UN CHEQUE SIN FONDOS.
―Por favor, espere un momento… ―dijo cortésmente la señora del mostrador, sus dedos danzando sobre el teclado de la computadora con una lentitud desconcertante.
«¡Jesús! ¿Por qué tarda tanto?»
De manera inexplicable, el corazón de Elara latía descontroladamente, como si presintiera que algo siniestro estaba a punto de suceder
«Dios que todo salga bien, que todo salga bien»
―Señorita…
―¿Todo bien? ―interrumpió a la empleada del mostrador antes de que pudiera terminar sus palabras.
―Lo siento, señorita, su cheque ha sido congelado.
―¿Qué? ¿Cómo qué congelado? ―las manos de Elara temblaban y su corazón latía demasiado rápido ―¿Eso significaba que no podré disponer de él? ―el pánico cruzó rápidamente su rostro.
―Si señorita ―dijo suavemente la empleada del banco ― Aquí muestra que… que los fondos fueron congelados ayer.
―No… ―susurro mientras negaba ―No… eso no puede ser… él…
―¿Necesita algo más?
Elara no respondió, su mente solo podía vislumbrar a Rose y lo lejos que estaba ahora la oportunidad de curarse.
―Señorita… ―llamo nuevamente la empleada del banco ―¿Necesita algo más?
―No… gracias ―dijo con voz ahogada.
―De nada ―dijo la señora del mostrador mientras le devolvía el cheque a Elara.
Ella lo tomó con manos temblorosas y miro la elegante caligrafía del hombre que hasta hace unas horas le había dado una esperanza a su hermana. Sin embargo, ahora se la arrebataba con crueldad. Sacó su teléfono con manos que apenas podían contener el temblor, producto del miedo y la desesperación.
―Contesta... por favor contesta... ―susurró. Pero el teléfono siguió hasta que la voz de la operadora cortó sus esperanzas.
Con la respiración entrecortada y la esperanza desvaneciéndose, Elara colgó y volvió a marcar.
―Por favor, Nathaniel, contesta... contesta... ―imploró, pero nuevamente fue recibida por la indiferencia del buzón de voz.
El teléfono se deslizó de sus dedos cayendo al suelo con un golpe sordo.
«¿Cómo puedes ser tan cruel? ¿Por qué…? ¿Fue por lo que sucedió ayer?»
―¿Por qué… porque rompiste tu promesa? ―susurro con decepcion ―Después de todo si eres un hombre cruel, Nathaniel Cross. ¡Y yo soy una tonta por confiar en ti!
«¿Ya lo depositaste en tu cuenta? Eres una tonta, Elara. Deberías haber asegurado ese cheque de inmediato. No se puede confiar…»
Las palabras de su amiga resonaron en su mente y con cada paso hacia la parada de autobuses, sentía cómo su corazón se comprimía más y más.
«Elara si te enamoras de Nathaniel seria como suicidarte. Ese hombre es tan frío como un iceberg, solo corres el riesgo de salir lastimada»
―Eres una tonta Elara ―se dijo así misma ― ¿aun guardabas la esperanza de que quedara un poco de humanidad en él? ¿Su actitud no fue lo suficientemente clara anoche?
«¿Ya tienes otro comprador? ¿Ya tienes otro hombre?»
Elara recordó sus palabras hirientes de la noche anterior y lo entendió todo. El únicamente la estaba castigando. La estaba castigando injustamente y en el proceso se llevó consigo la única esperanza de su hermana. Ahora estaba de vuelta al principio, sin nada más que su determinación y la urgente necesidad de encontrar un corazón para Rose.
El dolor que sentía era abrumador, una mezcla cruda de miedo, ira y desolación. Estaba exhausta; cada fibra de su ser gritaba por descanso, por un respiro en la interminable lucha que había sido su vida desde que la enfermedad de Rose había sido diagnosticada. Quería ser fuerte, había intentado serlo, pero en ese momento, se permitió ser vulnerable.
Deseaba desesperadamente un hombro amigo, un refugio en este mundo que parecía decidido a aplastarla. Anhelaba palabras de consuelo, una voz que le susurrara con dulzura que todo estaría bien, que no estaba sola en esta lucha. Pero la realidad era otra; estaba sola, terriblemente sola.
―Mamá, papá… ―susurro entre sollozos ―Cuánto los extraño ― luego lloró sintiendo la ausencia de ellos más profunda que nunca.
«Lo siento, señorita, pero sus padres acaban de tener un accidente»
Esas palabras habían sido el principio del fin. Sus ojos marrones se llenaron de lágrimas al recordar cómo habían sido llevados bajo tierra, cómo el mundo que conocía se desmoronaba con cada palada de tierra que caía sobre los féretros.
Pero la crueldad no había terminado con la muerte de sus padres. Su tía, con una frialdad que helaba la sangre, les había arrebatado su último refugio.
«¡Tú y tu hermana son una carga que no pedí! ¡Quiero que te largues inmediatamente!»
La injusticia de ser despojada de su herencia, el único legado que sus padres habían dejado para ellas, la llenaba de una ira impotente.
«¡No, ese dinero lo dejaron mis padres… no puedes…!», había protestado con voz temblorosa, pero Renata había sido inquebrantable en su crueldad. «¡Puedo y lo estoy haciendo!» Su tía replicó con desdén.
El recuerdo de la bofetada que la lanzó al suelo aún ardía en su mejilla; el peso del zapato de Eliana, su prima, aplastando su mano era una memoria física del desprecio y el rechazo. La sonrisa burlona aún la perseguía en sus peores pesadillas.
Esa noche, cuando ella y Rose fueron echadas a la calle, Elara había jurado ser fuerte, su hermana le había dado un propósito, una razón para seguir adelante a pesar de todo.
Cuando las lágrimas dejaron de salir, se puso de pie y con una nueva determinación, se dirigió hacia el hospital. Necesitaba ver a Rose, necesitaba estar cerca de ella para recordar por qué debía seguir luchando. Y también debía hablar con Adrián, tenía que saber cuánto tiempo tenía.
La puerta se abrió suavemente y mostró a Adrian en su escritorio.
―¿Podemos hablar?
―Sí, sí, claro ―respondió Adrian, aunque comenzaba a sospechar que había sucedido algo.
―¿Cuánto tiempo? ― ella no necesitaba especificar más; Adrian entendió perfectamente a qué se refería.
Se puso de pie y caminó hacia ella, tomó sus manos entre las suyas. Estaban frías y temblorosas, pero él las envolvió con su calidez y firmeza.
―Elara ―comenzó con suavidad pero fue interrumpido.
―Dime, ¿cuánto tiempo?
¿CUÁNTO TIEMPO? Su mirada estaba llena de complicación e impotencia.―La condición de Rose es grave, Elara. Lo máximo que puede esperar son varios meses. ―la voz de Adrian fue suave pero implacable en su honestidad.Los labios de Elara temblaron.―¿Cuántos meses?―Mientras la máquina la ayude a respirar, podrá aguantar máximo un año. Es todo lo que puede soportar.Ella asintió, su cuerpo retrocediendo lentamente como si la realidad le hubiera asestado un golpe físico.―Entonces prométeme que cuidarás de ella, que harás todo para que esté bien. Yo... voy a conseguir ese corazón como sea.El la abrazó de repente.―Quisiera poder darle el mío si pudiera ―confesó ―Pero te prometo que la pondré en la lista de espera lo más pronto posible.―Está bien ―lo interrumpió―Pero no voy a quedarme de brazos cruzados. Voy a trabajar 24 horas al día si es necesario, pero conseguiré el dinero. No voy a dejar que mi hermana muera.Y antes de que él pudiera ofrecer más palabras de consuelo o apoyo, Elar
UN NUEVO TRABAJO.Elara cerró la puerta del departamento detrás de ella Sara, que estaba en la cocina, vio la expresión de su amiga y se preocupó.―¿Qué pasó?Elara miró a Sara y las palabras se le atoraron en la garganta.―Tenías razón ―murmuró antes de que las lágrimas comenzaran a brotar.Su amiga se apresuró a abrazarla.―No me digas que ese infeliz no te dio el dinero.Pero Elara no respondió, solo continuó llorando, cada sollozo una mezcla de impotencia y rabia que había estado conteniendo.Sara apretó los labios, maldiciendo a Nathaniel en su mente por el dolor que le había causado a su amiga.―Estoy a tu lado, y juntas conseguiremos una solución para Rose. ―Elara seguía llorando, su cuerpo sacudido por los sollozos incontrolables ―No quiero decir esto, pero te lo dije, debiste consignar ese cheque.―Si... ―susurró Elara entre lágrimas ―pero crei que…Sara apartó a su amiga con delicadeza y acunó su cara entre sus manos.―Eres demasiado ingenua para este mundo, Elara. Demasiado
ENCUENTRO PREDESTINADO. Nathaniel apenas había bajado de su Aston Martin, cuando los abogados de su empresa lo esperaban en el vestíbulo del imponente edificio de cristal y acero. ―Buenos días, señor Cross ―saludó White, el abogado principal. ―Buenos días, White ―respondió Nathaniel, su expresión seria y los ojos escudriñando al hombre frente a él. ―¿Traes buenas noticias? La pausa antes de la respuesta de White fue suficiente para tensar aún más el ambiente. ―Me temo que no, señor Cross. Las demandas siguen y, aunque hemos tratado de llegar a un acuerdo con los afectados, ellos siguen con la idea de demandar. ―¡Maldita sea! ―gruñó Nathaniel, sus puños se cerraron involuntariamente. ―Esto va a perjudicar el lanzamiento de la nueva línea de productos. Tienes que encontrar una salida, White, al menos hasta que esta nueva línea se lance. ―Señor Cross ―dijo el abogado, su tono se suavizaba en un intento de apaciguar la frustración palpable de Nathaniel. ―Creo que lo mejor será retra
DEPARTAMENTO DE SARA. ―¿Cómo así que no tienes trabajo? ¿Te volviste loca?! ―Sara miró a su amiga perpleja. Elara frunció las cejas y suspiró antes de responder. ―Cuando te cuente, no pensarás lo mismo. ―Bueno, ahora sí me estás preocupando, ¿qué pasó? ¿Es un vejete morboso tu jefe? ―No ―murmuro Elara, quitándole el vaso de jugo a Sara y bebiéndolo con lentitud ―Algo peor creo. Dejó el vaso y miró a su amiga directamente a los ojos antes de soltar de sopetón. ―Nathaniel es mi jefe. ―¡¿Qué?! ―Sara se puso de pie de un salto, mirando a Elara con incredulidad ―¿Cómo que ese bastardo es tu jefe? ―Sí ―Elara asintió con la cabeza ―Para mi mala suerte, Nathaniel es el dueño y presidente de la compañía y yo iba a ser su asistente personal. ―Esto tiene que ser una maldición, amiga. ¿Qué pecado cometiste para que no puedas librarte de ese desgraciado? ―Sara, ¿sabes lo que eso significa? ―Sí, necesitas una especie de despojo o algo así. ―Sara intentó bromear para aliviar la tensión.
MÁS QUE UN AMIGO.Elara llegó al hospital con la primera luz del día, su corazón latía con la mezcla de preocupación y amor que solo una hermana puede sentir. Al abrir la puerta de la habitación, su rostro se iluminó con una sonrisa para disimular su ansiedad.—Hola cariño —dijo Elara mostrando una sonrisa.—Hola, Elara —respondió Rose sin levantar la vista de su nueva Barbie, mientras la máquina susurraba al ritmo de su respiración.Elara se acercó a la cama, su mirada se posó en el juguete.—¿Y esto? —preguntó interesada.—Me lo regaló Adrián, dijo que he sido una buena paciente —la voz de Rose era un hilo de orgullo y alegría.Elara le sonrió de vuelta y acarició su cabello con ternura.—Sí cielo, has sido una buena paciente.La conversación fue interrumpida por el sonido de la puerta al abrirse. Adrián apareció en el umbral, su presencia llenaba la habitación con un aire de confianza y calidez.—Buenos días —saludó con una sonrisa que incluía a ambas. —¿Cómo amanece mi paciente fav
TIENE UNA HIJA.Nathaniel abrió los ojos cuando el sonido de su celular lo despertó, el dolor estaba a punto de explotarle la cabeza.―¡Demonios! ―gruñó y tanteó en la chaqueta de su traje para tomar el aparato ―¿Quién?―Buenos días, Nathaniel ―respondió una voz del otro lado ―¿esa es la manera de responderle a tu madre?Él hizo una mueca y suspiró.―Buenos días, mamá.―¿Dónde estás?Nathaniel trató de enfocar el lugar y pronto descubrió que se trataba de su departamento.―En mi casa.―¿No irás a la empresa?―¿Qué pasa mamá? Ve al grano.―Bueno, siendo tan adicto al trabajo es la primera vez que vas tarde.Nathaniel miró su reloj y vio que casi era medio día.―¡Maldita sea! ―exclamo en voz alta.―¿Qué sucede contigo, Nat? ―Regina comenzó a percatarse del extraño comportamiento de su hijo.―Mamá, debo ir a la empresa, di lo que tengas que decir o colgaré.Del otro lado, la madre apretó el teléfono y miró a su nuera en el jardín.―Quiero que vengas a almorzar a casa y no te atrevas a ne
UNA RELACIÓN ESTRICTAMENTE LABORAL.Elara terminaba su café cuando sonó su teléfono.―¿Hola?―¿Señorita Vance?―Si, soy yo.―Estamos llamando desde el departamento de Recursos Humanos de Cross Enterprises. ¿Podría venir a nuestra oficina?―¿Cómo? ―Preguntó Elara con incredulidad. ―Hemos recibido órdenes para que se reintegre a su cargo, señorita Vance. Por favor, venga.El hombre al otro lado de la línea se mostró firme. Elara miró el teléfono con incredulidad. ―¿Quién es? ―Preguntó Sara.―Es Cross Enterprises. Quieren que vuelva como asistente.―¿Ese idiota te está obligando?―No lo sé. Dejé en claro que renuncié. ¿Qué debo hacer?Sara miró intensamente a su amiga.―Elara, necesitas el dinero, tienes gastos, y además… no te culparé si decides volver allí. ―Sara se sentó junto a su amiga y le tomó la mano suavemente. ―Solo recuerda, mantén la distancia, Elara. Tú puedes ser su asistente, no la mujer de la que puede aprovecharse cuando quiera.Elara asintió en silencio.―Tienes razón.
LA LLEGADA DE VICTORIA.Aeropuerto Internacional.En el terminal de llegadas Nathaniel y Daniel están parados cerca de la cinta transportadora de equipaje. La multitud bulliciosa se mezcla con los anuncios de vuelos y el zumbido ocasional de un avión despegando en la distancia. Nathaniel reviso su reloj con impaciencia, claramente inquieto.―Tranquilo amigo, no voy a dejarte solo con esa piraña. ―dijo Daniel con una sonrisa divertida.La mirada de Nathaniel se endureció y le lanzó a Daniel una mirada cargada de advertencia silenciosa.―No es el momento para bromas. Sabes lo complicado que es todo esto para mí.Daniel asintió y su sonrisa desapareció al comprender la seriedad del asunto. Sin embargo, consideraba que su amigo sufría porque quería, tan solo tenía que terminar con la mujer que habían venido a recoger y sus problemas terminarían, además comenzaba a sospechar que Nathaniel tenía sentimientos por la mujer del club.Se recuesto ligeramente contra la baranda, cruzando los brazo