Kereem volvió a abrazar a su hermana y cerró los ojos, colocando su barbilla en su cabeza. Podía recordar como si hubiese sido hace unos segundos cuando miró a Zahar por última vez antes de bajarse de la avioneta. Y cómo vio despegar de su vista lo que no quería soltar.Recordó cuando, en medio de la madrugada, Asad llegó hacia él diciéndole que ella ya estaba en un avión viajando a Estados Unidos, y cómo Emré le aseguró que ella estaría bien.Los ojos de Aziz mirándolo mientras le reventaba la cara en el momento en que no se pudo controlar, y cómo los había dejado a los tres colgados como primer paso de su tortura en ese lugar al que nadie jamás iría.En algún punto iba a exhibir sus cabezas a toda Arabia. Pero no quería que ellos sufrieran poco, ni que prontamente llegara su fin. Sobre todo, Aziz Olayan. Quería despertarse cada día, e ir a ese lugar donde estaban, y hacerle una herida nueva, quería que esa herida tratara de recuperarse y volver a abrirla. Para él era una necesidad q
Kereem observó el cielo gris mientras ajustaba sus gafas negras. Ya tenía había pasado una hora de tener solo la brisa sobre su rostro y cuerpo con pequeñas gotas, mientras un “Imán” que era el líder religioso, seguía dando su discurso.Los cuerpos envueltos en mantos, según la tradición y ritual, ya estaban depositados debajo de la tierra, pero aún faltaba el proceso de colocar las piedras sobre ellos como lo acostumbraba su religión.—Señor… hay un montón de civiles afuera. Han traído flores y todo tipo de cosas, honrando a sus padres.Kereem asintió, pero no dijo una sola palabra. Además de la familia, los líderes religiosos, y algunos ministros y personal del palacio, no habían dejado pasar a nadie más.Riad aún se encontraba en zona de conflicto. Los aviones y helicópteros aún sobrevolaban y la orden de guardarse, seguía en vigencia.Él levantó el rostro para notar a su hermano Naim frente como una estatua, mientras Hurem colgada de su brazo, sollozaba sin control.Su hermana Jan
A pesar de los tres días de duelo nacional, nadie pudo hacer cambiar de opinión a Kereem en cuanto a detener el equipo de drones, los helicópteros sobrevolando por todo Riad, y algunos ataques con misiles en zonas de conflicto.La ciudad estaba sumida en polvo y cenizas, sobre todo aquellas áreas desmanteladas, a quien Kereem había dejado que las fuerzas militares de su país, y Estados Unidos en conjuntos, entraran sin aviso.Cada nada recibía una notificación nueva en su celular. Galpones llenos de armas, cuevas, y espacios subterráneos donde estaban persiguiendo el grupo terrorista, mientras su camioneta y unas cuantas delante y detrás de su posición, iban rumbo a un solo camino.Al que iba todos los días, a la misma hora.—Estamos llegando, señor… —Kereem solo afirmó mientras su mirada estaba en el camino.Al cerrar sus ojos y abrirlos solo podía ver una mirada, y la verdad es que su propia respiración, ya lo estaba asfixiando luego de una semana.Se bajaron de las camionetas, y en
Zahar terminó de calzar sus sandalias cuando escuchó que la puerta de la suite, donde se encontraba, hizo clip.Se apresuró a peinarse el cabello con los dedos y se miró al espejo.Emré le había dicho que era bueno salir para que tomara aire, y aunque se negó la mayoría de las veces cuando insistió, le debía muchas. Ella miró sus brazos, apenas recuperándose, y varios moretones que tenía en el cuello.Tomó un poco de perfume y gritó:—¿Emré? ¿Eres tú? Ya casi estoy lista…El maquillaje tapaba los rastros de rasguños en su rostro y decidió caminar a la salida de la habitación, tratando de forjar una sonrisa.Realmente no quería ir a alguna parte, tenía el espíritu muy quebrantado, y unas ganas de llorar que no cesaban.Los pies de Zahar se inmovilizaron cuando lo vio.—¿Kereem? —sus ojos se abrieron y su garganta se le secó.Era como si no pudiera moverse ante la impresión, y sobre todo parecía demasiado irreal. Riad estaba en una crisis increíble, aún había bombardeos, y la familia de
Kereem encendió el puro y dejó que el humo saliera de su boca cuando vio el amanecer frente a sus ojos. El cuerpo de Zahar yacía en la cama completamente dormida, y podía jurar que agotada.Él mismo lo estaba.Soltó el aire pensando en todo, pero en ninguno de sus pensamientos faltaba ella.Habían estado juntos toda la bendita noche y madrugada, cada vez que se fundía en ella, pensaba que estaría satisfecho, pero volvía a estar sediento.Asad le había avisado por el teléfono de la suite, que Emré había tratado de llegar a él, pero ahora mismo no quería a nadie a su alrededor.Girándose y mirando su puro, lo supo. Él no podía dejarla ir… ni en un millón de años.Esperó todo el tiempo, viéndola removerse, girarse de un lado a otro, hasta que poco a poco vio sus ojos abrirse. Y le mató verla estirarse y quejarse al mismo tiempo.—Buenos días…Zahar lo miraba como si se preguntara que estaba tramando, y se sentó en la cama diciendo lo primero que pensó.—¿Tienes que irte? —Kereem le sonri
Zahar parpadeó por un momento, y cuando abrió los ojos se encontró con la cama vacía, ella se sentó viendo el reloj, que ya daban las cinco de la tarde y se levantó espantada.¿Cómo había dormido tanto?Observó a todas partes y se levantó caminando descalza por toda la suite, y una caja roja, le llamó la atención en centro de la mesa, donde había estado con Kereem ayer.Ella se dirigió al lugar y la abrió. Había una caja de teléfono, y una nota.“Tu primer teléfono, es un paso… nos vemos esta noche, será una buena despedida”Un trago duro pasó por su garganta. Sabía que Kereem era un hombre de palabra, y por eso había confiado en él. Sabía que también le estaba doliendo, solo que él era así, un hombre duro. Girándose, también frunció el ceño viendo otras bolsas de papel en las sillas. Sacó un vestido y unas sandalias, y luego soltó el aire sabiendo que este hombre estaba loco.Revisó el teléfono, y encontró el único contacto, y lo marcó yéndose con las cosas a la habitación.—Hola, d
Con una fuerte aspiración, ella sintió cómo Kereem besó su cuello con deseo, y susurró cerca de su oído, moviendo todas sus fibras.—Tengo algo para ti… —Ella no se dio la vuelta, pero sintió cómo arregló su cabello a un lado y luego el frío metal reposó en su cuello.Al mirar hacia abajo, era una cadeneta de oro, que tenía una letra preciosa, con pequeños diamantes incrustados decorándola.Así que sonrió, mientras una lágrima se le escurrió de sus ojos.Tomó rápidamente la letra para mirarla, y negó al ver que había un nombre diminuto en esta.“Tuyo”Zahar se limpió las lágrimas rápidamente y se giró para abrazarlo.—Es un regalo muy bonito, gracias… —ella podía ver que en sus ojos había una lucha abismal, una tormenta, y juraba que quería detenerla—. Kereem…Los dedos de Kereem se posicionaron en su boca, y luego la haló para ir al centro donde todo estaba listo para ellos.—Imagino que no querrás comer nada —entonces sirvió una copa de champaña y se la pasó—. Gracias por meterte en
Kereem había planeado perfectamente su salida, y ella iría acompañada de alguien en todo el trayecto, para que nada saliera mal, sobre todo porque Kereem sabía que su mayor enemigo, estaba caminando bajo sus sombras…Unas horas después, Zahar tenía un moño en su cabello, y estaba usando un pañuelo para ocultarlo. Tenía otro tipo de ropa americana, y caminaba con un agente secreto que la pasó por toda la aduana con su nuevo pasaporte.Había hecho de todo para ocultar sus ojos rojos y llorosos, incluso tenía lentes de contacto de otro color de ojos.—¿Viene con él? —el hombre de la aduana preguntó, y ella miró al hombre que la acompañaba y sonrió.—Por supuesto, es mi novio, y nos vamos de vacaciones… —El hombre escaneó al hombre revisando también sus documentos, y Zahar se pegó más a él colocando su cabeza en el hombro.—Bien… buen viaje… —ella tomó sus documentos con una sonrisa, y luego caminó de gancho con el agente secreto directo a la fila que se estaba haciendo para ingresar al a