CELEBRAR LA LIBERTAD.

CELEBRAR LA LIBERTAD.

―Elara… ¿No tienes un paraguas? ¿Por qué estás toda mojada? ¡¿Por qué no esperaste que pasara la lluvia?!

Sara regañó al ver a su amiga y mientras hablaba, le entregó una toalla seca.

―¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes esa cara?

Elara sostuvo la toalla mientras se secaba el cabello mostrando una fragilidad inusual.

―Oye… algo anda mal contigo. ¿Qué pasó? ¿Rose está mal?.

Y aunque Sara sabía todo sobre ella, en ese momento, Elara no sentía que todavía tuviera la fuerza para explicárselo.

―Oye, ¿podrías dejar de ser tan superficial conmigo? ¡Dime! ¿Qué pasó? ¿Pareces que te estuvieras muriendo? ―exclamó la joven, quien siempre hablaba sin rodeos. ―¿Rose tuvo otro ataque al corazón? ¿Es eso? Elara, ¡¿es eso…?!

Negando con la cabeza, Elara finalmente encontró los ojos de su amiga y estos estaban llenos de tristeza.

―No, es solo que me siento un poco cansada. Primero quiero dormir y hablaremos más tarde.

―No soy tonta, algo te pasa. Vamos Elara, sabes que puedes confiar en mí. Además, todavía estás mojada. Tienes que quitarte esa ropa antes de dormir.

Al tirar de ella, Sara notó las marcas en su cuello, un gran chupetón, no era la primera vez que veía tales marcas, y ella conocía la relación secreta entre su amiga y Nathaniel.

―Dios mío, ese hombre… ese hombre… es un maldito animal. ―dijo con los dientes apretados.

Sin embargo, el vacío en el pecho de Elara se hacía cada vez mayor, era como una especie de dolor lacerante que la quemaba por dentro.

―Estoy liberada. De ahora en adelante soy una mujer libre. Felicítame.

Elara luchó por mantener la sonrisa en su rostro. Pero Sara percibió la tristeza tras sus palabras y comprendió que el rompimiento no era tan fácil.

Después de un año con Nathaniel, cualquier liberación tenía su carga. Su amiga había tenido una relación con Nathaniel Cross, era el tipo de hombre que parecía destinado a hacer llorar a las mujeres. Era de esos que nunca mostraba sus sentimientos o un poco de dulzura, pero que lograba que las mujeres se enamoraran inconscientemente.

―¿De verdad quieres que te felicite?

Elara asintió.

―¿Entonces deberíamos ir a celebrar? Celebrar porque finalmente eres libre y luego… Deseo que encuentres un hombre que te ame mucho y que tú seas su mundo. Espero que mi mejor amiga sea la persona más feliz en el mundo. ―Sara se agachó delante de ella y acarició su rostro triste ―Tú más que nadie mereces felicidad, Elara.

Cuando Sara dijo estas palabras, su rostro estaba lleno de sinceridad. Y provocaron sentimientos conmovedores y desgarradores en ella. Después de la muerte de sus padres, pocas personas mostraban amor verdadero hacia ella.

Tener a Sara como amiga era la mayor bendición de su vida.

CLUB ECLIPSE.

La música palpitaba en el ambiente del club, Sara, con una copa en la mano, alzó el cristal en un brindis por su amiga.

―¡Por tu nueva vida, Elara, libre y sin cadenas! ―exclamó.

Elara asintió.

―Libre ―repitió, aunque la palabra sabía agridulce en sus labios.

Sara la observó un momento antes de inclinarse hacia delante, con la curiosidad brillando en sus ojos.

―¿Nathaniel te dio algo de dinero para… ya sabes, como compensación?

Hubo una pausa, un suspiro apenas audible antes de que Elara asintiera lentamente.

―Sí, para finalizar las cosas… me dio un cheque por 10 millones.

Los ojos de Sara se abrieron, sorprendidos y un tanto divertidos.

―Bueno, al menos no es tacaño en las despedidas.

Elara intentó mantener su sonrisa, pero sus ojos no lograban ocultar la tristeza que anidaba en su interior.

Sara tomó un sorbo de su bebida antes de lanzar otra pregunta.

―¿Ya lo depositaste en tu cuenta?

―Mañana a primera hora.

Sara frunció el ceño y su tono se tornó reprobatorio.

―Eres una tonta, Elara. Deberías haber asegurado ese cheque de inmediato. No se puede confiar…

―Él no es así. Si me ha dado ese dinero, no me lo quitará.

Sara no parecía convencida, sin embargo, cambió el tema.

― Si tu lo dices Y dime ¿Qué vas a hacer con ese dinero?

La respuesta de Elara fue instantánea, había un destello de determinación en sus ojos.

―Compraré un corazón para mi Rose.

―¿Un corazón? ―la preocupación marcó el rostro de Sara. ―¿Qué pasó?

―El tratamiento no está funcionando ―explicó Elara con voz temblorosa ―Adrián dijo que es necesario un trasplante.

La tristeza inundó la mirada de Sara mientras abrazaba a su amiga.

―¡Oh, amiga! ―dijo y beso su cabello ―Todo estará bien ―susurró con un tono consolador ―Al menos tienes el dinero.

―Sí ―murmuro cerrando los ojos y soportando el dolor en su propio corazón ―Al menos tengo el dinero.

Después de dos brindis más, Elara se disculpó y fue al baño. Mirándose en el espejo, tenía la cara sonrojada, el alcohol parecía estar haciendo efecto y su cabeza comenzó a sentirse mareada, pero su conciencia aún estaba clara. Después de terminar decidió regresar a casa, iría a primera hora al banco, cuando salió abrió su bolso para llamar a un taxi y no se percató de la persona que tenía delante. Chocó con un pecho sólido, pero ni siquiera se molestó en mirar, solo se disculpó.

―Lo siento, yo…

Cuando finalmente alzó la cabeza, su cuerpo se congeló en su sitio y lo único que salió de sus labios, fue.

―¿Tú?

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