Al día siguiente, después de asegurarse de que la pequeña aldea estuviera en orden, Sira se preparó. Buscó su traje de guerrera, ajustó su espada a la espalda, decidida a no dejarse intimidar. Reunió a sus hombres y partieron hacia Yare.En la ciudad, la gente se sorprendía al ver los carros negros que entraban y se dirigían hacia la casa destinada para reuniones entre alfas. Cuando llegaron, Dilan la guio siguiendo las indicaciones que Angela le había dado el día anterior. En la carta, Sira había dejado claro que no deseaba un recibimiento, que ella sola llegaría a la reunión y no debía ser retenida.Los carros se estacionaron en la entrada del edificio. Los hombres asignados para guiarla quedaron boquiabiertos al ver bajar a una mujer hermosa vestida para combate, con un traje ajustado al cuerpo que pronunciaba sus curvas. La sorpresa los dejó paralizados. Sira sonrió al ver la expresión de esos hombres, y, con paso firme, caminó seguida de algunos de los suyos, entre ellos Dilan, m
Liam sintió el frío filo de la espada presionando contra su cuello. Apretó los dientes con rabia y dejó caer a Sander, como si fuera un muñeco inerte. Su corazón estaba destrozado. Siempre había visto a Sander como su amigo inmaduro, alguien que se metía en problemas, pero jamás imaginó que pudiera ser tan egoísta como para dañar a su propia gente.—¡Amigo, no sé de qué habla esta mujer! —gritó Sander, desesperado y arrodillado frente a todos—. ¡Es mentira lo que se me acusa! Yo vivo lejos de la manada Coral, no sé nada de lo que ocurría allí, mucho menos que había mercenarios. Si lo hubiera sabido, ¡tú sabes que lo habría informado y protegido a mi gente también!Sira, harta de sus súplicas, soltó una carcajada fría.—Estoy cansada de tus lloriqueos. Yo, Sira Freyer, con el poder de hacer justicia en estas tierras, te condeno, alfa Sander, a muerte. Eres culpable de permitir que mercenarios cruzaran tus tierras para esclavizar a los miembros de la manada Coral —su voz resonó con fuer
Liam abrió los ojos de golpe, como si de repente todo encajara en su mente. La noche en que conoció a su mate se materializó en sus pensamientos, y, de pronto, comprendió por qué, al verlo por primera vez, pensó que era uno de los mercenarios. Aquella tarde, él había ido a hablar con Sander sobre los cambios que traería la muerte del antiguo rey. Luego, decidió salir a caminar para pensar y fue entonces cuando la vio.—Ahora lo entiendo —murmuró, con un amargo suspiro—. Vi odio en su mirada porque me confundió con uno de esos mercenarios.Liam apretó los labios, intentando contener el dolor que le producía saber lo que ella pensaba de él.—Averigua qué sucedió con la manada Coral —ordenó en un tono bajo pero firme—. Dile a Diego que se encargue de notificar a la familia de Sander que deben abandonar hoy mismo la manada Frimer y salir del territorio Safe. Asegúrate de que algunos de mis hombres los escolten hasta la frontera. Yo... no tengo el valor para hacerlo. Por favor, encárgate d
—Puedes quedarte aquí, conmigo —habló él con un tono suave, pero emocionado, quería estar con ella, tenía ojeras pronunciadas de noches sin dormir— está es la manada principal y esta mansión es grande, con muchas habitaciones. Vivo solo, con empleados.—Estamos hablando de trabajo, Liam —respondió Sira, esforzándose por no soltar una carcajada. La forma en que dicho esas palabras le habían gracia, lo miró con atención, sorprendida de que la invitara a vivir con él sin haber hablado antes de su conexión.—Sira… —hizo una pausa, el miedo al ser rechazo pesaba sobre sus hombros. Pero, al verla allí, tan hermosa, relajada, supo que no podía callar más. Se levantó lentamente de la silla y caminó hacia ella con pasos cautelosos. Al sentarse a su lado, la inseguridad invadió su mente. Juntó las manos y respiró hondo varias veces, intentando reunir el valor necesario para hablar. No podía permitir que ella se alejara, debía luchar por su amor. Esta era su oportunidad, no podía desaprovecharla
Emma estaba en su cabaña, su pequeño refugio en las tranquilas tierras del sur. Había dejado los asuntos de las manadas en manos de su mate, Pedro, quien se encargaba de todo lo relacionado con la gestión de la zona. Por primera vez en mucho tiempo, la felicidad la envolvía por completo; sentía que finalmente estaba construyendo el hogar con el que siempre había soñado.Mientras colocaba los platos en la mesa, sus pensamientos comenzaron a vagar hacia el pasado, hacia el día en que conoció a Pedro. Aquel primer encuentro, en el camino hacia Esmer. Sus miradas se cruzaron y, en ese instante, supo que él era su pareja destinada. Se hicieron amigos, sin que ella pudiera revelarle que era su mate. Emma recordó el día que Evolex marcó a Gedeón; en medio de una batalla, sus ojos volvieron a encontrarse, activándose el vínculo que los unía. Él le sonrió, y en ese gesto, Emma lo vio todo: aceptación, un amor puro y profundo que había estado esperando toda su vida. No fue necesario hablar; amb
En el país de Skoll, se levantaron tres grandes imperios: Safe, Oregon y Nardis. El último es el más pequeño de ellos, albergaba escasas manadas, y existen zonas de su territorio que permanecen vírgenes y poco exploradas. Durante los últimos veinte años, las tierras de Nardis, especialmente en la manada central Corinto, gobernada por el líder supremo Keseo, había caído en una terrible maldición. Una espesa niebla se cernía sobre las nubes, ocultando al sol y manteniendo la manada en penumbra. La sequía reinaba, y la tierra apenas ofrecía frutos. Criaturas deformes merodeaban en las noches el bosque de Corinto, convirtiéndolo en un laberinto peligroso y hostil que alejaba a los comerciantes y viajeros.Los guerreros alfa, al servicio del rey Nesfer, lideraban la búsqueda de la bruja de ojos violetas, un ser celestial destinado a liberarlos de la maldición que asolaba sus tierras.En una zona montañosa del imperio Nardis, vivía una joven llamada Aradne. Hasta los veinte años, su vida hab
Al adentrarse en el bosque de Corinto, Aradne notó que el clima se volvía sombrío y espeso. Los árboles a su alrededor crujían con cada paso que daban. Una pesadez inexplicable se apoderó de su cuerpo, y al observar el lugar se asustó al percibir la desesperación de la naturaleza. De repente, el relincho de los caballos hizo que su corazón se agitada rápidamente.—¡No se detengan, avancen con rapidez! —gritó Gedeón. Al tirar de la cuerda para que el caballo corriera, abrió los ojos con furia para ver cómo descendían de los árboles criaturas con apariencia de aves deformes: ojos brillantes, plumas como espinas y garras afiladas. Él se aferraba a la cuerda de su caballo mientras observaba a los Skotos cortarles el paso y se acercaban rápidamente hacia ellos, sin posibilidad de huir, Gedeón sintió cómo su caballo trataba de derribarlo. Gritó desesperadamente mientras descendía del caballo con la espada en la mano.—¡Nos están a atacando los Skotos! Defiéndanse y huyan si logran escapar d
Al amanecer, llegaron a la manada. Las personas que notaron la presencia de los caballos, vieron a una joven de cabellos rojizos y ojos violetas con la mirada perdida. De inmediato una mujer al saber de quien se trataba comenzó a insultarla.—¡Capturaron a la bruja! ¡Que lleven a la horca a la bruja! La diosa Selene escuchó nuestras plegarias, pronto nos libraremos de la maldición.La gente comenzó a rodear el caballo que montaba Aradne. Los insultos brotaron de sus bocas como una tormenta, acompañados de piedras que volaban hacia ella. Aterrorizada, Aradne vio en los ojos de la gente una mezcla de crueldad y rabia. Aquellas miradas la hicieron tambalearse y, presa del miedo, cerró los ojos, temiendo lo peor.Gedeón, al ver a la gente alterada, jaló la cuerda de su caballo y se posicionó al lado del caballo de Aradne. Con furia, volvió a jalar la cuerda, haciendo que su caballo relinchara y se levantara en dos patas.—¡Basta de insultos! Regresen a sus obligaciones. Si llegan a hacerle