Al menos diez camionetas aparecieron frente a ellos. Asad apuntó su arma, pero muchos hombres bajaron de las camionetas, y fue muy fácil reducirlos.

Bakir fue el primero en aparecer, y luego ordenó:

—Atenlos y llévenlos adentro.

Asad dejó su arma, y miró a sus compañeros. Sabía que en cualquier momento podía joderse todo, y a pesar de que recibieron golpes, ellos caminaron sumisos dentro del galpón, mientras el mismo Asad divisó como salían rebeldes de sus escondites.

—Todos atentos… —Bakir se quedó quieto al entrar y Zahar fue la primera en colocarse delante de Kereem, como lo habían planeado.

—¿Qué es esto? —Bakir sonrió.

—Una visita… —Ella apretó la mandíbula viendo la cantidad de hombres que entraban. Luego fue al lugar donde estaba Asad con los dos hombres que estaban siendo amordazados, y en el momento en que Bakir dijo por sus cables—. ¿Revisaron el lugar?

—Encontramos otros dos hombres, señor… —Bakir asintió.

—Tráiganlos.

Zahar tenía en corazón a mil, y Kereem puso sus ojos en