—¿Qué te parece? —pregunta Andrea con una botella de tequila y dos vasos en la mano.
Hoy la vamos a pasar a lo grande.
—Genial. Es lo que necesito —le comento mientras nos sentamos en el piso de la pequeña sala de mi departamento.
—Ahora sí, cuéntame con detalles que fue lo que pasó hoy —vierte el tequila en cada vaso—. Coño, se me olvidó coger la sal y los limones, los dejé en la encimera.
—Yo voy —le digo mientras camino a la cocina—. Acaso tu chico no te lo ha contado ya. Aquí tienes —le extiendo la sal y el plato con rodajas de limón.
—Primeramente, no es mi chico, es solo un pasatiempo. Segundo nada más me dijo que habías llegado tarde y habías montado un espectáculo en mitad de la recepción.
—Te resumo la historia para que no te canses. Al llegar tarde, la recepcionista no me dejó pasar a la entrevista, hice lo que pude, inventé una mentira a modo de excusa, pero ella pidió que me fuera, que si la puntualidad es un requisito indispensable y un montón de m****a que aprende a decir para ganarse el título de trabajadora del año. Obviamente, le dije todo lo que me vino a la cabeza en ese momento, e incluí también al señor Stone y resulta que él estaba detrás de mí escuchando todo.
Andrea, abre la boca de asombro.
—¿Cómo? —sal, tequila y limón—. Ahora sí perdiste la oportunidad de trabajar ahí.
—Ya la había perdido llegando tarde. —hago lo mismo, sal, tequila y limón—, y si creíste que te lo había contado todo, aún falta. El grandioso señor Stone es el mismo hombre que me había puesto sumamente nerviosa la noche anterior.
—Ahora entiendo. Cualquiera se volvería tímida delante de Aiden Stone.
—¿Cómo lo conoces? ¿Ya te acostaste con él? —inquiero.
Y no sé cómo, ni el porqué, pero mi cuerpo reproduce pequeños espasmos de molestia nadamás con hacer la pregunta.
—No cariño, aunque no sería una oportunidad para desaprovechar. Existen las redes sociales, ¿lo sabías?. Deberías meterte más en el mundo famoso y dejar un poco las películas de miedo.
—Me importa una m****a lo que hagan con su dinero toda esa pila de multimillonarios.
—Tienes razón —ignora lo que acabo de decir—, el hombre lo tiene todo y un poco más —me parafrasea.
Sal, tequila, limón. Otro trago. Otro más. Y otro. Ya no estoy de la manera más cuerda.
Tocan el timbre.
—Ya voy tranquila —le digo a Andrea.
Camino hacia la puerta. Mis pasos no son firmes, estoy pasando un poco de trabajo para llegar. La abro, no veo a nadie. Salgo de mi apartamento un poco más y tampoco.
—Debió ser una broma de adolescentes —expreso mientras doy media vuelta para volver a mi casa—. Creo que el exceso de tequila, me está haciendo alucinar. Estoy viendo al señor Stone, no, el señor Stone no porque no es mi jefe, a Aiden frente a mí —me paso las manos por los ojos. Sigue ahí. Camina hacia mí. Me agarra por la cintura y tira de mí hasta que me encuentro pegada a él. Estoy sintiendo su respiración en mi cuello.
—Mañana a las dos en mi oficina —dice y se marcha.
¡¿Qué coño?!
Entro nuevamente en mi humilde Penthouse de Mission.
—¿Quién era? —pregunta Andrea.
—Nadie. Solo fueron bromas de niños —le comento y me sirvo otro trago.
No sé si eso que sucedió ahí fuera es real. No sé si fue producto a todo lo que he pensado últimamente en el susodicho. Cómo puede saber dónde vivo. Y aunque lo supiera alguien como él no vendría hasta aquí.
—Ya —está demasiado tomada.
—Es hora de dormir —le enseño la botella vacía—, se acabó el tequila.
—Me voy entonces —dice ella, intentando levantarse, no lo logra, cae al suelo, tampoco puedo con ella.
—Mejor quédate. Duerme en mi cama —la ayudo a levantarse e ir a mi habitación.
Con demasiado trabajo la dejo sobre mi cama. Recojo una manta y una almohada en el armario y voy para la sala a dormir.
Me despierta el sonido de mi móvil. Es un número desconocido.
—¿Si? —contesto.
—¿Es usted la señorita Keira Buckett? —como sabe mi nombre y apellido.
—La misma.
—Hablo de parte del dueño de A.S Enterprises —¡¿Cómo?!!, retrocedo en cada palabra para creérmelo—. ¿Señorita, sigue ahí? —pregunta el chico al ver que no hablo.
—Sí, disculpe, continúe.
—Tiene una entrevista de trabajo a las dos. Mandó a recordárselo —entonces no fue un sueño, si estuvo aquí ayer.
—Está bien. Allí estaré.
Dejo el teléfono sobre la mesita y voy a la cocina a preparar café.
—No me lo puedo creer —digo en voz alta.
—¿Qué no te crees? —pregunta Andrea saliendo de mi habitación con muy mala pinta y con mis gafas—. Las tomo prestadas —me las señala.
—Ayer vino Aiden Stone hasta mi puerta a decirme que tenía una entrevista de trabajo hoy a las 2. En su momento pensé que eran alucinaciones producto del tequila, pero ahora me acaba de llamar un empleado suyo para recordarme la entrevista -le tiendo a Andrea una taza de café-. Está bien fuerte.
—Aiden Stone, el mismísimo guapo de A.S. Enterprises —se toma el café—. Nena, algo tuviste que haber hecho aquella noche en el club o en la recepción de su oficina para que se tomara esa atribución de venir él personalmente a darte la entrevista de trabajo.
—Nada de eso. Seguro es pura cortesía por lo mal que se portó su recepcionista —le doy un sorbo a mi café.
—Nena, no has oído hablar de él. Aiden Stone no es un tipo para nada cortés —comenta.
—Bueno, que importa. Tengo una entrevista de trabajo.
—Me quedaría contigo para celebrarlo, pero necesito recuperarme de esta cruda, mi turno en el Upcider comienza en pocas horas.
—Tranquila, te llamo más tarde.
—¡Ah! Esta vez asegúrate de ser puntual —expone.
—Intentaré. La puntualidad no es mi mejor aliada.
—Sé que no. Pero todo sea por un trabajo. Ahora sí me marcho.
Llegó puntual a mi cita. Son la una y cincuenta minutos. Entro y me encuentro con la misma mujer de ayer.
—Señorita Buckett, sígueme, el Señor Stone la espera —esta vez es muy amable. Este señor me asusta. Aunque bueno con un sueldo como el que te pagan aquí, no puedes darte el lujo de irte a jugar con tu suerte.
La sigo. Observo el lugar todo muy exquisito, una decoración estupenda, ventanales de vidrio por todas partes, cuadros y diplomas adornando las paredes. Pero hay un pequeño problema, no hay una mujer con la que me haya cruzado que hubiera usado jeans. Todas van vestidas impecable, con trajes de pantalón y tacones altísimos o vestidos muy finos.
Me vestía así en mi anterior trabajo. Por lo menos allá no había ese sistema riguroso con la ropa.
—Astrid —ella levanta su vista y nos observa, o mejor dicho me observa a mí —dile a Señor que la señorita Buckett está aquí.
Ella habla por el interlocutor.
—Si señor —le responde—. Está reunido, que espere un momento.
Llevo cinco minutos caminando de un lado a otro, hasta que la puerta se abre.—¿Keira? —me dice el chico que sale de la oficina de Aiden Stone. Lo recuerdo estudiamos juntos en la prepa, pero dejamos de hablar porque se mudó a Nueva York.
—Enzo, no te conocí -nos saludamos con un beso—. Tanto tiempo sin verte. ¿Cómo te va tu vida de neoyorquino?.
—Bien. Hace días que estoy en la ciudad por negocios.
—Veo que te has hecho todo un empresario —expreso y le dedico una sonrisa.
Me alegra verlo así, se le nota más relajado o quizás feliz. La última vez que lo vi, antes de marcharse estaba mal, como nunca antes en su vida.
—¿Por qué no nos tomamos un café más tarde y me pones al día con tu vida? —me pregunta él.
Veo que Aiden nos observa, así que mejor será que entre, no quiero perder esta otra oportunidad.
—Por qué no. Dame tu teléfono —intercambiamos números— mándame un W******p con el lugar y la ahora.
—Está bien. Hasta más tarde.
Sonrío.
Camino hacia la mesa del rey, no tiene buena cara.
Estás a tiempo de huir Keira. Si te quedas tendrás que convivir cada día con su humor.
—Cierra la puerta —me dice serio y empieza a leer unos papeles.
Llego hasta él y me siento en una de las sillas que quedaban al frente de su mesa.
—Acaso dije que se sentara —habla sin mirarme—. Este no es su departamento en Mission. Aquí se hace lo que diga yo.
Me levanto de la silla. Ahora mismo tengo ganas de meterle la silla en la cara. Pero tengo que contar hasta diez y ya, es muy buen empleo.
—Keira Buckett, ¿es ese su nombre verdad? —pregunta él.
—Me lo pregunta o me lo afirma. Porque dado el hecho de que sabe a donde vivo, me parece normal que se sepa mi nombre.
Levanta los ojos de los papeles que revisaba. Me fulmina con la mirada. Siento mis piernas flojas, como cada vez que me observa de esa manera.
—Esa boquita puede traerte demasiados problemas conmigo.
No sé si fue de la manera que lo dijo o como me recorrió con la mirada, pero, mi mente entendió otros tipos de problemas.
—Señor Stone, no le tengo miedo. Si no tengo posibilidad de trabajar aquí, solo dígamelo y así nos ahorramos el tiempo los dos.
Se levanta de su silla, rodea el escritorio y se sienta sobre él frente a mí.
—Cree usted que yo tengo que estar haciendo obras de caridad para las personas. Montones de candidatos hay para ese puesto que tú quieres. No me lo pongas difícil, que apuesto que no vas a encontrar un trabajo mejor.
No respondo. Tengo que aprender a callarme. No tengo trabajo y lo necesito.
—Trabajó en Logistic Company nc por dos años —como sabe el tiempo, si en el archivo no lo había puesto.
Rasgo tres desbloqueados: controlador.
Pienso que mencionando los dos rasgos anteriores caería en una redundancia, pero, por si aún le pudiera quedar duda a alguien, el puesto uno y dos de la personalidad de aquí mi jefe son ogro y mandón.¿Dónde dejas lo sexy, cariño? —me recuerda mi subconsciente.
—Así es señor. Aún estaría trabajando allí, pero un cambio de propietario alteró mi vida y no precisamente para bien.
—También fuiste recomendada por tu antiguo jefe.
No dudo que mi antiguo jefe no tuviera quejas de mí, sin embargo, no he tenido comunicación con él desde hace mucho tiempo. Supongo que si Aiden dice que fui recomendada, así será.
Suena mi teléfono. Es un W******p de Enzo. Sonrío. Hace mucho que no compartía con él. Me alegra un montón volver a verlo.
Stone me mira demasiado serio. Guardo el teléfono. Me temo que el humor de perros del señor llega a niveles incalculables.
—Para trabajar aquí es importante que tengas claro algunas cosas: llegar a la hora correcta siempre, que sería a más tardar a las ocho. Cada orden que de es hecha en menos de cinco minutos y si para usted cinco minutos no son nada para mí es mucho tiempo. Vestir ropa adecuada, que obviamente no es esa —vuelve a sonar mi teléfono—. Y por último en horario laboral no se utiliza el teléfono —se para frente a mí y cerca un poco su cara—. ¿Queda claro?
—Sí señor. Clarísimo —afirmo.
Él se mantiene unos segundos así, cerca, demasiado cerca, aunque ya haya obtenido mi respuesta. Parece debatir en su interior sus próximos movimientos, pero finalmente se aleja.
—Bien —se sienta nuevamente en su trono—, comienza mañana.
—Bien —imito su tono—. Hasta mañana.
—Dime mamá —la llamo apenas salgo de la empresa—. Ahora fue que vi tu mensaje. Estaba en una entrevista de trabajo.
—Que bien cariño. ¿Cómo te fue? —indaga mi madre al otro lado de la línea.
—Bien mamá. Habla tú, ¿dime que pasa?.
—Vayamos a comer a Lolinda.
Presiento algo raro. Primero, su voz, no es precisamente emocionada. Segundo, mi madre hace muchísimo tiempo que no me llama para comer. Soy yo la que voy a visitarlos.—Vale mamá, nos vemos allí en media hora.
Me da tiempo todavía arreglarme para ver a Enzo.
Entro a Lolinda. Busco a mi madre. Allí está en una de las mesas del centro.
—Mamá —la saludo—. ¿Sucede algo?.
—Tenía ganas de verte cariño, llevas una semana sin ir a casa —comenta ella agarrando mi mano. Sé que algo pasa.
Llega el camarero.
—Dos Flourless Chocolate Cake —le dice mi madre—. Recuerdo cuanto amas el chocolate.
—Discúlpame, pero andaba un poco complicada. Ahora dime que pasa. Sé que algo sucede.
—Lo siento cariño, hoy es un buen día para ti, acabas de tener otro empleo. Pero tu padre...
—Dime mamá ¿Qué sucede con mi padre? —empiezo a desesperarme.
—Se le ha detectado una enfermedad. El doctor dice que no tendrá riesgos si se opera a tiempo. El caso es que es caro el tratamiento. Ya conseguí trabajo en una tienda de ferretería y el tiempo disponible hago costuras. Pero aun así necesitamos un tanto más.
—Mamá haremos todo lo que haya que hacer para que mi padre se cure. Cuenta con todo lo que gane. Mientras tanto te daré mis ahorros y conseguiré otro trabajo para tiempo parcial —mi madre me abraza.
Sé que a mi papá no le haría ni la mínima gracia esta situación, más allá de la enfermedad, es estar sin poder hacer algo o saber que estamos trabajando un poco más para ayudarlo. Lo sé porque soy un tanto como él, no soporto que las personas se sacrifiquen o trabajen por algo referente a mí.
Cuando cumplí la mayoría de edad, a pesar de que en casa estaba muy bien, me fui a vivir sola. Desde ese momento lucho por mis propias cosas.
—¿Dónde está papá?.
—En casa. Tendrías que ir a verlo. Estar sin trabajar no le pone de muy buen humor.
Y eso lo sé bien.
—Está bien mamá pasaremos por mi casa y luego iremos.
—Señor —me comenta Alan— está hecho. Asiento. Él se marcha.Buckett. Buckett. Qué estás haciendo conmigo. No puedo creer aún, como fui hasta su departamento. La vi salir, con esa naturalidad que siempre la acompaña, incluso con aire de despreocupada. Sus pasos eran desunidos. Cuando estuve próximo, como hago cada vez que la tengo cerca, aspiro su aroma. A través de su respiración pude percibir los tragos de tequila que había digerido. Mi interior se volvió un caos. Estuve a punto de perder el puto autocontrol.Al presentarme en su casa tenía claro que haría una cosa, darle la entrevista de trabajo, pero mi cuerpo, todo el camino estaba protestando lo único que mi mente tenía pensado hacer. Sin darle más vueltas al asunto, y batallando enormemente, le di la entrevista de trabajo con fecha del día siguiente y me marché.Todo el puto recorrido de vuelta estuve planteándome la posibilidad de regresar. Sin embargo, había algo que lo impedía. Algo, que yo en mi vida había experimentado,
—Papá —le doy un beso— ¿Qué estás haciendo?.—Leyendo. Es mi nuevo pasatiempo, si no logro concentrarme en algo, terminaré volviéndome loco aquí.—Papá entiende que no puedes trabajar hasta que te operen y eso no tardará mucho porque nosotras haremos lo posible e imposible para que sea ya.—Ese es el problema, que soy yo el que debe cuidar de ustedes, no ustedes a mí.—Ya nos has dado tu vida —lo abrazo. Intentando tranquilizar esas inmensas ganas que tiene de no sentirse una carga.—Guillen, tu hija ya consiguió un nuevo trabajo —le comenta mi madre.—Estoy orgulloso de ti mi niña.—Lo sé papá —le beso en la cabeza—. Lo sé.—Tengo que irme, vi a ver a Enzo hoy. Iremos a comer.Mis padres conocieron a Enzo.Enzo era un chico de estos con dinero que no tenía ni idea de lo que eran las cosas de las personas que vivían modestamente. A pesar de que tenía mucho dinero no fue la preparatoria que debería o la que podía costearse. Gracias a su madre, que, pretendía que su hijo se educara con
Es la tercera vez que la llamo. No contesta—. Dice Enzo colocando su teléfono sobre la mesa. —¿Por qué carajos necesita otro trabajo?. Con el sueldo que va a cobrar en A.S. Enterprises le va a alcanzar para todos sus gastos y gustos —le comento a Enzo. —Su papá necesita una operación y tú no la conoces, pero cuando ella quiere a alguien hace lo que tenga que hacer por esa persona, incluso si está fuera de su alcance. Yo le pregunté que necesitaba, pero la conozco y ella se vale por ella, no aceptó ninguna ayuda —responde Enzo.—Oye tú —llamo a su amiga, ella me hace una seña de que me espere un momento. ¿Qué coño?, yo no espero por nadie, por mí hay que esperar—. Mueve el culo hasta aquí rápido o hablo con el dueño de este lugar para que te expulse.Ella de mala gana viene hasta donde estamos. —Vaya carisma que te montas. Y yo que quería que Keiri trabajara en tu empresa. Cuanto lo siento. Debe ser difícil aguantarte todo el día —replica ella. —Te aseguro que preferirías trabajar
¡¿Qué?! Mi cuerpo está en shock. Mi mente no reacciona. No puedo dejar de mirarlo. Ese pelo aún más revuelto que nunca debido al aire, las manos dentro de los bolsillos, la impoluta camisa blanca con sus dos botones desabrochados, creo que esa es su pose favorita, pero ya la mía también. —El mismísimo señor Aiden Stone —comentó irónica—. Se puede saber cómo sabía usted que yo estaría aquí. Él sonríe. Es aún más guapo. —No me subestimes —me dice—. Soy Aiden Stone yo consigo lo que quiero y eso aplica para todo. —Claro —alargo la O—. Andrea fue ella verdad —ignoro lo que acabó de decir—. Considero que después de esto no voy a tener intimidad, es la dirección, la vida laboral, ahora el mejor lugar para desconectar del mundo. ¿Algo más?.—Keira Buckett tienes la autoestima demasiado alto ¿no crees?.Mi teléfono interrumpe. —Dime Andrea.Mientras escucho a mi mejor amiga hablando, mis ojos siguen observando al hombre que tengo en frente. El hombre que últimamente no deja de aparecer
Tengo que controlarme. Las ganas de arrodillarla a la arena y que me chupe la polla la noche entera hacen eco en mí.Saco mi teléfono del bolsillo y llamo a Alan. —Señor Stone. —Alan, Keira Buckett, a tu información le faltaron datos, lugar donde viven los padres y de que está enfermo. —Señor lo investigaré de inmediato. Salgo para Pura Club. La entrada del sitio a tope. No hago la cola. —Señor Stone —me saluda Ian, el portero del club. —Ian. Dentro del local hay menos personas de las que hay fuera. Eso me permite ver a Dylan en su mesa. Sí, su mesa, nadie más puede sentarse ahí, con dos mujeres, una rubia y una trigueña, le da un beso a una y luego a la otra. Le hago una seña al camarero para que me traiga mi bebida. —Dylan Jones —me siento sobre la mesa. —Aiden —me saluda—. Muñecas necesito un chance con mi amigo, luego las alcanzo. —Vuelve a darle un beso a cada una y estas se marchan—. ¿Qué ha pasado contigo estos tres últimos días que no te apareces por aquí? —Trabajo,
Suena la alarma del teléfono. Deslizo el dedo para apagarla. Cojo la otra almohada y me la pongo en la cara. Me levanto de la cama directo al baño, me doy una ducha y me cepillo los dientes. Miro el reloj son las siete. Abro mi armario y observo.—Usar ropa adecuada, que obviamente no es esa —imito la voz del rey. La verdad es que no tengo nada adecuado. Cojo un pantalón negro, una blusa blanca muy sencilla, mi chaqueta color negra y mis tenis blancos. Me sirvo una taza de café. Meto unas chocolatinas en mi bolso y salgo para mi nuevo trabajo. Llego exactamente a las ocho a la empresa. —Buenos días, señorita Buckett —me saluda la recepcionista. Esta es la segunda vez que se muestra agradable. Asusta Aiden Stone...de verdad asusta.—Buenos días. —Novena planta al final del pasillo, ahí pregunte por Abby. Ella le indicará. —Gracias. —Ella asiente con una sonrisa. No pienso coger el elevador, me da un miedo terrible los espacios cerrados. Tomo las escaleras y subo las nueve pla
Joder. No sé cómo diablos me aguanté en el elevador, cuando tenía ganas de follármela ahí mismo. Hace cinco putos minutos la mandé a traerme el café. El no poder controlarla a ella como quisiera me vuelve completamente loco.En ese momento entra Liam. Un volcán en plena erupción hace eco en todo mi cuerpo cuando lo veo agarrando a Buckett. Ella está sin fuerza. Sabía que tenía que llegar a la primera planta para traerme el café, que a ella le asusta entrar en el elevador. Aun así la mandé allá, todo porque es la única manera de mantenerla alejada de mí. No soporto tenerla cerca y no poder hacerla mía. Liam la sienta en una silla. Y se agacha frente a ella. — ¿Preciosa te sientes mejor? —le dice mi amigo mientras con una mano acaricia su pelo. Ya no es un volcán, ahora son dos. Ella asiente. Pero todavía se ve muy débil. —Liam ahora eres samaritano —comento de mala gana y ni siquiera fijo mi atención en ella. —Preciosa te acompaño a tu mesa. Necesito hablar con mi amigo —le dice.
No lo entiendo. Hace poco me dijo que tenía que esperar a la hora de almuerzo. ¿Por qué se tiene que comportar tan mal conmigo? No sé qué le pude hacer para que sintiera tanto odio hacia mi. Recojo mi bolso en la silla. Mientras bajo por las escaleras me como una chocolatina. Los pies me duelen demasiado. Bajar y subir escaleras no es algo que le agrade a nadie y menos si ese proceso lo tienes que repetir varias veces al día. Llego a ese piso donde hace pocos minutos me sentí tan bien en sus brazos. No puedo negar que es un gilipollas y que la mayoría de las veces lo quisiera asesinar pero me encanta. No puedo mentirme a mi misma.Siento su olor a menta en mi ropa. El mejor olor que he sentido en mi vida. Sus labios —suspiro—, la mejor sensación de todas. Si no hubiese sido por mi mamá, hubiera cometido una estupidez, que iba a ser increíble, pero al fin y al cabo estupidez. Bravo por tí Buckett acabas de fijarte en el hombre más odioso sobre la faz de la tierra, el mismo es tu jef