de Gabriel y escapó de su propia boda.
Y se encuentra aquí, descalza, herida y con un vestido de novia hecho añicos y bañado en la sangre de su protector que tiene ojos de ser un verdugo.
Los sollozos de Aurora crean un nudo en su garganta que no es fácil de quitar y desea que nadie la haga hablar porque no podría durar ni una palabra y hablará como una tonta.
—Las mujeres del servicio se harán cargo de usted cuando salgamos —la voz del guardia llega como un torbellino para sacarla de su propia mente.
No puede desaprovechar una oportunidad como esa.
—Gracias-
—Benedetto, señorita. Dígame Benedetto —responde el guardia. Benedetto es un hombre corpulento, sin cabello pero con una inmensa barba. Tan sólo ver produce amenaza pero Angelina puede darle una sonrisa.
—Gracias, Benedetto.
Los sollozos vuelven a encasillarla en ésta pesadumbre que todavía no acaba y que no acabará porque la primera impresión que ha tenido, no duda ya, de la prima de Gabriel que nunca ha conocido, es de suma hostilidad.
Aurora tiene los mismos ojos grises que su padre pero es mucho más baja que Angelina ya que Angelina es alta a comparación con las mujeres a su alrededor y baja la mirada para verla.
—De alguna manera tienes que quedarte en ésta familia. ¿No? —Aurora se quita la primera lágrima con una innata rabia—, con Gabriel o con mi papá. Pero te advierto que —Aurora estira uno de sus dedos para advertirle—, mi papá está ahí por tu culpa y jamás podré aceptar a una mujer que lo ha puesto en peligro.
—Señorita Aurora, la acompañaré —Benedetto habla de una vez tal cual fuese el timbre de una batalla para detenerla.
Angelina no responde a las palabras de Aurora. Por el momento, tiene que mantener y llevar las cosas con calma. Y no espera escuchar otra cosa ya que, en menos de un segundo, Aurora se da la vuelta.
Angelina suelta el vaho como si se hubiese estado asfixiando y sus ojos se mueven de una vez al lugar donde la enfermera le está señalando.
—Sólo dos minutos.
Se quita la manta de sus hombros encaminandose con sólo unas zancadas que se sienten como mil millas, un pase a un mundo nuevo que se encontrará al traspasar las turbulencias.
Angelina aguanta la respiración cuando observa el rostro de Giancarlo .
A simple vista parece tranquilo, en un profundo sueño. Las facciones de Giancarlo es algo que puede observar por horas porque de ésta manera no parece el intimidante hombre que creyó que era.
Las sábanas lisas y pulidas cubren desde la cintura para abajo. Se toma las manos con unos inmensos nervios, acerca las manos, y luego las aleja. No conoce a este hombre. Son desconocidos pero ahora parecen lo bastante cercanos como para la llame ahora su futura esposa.
Una y otra vez su mente juega en su contra porque si se encuentra aquí, frente a él, suplicándole que le diga algo porque es lo bastante cobarde para mencionarle algo, solo es por ella.
¿Qué hubiese pasado si no escapaba de la boda? ¿Qué hubiese ocurrido si Giancarlo no la conseguía en esa autopista? ¿Qué hubiese sucedido si nisiquiera lo hubiese abrazado su cuello porque fue la única vez que se sintió protegida y alguien le demostraba interés?
—No…
Las palabras se las traga cuando el murmullo llega a sus oídos ahora mismo como el único sonido que quiere oír. Se inclina hacia Giancarlo para colocar la mano en su frente.
—No hables. No hace falta. Aquí estoy, y yo…—las palabras exactas no las consigue; mirar a Giancarlo de ésta forma es algo que creyó que soportaría.
Pero no lo soporta.
¿Por qué este hombre llegó a su vida para volverla un torbellino?
¿Y por qué no se aparta de él…?
Angelina baja su mano hacia la mejilla de Giancarlo .
—No digas nada, tienes que permanecer callado-
—No te vayas…
Con los ojos abiertos Angelina divisa el semblante de Giancarlo : las palabras se olvidan.
Giancarlo gira un poco rostro y apenas abre un ojo pero es lo único que necesita Angelina para darse cuenta que sabe que ya no tiene salida de esto.
—Por favor…no te vayas…quédate a mi lado.
Hay algo en los ojos de Giancarlo que la dejan sin aliento. La neblina en sus ojos le dicen que debe mantenerse alejada de él para no mancharlo con sus lágrimas. —No me iré —responde—, lo prometo, me quedaré. Tienes…—y vuelve a tocar su frente y luego su mejilla—, tienes que recuperarte, ¿De acuerdo? —Señorita —la enfermera llama detrás de su espalda—, el señor Mancini debe descansar. Alejarse de él sería como quitarse la tranquilidad para darle paso a la pesadez en los hombro, pero Giancarlo está en una situación crítica y no puede permitirse incomodarle. Asiente a la enfermera y se aleja, como si en vez de apagar el fuego, se estuviera incendiando. Es el peligro de estar cerca de Giancarlo. Angelina retrocede debido a la demanda de la enfermera y no es sólo por ella, sino por Benedetto que vuelve aparecer en la habitación para escoltarla fuera de lugar. Angelina se gira para tratar de verlo, y se encuentra con la nada. Y mientras las puertas se cierran su semblante se congela
La tensión es una bola de fuego que en cualquier momento incendiará todo a su paso. Necesita alejarse lo más que pueda de éste hombre que sólo emana poder, arrogancia, tentación y control. Algo que incita al peor de los pecados y una vez presa no volverá a ser igual. El problema aquí y ahora es que ya no lo es. El rostro a centímetros, la distancia de sus labios a sólo unos pasos y el calor de su cuerpo bajo su toque no es más que hechizante, pero si está en estos momentos frente a éste hombre no es más por ella misma: Giancarlo es el enemigo que debe destruir. Los dos toques de la puerta rompen el embrujo donde se había sumergido por varios segundos. Sólo basta oír otra vez el llamado a la puerta para separarse de Giancarlo, arreglar su vestido y aparentar total normalidad. —Lo que quieres es libertad —Giancarlo busca otro tabaco para encender. Luego deja caer el fuego que luego surge desde sus labios. Fácilmente Angelina puede confundirlo con el diablo—. ¿Es un trato?Y una vez
¿¡Cómo es capaz de no morir ahora?! Gabriel la tiene acorralada de repente y todo su pensamiento se eclipsa y se marcha de su mente. En el momento no sabe qué hacer porque su mente está tratando de no dejarla sola ahora ya que todo es repentino, sin dejarle la posibilidad de pensar.—Lo que me hiciste no tiene perdón ni de Dios —Gabriel la acorrala contra la columna sin dejar de apretar su muñeca—, soy la burla de la ciudad y del pueblo también. Lo que me hiciste —Gabriel actúa bajo los efectos de la rabia y es demasiado peligroso entablar una conversación teniéndolo de ésta manera—, lo vas a pagar muy caro.—¡Señor Gabriel! —grita Issie tomándose el rostro con horror al observar la escena.—Suéltame —Angelina clava sus uñas en los nudillos de Gabriel—, suéltame, Gabriel. O no respondo. Quítame las manos de encima —exige Angelina de inmediato—, ¿Quién te crees que eres para tratarme de esta forma? ¡Suéltame!—Quién diría que estabas esperando sacar las garras, pero sentenciaste tu pr
El grito que suelta Angelina repercute en todo el salón. No puede creer lo que ha sucedido. Gabriel disparó. Lo hizo. Y con eso el alma de Angelina salió de su alma pero el único motivo por sentirse que se ha quedado sin alma es porque la bala soltó pedazos de la columna a la izquierda, dejando un rastro del monolito tirado en la costosa cerámica. La maniobra de Giancarlo los aturdió tanto a Gabriel y a Angelina ya que Giancarlo giró el arma mucho antes de que Gabriel tirará de ella y también se la arrebató de sus manos antes de un parpadeo. Pero el disparo fue inevitable y el susto lo causó debido a la rapidez de los movimientos. ¿Qué carajos acaba de pasar?—No puedo creer esto —Isabella se pone sus uñas en el puente de su nariz. Angelina está demasiado petrificada para decir algo más y lo más probable es que no pueda hablar porque ésta situación se le ha salido de las manos. Sus piernas flaquean pero aún así observa a Giancarlo. Siempre es lo mismo con él porque aparenta e
Difícil es mantenerse de pie cuando la última persona en el mundo que había pensado que aparecería está frente a sus ojos.Genoveva De Santis es la primogénita de su abuela, y si su madre está aquí luego de todo lo que sucedió es porque algo tiene qué decir. ¿Sabrá lo de Giancarlo? ¿Sabe de su futuro matrimonio?—Madre —pronuncia entonces Angelina dándose la vuelta hacia ella—, ¿Cómo es posible que estés aquí?Genoveva observa a su hija con una afilada mirada que Angelina es incapaz de sostener y aparta el rostro para poder cesar sus mejillas rojas por la impresión.—¿Qué es lo que estabas pensando? —aún así su madre da pasos hacia ella. Nota a los escoltas, dos de ellos que están custodiando la seguridad de Genoveva. Madre e hija vuelven a verse—, no sabes…cómo está la reputación de los De Santis después de tu extraordinaria decisión —Genoveva lleva uñas rojas y un bolso de mano plateado y con una de sus uñas agarra la barbilla de Angelina—, ¿En qué pensabas? —está lo bastante cerca
Ahora que están unidos como marido y mujer las cosas han cambiado. Si Giancarlo acaricia su pierna es debido a la tensión que no pueden ocultar, pero no van a dejarse caer tan fácilmente. Aún recuerda las palabras de su madre “Mantente casta.” ¿No tocar a ningún hombre? ¿Qué es lo que hará ahora que tiene un esposo que es la tentación vuelta unos ojos, unos labios, un cuerpo mismo? No negará que desde que vio a Giancarlo meses atrás por primera vez hubo cierto destello dentro de ella que nunca antes había sentido. Nunca ha estado con un hombre como para experimentar de lleno lo que es entregarse a uno, y sentir esas sensaciones son demasiado nuevas para ella, y Giancarlo ha sido éste hombre que ha despertado una instigación a lo desconocido. Giancarlo emana poder, misterio y un estímulo indescriptible que tiene que guardarse para sí misma porque sigue siendo un Mancini. Ni siquiera lo piensa cuando coloca su palma en su pecho, y es clara la tensión sexual entre ellos pero ninguno es
Angelina se atraganta con el desayuno que se lleva a la boca cuando el nombre de su abuela aparece, arruinando su paz por completo. El escalofrío que la recorre de pies a cabeza la mantiene en blanco unos solos segundos y se levanta de la silla sin quitarle los ojos a Ruby, quien también la observa con un deje de pánico. Aunque quiere con todas sus fuerzas negar ésta petición de su abuela, lo más probable es que no pueda porque si hay algo a lo que ha temido toda su vida, esa es Damiana De Santis.Necesita aparentar tranquilidad, y eso es lo que hará de ahora en adelante porque ya es una mujer casada, y peor: casada con un Mancini.—Señora…—Yo la atenderé. ¿En dónde está? —Angelina se alisa su vestido a la medida ceñido a sus curvas. Lleva su cabello negro caído como cascada en su hombro y un maquillaje que resalta sus enigmáticos ojos azules. Vestirse así siempre siempre fue idea de su abuela.—Ya está esperando por usted, señora —Ruby le señala el pasillo. Angelina comienza a mo
—¿Por qué me haces esto…?La voz ahogada de Angelina está lejos de tranquilizarse. Un sollozo y una súplica mezclada con rabia. Su mejilla sigue enrojecida y suda frío porque la mirada fija de Damiana en ella es como si le diera el permiso para que lea sus pensamientos: sin escapatoria.—¿Ya se te olvidó lo que le hicieron a tu abuelo? —conoce perfectamente la historia contada de ambas familias. Los De Santis y los Mancini vivieron una época donde dentro de sus familias sólo había sangre, odio y soberbia por el poder. Y en esas batallas por mantenerse en el poder, su abuelo salió perjudicado. Es increíble que Damiana siga diciéndoselo una y otra vez, como si tuviese que saberlo para poder respirar—, hay que hacerles creer que la tregua ya está hecha: pero lo que nos hicieron no se borrará tan fácilmente —y Damiana se toma de las manos con aires solemne y vuelve a mirar a Angelina de la misma forma que en todos estos años: sin una pizca de amor, sólo indiferencia—, se hará una fiesta d