9. Aiden

Tengo que controlarme. Las ganas de arrodillarla a la arena y que me chupe la polla la noche entera hacen eco en mí.

Saco mi teléfono del bolsillo y llamo a Alan.

—Señor Stone.

—Alan, Keira Buckett, a tu información le faltaron datos, lugar donde viven los padres y de que está enfermo.

—Señor lo investigaré de inmediato.

Salgo para Pura Club. La entrada del sitio a tope. No hago la cola.

—Señor Stone —me saluda Ian, el portero del club.

—Ian.

Dentro del local hay menos personas de las que hay fuera. Eso me permite ver a Dylan en su mesa. Sí, su mesa, nadie más puede sentarse ahí, con dos mujeres, una rubia y una trigueña, le da un beso a una y luego a la otra.

Le hago una seña al camarero para que me traiga mi bebida.

—Dylan Jones —me siento sobre la mesa.

—Aiden —me saluda—. Muñecas necesito un chance con mi amigo, luego las alcanzo. —Vuelve a darle un beso a cada una y estas se marchan—. ¿Qué ha pasado contigo estos tres últimos días que no te apareces por aquí?

—Trabajo, lo recuerdas verdad, llevo una empresa con unos dos mil empleados. —El camarero me trae el whisky.

-Siempre has llevado a tu empresa y a tus dos mil empleados y no te has perdido una noche aquí.

—Tuve que resolver asuntos. Ya basta a tu interrogatorio que estoy bastante grande para dar explicaciones.

— ¿Cuál de las dos quieres? _señala a las dos mujeres que estaban con él.

—Ninguna de las dos. Me gusta elegir sabes. —Pero en ese momento que miro hacia esas chicas, acaba de llegar otra. Trigueña, de cuerpo simple, con un vestido y un par de tenis, su pelo lo tenía recogido en una cola, ni rastro de maquillaje—. Dylan ya puedes traer de vuelta a tus mujeres.

Le hace una seña a las chicas para que vuelvan y yo voy hacia esa chica. A quien engaño, solo estoy tratando de reemplazar a Buckett... reemplazar a algo que aún no tengo.

—Nena —ella se gira. Su sonrisa se ensancha al verme—. ¿Eres del tipo de chica que le gustan que les cuenten historias bonitas para poder llegar al sexo o prefieres que te sean sincero?.

—Prefiero sinceridad —comenta ella mientras se juega con el pelo.

—Quiero follarte ahora —le digo y ella sonríe. Las apariencias engañan.

La llevo a la playa, ahí justamente, donde estuve una hora atrás con Keira. La veo a ella tan alterada, y se me pone dura de golpe.

Agarro su cabeza y la empujo hasta que queda de rodilla sobre la arena, sus manos las acomoda sobre los muslos. Mueve su cabeza ligeramente hacia arriba y me mira a los ojos.

La veo tan entregada, tan sumisa que no puedo evitar pensar que es a Buckett a la que tengo bajo mi mando, se me pone aún más dura. Desabrocho mi cremallera y libero mi erección, la tomo y le acaricio la cara.

Entrelazo mi mano izquierda por su pelo y le empujo la cabeza hasta que siento que la tiene completamente dentro de su boca. Sube un poco su mano con intensión de tocarla.

—Quieta nena. Solo abre bien tu boca —le digo y ella cumple con la orden—. Buena chica. —Paso mi mano por su pelo.

Empiezo a indicarle el ritmo, empujando mis caderas cada vez más fuertes. Sus ojos se inundan de deseo.

La miro y vuelvo a ver a Buckett, lo está disfrutando muchísimo. Sostengo su cabello aún más duro y con brusquedad entro y salgo de su boca, repitiendo ese movimiento un poco más deprisa hasta que no aguanto más y me corro. Ella abre los ojos.

—Traga —le digo. Ella obedece bajo una mueca. Me acomodo el pantalón.

—Tu taxi llegará pronto —me marcho.

De camino a mi casa me llama Alan. Pongo el altavoz.

—Dime —le contesto.

—Señor tengo toda la información que pidió. Los padres viven cerca de Union Square, en Soma. Su padre tiene un taller mecánico, la madre trabaja en una tienda de ferretería y en tiempos parciales hace costuras. Al padre le detectaron colitis ulcerosa.

—Está bien Alan.

Llamo a Michel. Un médico amigo de la familia hace muchísimos años.

—Michel, al padre de un conocido le detectaron colitis ulcerosa. ¿Mañana mismo podrías a empezar a atenderlo tú personalmente?

—Por supuesto Aiden.

—Otra cosa. Por ninguna circunstancia puede saber que soy yo quien está detrás de esto. Será un cliente el que tratará contigo, pero todos los gastos correrán por mi cuenta.

—Está bien. Mañana a las nueve y treinta minutos los espero en mi oficina.

—Gracias. Buenas noches.

—Buenas noches, Aiden.

¡Joder!.

Yo mismo no creo la puta locura que hago. Llevo siete años dirigiendo una empresa y jamás le he resuelto ningún problema a los empleados. Años acostándome con millones de mujeres y con ninguna me he tomado atribuciones.

Desde que la vi, estoy buscando en otra mujer lo que veo en ella, fallando estrepitosamente. Ella es ella y es increíble, pero es la única que me ha hecho cometer estupideces.

Cojo el teléfono del bolsillo y llamo a Enzo.

—Dime Aiden.

—Mañana a las nueve y treinta minutos tienen cita con el doctor Michel Adamson en el hospital Zuckerberg San Francisco. Él va a atender al papá de Keira. Solo que serás supuestamente tú el que habló con el doctor, yo me ocuparé de todos los gastos.

—Aiden ya te mencioné que a Keira no le gusta que se ocupen de sus cosas.

—Pues no le quedará de otra que aceptarlo.

—Se ve que no la conoces.

—Vas a hacerlo o tengo que inventar alguna otra historia.

—Tú te salvas que nos conocemos hace años y no me queda de otra que aguantarte.

—Muy bien. Hablamos después.

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