Me llamaba la atención el bullicio que escuchaba justo antes de entrar a la recepción de mi empresa. Hoy habría despido, sin dudas, el orden aquí es algo que no dejo pasar por alto. A medida que me acercaba, esa voz se volvía más intensa en mis oídos. Me acerqué hasta que mis ojos fueran testigos de total caos. Una mujer, que de espalda no aparenta ni treinta años, con un aspecto común, muy común, estaba conversando con Dafne. Cuando me refiero a conversación, es, que solo ella estaba hablando y el tono de voz era tan alto que me iba a fundir los tímpanos. Di un paso con la clara intensión de detener semejante escándalo, pero mis pies se mantuvieron firmes ante sus próximas palabras...
—O como el señor Stone, el millonario que compra autos como si fueran juguetitos y se sienta en su majestuosa silla presidencial a dar órdenes; que vive solamente para su físico, sus trajes de corte italiano, sus relojes Rolex y sus mansiones en Pacific Heights o Cow Hollow.
¿Qué coño puede saber ella sobre mi vida?.
Antes de que pudiera hacer cualquier movimiento Dafne repara en mí.
—Señor Stone —su voz suena asustada, preocupada, disgustada y un montón de adas más, al recordar las consecuencias de esto—. Disculpe, ha sido un malentendido —continúa ella.
La mujer se gira en mi dirección y la palabra "sorpresa" cobra más vida que un grupo de familiares esperándote escondidos el día de tu cumpleaños. Es esta la chica que vi ayer. Aquí la tengo, a unos pasos, tan próxima que mi cuerpo responde interiormente.
Inmediatamente cambia mi humor. No estoy acostumbrado a no tener algo que quiero.
Ella me observa durante varios segundos... segundos en los que me detalla con sus lindos ojos. Sí, tiene los ojos bonitos, para que ocultarlo. Con mis manos, dentro de los bolsillos, me quedo en esa posición, permitiéndole mirar todo lo que quiera. Justo entonces no puedo evitar mostrar una media sonrisa.
—Y como ya lo he dicho todo y por unos malditos cinco minutos no puedo tener una entrevista de trabajo, me marcho —dijo esa cantidad ridícula de palabras sin equivocarse o ponerse nerviosa.
Se propone a caminar hacia la salida, pero la intercepto antes. Tomo su muñeca y la obligo a detenerse. Por dentro de la piel siento una especie de fuego, algo intenso, completamente nuevo.
Joder.
¡Concéntrate Aiden!
—No piensas disculparte señorita...—espero que me diga su apellido, pero no lo hace, solo me mira. Y en esa mirada se exponen tantas cosas, que lo vuelve todo bastante confuso—. ¿Creo que esa no es la manera adecuada de comportarse?
Estoy tratando de coordinar las palabras que me distraigan de lo que quisiera hacer ahora.
Ríe. Me descoloca su manera tan jodida de pasar de mí.
—¿Acaso algo de lo que dije es mentira? —suelta con un deje de orgullo. Da un tirón a su mano.
Un puto tsunami es a lo que me enfrento. Y me encanta, no voy a mentir, que sea tan espontánea, que le importa bastante poco como le hable o el poder que tenga, ella simplemente dice y actúa como siente.
Camina, pero en unos pasos regresa. No dejo de seguirla con mis ojos, disfrutando de como se mueve ese culito con impaciencia. La vista duró poco, pues retrocede unos pasos.
—¡Ah!, lo olvidaba. Enseña a tus mujeres a tratar mejor a las personas, le quitan prestigio a tu inmaculada empresa. Ahora si me marcho.
Y se marcha. Así. Dejándome con las palabras en la boca o las ganas de haberla callado de una forma poco correcta.
Joder.
¿Qué pasa con esta chica?
—Dafne —rujo. No soporto el desorden—. Acaba de hablar que coño fue lo que pasó. Mi paciencia tiene un límite.
Concentro mi furia en el blanco que tengo en frente. Me estoy volviendo loco.
—Señor fue un malentendido —dice ella con la cabeza baja—. No volverá a pasar.
—¿Es que no me has escuchado bien? —grito— dime que sucedió. Y claro que no volverá a pasar porque próximamente que haya un numerito en plena recepción recogerás tú cosas y moverás el culo fuera de aquí.
La fulmino con la mirada esperando su respuesta.
—Vino para una entrevista de trabajo, pero llegó cinco minutos tarde. Con toda la amabilidad le dije que la puntualidad es un requisito indispensable para este trabajo, que usted no permite la tardanza y le pedí que se marchara.
No es mentira, soy un poseso con el tiempo, la puntualidad, pero, saber que estuve a punto de tenerla trabajando para mí y que Dafne me quitó esa posibilidad me pone de los nervios.
—¿Sabes en qué consiste tu trabajo aquí o tengo que explicártelo? —no responde—. ¡Eh! —dije y eso hizo eco en toda la recepción, no estaba siendo precisamente amable, pero me importa una m****a.
—No señor Stone —habla en un hilo de voz—. No tiene que explicármelo.
—Pues entonces no te tomes atribuciones que no te corresponden —doy un golpe en la mesa—. Soy yo quien controla todo en esta empresa, soy yo quien decido. A partir de ahora cumple mejor con tu trabajo, ¿me escuchaste? —me giro hacia todo el que estaba mirando—. ¿Me escuchan todos?, limítense a cumplir su trabajo, las órdenes las doy yo y quien no esté de acuerdo con eso, la puerta es bastante amplia.
A paso acelerado voy a mi oficina. No dispongo de una cuota de paciencia, así que lo mejor es que me encierre en mi despacho.
—Astrid —grito por el interlocutor—. Mueve tu culto hasta aquí.
Ella en rápidos movimientos llega hasta mí.
—Pasa —es lo único que logró articular. Mi cabreo hoy llega a niveles críticos.
—¿Señor? —se detiene frente a mi escritorio esperando la orden.
—Envíame por correo la lista de todas las candidatas que se iban a presentar a la entrevista. Si alguna no se presentó házmelo saber.
—Sí señor, de inmediato —replica ella y se marcha.
Me remango las mangas de la camisa hasta los codos, suelto un poco el nudo de la corbata y me recuesto sobre el respaldo de la silla.
En la pantalla de la computadora se muestra el ícono de un correo.
Es una lista bastante larga. Y ahí está, al final del correo, la única chica que no se presentó, Keira Buckett.
—Astrid. Llama a Alan, dile que lo quiero aquí en dos minutos -ordeno por el interlocutor.
—Enseguida señor.
Suena mi móvil. Es Liam.
—Llamas en muy mal momento. Estoy ocupado —comento.
No conocemos, no estamos para guardar formalidades.
—Vaya. ¿Cómo estás, hermano?. Bien Liam ¿y tú?. Bien como siempre —imita mi voz de una manera fatal.
—No estoy para bromistas Liam —expreso buscando la serenidad en mis palabras.
—Nunca lo estás. No sé por qué coño eres tan agrio.
Agrio. ¿En serio?.
—Me vas a decir para qué llamabas o cuelgo —estoy a nada de concluir esta charla, mi mejor amigo no colabora a mi humor.
—Tengo que elegir un colgante para tu hermana. Necesito que me ayudes.
Lo que me faltaba.—Joder. Para eso me llamas. Que m****a importa, elige el que quieras.
—Es tu hermana. Se merece lo mejor. Ven a mi casa —me dice y cuelga sin dejarme hablar.
Vuelven a tocar la puerta.
—Adelante.
—Señor Stone —Alan espera que de una orden.
—Keira Buckett, quiero una información bastante explícita de ella.
—Sí señor, enseguida —expresa y retoma su camino. No suelo dar explicaciones detrás de cada orden.
Tomo mi chaqueta y salgo para casa de Liam. El trabajo no reducirá mi mal humor. Esta chica ha cruzado todos los límites... mis límites. No sé qué demonios me pasa, que desde que la vi las ganas de hacerla mía crecen estrepitosamente.—Señor Stone, el señor Hamill lo espera en el patio —me anuncia la empleada de Liam.
Asiento, sin ser capaz de pronunciar palabras. Por el día de hoy, he hablado suficiente.
Cuando llego al patio menudo numerito. Este no tiene nada que ver con el que se formó en mi empresa. Pero no puedo negar que aquel me la puso más dura.
Ahí esta Liam sentado en una silla, en frente de él hay cinco mujeres en ropa interior mostrando un colgante.
—Era necesario —le digo mientras me siento en una silla a su lado—, todo esto.
—La de rojo —le dice a una chica trigueña, por su forma parece alguien sencilla, al contrario de las demás no tiene ese exceso de maquillaje—. Adelante.
La chica camina hacia nosotros. Se detiene justo a unos pocos centímetros y se acomoda en su pose más sexy. Puedo notar rastros de pena.
Mi mente la compara... la compara jodidamente mal con Buckett.
—¿Qué te parece ese? —pregunta Liam, sacándome del sinfín de pensamientos del que en cuestiones de segundo me volví esclavo.
—No está mal —contesto.
En parte es verdad, pero hay otra parte, que exige mucho y me dice que espero otra cosa, espero más... algo más.
—La de negro, tu turno —una chica rubia de ojos azules con un cuerpo de modelo hace lo mismo que la anterior.
Liam me observa y fórmula una pregunta.
—¿Cuál de los dos le gustaría más a ella?
Mi cuerpo procesa la forma de matarme esto que está provocando el tsunami llamado Buckett. A partir de ello procedo a actuar.
—Qué demonios sé yo, que tipo de piedra le puede gustar a mi hermana. Oh bueno sí —me levanto de la silla y le quito el collar a la de ropa interior roja—. Aquí tienes— le doy el colgante-. La chica es mía ahora —tomo su mano y me la llevo de ahí.
—¿Qué te parece? —pregunta Andrea con una botella de tequila y dos vasos en la mano.Hoy la vamos a pasar a lo grande.—Genial. Es lo que necesito —le comento mientras nos sentamos en el piso de la pequeña sala de mi departamento.—Ahora sí, cuéntame con detalles que fue lo que pasó hoy —vierte el tequila en cada vaso—. Coño, se me olvidó coger la sal y los limones, los dejé en la encimera.—Yo voy —le digo mientras camino a la cocina—. Acaso tu chico no te lo ha contado ya. Aquí tienes —le extiendo la sal y el plato con rodajas de limón.—Primeramente, no es mi chico, es solo un pasatiempo. Segundo nada más me dijo que habías llegado tarde y habías montado un espectáculo en mitad de la recepción.—Te resumo la historia para que no te canses. Al llegar tarde, la recepcionista no me dejó pasar a la entrevista, hice lo que pude, inventé una mentira a modo de excusa, pero ella pidió que me fuera, que si la puntualidad es un requisito indispensable y un montón de mierda que aprende a deci
—Señor —me comenta Alan— está hecho. Asiento. Él se marcha.Buckett. Buckett. Qué estás haciendo conmigo. No puedo creer aún, como fui hasta su departamento. La vi salir, con esa naturalidad que siempre la acompaña, incluso con aire de despreocupada. Sus pasos eran desunidos. Cuando estuve próximo, como hago cada vez que la tengo cerca, aspiro su aroma. A través de su respiración pude percibir los tragos de tequila que había digerido. Mi interior se volvió un caos. Estuve a punto de perder el puto autocontrol.Al presentarme en su casa tenía claro que haría una cosa, darle la entrevista de trabajo, pero mi cuerpo, todo el camino estaba protestando lo único que mi mente tenía pensado hacer. Sin darle más vueltas al asunto, y batallando enormemente, le di la entrevista de trabajo con fecha del día siguiente y me marché.Todo el puto recorrido de vuelta estuve planteándome la posibilidad de regresar. Sin embargo, había algo que lo impedía. Algo, que yo en mi vida había experimentado,
—Papá —le doy un beso— ¿Qué estás haciendo?.—Leyendo. Es mi nuevo pasatiempo, si no logro concentrarme en algo, terminaré volviéndome loco aquí.—Papá entiende que no puedes trabajar hasta que te operen y eso no tardará mucho porque nosotras haremos lo posible e imposible para que sea ya.—Ese es el problema, que soy yo el que debe cuidar de ustedes, no ustedes a mí.—Ya nos has dado tu vida —lo abrazo. Intentando tranquilizar esas inmensas ganas que tiene de no sentirse una carga.—Guillen, tu hija ya consiguió un nuevo trabajo —le comenta mi madre.—Estoy orgulloso de ti mi niña.—Lo sé papá —le beso en la cabeza—. Lo sé.—Tengo que irme, vi a ver a Enzo hoy. Iremos a comer.Mis padres conocieron a Enzo.Enzo era un chico de estos con dinero que no tenía ni idea de lo que eran las cosas de las personas que vivían modestamente. A pesar de que tenía mucho dinero no fue la preparatoria que debería o la que podía costearse. Gracias a su madre, que, pretendía que su hijo se educara con
Es la tercera vez que la llamo. No contesta—. Dice Enzo colocando su teléfono sobre la mesa. —¿Por qué carajos necesita otro trabajo?. Con el sueldo que va a cobrar en A.S. Enterprises le va a alcanzar para todos sus gastos y gustos —le comento a Enzo. —Su papá necesita una operación y tú no la conoces, pero cuando ella quiere a alguien hace lo que tenga que hacer por esa persona, incluso si está fuera de su alcance. Yo le pregunté que necesitaba, pero la conozco y ella se vale por ella, no aceptó ninguna ayuda —responde Enzo.—Oye tú —llamo a su amiga, ella me hace una seña de que me espere un momento. ¿Qué coño?, yo no espero por nadie, por mí hay que esperar—. Mueve el culo hasta aquí rápido o hablo con el dueño de este lugar para que te expulse.Ella de mala gana viene hasta donde estamos. —Vaya carisma que te montas. Y yo que quería que Keiri trabajara en tu empresa. Cuanto lo siento. Debe ser difícil aguantarte todo el día —replica ella. —Te aseguro que preferirías trabajar
¡¿Qué?! Mi cuerpo está en shock. Mi mente no reacciona. No puedo dejar de mirarlo. Ese pelo aún más revuelto que nunca debido al aire, las manos dentro de los bolsillos, la impoluta camisa blanca con sus dos botones desabrochados, creo que esa es su pose favorita, pero ya la mía también. —El mismísimo señor Aiden Stone —comentó irónica—. Se puede saber cómo sabía usted que yo estaría aquí. Él sonríe. Es aún más guapo. —No me subestimes —me dice—. Soy Aiden Stone yo consigo lo que quiero y eso aplica para todo. —Claro —alargo la O—. Andrea fue ella verdad —ignoro lo que acabó de decir—. Considero que después de esto no voy a tener intimidad, es la dirección, la vida laboral, ahora el mejor lugar para desconectar del mundo. ¿Algo más?.—Keira Buckett tienes la autoestima demasiado alto ¿no crees?.Mi teléfono interrumpe. —Dime Andrea.Mientras escucho a mi mejor amiga hablando, mis ojos siguen observando al hombre que tengo en frente. El hombre que últimamente no deja de aparecer
Tengo que controlarme. Las ganas de arrodillarla a la arena y que me chupe la polla la noche entera hacen eco en mí.Saco mi teléfono del bolsillo y llamo a Alan. —Señor Stone. —Alan, Keira Buckett, a tu información le faltaron datos, lugar donde viven los padres y de que está enfermo. —Señor lo investigaré de inmediato. Salgo para Pura Club. La entrada del sitio a tope. No hago la cola. —Señor Stone —me saluda Ian, el portero del club. —Ian. Dentro del local hay menos personas de las que hay fuera. Eso me permite ver a Dylan en su mesa. Sí, su mesa, nadie más puede sentarse ahí, con dos mujeres, una rubia y una trigueña, le da un beso a una y luego a la otra. Le hago una seña al camarero para que me traiga mi bebida. —Dylan Jones —me siento sobre la mesa. —Aiden —me saluda—. Muñecas necesito un chance con mi amigo, luego las alcanzo. —Vuelve a darle un beso a cada una y estas se marchan—. ¿Qué ha pasado contigo estos tres últimos días que no te apareces por aquí? —Trabajo,
Suena la alarma del teléfono. Deslizo el dedo para apagarla. Cojo la otra almohada y me la pongo en la cara. Me levanto de la cama directo al baño, me doy una ducha y me cepillo los dientes. Miro el reloj son las siete. Abro mi armario y observo.—Usar ropa adecuada, que obviamente no es esa —imito la voz del rey. La verdad es que no tengo nada adecuado. Cojo un pantalón negro, una blusa blanca muy sencilla, mi chaqueta color negra y mis tenis blancos. Me sirvo una taza de café. Meto unas chocolatinas en mi bolso y salgo para mi nuevo trabajo. Llego exactamente a las ocho a la empresa. —Buenos días, señorita Buckett —me saluda la recepcionista. Esta es la segunda vez que se muestra agradable. Asusta Aiden Stone...de verdad asusta.—Buenos días. —Novena planta al final del pasillo, ahí pregunte por Abby. Ella le indicará. —Gracias. —Ella asiente con una sonrisa. No pienso coger el elevador, me da un miedo terrible los espacios cerrados. Tomo las escaleras y subo las nueve pla
Joder. No sé cómo diablos me aguanté en el elevador, cuando tenía ganas de follármela ahí mismo. Hace cinco putos minutos la mandé a traerme el café. El no poder controlarla a ella como quisiera me vuelve completamente loco.En ese momento entra Liam. Un volcán en plena erupción hace eco en todo mi cuerpo cuando lo veo agarrando a Buckett. Ella está sin fuerza. Sabía que tenía que llegar a la primera planta para traerme el café, que a ella le asusta entrar en el elevador. Aun así la mandé allá, todo porque es la única manera de mantenerla alejada de mí. No soporto tenerla cerca y no poder hacerla mía. Liam la sienta en una silla. Y se agacha frente a ella. — ¿Preciosa te sientes mejor? —le dice mi amigo mientras con una mano acaricia su pelo. Ya no es un volcán, ahora son dos. Ella asiente. Pero todavía se ve muy débil. —Liam ahora eres samaritano —comento de mala gana y ni siquiera fijo mi atención en ella. —Preciosa te acompaño a tu mesa. Necesito hablar con mi amigo —le dice.