Avanzo por el pasillo de la casa de reposo y ya es costumbre que me vean recorrerlos.
Con un gesto saludo a las enfermeras a cargo del lugar. Las cuales, como siempre, me reciben con una sonrisa amable.
Cuando llego a mi destino abro la puerta despacio.
La consigo sentada en su silla de ruedas, mirando a través de la ventana con gesto sereno.
Voltea hacía a mí cuando escucha que cierro la puerta.
—Hola —digo con una sonrisa — ¿Cómo estás?
Me acerco hasta estar frente a ella y me pongo de cuclillas.
—Muy bien —me dice con una sonrisa.
Pero sus ojos no me engañan.
— ¿Cuándo podré irme de aquí? —mira detrás de mí — Las enfermeras no me dejan salir cuando quiero—bufa sin dejarme hablar—Sam, sácame de aquí.
Retengo las lágrimas cuando escucho sus palabras.
Leila es mi hermana menor y está en sillas de ruedas.
—Sabes que no puedo sacarte de aquí— susurro—Ellos están cualificados para poder cuidar de ti.
Alarga la mano y limpia una lágrima traidora que rueda por mi mejilla.
—Lo sé, y me siento culpable de que tengas que cargar conmigo.
Niego sin poder articular palabras.
Sus ojos marrones me estudian, su cabello oscuro está en una trenza, miro sus manos y sonrió al ver sus uñas pintadas de rosa.
Ella las ama.
No podría ser de otra manera. La condición de Leila es permanente, ella necesita cuidados específicos.
Acaricia mi cabello oscuro y su sonrisa es genuina.
—Te dije que el castaño te quedaría perfecto—dice—se parece a los de mamá.
Un toque en la puerta irrumpe y una de las enfermeras asoma su cabeza.
—¿Todo bien?
—Así es—susurro sin apartar la vista de enfrente.
—Es tu hora de dar un paseo, Leila—anuncia la enfermera.
—Tengo una cita con el viejo Steven —susurra refiriéndose a otro de los internos en la casa de reposo —¿Puedes venir luego?
Asiento.
—Sabes que lo hago—me inclino y dejo un beso en su frente—Te amo, Leila—susurro.
Ella me da una mirada suave, pero la enfermera la aúpa a salir.
Me quedo de pie en medio de la habitación. Respiro profundo y guardar las lágrimas para la almohada.
—Señorita, Holmes —Volteo para encontrar a otra de las enfermeras— La directora quiere hablar con usted.
—Iré enseguida—replico.
Ella asiente dejándome sola.
Me acerco a la cómoda y de mi bolso, saco un paquete de sus dulces favoritos.
Satisfecha, salgo de la habitación en busca de la directora de la casa de reposo. Sé de qué quiere hablar.
Es sobre las mensualidades atrasadas.
Hace un par de meses perdí mi trabajo y la verdad, estoy sin una blanca. Todo ha ido para cubrir las necesidades de mi hermana que sufrió un accidente de tráfico donde perdimos a nuestros padres y ella quedó en esa m*****a silla de ruedas.
Hace un año que está en la casa de reposo, luego de que sufriera un accidente en casa mientras yo estaba trabajando.
La recomendación médica fue que, este lugar sería el indicado. Al principio podía costearlo. Pero, hace un par de meses perdí mi trabajo como traductora en una editorial porque no quise abrirme de peinas con mi jefe. Un maldito misógino de m****a que cree que las mujeres, solo servimos para complacer al gremio masculino.
Niego alejando los pensamientos de esa basura cuando llego a la oficina principal.
Toco y de inmediato una voz femenina me invita a pasar.
Alison es la doctora encargada del lugar. La mujer de mediana edad está sentada detrás de su escritorio.
—Hola, Alison.
—Samantha —saluda haciendo un gesto a la silla frente a ella— ¿Cómo encontraste a tu hermana?
—Es un día bueno —confieso.
—Sí. Las crisis han disminuido. Pero, sabes que son solo de manera temporal.
—Lo tengo claro.
Leila también había desarrollado depresión y sufría convulsiones.
—Y también, espero que tengas claro que el segundo mes ya se venció y se me está haciendo imposible cubrirte— mira un papel sobre el escritorio— Son siete mil dólares.
Como si pudiera olvidarlo.
La clínica es la mejor de la ciudad y, también, la más costosa.
—Solo dame este mes y te juro que podré cubrir todo sin problemas.
—Me sabe mal —niega— Pero, sabes que solo soy la encargada. Puedo ayudarte solo por este mes, pero si no has consignado al menos la mitad en unos días, tendré que desalojar a tu hermana.
—Lo entiendo—me pongo de pie—Lo tendrás —aseguro con firmeza.
Asiente.
Sin más salgo de su oficina y paso por el jardín para despedirme de Leila que está junto a uno de los bancos tomando el sol.
Cuando me despido de ella, apenas veo como le afecta mi partida. Eso me rompe más el corazón.
Voy camino al autobús cuando mi móvil suena.
Me detengo y hago una mueca cuando veo el número de Laura.
La mujer dirige un negocio de damas de compañía de elite. La conocí en el gimnasio del que soy recepcionista ahora, e insistió en reclutarme para su negocio.
Después de mucho hablar conmigo, me convenció de que le diera una fotografía mía y como la curiosidad es más fuerte que la prudencia.
Se la di.
He escuchado que las mujeres ganan bien y que, solo son una empresa que atiende a hombres adinerados que, están solos y quieren presumir de belleza.
Me dejo claro que hay dos tipos de contratos.
Uno, donde los servicios son completos y otro. En el que, el sexo no está incluido.
Prefiero ser parte del segundo grupo si voy a intentarlo.
Patricia, una de las mujeres que ya tiene tiempo ahí. Me dijo que, aunque ganaré un poco menos, a diferencia de las que si aceptan el sexo dentro del contrato. Será buen dinero.
—Laura—respondo.
—Necesito que vayas a una dirección esta noche—dice sin rodeos.
—¿En, serio?
—Muy en serio, cariño. El cliente quiere conocerte y está dispuesto a pagar por un buen tiempo si le pareces adecuada.
Está sucediendo.
¿De verdad quiero hacer esto?
—Laura…
—No me salgas con que no—susurra—El hombre es importante y si no le cumplo, puede que sea mi última oportunidad con él —anuncia—llevo tiempo queriendo captarlo como cliente.
—Le informaste que mi contrato no incluye el sexo.
—Sí. Y está de acuerdo con eso. Así que, mueve tu lindo trasero a casa. Ponte regia y sube al coche que te voy a enviar.
—Está bien—susurro.
—Por cierto, te llamas Pamela.
—Si consigo el contrato, quiero un adelanto.
—Sabes que no trabajamos así—me espeta—Cuando la mitad del tiempo pase, recibes el cuarenta por ciento. Al finalizar, el resto—escucho mucho ruido al fondo antes de que se aclare la garganta—Dime, si estás preparada para esto ahora, Sam.
No tengo mucho de donde escoger. Necesito dinero rápido y si tengo que vender mi alma al diablo para mantener a mi hermana en la clínica, lo haré.
—Envíame los datos del cliente.
—¡Esa es mi chica! —exclama. —Ten por seguro que no te vas a arrepentir.
Con eso cuelga la llamada.
—Eso espero—susurro.
El camino a mi pequeño departamento es tedioso, ya que está muy retirado del centro.
Cuando llego, me voy de inmediato a la ducha y me preparo para la cita. Me hago un maquillaje elaborado, resalto mis ojos marrones y aliso mis rizos dejando caer mi cabello castaño sobre mi espalda.
Busco en mi armario algo que pueda ponerme y encuentro un vestido escote en V, color negro, por encima de mis rodillas. Sandalias de tiras estilo gladiador y, por último, roció un poco de perfume.
Me tomo una fotografía y se la envío a Laura a petición de esta para dar su visto bueno.
Segundos después, un emoticón de aprobación me llega.
Seguido de un mensaje.
Mi conductor ya está abajo.
Tomo mi bolso de mano y salgo del departamento de concepto abierto.
Es pequeño, pero es suficiente para mí.
Cuando bajo, Afuera, en el portal del edificio, me espera un conductor.
—Señorita, Pamela.
—Buenas noches—respondo como si fuese mi verdadero nombre.
Debo acostumbrarme a él. Cuando emprendemos el viaje, tomo mi móvil y reviso lo que Laura me ha enviado del cliente.
No hay fotografía, pero dice que se llama Renzo Vitale y es el director general de grupo Vitale. La cadena hotelera.
Perfecto.
Mi primer cliente es un rabo verde más, que solo quiere exhibirse con una mujer joven del brazo.
Mi respiración se hace rápida y tengo que centrarme en otra casa para no entrar en pánico.
¿En qué momento mi camino se torció tanto, hasta llegar a esto?
Cierro los ojos y pienso solo en porque lo hago.
—Ya estamos aquí.
Abro los ojos cuando nos detenemos afuera de un enorme y lujoso edificio en Brickell.
La puerta es abierta por un hombre de traje.
—El señor Vitale la espera—dice en tono plano.
Suelto el aire y bajo del coche.
Con curiosidad lo sigo al interior del edificio. El hombre del vestíbulo me da una mirada sabedora, la cual ignoro. El hombre se detiene en frente a un elevador y me hace un esto para que entre.
Lo hago y cuando supongo que va a subir conmigo, este solo asiente antes de que las puertas se cierren.
—Vamos Sam. Tú puedes hacerlo, no eres una mujer que se achica ante los demás—me digo mientras el elevador sube.
¿Si el hombre quiere pasarse de listo?
No soy una prostituta
Entonces, ¿Qué soy?
Una dama de compañía.
¿No es lo mismo?
¡Joder!
Las puertas del elevador se abren y frente a mí, hay un vestíbulo. Las puertas dobles del ático están abiertas.
Me obligó a poner un pie delante de mí y entrar al lugar.
El mismo es impresionante con vistas a la bahía de Biscayne. Todo el lugar está bordeado por cristal del piso al techo. Se siente un poco austero. Pero al mismo tiempo, impresionante.
Las notas del Jazz se escuchan al fondo del lugar. La música suave me relaja al tiempo que me detengo en medio del salón.
—Buenas noches.
La voz a mi espalda, ronca y varonil. Envía escalofríos a mi cuerpo.
—Buenas noches.
Replico al tiempo que me doy la vuelta con toda la elegancia que puedo y me quedo sorprendida, cuando en vez de encontrarme a un hombre mayor. Me encuentro con alguien joven.
Tiene el cabello y ojos negros. Los cuales contrastan con su piel olivácea. Su mandíbula es cuadrada y sus facciones son duras.
Viste una camisa blanca con las mangas, dobladas a la altura de sus antebrazos, pantalones y zapatos de vestir.
—¿Ya terminaste la inspección?
Salgo de mi letargo cuando lo escucho.
—¿Disculpe?
—Que, si ya me has repasado lo suficiente.
Le doy una sonrisa descarada.
—Acaso, ¿Tú no hiciste lo mismo? Por algo estoy aquí—ladeo la cabeza. E intento mostrar una seguridad que estoy lejos de sentir.
Da un paso al frente.
—Renzo Vitale.
—Pamela.
Me estrecha la mano de forma delicada.
Muy al contraste con su postura dura.
—Pamela —repite antes de negar con una sonrisa sarcástica—No lo creo.
—¿Qué no cree, señor Vitale? —inquiero cuando me libera y avanza por el lugar.
Se sirve un vaso de lo que parece ser brandy y sorbe antes de darse la vuelta.
—Sé que usan nombres falsos—no digo nada—Quiero tu verdadero nombre.
—Eso no está en el contrato.
Chasquea los labios.
—Verás. Tengo un nuevo contrato que quiero discutir contigo.
Arqueo una ceja.
—Verá, señor Vitale. —Repito con ironía —No soy lo que usted cree.
—Yo no creo nada—dice en tono serio.
Sirve otro vaso y camina hasta mí para tenderme el mismo.
—Te contrate, porque necesito una persona que vaya conmigo a la casa de mis padres.
—Eso es muy retorcido—me burlo.
Sorbo de la bebida.
Efectivamente, es brandy.
—Puede ponerse más retorcido—replica con una sonrisa de bribón—¿Cuánto quieres por fingir ser mi esposa?
Abro los ojos.
—Usted quiere que yo finja, ¿Qué?
Creo que tengo problemas de audición.No, tal vez estoy en una dimensión desconocida.Él, en realidad, ¿está pidiendo que yo finja ser su esposa?¡Esto es de locos!Da un paso atrás con gesto serio.—Lo que has escuchado. Quiero que finjas ser mi esposa en frente de mi familia —dice sacándome de mi letargo.—Lo siento, pero se ha confundido de Servicio.Dejo el vaso con la bebida en la mesa junto al sofá.—Permiso.—Diez mil dólares —anuncia y me detengo en seco —Diez mil dólares, te voy a pagar si aceptas. Solo para ti. Laura no tendría que enterarse de nuestro negocio.Me doy la vuelta con los ojos entrecerrados.—Nadie da esa cantidad así. Sin más.—Entonces, entiendes que es una emergencia real.— ¿Acaso no puede encontrar a una esposa de manera tradicional? —Mi tono desborda algo de ironía.Se ríe.Una risa vacía, carente de humor.Clava sus ojos en los míos y no me permito amilanarme.—¿Qué te hace suponer que es lo que quiero? —niega —Pero, si no está interesada, puedes irte —s
Llego a mi departamento sin creer lo que ha sucedido esta noche.¿De verdad he firmado un acuerdo con ese mamón insufrible?Sí.Me pongo el pijama y me desmaquillo antes de meterme a la cama.Sé que me voy a meter en una enorme mentira. Pero, qué más da.Renzo es el que debe pensar en su familia.—Idiota —susurro metiéndome a la cama.Lo que tiene de guapo, lo tiene de imbécil.⭐⭐⭐⭐Han pasado tres días desde mi encuentro con Renzo Vitale.Y, esta mañana, aparecieron cinco mil dólares en mi cuenta bancaria. Al principio, creí que estaba alucinando, pero luego de verificar de nuevo. Ahí estaba.Al parecer, Renzo Vitale tiene palabra.Es por eso que. Ahora estoy en la clínica de retiro para pagar ese monto.La mañana siguiente del episodio, en casa de Renzo, recibí la llamada de Laura. Al parecer, el hombre la llamo para decirle lo satisfecho que había quedado con mi compañía.Pendejo.Por lo menos ha cumplido con su parte del trato. Ahora, solo tengo que pagar parte de la deuda.Alison
De pie, en medio de mi habitación, miro alrededor mientras intento pensar que más guardar en la maleta.Se supone que hoy debo ir a la casa de Renzo.Había pasado el domingo con mi hermana y estaba tranquila. Así que, me iría sintiéndome más segura.Esta mañana, cuando me levante, tenía un mensaje de donde me decía que debía estar en su casa antes de mediodía.¡Lo envió a las seis!¿Es que no duerme?Niego.Termino de hacer mi maleta y salgo de mi pequeño departamento, no sin antes asegurarme que todo está en orden.Una vez en la calle, tomo un taxi.—Aquí vamos, Sam —susurro cuando el taxi se incorpora al tráfico de Miami.Le había pedido a Adrián estos días y, me dijo que, si los tomaba, dejaba claro que estaba renunciando al trabajo.Sin embargo, ya había pagado los cinco mil dólares que Renzo me había depositado.Así que, no era como que, tenía que decidir.Otra cosa que sucedió, fue la llamada que recibí de Laura, muy feliz porque Renzo Vitale había pagado por dos semanas más. Al
El tráfico de la ciudad no colabora con los nervios que siento.Sentada en la parte trasera del auto de Renzo, miro a través de la ventanilla y reprimo un bostezo.Había pasado la noche casi en vela.Y, durante el desayuno, el cual, por cierto, tome a solas. No podía dejar de pensar en lo que estamos a punto de hacer.Suspiro.Una mano se posa en mi rodilla encima de mis vaqueros y detiene el movimiento rítmico de la misma.Volteo para encontrarme con Renzo que, tiene la vista en su móvil.— Podrías relajarte— espeta, en tono serio.— Es tan fácil para ti hacer esto, ¿No?Suspira con irritación y baja el móvil.— ¿Crees que es lo que quiero hacer? — murmura.Deja mi rodilla y toma la mano donde descansan los anillos que me pude antes de salir.— Esto, lo hago por mi hermana. — Continúa— Si mi familia se entera de la verdad, estaré perdido. Así que, más te vale fingir muy bien y no cometer ningún error, Sam. Porque si ellos ven una fisura en nuestro matrimonio, seré lo peor que te ha p
Dieciséis horas Después, aterrizamos en el aeropuerto internacional de Palermo.¿Fue un vuelo difícil?Sí. Sobre todo, cuando Renzo se acostó junto a mí, para dormir un poco.Flashback.—¿Qué estás haciendo? — inquiero, sentándome en la cama.Renzo, está acostado junto a mí y tiene los ojos cerrados.—No jodas, Sam. Estoy cansado y quiero dormir un poco.—No jodas, ¡Tú! — siseo.—Tienes dos opciones — dice en voz baja. —Duermes aquí sin preocuparte de que vaya a asaltarte, o te vas al frente y duermes en uno de los asientos del avión. No tengo problema.Resoplo.—Eres un pendejo arrogante ¿Lo sabías?Abre los ojos y me mira con gesto serio.—Tú. Una maldita arpía.Abro la boca indignada.—Duérmete.Con eso, me da la espalda.Resoplo.Desgraciado, insufrible.Miro de la cama a la puerta.¡Mierda!Me acuesto y me cubro con la colcha.Ignoro el hecho de que Renzo está junto a mí y me rindo al sueño.Un par de horas después, abro los ojos con lentitud, solo para encontrarme restringida.
No sé qué encontrare en este lugar. Pero de algo estoy segura.Si son como Renzo no tendré una estadía agradable.Ahora es que empiezo a sentir la presión y una parte de mi quiere correr, desaparecer.«Es un poco tarde para eso.»Mi subconsciente asoma su fea cara.«Lo hacemos por Leila. »Suspiro y continuo.Los nervios me están comiendo viva mientras entramos a la casa donde esperan a Renzo.La mano de este, me da un ligero apretón.Miro su rostro y una máscara de serenidad cubre la misma.Delante de nosotros, Bianca parlotea sobre una noche de chicas y no sé qué otras cosas que, en realidad, no estoy escuchando porque mi mirada se centra al frente del salón donde hay varias personas reunidas.—Buenos días, familia —espeta Renzo en tono animado.En el salón hay tres personas esperando.Un hombre mayor, junto a uno mucho más joven y una mujer.El primero es alto y de aspecto algo atemorizante. Su cabello negro está salpicado de blanco y sus facciones son duras, resaltando sus ojos ma
POV RENZO.Sabía que esto sería algo difícil.Conozco a mi familia. Pero, esto es una absoluta mierda.En mi mundo, había visualizado que mis padres estarían saltando en un pie, al saber que su descarriado hijo les había dado lo que querían.Me felicitarían y se olvidarían de mí, para darle paso a mi hermana y sus futuras nupcias.No podría estar más lejos de la realidad.—¿De verdad, Renzo? Tú no haces nada a medias —espeta mi madre desde la cama.A su lado, Bianca rueda los ojos y mi padre tiene un gesto serio.Ninguno estaba feliz de que su primogénito había, al fin, a “sentado cabeza” y era un hombre felizmente casado.Si no espabilo, la mujer en la otra habitación me cota el escroto.Es una fiera. Y realmente me divierte nuestros encontronazos que son… entretenidos.Suspiro y me centro en el aquí y ahora.Miro a mi familia.—Es tan difícil entender que, es lo que quería —digo en un tono sereno.El cual está lejos de reflejar lo que siento.Mi madre me clava la mirada y me niego a
Sentada en la mesa junto a la familia de Renzo. Es imposible imaginar que solo unos minutos atrás, estaba pegada a los labios del mismo mientras me movía sobre él en busca de su toque.¿Qué verdad?Se supone que el hombre me parece un ser nefasto.Pero no, ahí estaba yo, encima del hombre y casi rogando para que me tomara.Niego y sorbo de la copa que hay frente a mí.—Cariño.La palabra proveniente de los labios de Renzo me pone en alerta.—¿Sí? —lo miro, regresando los pies a la tierra y alejando el pensamiento de lo ocurrido antes.Sus ojos oscuros me miran.—Mamma, desea saber si no tendrías inconveniente para que nos organice una reunión con amigo antes del cumpleaños de mi padre. —Mira al frente —No queremos restar protagonismo al festejado.Las risas llenan la mesa.El almuerzo ha sido ameno y todo lo que han servido ha estado a la altura.De hecho, antes no había comido una sopa minestrone que supiera tan bien.—¿Sam? — Renzo murmura.Miro a la mujer que se supone es mi suegra