30. Keira

El ruido de la puerta principal me despierta.

—Keira, levanta. No dejaré que te hundas en un mar de lágrimas —comenta mi amigo mientras retira la colcha con la que me tapaba hasta la cabeza.

—Déjame dormir un poco más Enzo —cojo la otra almohada y la coloco sobre mi cabeza—. Solo un poco.

—Vienes de visita a Nueva York y no piensas conocerla.

—En otra ocasión será.

—Anda Keira levántate ya —me quita la almohada y comienza a darme con ella. Algo que hacíamos en la prepa.

—Enzo ya no eres un niño —el ignora lo que digo y sigue con su guerra de almohadas en mi cabeza. Me levanto como resorte de la cama y levanto las manos a modo de tregua—. Esta bien.

—Apresúrate. Te espero a abajo —pero cuando va a salir de la habitación regresa—. ¡Ah! importante, ponte guapa —me señala una caja ridículamente grande.

Yo le dedico mi peor mohín.

Entro al baño y me doy una ducha. Cepillo mis dientes.

Abro esa caja que había dejado Enzo sobre el sofá. Un vestido hermosísimo se encuentra en ella. Parece d
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