MARCADA EN SU ALMA.

MARCADA EN SU ALMA.

Mirando a la mujer a su lado, con delicadeza, acarició suavemente el cabello y lo retiró de su mejilla. Le pareció una especie de Ángel y en ese momento sus pensamientos retrocedieron a la noche en que se conocieron un año atrás.

«Señor, ¿quiere comprarme?»

Había sido su primera noche de regreso a Chicago y aunque no estaba interesado en tener ninguna relación con ninguna mujer, hubo algo en Elara que lo hizo aceptar. Fue una especie de conexión instantánea, algo tan extraño, que la ataba irremediablemente a ella.

El recuerdo tomó un giro hacia el presente. Y Nathaniel miró el rostro dormido de Elara, se veía dulce, frágil, como si la carga que hubiera estado llevando fuera muy pesada, se preguntó si quizás había juzgado mal a esta mujer.

Cerró los ojos nuevamente y su mente lo llevó a cuando tomó su primera vez. Inconscientemente, su corazón latió de manera salvaje.

«―Primero, me pagas los 50.000. De lo contrario, ¿quién sabe si podrás cumplir tu palabra?― Elara a pesar de su miedo, reunió el coraje para hablar de dinero.

La gente afirma que hablar de dinero hiere los sentimientos, y hablar de sentimientos hiere el dinero. Aunque no sentía nada por él, al mirar sus ojos penetrantes, Elara dudó.

Y para Nathaniel mencionar repetidamente la suma de cincuenta mil dólares, pareció irritarlo.

―¿Quieres un cheque? ¿O prefieres que lo consigne a tu cuenta? ―pregunto él con frialdad.

―¿Po… podrías… consignarlo a mi cuenta? ―dijo ella titubeante.

Nathaniel tomó su celular y le pidió sus datos, minutos después un mensaje de confirmación apareció en el teléfono de Elara.

―¿Lo ves? Ya he hecho mi parte. ―dijo inclinándose hacia ella ―Ahora pequeña… ―sus manos comenzaron a abrir los botones de su blusa ―… espero que hagas la tuya.

Cuando sus manos exploraron ansiosamente su cuerpo, ella se estremeció y cerró las piernas inconscientemente. Pensó que sería brusco o se comportaría como un animal, pero, en cambio, Nathaniel la tranquilizó.

―Seré gentil, lo prometo.

La habitación resonó con el desesperado latido de su corazón. Elara estaba a punto de colapsar de los nervios.

―Solo tienes que dejarte llevar. ―susurro sobre sus labios y luego un beso ansioso vino de él.

Cuando finalmente estuvieron desnudos, Nathaniel se metió entre sus piernas, sus ojos se clavaron en los de ella y vio la inocencia. Una inocencia que había comprado y que además estaba ansioso de tomar. Se inclinó y besó ligeramente sus labios.

―Entraré suavemente.

Elara únicamente asintió con el corazón palpitando.

―Ah… duele… ―susurro ella cuando Nathaniel entró completamente, un agudo gemido escapó de ella y pronto una lágrima salió de sus ojos.

―Shh… ya pasará ―la calmó, haciendo un gran esfuerzo por controlarse. ―Ya será mejor, lo prometo.

Su ritmo tenso cambió a medida que la experiencia pasaba de dolorosa a placentera. En un santiamén, Elara se encontró haciendo sonidos extraños que brotaban de su garganta. Sonidos que instaban a Nathaniel a tomarlo todo de ella.

Cuando el clímax llegó a su máximo nivel, perdió el control. Una extraña sensación los envolvió a ambos. Él no se resistió a besarla y lo hizo, la beso apasionadamente, mientras se venía dentro de ella. Casi al instante, Elara se quedó dormida y en el momento en que se giró, una pequeña mancha roja daño la impoluta sabana. Esa noche, Elara se convirtió en su mujer, en su amante.»

Nathaniel apartó a regañadientes los recuerdos, sus pupilas llenas de dudas al mirar a la mujer a su lado. Aunque llevaban un año juntos, aún no conocía quién era realmente Elara. La única impresión que tenía de ella era su amor por el dinero y que lo gastaba rápidamente.

A veces se preguntaba por qué una estudiante universitaria necesitaba tanto dinero, pero decidió no profundizar en ese tema. No tenía tiempo para preocuparse por una mujer que tenía fecha de vencimiento en su vida y que por más que anhelara su cuerpo, ella no era más que una mujer común, alguien que no estaba a su altura.

En la mañana que Elara dejó el hotel, el cielo estaba lleno de nubes negras. La lluvia comenzó a caer mojando toda su ropa. Ella corrió hacia la parada de autobús con prisa. Desde la ventana, Nathaniel observó cómo la figura se desvanecía bajo la lluvia. Se preguntó si esto era lo que ella había deseado todo el tiempo. Su marcha, alegre e indiferente, le molestó profundamente.

Después de salir, Elara se sintió aliviada y triste a la vez. Había pasado un año de una relación secreta, era hora de liberarse, de ser ella misma. Sin embargo, la lluvia la mojo sin piedad, y pronto las lágrimas quedaron ocultas bajo la lluvia, podía llorar sin que nadie notara su dolor.

Aunque parecía dura en la superficie, en el fondo escondía un lado emocional, un lado débil. Lágrimas seguían fluyendo por su rostro mientras intentaba forzar una sonrisa y se decía a sí misma.

―Estoy bien, soy fuerte ― se repetía.

Porque a pesar del dolor que la estaba lacerando por dentro, ahora su hermana obtendría un corazón y además se había liberado de esa relación secreta, debería estar sonriendo. Sin embargo, la pesadez en su pecho la envolvía con fuerza. Las lágrimas cesaron con la lluvia, pero el dolor en su alma persistía. Se había enamorado de él, se había enamorado de Nathaniel Cross

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