Kereem sonrió al ver cómo muchos militares entraban por todas partes. Los helicópteros resonaban en su cabeza, y algunos disparos afuera eran parte del momento.Desajustaron sus cuerdas y lo primero que hizo fue dar un puño seco y duro, que tiró a Aziz al suelo ipso facto.Aziz tomó su boca manchada en sangre mientras abrió los ojos como platos. Por más que veía a todas partes, solo salían militares de Arabia como hormigas. A pesar de que pusieran su equipo de rebeldes, esto era difícil de superar.Por otra parte, sus secuaces se quedaron quietos alzando las manos y Hassan fue el primero en hablar:—Podemos negociar. Somos empresarios, a veces nuestros negocios nos hacen tomar decisiones equivocadas. El único que tiene algo personal contigo, es Aziz.Aziz se giró con la mirada roja llena de ira, y luego gritó.—¡Vas a morir como un maldit* cobarde!Y Kereem volvió a golpearlo varias veces, no sintió dolor en sus nudillos, no sentía nada más de querer destruir los huesos de este hombre
Kereem se dio la vuelta tomando el rostro de Zahar, entretanto sus ojos se nublaron ante la rabia.—Siento llegar tarde…Pero ella negó.—Él no hizo nada.—Te toco, eso para mí es todo. Te toco el maldit*…—Ya… —a Zahar se le volvió a quebrar la voz y Kereem se apresuró a quitarse su chaqueta y a ponérsela a ella.—Ven aquí… —la abrazó contra él y le dio un beso en la frente mientras las lágrimas de Zahar se le escurrieron—. Los maldit*s están en mis manos… este último corrió con suerte, pero los demás, experimentarán lo peor, lo juro, Zahar… lo juro.Zahar sacó la cabeza de su pecho para mirarlo, y él limpió sus lágrimas.—¿Cuándo debo irme?Kereem apretó la mandíbula.—Esta misma noche… Hay una avioneta que saldrá hasta otro aeropuerto seguro de Arabia. Asad irá contigo.Zahar sintió que le estaba arrancando el alma, pero asintió.—De acuerdo. Pero no tienes que enviarlo a él. Asad es tu mano derecha, debe estar contigo.—Regresará después del aeropuerto seguro. Quiero hacer el fune
Kereem frunció el ceño, tomó su brazo y la apretó contra él.—No me jodas ahora, no quiero que hables como si no fuera a ir por ti.Zahar apretó su boca y se dejó abrazar por él.—Gracias, Kereem…—¿Por qué? —Kereem delineó su boca cuando preguntó.—Por quererme un poco… —los ojos de Kereem se volvieron oscuros, y negó. Sin embargo, Zahar tapó su boca y luego llevó sus propios labios a ellos para profundizar un beso envuelto de mucha hambre.Ella no supo por cuanto tiempo se besaron, pero esos brazos que la protegieron desde el primer día fueron la que la apartaron de su calor.—Debes irte… —Zahar pasó un trago duro, ambos caminaron con rapidez cuando ya las gotas de la lluvia eran más rápidas, como picotazos en su piel y aumentaban su frío.Él mismo caminó con ella hasta la avioneta e ingresó a su lado para sentarla y agacharse a colocarle el cinturón.—Sé colocármelo… —Kereem no la miró, pero ella notó sus manos y dedos temblorosos. Tenía el cabello húmedo y el rostro lleno de agua.
Kereem volvió a abrazar a su hermana y cerró los ojos, colocando su barbilla en su cabeza. Podía recordar como si hubiese sido hace unos segundos cuando miró a Zahar por última vez antes de bajarse de la avioneta. Y cómo vio despegar de su vista lo que no quería soltar.Recordó cuando, en medio de la madrugada, Asad llegó hacia él diciéndole que ella ya estaba en un avión viajando a Estados Unidos, y cómo Emré le aseguró que ella estaría bien.Los ojos de Aziz mirándolo mientras le reventaba la cara en el momento en que no se pudo controlar, y cómo los había dejado a los tres colgados como primer paso de su tortura en ese lugar al que nadie jamás iría.En algún punto iba a exhibir sus cabezas a toda Arabia. Pero no quería que ellos sufrieran poco, ni que prontamente llegara su fin. Sobre todo, Aziz Olayan. Quería despertarse cada día, e ir a ese lugar donde estaban, y hacerle una herida nueva, quería que esa herida tratara de recuperarse y volver a abrirla. Para él era una necesidad q
Kereem observó el cielo gris mientras ajustaba sus gafas negras. Ya tenía había pasado una hora de tener solo la brisa sobre su rostro y cuerpo con pequeñas gotas, mientras un “Imán” que era el líder religioso, seguía dando su discurso.Los cuerpos envueltos en mantos, según la tradición y ritual, ya estaban depositados debajo de la tierra, pero aún faltaba el proceso de colocar las piedras sobre ellos como lo acostumbraba su religión.—Señor… hay un montón de civiles afuera. Han traído flores y todo tipo de cosas, honrando a sus padres.Kereem asintió, pero no dijo una sola palabra. Además de la familia, los líderes religiosos, y algunos ministros y personal del palacio, no habían dejado pasar a nadie más.Riad aún se encontraba en zona de conflicto. Los aviones y helicópteros aún sobrevolaban y la orden de guardarse, seguía en vigencia.Él levantó el rostro para notar a su hermano Naim frente como una estatua, mientras Hurem colgada de su brazo, sollozaba sin control.Su hermana Jan
A pesar de los tres días de duelo nacional, nadie pudo hacer cambiar de opinión a Kereem en cuanto a detener el equipo de drones, los helicópteros sobrevolando por todo Riad, y algunos ataques con misiles en zonas de conflicto.La ciudad estaba sumida en polvo y cenizas, sobre todo aquellas áreas desmanteladas, a quien Kereem había dejado que las fuerzas militares de su país, y Estados Unidos en conjuntos, entraran sin aviso.Cada nada recibía una notificación nueva en su celular. Galpones llenos de armas, cuevas, y espacios subterráneos donde estaban persiguiendo el grupo terrorista, mientras su camioneta y unas cuantas delante y detrás de su posición, iban rumbo a un solo camino.Al que iba todos los días, a la misma hora.—Estamos llegando, señor… —Kereem solo afirmó mientras su mirada estaba en el camino.Al cerrar sus ojos y abrirlos solo podía ver una mirada, y la verdad es que su propia respiración, ya lo estaba asfixiando luego de una semana.Se bajaron de las camionetas, y en
Zahar terminó de calzar sus sandalias cuando escuchó que la puerta de la suite, donde se encontraba, hizo clip.Se apresuró a peinarse el cabello con los dedos y se miró al espejo.Emré le había dicho que era bueno salir para que tomara aire, y aunque se negó la mayoría de las veces cuando insistió, le debía muchas. Ella miró sus brazos, apenas recuperándose, y varios moretones que tenía en el cuello.Tomó un poco de perfume y gritó:—¿Emré? ¿Eres tú? Ya casi estoy lista…El maquillaje tapaba los rastros de rasguños en su rostro y decidió caminar a la salida de la habitación, tratando de forjar una sonrisa.Realmente no quería ir a alguna parte, tenía el espíritu muy quebrantado, y unas ganas de llorar que no cesaban.Los pies de Zahar se inmovilizaron cuando lo vio.—¿Kereem? —sus ojos se abrieron y su garganta se le secó.Era como si no pudiera moverse ante la impresión, y sobre todo parecía demasiado irreal. Riad estaba en una crisis increíble, aún había bombardeos, y la familia de
Kereem encendió el puro y dejó que el humo saliera de su boca cuando vio el amanecer frente a sus ojos. El cuerpo de Zahar yacía en la cama completamente dormida, y podía jurar que agotada.Él mismo lo estaba.Soltó el aire pensando en todo, pero en ninguno de sus pensamientos faltaba ella.Habían estado juntos toda la bendita noche y madrugada, cada vez que se fundía en ella, pensaba que estaría satisfecho, pero volvía a estar sediento.Asad le había avisado por el teléfono de la suite, que Emré había tratado de llegar a él, pero ahora mismo no quería a nadie a su alrededor.Girándose y mirando su puro, lo supo. Él no podía dejarla ir… ni en un millón de años.Esperó todo el tiempo, viéndola removerse, girarse de un lado a otro, hasta que poco a poco vio sus ojos abrirse. Y le mató verla estirarse y quejarse al mismo tiempo.—Buenos días…Zahar lo miraba como si se preguntara que estaba tramando, y se sentó en la cama diciendo lo primero que pensó.—¿Tienes que irte? —Kereem le sonri