Creo que tengo problemas de audición.
No, tal vez estoy en una dimensión desconocida.
Él, en realidad, ¿está pidiendo que yo finja ser su esposa?
¡Esto es de locos!
Da un paso atrás con gesto serio.
—Lo que has escuchado. Quiero que finjas ser mi esposa en frente de mi familia —dice sacándome de mi letargo.
—Lo siento, pero se ha confundido de Servicio.
Dejo el vaso con la bebida en la mesa junto al sofá.
—Permiso.
—Diez mil dólares —anuncia y me detengo en seco —Diez mil dólares, te voy a pagar si aceptas. Solo para ti. Laura no tendría que enterarse de nuestro negocio.
Me doy la vuelta con los ojos entrecerrados.
—Nadie da esa cantidad así. Sin más.
—Entonces, entiendes que es una emergencia real.
— ¿Acaso no puede encontrar a una esposa de manera tradicional? —Mi tono desborda algo de ironía.
Se ríe.
Una risa vacía, carente de humor.
Clava sus ojos en los míos y no me permito amilanarme.
—¿Qué te hace suponer que es lo que quiero? —niega —Pero, si no está interesada, puedes irte —señala el ascensor —Puedo conseguir otra que acepte mi propuesta.
Con ese dinero que ofrece puedo cubrir la deuda de mi hermana.
—Si aceptara a ayudarle, tendría que pagar a Laura el servicio de los días que esté aquí.
—No es un problema —dice en tono arrogante.
Es un imbécil.
«Un imbécil con dinero» susurra mi mente.
Sorbe de su vaso.
—¿Cuánto tiempo tendría que fingir ser su esposa?
—Dos semanas.
Asiento.
—Pero, si gustas podemos pasar a la mesa y hablarlo durante la cena—espeta. Me mira un momento —Digo, si es que aceptas.
Sin esperar respuesta, se aleja del salón.
Miro del ascensor a donde el hombre se ha dirigido.
¿Qué coño estoy pensando?
—No estás para ponerte moños, Sam —susurro.
Necesito pagar la clínica.
Dejo mi clutch en el sofá, me enderezo y respiro profundo antes de seguir al hombre.
Mientras camino, me permito mirar alrededor. El lugar e impresionante.
Solo mi departamento cabe en su salón.
Encuentro el comedor donde la mesa está puesta y este, ya se encuentra sentado.
Cuando me mira, veo como una sonrisa sabedora tira de sus labios.
—Buena elección —murmura.
Un hombre con cara agria aparece de la nada y saca la silla para que tome asiento.
—Gracias —murmuro algo chocada por la presencia del hombre.
—Brandon, puedes servir —ordena Renzo.
Sorbe de una copa de agua y me mira.
—Entonces, como es obvio que has aceptado, necesito saber tu nombre real.
—¿Es inverosímil que me llame Pamela? — arqueo una ceja.
Ladea la cabeza con gesto sarcástico.
Resoplo.
—Samantha. Pero, prefiero que me llamen Sam—digo al fin.
—Sam —dice probando mi nombre en sus labios.
En ese momento, el hombre llamado Brandon empuja un carrito parecido al de los pijos restaurantes de la ciudad y sirve la comida.
Toma una botella de vino.
—Gracias, Brando.
Este hombre es un estirado en toda regla.
—Gracias.
Cuando quedamos solos de nuevo, clava sus oscuros ojos en los míos.
—La situación es simple. —Comienza—Solo debemos hacerles creer a mis padres, que estoy casado contigo.
—Eso lo entiendo. Pero, señor Vitale, no me ha dicho ¿Por qué?
—Renzo —espeta —dime, Renzo.
—Renzo—repito alargo la mano y tomo la copa de vino que acompaña la carne en mi plato.
—Digamos que ellos quieren obligarme a que siente cabeza y me están presionando al no dejar que mi hermana menor se case, a menos que yo de primero el paso.
Abro los ojos como platos sin creer lo que este dice.
Dejo la copa en la mesa.
—Estamos en pleno siglo veintiuno. Eso es absurdo.
—No para mi familia —continúa —La cuestión es fácil. Vamos a Italia dos semanas, fingimos. Luego de un mes solo diré que no funciono.
—Perdón, pero, ¿Dijo Italia?
—Sí. Mi familia vive allí, ¿hay algún problema?
¡Sí! Que no le conozco.
—A ver, ¿Hay algo que te impida viajar?
—No.
—¿Entonces? —me da una mirada interrogante.
—Si voy a hacer esto, quiero la mitad del dinero ahora.
—No soy imbécil para darte dinero, ahora. —Me mira como si fuera estúpida y me dan ganas de estamparle la copa en la cabeza —La mitad la tendrás cuando lleguemos a Italia, y otra cuando regresemos.
—Lo siento, pero no estoy de acuerdo.
Nos sostenemos la mirada.
Necesito la mitad para dejar a mi hermana cubierta antes de irme.
—Si no confías en mí, puedo firmarte un compromiso o algo que conste que, si no cumplo con el acuerdo, tendré que devolver el dinero.
Me mira en silencio como si considerara mi oferta.
Alarga la mano a la silla junto a él y levanta una carpeta negra.
—Dentro, hay un contrato de confidencialidad y un acuerdo de que vas a recibir el dinero por tus servicios.
Aprieto los dientes cuando dice lo último.
—Fírmalos —ordena. —Tendrás el dinero disponible.
Tomo la carpeta. Pero, él no la suelta.
—No te confundas, Sam. No soy un enemigo al que quieras ganarte.
—No soy una mujer fácil de asustar —replico halando la carpeta —Pero, si vamos a fingir ser esposos. Deberías sacarte el palo del trasero y al menos, ser más amable con tu esposa.
Abro la carpeta y leo rápidamente el acuerdo de confidencialidad. No es muy diferente al que firme en la editorial donde trabaje. Así que lo firmo.
El otro documento reza exactamente lo que Renzo me ha dicho. Así que también lo firmo.
Relleno el espacio donde señala que debo colocar mis datos bancarios para recibir la transacción, incluido mi número telefónico y se lo tiendo.
—¿Algo más? — inquiero.
—Eso es todo. —dice en tono plano —Solo que, debes estar un día antes de que partamos y ponernos de acuerdo en algunas cosas.
—Por supuesto —replico.
Sin embargo, algo llega a mi mente.
—¿Por qué una de las mujeres de Laura?
—¿A qué te refieres?
—Me refiero, a que podría llegar a un acuerdo con alguna amiga o conseguir alguna novia.
—Al final querrían más y no estoy dispuesto a atarme con una mujer. No es mi estilo.
Este hombre es un idiota al cuadrado.
—Ya —digo antes de mirar mi comida.
—En cambio, las mujeres, como ustedes, saben qué esperar.
Levanto la vista.
—¿Las mujeres como yo? —repito.
—Sí. Mujeres que solo quieren dinero, que no les importa, fingir sentirse felices al lado de un pobre diablo que de seguro debe tomar sildenafil para poder tener una erección.
Lo dicho, este tío es un imbécil.
Me levanto con gesto serio y lo miro desde mi posición.
—No soy una puta. No me acuesto con los clientes. —Intento mantener la calma —Estás muy equivocado.
Su sonrisa de ¿En serio? Me hierve la sangre.
—¿No me digas? —murmura antes de cortar un poco su carne.
—Eres sin duda un imbécil —digo —Ya entiendo por qué no puedes encontrar una esposa. No es que no quieras. Es que no te soporta ni tu propia sombra. Y no necesite mucho para descubrirlo.
—Eres una sabia —dice con sarcasmo.
Antes de pensar lo que hago, tomo la copa de vino y arrojo el contenido en rostro.
No se inmuta, pero su cara de cabreo es descomunal.
—Buen provecho —espeto.
Sin más, tomo mi clutch y me dirijo al elevador sin problema. Por un momento creo que me va a hacer algo, pero no lo hace.
Bajo hasta el vestíbulo y el coche que me dejo, me está esperando.
Estoy por subir al auto, cuando mi móvil suena.
Lo tomo y es un mensaje.
Hasta dentro de dos semanas. Esposa.
Renzo.
¡Imbécil!
Durante todo el camino de regreso a mi departamento no puedo dejar de pensar en si hago lo correcto.
Sin embargo, ahora mismo no puedo ponerme mis moños.
Tengo cuentas qué saldar.
Llego a mi departamento sin creer lo que ha sucedido esta noche.¿De verdad he firmado un acuerdo con ese mamón insufrible?Sí.Me pongo el pijama y me desmaquillo antes de meterme a la cama.Sé que me voy a meter en una enorme mentira. Pero, qué más da.Renzo es el que debe pensar en su familia.—Idiota —susurro metiéndome a la cama.Lo que tiene de guapo, lo tiene de imbécil.⭐⭐⭐⭐Han pasado tres días desde mi encuentro con Renzo Vitale.Y, esta mañana, aparecieron cinco mil dólares en mi cuenta bancaria. Al principio, creí que estaba alucinando, pero luego de verificar de nuevo. Ahí estaba.Al parecer, Renzo Vitale tiene palabra.Es por eso que. Ahora estoy en la clínica de retiro para pagar ese monto.La mañana siguiente del episodio, en casa de Renzo, recibí la llamada de Laura. Al parecer, el hombre la llamo para decirle lo satisfecho que había quedado con mi compañía.Pendejo.Por lo menos ha cumplido con su parte del trato. Ahora, solo tengo que pagar parte de la deuda.Alison
De pie, en medio de mi habitación, miro alrededor mientras intento pensar que más guardar en la maleta.Se supone que hoy debo ir a la casa de Renzo.Había pasado el domingo con mi hermana y estaba tranquila. Así que, me iría sintiéndome más segura.Esta mañana, cuando me levante, tenía un mensaje de donde me decía que debía estar en su casa antes de mediodía.¡Lo envió a las seis!¿Es que no duerme?Niego.Termino de hacer mi maleta y salgo de mi pequeño departamento, no sin antes asegurarme que todo está en orden.Una vez en la calle, tomo un taxi.—Aquí vamos, Sam —susurro cuando el taxi se incorpora al tráfico de Miami.Le había pedido a Adrián estos días y, me dijo que, si los tomaba, dejaba claro que estaba renunciando al trabajo.Sin embargo, ya había pagado los cinco mil dólares que Renzo me había depositado.Así que, no era como que, tenía que decidir.Otra cosa que sucedió, fue la llamada que recibí de Laura, muy feliz porque Renzo Vitale había pagado por dos semanas más. Al
El tráfico de la ciudad no colabora con los nervios que siento.Sentada en la parte trasera del auto de Renzo, miro a través de la ventanilla y reprimo un bostezo.Había pasado la noche casi en vela.Y, durante el desayuno, el cual, por cierto, tome a solas. No podía dejar de pensar en lo que estamos a punto de hacer.Suspiro.Una mano se posa en mi rodilla encima de mis vaqueros y detiene el movimiento rítmico de la misma.Volteo para encontrarme con Renzo que, tiene la vista en su móvil.— Podrías relajarte— espeta, en tono serio.— Es tan fácil para ti hacer esto, ¿No?Suspira con irritación y baja el móvil.— ¿Crees que es lo que quiero hacer? — murmura.Deja mi rodilla y toma la mano donde descansan los anillos que me pude antes de salir.— Esto, lo hago por mi hermana. — Continúa— Si mi familia se entera de la verdad, estaré perdido. Así que, más te vale fingir muy bien y no cometer ningún error, Sam. Porque si ellos ven una fisura en nuestro matrimonio, seré lo peor que te ha p
Dieciséis horas Después, aterrizamos en el aeropuerto internacional de Palermo.¿Fue un vuelo difícil?Sí. Sobre todo, cuando Renzo se acostó junto a mí, para dormir un poco.Flashback.—¿Qué estás haciendo? — inquiero, sentándome en la cama.Renzo, está acostado junto a mí y tiene los ojos cerrados.—No jodas, Sam. Estoy cansado y quiero dormir un poco.—No jodas, ¡Tú! — siseo.—Tienes dos opciones — dice en voz baja. —Duermes aquí sin preocuparte de que vaya a asaltarte, o te vas al frente y duermes en uno de los asientos del avión. No tengo problema.Resoplo.—Eres un pendejo arrogante ¿Lo sabías?Abre los ojos y me mira con gesto serio.—Tú. Una maldita arpía.Abro la boca indignada.—Duérmete.Con eso, me da la espalda.Resoplo.Desgraciado, insufrible.Miro de la cama a la puerta.¡Mierda!Me acuesto y me cubro con la colcha.Ignoro el hecho de que Renzo está junto a mí y me rindo al sueño.Un par de horas después, abro los ojos con lentitud, solo para encontrarme restringida.
No sé qué encontrare en este lugar. Pero de algo estoy segura.Si son como Renzo no tendré una estadía agradable.Ahora es que empiezo a sentir la presión y una parte de mi quiere correr, desaparecer.«Es un poco tarde para eso.»Mi subconsciente asoma su fea cara.«Lo hacemos por Leila. »Suspiro y continuo.Los nervios me están comiendo viva mientras entramos a la casa donde esperan a Renzo.La mano de este, me da un ligero apretón.Miro su rostro y una máscara de serenidad cubre la misma.Delante de nosotros, Bianca parlotea sobre una noche de chicas y no sé qué otras cosas que, en realidad, no estoy escuchando porque mi mirada se centra al frente del salón donde hay varias personas reunidas.—Buenos días, familia —espeta Renzo en tono animado.En el salón hay tres personas esperando.Un hombre mayor, junto a uno mucho más joven y una mujer.El primero es alto y de aspecto algo atemorizante. Su cabello negro está salpicado de blanco y sus facciones son duras, resaltando sus ojos ma
POV RENZO.Sabía que esto sería algo difícil.Conozco a mi familia. Pero, esto es una absoluta mierda.En mi mundo, había visualizado que mis padres estarían saltando en un pie, al saber que su descarriado hijo les había dado lo que querían.Me felicitarían y se olvidarían de mí, para darle paso a mi hermana y sus futuras nupcias.No podría estar más lejos de la realidad.—¿De verdad, Renzo? Tú no haces nada a medias —espeta mi madre desde la cama.A su lado, Bianca rueda los ojos y mi padre tiene un gesto serio.Ninguno estaba feliz de que su primogénito había, al fin, a “sentado cabeza” y era un hombre felizmente casado.Si no espabilo, la mujer en la otra habitación me cota el escroto.Es una fiera. Y realmente me divierte nuestros encontronazos que son… entretenidos.Suspiro y me centro en el aquí y ahora.Miro a mi familia.—Es tan difícil entender que, es lo que quería —digo en un tono sereno.El cual está lejos de reflejar lo que siento.Mi madre me clava la mirada y me niego a
Sentada en la mesa junto a la familia de Renzo. Es imposible imaginar que solo unos minutos atrás, estaba pegada a los labios del mismo mientras me movía sobre él en busca de su toque.¿Qué verdad?Se supone que el hombre me parece un ser nefasto.Pero no, ahí estaba yo, encima del hombre y casi rogando para que me tomara.Niego y sorbo de la copa que hay frente a mí.—Cariño.La palabra proveniente de los labios de Renzo me pone en alerta.—¿Sí? —lo miro, regresando los pies a la tierra y alejando el pensamiento de lo ocurrido antes.Sus ojos oscuros me miran.—Mamma, desea saber si no tendrías inconveniente para que nos organice una reunión con amigo antes del cumpleaños de mi padre. —Mira al frente —No queremos restar protagonismo al festejado.Las risas llenan la mesa.El almuerzo ha sido ameno y todo lo que han servido ha estado a la altura.De hecho, antes no había comido una sopa minestrone que supiera tan bien.—¿Sam? — Renzo murmura.Miro a la mujer que se supone es mi suegra
Avanzo por los potreros y escucho a Bianca darme una explicación de todo.El lugar, sin duda, es hermoso y el paisaje que vislumbro, es tentador.Después de mi pelea con Renzo, este desapareció.Me quede en la habitación hasta que Bianca, llego por mí y me insto a cambiarme para montar.Bianca se detiene en una cuadra y se acerca uno de los caballos dentro de su establo.— Esta es lirio —anuncia mientras, acaricia la cabeza de una hermosa yegua blanca.Alargo la mano despacio.— Es preciosa.Bianca sonríe.— Es dócil. Así que, no tendrás problemas con montarla.— Gracias. —Me rio —Tú, ¿Cuál vas a montar?— Andrómeda, es mi bebé — espeta — ven— avanzamos y al pasar frente a uno de ella este resopla.Bianca pone los ojos en blanco.— Este, es diablo — arqueo la ceja ante el nombre — Renzo le puso el nombre— se ríe — Es suyo.— Vale. Las cosas se parecen a su dueño — murmuro.— Mi hermano tiene un temperamento algo especial. Pero, eso ya lo sabes.Me mira de soslayo.Resoplo y ella niega