6. Keira

—Papá —le doy un beso— ¿Qué estás haciendo?.

—Leyendo. Es mi nuevo pasatiempo, si no logro concentrarme en algo, terminaré volviéndome loco aquí.

—Papá entiende que no puedes trabajar hasta que te operen y eso no tardará mucho porque nosotras haremos lo posible e imposible para que sea ya.

—Ese es el problema, que soy yo el que debe cuidar de ustedes, no ustedes a mí.

—Ya nos has dado tu vida —lo abrazo. Intentando tranquilizar esas inmensas ganas que tiene de no sentirse una carga.

—Guillen, tu hija ya consiguió un nuevo trabajo —le comenta mi madre.

—Estoy orgulloso de ti mi niña.

—Lo sé papá —le beso en la cabeza—. Lo sé.

—Tengo que irme, vi a ver a Enzo hoy. Iremos a comer.

Mis padres conocieron a Enzo.

Enzo era un chico de estos con dinero que no tenía ni idea de lo que eran las cosas de las personas que vivían modestamente. A pesar de que tenía mucho dinero no fue la preparatoria que debería o la que podía costearse. Gracias a su madre, que, pretendía que su hijo se educara con personas humildes, para que aprendiera a no creerse más que nadie.

En ese momento, yo era bastante solitaria. Me sentaba cerca de un árbol en el recreo a leer o simplemente a pensar. La verdad es que no tenía amigas y sinceramente, eso de sentarnos en un banco a mirar al amor imposible y pasarse horas hablando de él, no era lo mío, y era lo que hacían cada día las chicas de mi edad. Un día, Enzo ocupa lugar a mi lado, huyendo de las burlas de algunos chicos, que lo observaban como cosa rara. Evidentemente, no tenía los mismos hábitos que nosotros.

A partir de ese momento, empezamos a conversar cada día, hasta que ser simples conocidos se convirtió en grandes amigos. Llegaba a mi casa, trataba con mis padres, incluso se quedaba a comer. Enzo dejó de ser el chico pijo, que era.

—¿Si? —inquiere mi madre emocionada—. ¿Cómo está?

—Bien, ahora es un hombre de negocios —contesto mientras camino hacia la salida.

—Adiós mi niña, cuídate mucho y dale nuestro saludo a Enzo.

Cojo mi móvil y le mando un W******p a Andrea.

Llámame en cuanto leas esto.

Ella rápidamente me devuelve la llamada.

—Dime Keiri, ¿Qué te pasa? —está preocupada, lo noto en su voz.

—Necesito que hablemos. ¿Estás en Upcide?

—Sí, aquí estoy.

—Muy bien. Llego en unos minutos.

Termino de hablar con Andrea y le mando un mensaje a Enzo.

Cambio de planes, te espero en Upcide.

Llego minutos después al gastropub donde trabaja Andrea. Me siento en una mesa, cerca de un ventanal. Estoy perdida mirando por la ventana que no escucho cuando mi amiga se sienta al frente.

—Anda, suéltalo ya —comenta sulfurada ella.

—Necesito que hables con tu jefe para trabajar aquí.

Sé que no lo tendré fácil, pero por mis padres hago lo que sea.

—¿Qué? —grita mi amiga. Su chillido es sofocante—. Estás loca o volviste a montar un espectáculo en la empresa de tu queridísimo señor Stone.

—Nada de eso, es mío el puesto. Comienzo mañana. Pero necesito otro trabajo, mi papá necesita una operación y tratamientos.

—¿Qué? —pregunta con sorpresa—. ¿Qué le sucede?.

—No te preocupes por ello —digo. Intentando no caer nuevamente en ese tema. No quiero sentirme triste, al contrario, tengo que ser quien le dé fuerzas a él.

Andrea parece captar como me siento, porque no me apremia para hablar.

—Está bien hablaré con él. Sería el turno de la noche.

Asiento. Así me dará oportunidad cumplir con el trabajo en A.S. Enterprises.

—Keira —Enzo se encuentra frente a nosotras. No me di cuenta del momento donde ingresó a la sala.

—Enzo no te escuché llegar. Mira ella es mi mejor amiga Andrea —los presento—. Andrea él es Enzo, estudiamos juntos en la preparatoria.

Andrea se levanta. Está sonriendo. Creo que le ha gustado. Otro más en la lista de mi amiga.

—Mucho gusto —él le extiende la mano, pero ella, atrevida, lo besa—. Eso de dar la mano a modo de saludo me parece muy formal. Si eres su amigo, —me señala— eres mi amigo.

—Ahora sí. Voy a trabajar. Keiri, después te digo —le sonrío con calidez. Que me haría sin ella.

Andrea se va, pero Enzo no ha dejado de mirarla.

—¿Y esa cara? —me pregunta Enzo.

—Nada. Estrés supongo. Pero olvídate de mí. Cuéntame como ha ido tu vida los últimos años.

—Estudié muchísimo, no precisamente lo que quería, más bien lo que quería mi padre, Administración de Empresas. ¿Tú trabajas en A.S. Enterprises?

—Hoy precisamente me contrataron.

—Aquí tienen —pone Andrea un martini y un whisky en la mesa—. Enzo te traje un whisky.

—Gracias, es lo que tomo.

—Lo deduje —ella le guiña un ojo.

La complicidad y forma de mirarse de estos dos pone en alerta a cualquiera. Sin dudas, pasará mucho más. Los conozco a ambos. Dónde Andrea pone el ojo, pone la bala. Y Enzo por su parte, ignora a todo aquello que no le interesa. Si la observó de esa forma es porque le gusta.

—¿Cómo está tu familia?.

—Bien —no lo digo como quisiera haberlo dicho.

—No mientas Keira, te conozco.

—Es solo, mi papá, no tiene muy buena salud.

—¿Qué necesitas?.

Enzo me conoce de sobra. No aceptaría que se ocupase de lo que me concierne a mí.

—Nada, que se recupere.

—¿Me refería a médicos, tratamientos? —no esperaba menos de Enzo, pero no, de todo eso me ocupo yo.

—No, nada. Yo me ocupo.

En ese preciso instante reparo en Aiden, entrando en el local rumbo a nosotros, vestido impecable como siempre. Camina con seguridad, como si el mundo a su alrededor le quedara pequeño. Las manos en el bolsillo, el pelo que se le mueve por el aire. Justo en ese instante mi mente comienza a imaginarlo en un desfile de ropa interior, joder, está muy bueno. Una sonrisa tonta se escapa de mis labios. Y ahí vuelvo a la realidad, no he dejado de mirarlo. Estoy alucinando o qué. ¿Por qué con lo grande que es San Francisco él tiene que estar aquí?

Llega y se sienta en una silla. Si decir palabra alguna. Me repugna ver cómo se cree rey del mundo.

—Aiden —habla Enzo.

—Enzo. Pensé que estaríamos solos —al terminar la frase posa su vista en mí. Lo único que logro hacer es rodear los ojos.

—No, había quedado con Keira en vernos hoy. Como me hablaste por teléfono supuse que era urgente.

—Me podías haber dicho que no, que ibas a comer con tu novia —comenta él y mi cuerpo se revoluciona. No sé por qué cada vez que lo veo, me dan ganas de romperle su lindo rostro.

—No es mi novia Aiden, somos amigos, estudiamos juntos —le dice Enzo.

—Enzo no tienes por qué darle explicaciones —digo y él me mira como si quisiera castigarme. Se acerca un poco a mí.

—Tampoco me importa —pronuncia.

—¿Y bien? ¿Qué querías decirme? —interviene Enzo—. Te pido un whisky.

—Tenemos una entrega para el día quince del próximo mes —comienza a hablar Aiden—.  ¿Te parece bien programar el día de tu entrega?

—No hay problema. Para fin de mes ¿pudiera ser?

—Me parece bien.

—Aquí tienes —le pone el whisky Andrea a Enzo. Vuelven las miradas y sonrisas de mis amigos, lo que llama la atención de Aiden también.

—Gracias Andrea —le comenta Enzo, tratando de ocultar lo que sucede entre ambos, pero, es imposible, ya lo notamos de sobra. Sonrío.

—¡Ah! Si, Keira. Puedes comenzar mañana a las seis.

—¿De qué hablan? —pregunta Enzo—. No creo que vayas a trabajar en dos lugares.

—No te preocupes Enzo, es mi asunto.

Pero cuando Andrea ve a Aiden, sabe perfectamente que metió la pata. Es mi nuevo jefe. Es que ni Enzo tenía por qué saberlo. Ella murmura un lo siento y se marcha.

—¿Acaso piensas que trabajar en mi empresa es fácil? —pregunta Aiden.

Entiendo la preocupación de Enzo, pero sabe perfectamente que no soporto que se entrometan en mis asuntos, tampoco que me resuelvan la vida.

—Basta a los dos —me levanto y doy en la mesa—. Sí, voy a trabajar aquí. En cuanto a tu empresa, —le digo a Aiden— tampoco espero que sea fácil, pero cumpliré con mi trabajo y con el horario establecido. Ahora si me disculpan, me voy. Enzo un gusto verte de nuevo. Nos veremos pronto.

Salgo del gastropub corriendo. Siento el aire que invade mis pulmones. Es maravilloso.

Voy a la playa. Sentarme a la orilla y sentir el sonido de las olas y el viento que choque contra mi cara, me encanta.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo