Capítulo 80

Liam sintió el frío filo de la espada presionando contra su cuello. Apretó los dientes con rabia y dejó caer a Sander, como si fuera un muñeco inerte. Su corazón estaba destrozado. Siempre había visto a Sander como su amigo inmaduro, alguien que se metía en problemas, pero jamás imaginó que pudiera ser tan egoísta como para dañar a su propia gente.

—¡Amigo, no sé de qué habla esta mujer! —gritó Sander, desesperado y arrodillado frente a todos—. ¡Es mentira lo que se me acusa! Yo vivo lejos de la manada Coral, no sé nada de lo que ocurría allí, mucho menos que había mercenarios. Si lo hubiera sabido, ¡tú sabes que lo habría informado y protegido a mi gente también!

Sira, harta de sus súplicas, soltó una carcajada fría.

—Estoy cansada de tus lloriqueos. Yo, Sira Freyer, con el poder de hacer justicia en estas tierras, te condeno, alfa Sander, a muerte. Eres culpable de permitir que mercenarios cruzaran tus tierras para esclavizar a los miembros de la manada Coral —su voz resonó con fuer
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