De pie, en medio de mi habitación, miro alrededor mientras intento pensar que más guardar en la maleta.
Se supone que hoy debo ir a la casa de Renzo.
Había pasado el domingo con mi hermana y estaba tranquila. Así que, me iría sintiéndome más segura.
Esta mañana, cuando me levante, tenía un mensaje de donde me decía que debía estar en su casa antes de mediodía.
¡Lo envió a las seis!
¿Es que no duerme?
Niego.
Termino de hacer mi maleta y salgo de mi pequeño departamento, no sin antes asegurarme que todo está en orden.
Una vez en la calle, tomo un taxi.
—Aquí vamos, Sam —susurro cuando el taxi se incorpora al tráfico de Miami.
Le había pedido a Adrián estos días y, me dijo que, si los tomaba, dejaba claro que estaba renunciando al trabajo.
Sin embargo, ya había pagado los cinco mil dólares que Renzo me había depositado.
Así que, no era como que, tenía que decidir.
Otra cosa que sucedió, fue la llamada que recibí de Laura, muy feliz porque Renzo Vitale había pagado por dos semanas más. Al parecer, la razón por la que no he recibido alguna llamada de Laura es porque, él había pagado por estas.
¿Cuál es su propósito?
Es algo que debo averiguar cuando tenga oportunidad.
Al llegar al edificio donde Renzo vive, bajo las maletas y entro al vestíbulo.
De manera consciente le doy un repaso a mi atuendo.
Vaqueros oscuros, ajustados, una camiseta, sin mangas, color blanco, encima, una chaqueta ligera y llevaba mis botines negros favoritos.
Me siento bien con mi elección.
En el vestíbulo, está el mismo hombre de la otra noche.
—Buenos días —dice en tono profesional mientras me estudia.
—Buenos días —replico.
—Permítame —se acerca a mis maletas, antes de avanzar hasta el elevador privado y sube las mismas. Lo sigo y entro.
Esta vez, sube conmigo e introduce el código en el mismo. Sin embargo, mantiene las distancias. Cuando el elevador llega a su destino, salgo y él, saca las maletas dejándolas en el vestíbulo antes de asentir con la cabeza y volver al elevador.
—Qué tipo más extraño —murmuro cuando me quedo a solas.
Miro alrededor con cautela antes de avanzar por el lugar.
—Buenos días—me sobresalto cuando el hombre de mediana edad que sirvió la cena la primera vez que vine se hace presente. —Mi nombre es Brando y soy el encargado del manejo del ático, del señor Vitale.
—Buenos días.
—El señor Renzo dejo órdenes de que se instalara. Está en la oficina —asiento —La señora Sandoval está por llegar.
— ¿Perdón?
Él desvía ligeramente la vista y ve mi equipaje.
Me mira.
—Es la encargada de traer su guardarropa. —Anuncia —Si no se le ofrece nada, me retiro.
Asiento sin saber qué decir ante sus palabras.
—Debe ser una broma —niego antes de avanzar hasta el salón.
Pero, no es una broma. Media hora Después, estoy en una de las habitaciones que Brando ha indicado y una charlatana mujer de unos cincuenta años, alta y vestida de manera elegante, tiene un guardarropa completo para mí.
No sé, si estar enojada por esto, o feliz al ver la variedad de las prendas.
—El señor Vitale me dijo que, buscara prendas frescas, y otras elegantes para ti. — Dice esta.
Le doy una sonrisa forzada mientras me pruebo un vestido de noche, color rojo, de una sola manga y una abertura casi indecente.
Me gusta cómo se amolda a mi cuerpo.
—Este te queda muy bien —espeta con una sonrisa de aprobación.
—Pienso lo mismo.
La voz ronca y profunda de Renzo nos sobresalta.
Está reclinado en el relleno de la puerta, luciendo uno de sus impolutos trajes.
Tiene un aspecto serio e imperturbable.
—Iré por otros atuendos que deje en el salón —murmura la mujer, antes de salir en silencio de la habitación.
— ¿Por qué hiciste esto? — replico a modo de saludo y señalo la ropa colgada a un lado.
Camina en silencio y se acerca a la cama, donde descansa un vestido plateado que no me he probado. Pero, el mismo se ve de tela escasa y muy costoso.
—Se supone que eres mi esposa —dice antes de dejar la prenda sobre la cama. —Y, los Vitale sabemos dar lo mejor a las mujeres que están a nuestro lado.
Tuerzo el gesto.
—Traje mi propio equipaje. —Digo —No tienes que comprarme nada. De hecho, me parece innecesario.
—No voy a discutir sobre eso.
Sus ojos se encuentran con los míos y me estudia en silencio.
—Tenemos algunas cosas de que hablar, pero eso será cuando termines aquí.
—Hablo en serio.
—Yo también—su mirada se pasea por mi cuerpo. —Pero, si quieres discutir, podemos hacerlo y resolverlo como un matrimonio —mira la cama con una sonrisa socarrona.
Me acerco.
—No pienso acostarme contigo —mi tono es bajo y frío —Este acuerdo no incluye que comparta mi cuerpo.
Su brazo me rodea y me pega a su cuerpo.
Su mano se planta en lo bajo de mi espalda.
Por un momento me quedo sorprendida por su acción. Pero, no me echo para atrás.
No soy el tipo de mujer que le huye a un desafío.
Esta no es la excepción.
Con una sonrisa estudiada poso mi mano en su pecho y bajo con lentitud.
Su expresión no cambia.
Con toda la chulería, lo atrapo de los bajos y aprieto.
Lo he tomado por sorpresa.
El único indicio es como sus ojos se oscurecen.
—Para ser tan hablador, debes de tener una buena arma —murmuro sin perder mi gesto.
Aprieto para dar énfasis a mis palabras. Él no se echa para atrás y yo tampoco.
Se aclara la garganta.
—Familiarízate con ella. No muerde, pero si puede darte los mejores orgasmos que alguna vez hayas tenido.
Pendejo arrogante.
Sonrió con suficiencia.
—Para eso, tengo mi vibrador. —Sus ojos se tornan curiosos—Lo uso, me da placer y lo tiro—ladeo la cabeza —No es muy diferente a como tú usas a las mujeres —aprieto un poco más, antes de soltarlo y alejarme de su agarre.
Se relaja visiblemente.
—Eso es muy crítico de una mujer como tú.
Lo fulmino con la mirada.
—Vuelves a decir una cosa como esa, y ten por seguro que, te corto los huevos y te los pongo de corbata.
Chasquea los labios.
—Definitivamente, me voy a divertir mucho en este viaje.
Se aleja y cuando llega a la puerta, se detiene y me mira.
—Lleva ese vestido y el que está sobre la cama.
Le hago una peineta y este se ríe entre dientes antes de irse.
Una vez a solas me miro la mano.
¿Qué rayos acaba de pasar?
¿De verdad lo tomé del pene?
Resoplo, cabreada por lo sucedido, y porque el hijo de puta, si tiene con qué presumir.
—Esto es muy jodido.
Pero ya no hay marcha atrás.
De mala gana, tomo el vestido sobre la cama y lo miro.
—Debes ponerte ese —la voz de la mujer irrumpe y la veo con varias cajas de zapatos.
¡Jesús!
Cuando hemos terminado, tengo un guardarropa completo. Y debo que confesar que todo está hermoso.
Salgo de la habitación y encuentro a Renzo en el salón y en la mesa ratón de vidrio frente al sofá hay tres estuches.
—Espero que tengas todo listo.
—Así es —digo como si hace unas horas no le hubiese agarrado el pene al hombre.
Evito sonrojarme.
—Ya Brando tiene el almuerzo. Pero antes, necesito mostrarte esto.
Con algo de aprensión lo hago.
Este, toma uno de los estuches y lo abre.
Abro los ojos al ver el collar de diamantes que hay en él.
—Son un préstamo —anuncia—Perteneció a mi abuela y esta me lo dejo.
—Está bien —murmuro.
—Se supone que serían para mi esposa.
—Entiendo —lo miro a los ojos y no me sorprende verle con su estoico gesto.
—De hecho, aquí hay un brazalete.
Es hermoso.
El brazalete es grueso y tiene un estilo vintage.
—Los mantendré a salvo —digo de manera solemne.
Asiente, antes de tomar el último estuche.
Este es pequeño.
—Llegaron ayer— dice.
En la misma, hay un juego de alianzas y un anillo de compromiso.
—¿Eso es…?
—Tenemos que hacer esto bien —me corta en tono seco.
Saca el anillo de compromiso.
Un solitario engastado, en forma de pera. Le tiendo mi mano y en silencio lo pone, para después deslizar la alianza.
—Bien —dice antes de tomar la suya y guardarla en su bolsillo.
—No crees que esto es exagerado.
—Mi familia debe pensar que somos un matrimonio. Me conocen y saben que no daría menos a mi esposa.
—Lo entiendo.
—Ya te acostumbrarás. —Espeta— Tengo que hacer una llamada antes del almuerzo. Así que, si me disculpas.
Sin más sale del salón.
—Paciencia, Sam —susurro para mí —Paciencia o terminará por volverme loca con sus cambios de humor.
El tráfico de la ciudad no colabora con los nervios que siento.Sentada en la parte trasera del auto de Renzo, miro a través de la ventanilla y reprimo un bostezo.Había pasado la noche casi en vela.Y, durante el desayuno, el cual, por cierto, tome a solas. No podía dejar de pensar en lo que estamos a punto de hacer.Suspiro.Una mano se posa en mi rodilla encima de mis vaqueros y detiene el movimiento rítmico de la misma.Volteo para encontrarme con Renzo que, tiene la vista en su móvil.— Podrías relajarte— espeta, en tono serio.— Es tan fácil para ti hacer esto, ¿No?Suspira con irritación y baja el móvil.— ¿Crees que es lo que quiero hacer? — murmura.Deja mi rodilla y toma la mano donde descansan los anillos que me pude antes de salir.— Esto, lo hago por mi hermana. — Continúa— Si mi familia se entera de la verdad, estaré perdido. Así que, más te vale fingir muy bien y no cometer ningún error, Sam. Porque si ellos ven una fisura en nuestro matrimonio, seré lo peor que te ha p
Dieciséis horas Después, aterrizamos en el aeropuerto internacional de Palermo.¿Fue un vuelo difícil?Sí. Sobre todo, cuando Renzo se acostó junto a mí, para dormir un poco.Flashback.—¿Qué estás haciendo? — inquiero, sentándome en la cama.Renzo, está acostado junto a mí y tiene los ojos cerrados.—No jodas, Sam. Estoy cansado y quiero dormir un poco.—No jodas, ¡Tú! — siseo.—Tienes dos opciones — dice en voz baja. —Duermes aquí sin preocuparte de que vaya a asaltarte, o te vas al frente y duermes en uno de los asientos del avión. No tengo problema.Resoplo.—Eres un pendejo arrogante ¿Lo sabías?Abre los ojos y me mira con gesto serio.—Tú. Una maldita arpía.Abro la boca indignada.—Duérmete.Con eso, me da la espalda.Resoplo.Desgraciado, insufrible.Miro de la cama a la puerta.¡Mierda!Me acuesto y me cubro con la colcha.Ignoro el hecho de que Renzo está junto a mí y me rindo al sueño.Un par de horas después, abro los ojos con lentitud, solo para encontrarme restringida.
No sé qué encontrare en este lugar. Pero de algo estoy segura.Si son como Renzo no tendré una estadía agradable.Ahora es que empiezo a sentir la presión y una parte de mi quiere correr, desaparecer.«Es un poco tarde para eso.»Mi subconsciente asoma su fea cara.«Lo hacemos por Leila. »Suspiro y continuo.Los nervios me están comiendo viva mientras entramos a la casa donde esperan a Renzo.La mano de este, me da un ligero apretón.Miro su rostro y una máscara de serenidad cubre la misma.Delante de nosotros, Bianca parlotea sobre una noche de chicas y no sé qué otras cosas que, en realidad, no estoy escuchando porque mi mirada se centra al frente del salón donde hay varias personas reunidas.—Buenos días, familia —espeta Renzo en tono animado.En el salón hay tres personas esperando.Un hombre mayor, junto a uno mucho más joven y una mujer.El primero es alto y de aspecto algo atemorizante. Su cabello negro está salpicado de blanco y sus facciones son duras, resaltando sus ojos ma
POV RENZO.Sabía que esto sería algo difícil.Conozco a mi familia. Pero, esto es una absoluta mierda.En mi mundo, había visualizado que mis padres estarían saltando en un pie, al saber que su descarriado hijo les había dado lo que querían.Me felicitarían y se olvidarían de mí, para darle paso a mi hermana y sus futuras nupcias.No podría estar más lejos de la realidad.—¿De verdad, Renzo? Tú no haces nada a medias —espeta mi madre desde la cama.A su lado, Bianca rueda los ojos y mi padre tiene un gesto serio.Ninguno estaba feliz de que su primogénito había, al fin, a “sentado cabeza” y era un hombre felizmente casado.Si no espabilo, la mujer en la otra habitación me cota el escroto.Es una fiera. Y realmente me divierte nuestros encontronazos que son… entretenidos.Suspiro y me centro en el aquí y ahora.Miro a mi familia.—Es tan difícil entender que, es lo que quería —digo en un tono sereno.El cual está lejos de reflejar lo que siento.Mi madre me clava la mirada y me niego a
Sentada en la mesa junto a la familia de Renzo. Es imposible imaginar que solo unos minutos atrás, estaba pegada a los labios del mismo mientras me movía sobre él en busca de su toque.¿Qué verdad?Se supone que el hombre me parece un ser nefasto.Pero no, ahí estaba yo, encima del hombre y casi rogando para que me tomara.Niego y sorbo de la copa que hay frente a mí.—Cariño.La palabra proveniente de los labios de Renzo me pone en alerta.—¿Sí? —lo miro, regresando los pies a la tierra y alejando el pensamiento de lo ocurrido antes.Sus ojos oscuros me miran.—Mamma, desea saber si no tendrías inconveniente para que nos organice una reunión con amigo antes del cumpleaños de mi padre. —Mira al frente —No queremos restar protagonismo al festejado.Las risas llenan la mesa.El almuerzo ha sido ameno y todo lo que han servido ha estado a la altura.De hecho, antes no había comido una sopa minestrone que supiera tan bien.—¿Sam? — Renzo murmura.Miro a la mujer que se supone es mi suegra
Avanzo por los potreros y escucho a Bianca darme una explicación de todo.El lugar, sin duda, es hermoso y el paisaje que vislumbro, es tentador.Después de mi pelea con Renzo, este desapareció.Me quede en la habitación hasta que Bianca, llego por mí y me insto a cambiarme para montar.Bianca se detiene en una cuadra y se acerca uno de los caballos dentro de su establo.— Esta es lirio —anuncia mientras, acaricia la cabeza de una hermosa yegua blanca.Alargo la mano despacio.— Es preciosa.Bianca sonríe.— Es dócil. Así que, no tendrás problemas con montarla.— Gracias. —Me rio —Tú, ¿Cuál vas a montar?— Andrómeda, es mi bebé — espeta — ven— avanzamos y al pasar frente a uno de ella este resopla.Bianca pone los ojos en blanco.— Este, es diablo — arqueo la ceja ante el nombre — Renzo le puso el nombre— se ríe — Es suyo.— Vale. Las cosas se parecen a su dueño — murmuro.— Mi hermano tiene un temperamento algo especial. Pero, eso ya lo sabes.Me mira de soslayo.Resoplo y ella niega
— No. No. No — canto en tono serio — No voy a tomar tu tarjeta.Renzo me regala una mirada brillante.Está de pie, en medio de la habitación, vistiendo solo los pantalones de pijama y el torso descubierto, mientras me tiende su tarjeta de crédito extendida.— Solo cógela y compra algunas cosas — se lleva la mano y aprieta el puente de su nariz — Mi hermana va a pensar que soy un tacaño. Se supone que eres mi esposa.Resoplo.— No me siento cómoda.— Solo tómala y compra lo que creas conveniente.— Renzo.— No discutamos por esto, es muy temprano.Ruedo los ojos.Por más que quiera discutir, sé que tiene razón. Le quito la tarjeta y la meto en mi bolso.— Eres un insufrible. — Susurro.Lo escucho reírse entre dientes.Lo veo meterse al baño, mientras yo me voy al vestidor para prepararme para el día que me espera justo a Bianca.Me pongo unos vaqueros ajustados, un blusón, largo, sin mangas, color blanco. Y, arreglo mi cabello.Estoy sentada en el banquillo, en medio del vestidor ponié
Estoy agotada.Bianca es una maquina para gastar dinero.Definitivamente ella sabe cómo mantener el dinero en circulación.Son pasadas las cuatro cuando regresamos a la villa.Al final, cedi un poco y compré cosas realmente hermosas.Puedo ser alguien obediente cuando le conviene.La tienda de Aurora tiene mucha variedad de prendas y una, es más divina que la otra. Así que, si Renzo tiene algún problema con eso, puede irse al carajo.Porque fue él, quien me pidió gastar algo de su dinero.La casa está en silencio. Así que, ambas subimos con nuestras bolsas.— Gracias por acompañarme en este paseo.Miro a Bianca con una sonrisa genuina.— Gracias a ti por invitarme —nos detenemos en lo alto de las escaleras —No voy a negar que al principio estaba algo aprensiva ante la idea de ir a comprar, pero me alegra haber ido por estas preciosuras— levanto mis manos.— Que sea una actividad cada que vengas.— Por supuesto— le guiño.Sin embargo, me siento mal, ya que, lo más probable es que desp