Tengo que controlarme. Las ganas de arrodillarla a la arena y que me chupe la polla la noche entera hacen eco en mí.
Saco mi teléfono del bolsillo y llamo a Alan. —Señor Stone. —Alan, Keira Buckett, a tu información le faltaron datos, lugar donde viven los padres y de que está enfermo. —Señor lo investigaré de inmediato. Salgo para Pura Club. La entrada del sitio a tope. No hago la cola. —Señor Stone —me saluda Ian, el portero del club. —Ian. Dentro del local hay menos personas de las que hay fuera. Eso me permite ver a Dylan en su mesa. Sí, su mesa, nadie más puede sentarse ahí, con dos mujeres, una rubia y una trigueña, le da un beso a una y luego a la otra. Le hago una seña al camarero para que me traiga mi bebida. —Dylan Jones —me siento sobre la mesa. —Aiden —me saluda—. Muñecas necesito un chance con mi amigo, luego las alcanzo. —Vuelve a darle un beso a cada una y estas se marchan—. ¿Qué ha pasado contigo estos tres últimos días que no te apareces por aquí? —Trabajo, lo recuerdas verdad, llevo una empresa con unos dos mil empleados. —El camarero me trae el whisky. -Siempre has llevado a tu empresa y a tus dos mil empleados y no te has perdido una noche aquí. —Tuve que resolver asuntos. Ya basta a tu interrogatorio que estoy bastante grande para dar explicaciones. — ¿Cuál de las dos quieres? _señala a las dos mujeres que estaban con él. —Ninguna de las dos. Me gusta elegir sabes. —Pero en ese momento que miro hacia esas chicas, acaba de llegar otra. Trigueña, de cuerpo simple, con un vestido y un par de tenis, su pelo lo tenía recogido en una cola, ni rastro de maquillaje—. Dylan ya puedes traer de vuelta a tus mujeres. Le hace una seña a las chicas para que vuelvan y yo voy hacia esa chica. A quien engaño, solo estoy tratando de reemplazar a Buckett... reemplazar a algo que aún no tengo. —Nena —ella se gira. Su sonrisa se ensancha al verme—. ¿Eres del tipo de chica que le gustan que les cuenten historias bonitas para poder llegar al sexo o prefieres que te sean sincero?. —Prefiero sinceridad —comenta ella mientras se juega con el pelo. —Quiero follarte ahora —le digo y ella sonríe. Las apariencias engañan. La llevo a la playa, ahí justamente, donde estuve una hora atrás con Keira. La veo a ella tan alterada, y se me pone dura de golpe. Agarro su cabeza y la empujo hasta que queda de rodilla sobre la arena, sus manos las acomoda sobre los muslos. Mueve su cabeza ligeramente hacia arriba y me mira a los ojos. La veo tan entregada, tan sumisa que no puedo evitar pensar que es a Buckett a la que tengo bajo mi mando, se me pone aún más dura. Desabrocho mi cremallera y libero mi erección, la tomo y le acaricio la cara. Entrelazo mi mano izquierda por su pelo y le empujo la cabeza hasta que siento que la tiene completamente dentro de su boca. Sube un poco su mano con intensión de tocarla. —Quieta nena. Solo abre bien tu boca —le digo y ella cumple con la orden—. Buena chica. —Paso mi mano por su pelo. Empiezo a indicarle el ritmo, empujando mis caderas cada vez más fuertes. Sus ojos se inundan de deseo. La miro y vuelvo a ver a Buckett, lo está disfrutando muchísimo. Sostengo su cabello aún más duro y con brusquedad entro y salgo de su boca, repitiendo ese movimiento un poco más deprisa hasta que no aguanto más y me corro. Ella abre los ojos. —Traga —le digo. Ella obedece bajo una mueca. Me acomodo el pantalón. —Tu taxi llegará pronto —me marcho. De camino a mi casa me llama Alan. Pongo el altavoz. —Dime —le contesto. —Señor tengo toda la información que pidió. Los padres viven cerca de Union Square, en Soma. Su padre tiene un taller mecánico, la madre trabaja en una tienda de ferretería y en tiempos parciales hace costuras. Al padre le detectaron colitis ulcerosa. —Está bien Alan. Llamo a Michel. Un médico amigo de la familia hace muchísimos años. —Michel, al padre de un conocido le detectaron colitis ulcerosa. ¿Mañana mismo podrías a empezar a atenderlo tú personalmente? —Por supuesto Aiden. —Otra cosa. Por ninguna circunstancia puede saber que soy yo quien está detrás de esto. Será un cliente el que tratará contigo, pero todos los gastos correrán por mi cuenta. —Está bien. Mañana a las nueve y treinta minutos los espero en mi oficina. —Gracias. Buenas noches. —Buenas noches, Aiden. ¡Joder!. Yo mismo no creo la puta locura que hago. Llevo siete años dirigiendo una empresa y jamás le he resuelto ningún problema a los empleados. Años acostándome con millones de mujeres y con ninguna me he tomado atribuciones. Desde que la vi, estoy buscando en otra mujer lo que veo en ella, fallando estrepitosamente. Ella es ella y es increíble, pero es la única que me ha hecho cometer estupideces. Cojo el teléfono del bolsillo y llamo a Enzo. —Dime Aiden. —Mañana a las nueve y treinta minutos tienen cita con el doctor Michel Adamson en el hospital Zuckerberg San Francisco. Él va a atender al papá de Keira. Solo que serás supuestamente tú el que habló con el doctor, yo me ocuparé de todos los gastos. —Aiden ya te mencioné que a Keira no le gusta que se ocupen de sus cosas. —Pues no le quedará de otra que aceptarlo. —Se ve que no la conoces. —Vas a hacerlo o tengo que inventar alguna otra historia. —Tú te salvas que nos conocemos hace años y no me queda de otra que aguantarte. —Muy bien. Hablamos después.Suena la alarma del teléfono. Deslizo el dedo para apagarla. Cojo la otra almohada y me la pongo en la cara. Me levanto de la cama directo al baño, me doy una ducha y me cepillo los dientes. Miro el reloj son las siete. Abro mi armario y observo.—Usar ropa adecuada, que obviamente no es esa —imito la voz del rey. La verdad es que no tengo nada adecuado. Cojo un pantalón negro, una blusa blanca muy sencilla, mi chaqueta color negra y mis tenis blancos. Me sirvo una taza de café. Meto unas chocolatinas en mi bolso y salgo para mi nuevo trabajo. Llego exactamente a las ocho a la empresa. —Buenos días, señorita Buckett —me saluda la recepcionista. Esta es la segunda vez que se muestra agradable. Asusta Aiden Stone...de verdad asusta.—Buenos días. —Novena planta al final del pasillo, ahí pregunte por Abby. Ella le indicará. —Gracias. —Ella asiente con una sonrisa. No pienso coger el elevador, me da un miedo terrible los espacios cerrados. Tomo las escaleras y subo las nueve pla
Joder. No sé cómo diablos me aguanté en el elevador, cuando tenía ganas de follármela ahí mismo. Hace cinco putos minutos la mandé a traerme el café. El no poder controlarla a ella como quisiera me vuelve completamente loco.En ese momento entra Liam. Un volcán en plena erupción hace eco en todo mi cuerpo cuando lo veo agarrando a Buckett. Ella está sin fuerza. Sabía que tenía que llegar a la primera planta para traerme el café, que a ella le asusta entrar en el elevador. Aun así la mandé allá, todo porque es la única manera de mantenerla alejada de mí. No soporto tenerla cerca y no poder hacerla mía. Liam la sienta en una silla. Y se agacha frente a ella. — ¿Preciosa te sientes mejor? —le dice mi amigo mientras con una mano acaricia su pelo. Ya no es un volcán, ahora son dos. Ella asiente. Pero todavía se ve muy débil. —Liam ahora eres samaritano —comento de mala gana y ni siquiera fijo mi atención en ella. —Preciosa te acompaño a tu mesa. Necesito hablar con mi amigo —le dice.
No lo entiendo. Hace poco me dijo que tenía que esperar a la hora de almuerzo. ¿Por qué se tiene que comportar tan mal conmigo? No sé qué le pude hacer para que sintiera tanto odio hacia mi. Recojo mi bolso en la silla. Mientras bajo por las escaleras me como una chocolatina. Los pies me duelen demasiado. Bajar y subir escaleras no es algo que le agrade a nadie y menos si ese proceso lo tienes que repetir varias veces al día. Llego a ese piso donde hace pocos minutos me sentí tan bien en sus brazos. No puedo negar que es un gilipollas y que la mayoría de las veces lo quisiera asesinar pero me encanta. No puedo mentirme a mi misma.Siento su olor a menta en mi ropa. El mejor olor que he sentido en mi vida. Sus labios —suspiro—, la mejor sensación de todas. Si no hubiese sido por mi mamá, hubiera cometido una estupidez, que iba a ser increíble, pero al fin y al cabo estupidez. Bravo por tí Buckett acabas de fijarte en el hombre más odioso sobre la faz de la tierra, el mismo es tu jef
Es lo mejor de mi puta vida. Nunca he visto más allá de mi placer, pero he disfrutado como nunca verla correrse en mi mano, oyendo cada gemido que salía de su boca, sintiendo su respiración agitada. Ella es mía y pienso recordárselo cada vez que quiera.Joder. No seré capaz de amarla como ella quisiera pero le entregaré un mundo de placer. Soy un puto egoísta pero me importa una mierda. Ella es mía.Salgo del ascensor y ahí está. Me tomo cinco minutos observándola. Su cabeza se encuentra sobre sus brazos cruzados en la mesa.— ¿Que mierda has hecho Keira? —murmura.El teléfono comienza a sonar y un suspiro brusco se escapa de su boca.—Empresa A.S Enterprise —contesta.Comienzo a andar hasta mi oficina.—Un momento señorita —dice. Pone su mano sobre el teléfono.—Señor la secretaria del señor Jones pide una cita para su jefe a las dos.Dylan no tiene más nada que hacer.—Dile que le diga a su jefe que se vaya a la mierda que no estoy de humor.Ella frunce el ceño.—Señorita, el señor
Las lágrimas brotan de mis ojos. Soy una completa idiota. El odiándome cada día más y yo como tonta deseando un mínimo roce para ser aun más feliz. Choco con una chica. —Disculpe. —Trato de recuperarme—. Estaba distraída. —No tranquila —comenta ella muy amable—. ¿Estás bien? —La verdad es que no, pero lo que me interesa es salir de este lugar. —Iré contigo. Este debe ser un problema de chicos. ¿Cómo te llamas? Soy Gabriela. —Un gusto Gabriela. Soy Keira. Caminamos por la acera, sin lugar exacto. Necesito tomar el aire. Gabriela me acompaña en silencio. Es de estas personas que si necesitas estar sola, te acompaña en el mutismo.— ¿Qué te sucedió? —pregunta ella luego de algunos minutos y largos pasos.—Para resumirte el cuento. Me acosté con mi terriblemente guapo jefe, porque me gusta y porque soy tonta. Y el no ha hecho más que humillarme una y otra vez. Realmente no me acosté, permití que me tocara, le entregué un maldito orgasmo, el primero después de mucho tiempo, pero, m
Llego alrededor de las siete y media a la empresa. No veo a Keira. Mi cuerpo se tensa.Joder.Es lo primero que quiero ver cuando llego aquí.Ahora mismo quiero torturarla por hacerme enojar a primera hora.Entro en la sala de reuniones, me acomodo en mi silla a esperar a las otras personas.Busco las últimas fotos que me habia enviado Alan.Keira Buckett, soy adicto a tí, a tu forma de ser, a tu manera de sonreír. No solo recorrí cada espacio de tu cuerpo, me lo aprendí de memoria. No te imaginas cuanto disfruté hacerte mía. Ahora en mi cabeza no hay otra cosa que no sea tocarte. Nunca había besado a una chica ni antes de acostarme, ni el hecho, ni posterior al hecho, pero contigo, contigo lo quiero todo.Estoy totalmente al pendiente de tí, aunque no te des cuenta, sigo todos tus pasos.Te he hecho daño y no es lo que quiero joder, pero no sé como amarte. Llevo años viviendo esta vida de locos, he jugado con muchas mujeres, más tarde o más temprano lo haré contigo. Soy un cobarde qu
Nos bajamos frente a la casa de Gabi.—Madre mía —exclama Andrea—. ¿Acaso es la casa del presidente? —su forma de expresarse hace que me ría.—No me dijo. Aunque creo que no se le olvidaría contarme ese detalle.La casa estaba más que preciosa. Y eso que la estábamos viendo fuera de la reja negra inmensa que separaba la propiedad de la calle. Frente a la reja estaban tres hombres, vestidos impecables.—Buenas tardes señoritas —habla el del medio. —Buenas tardes —respondemos casi al unísono. Lo que provoca que Andrea y yo nos miremos.—Sus nombres por favor —continúa el hombre. —Keira y Andrea —respondo. —Bienvenidas señoritas —le hace una seña a otro hombre para que abra la reja. Tenía muchos pinos alrededor del corto camino hasta la mansión. Un poco más adelante había una fuente en forma de ángel, a través de aro brotaba agua. Era hermosa y estaba tallada de mármol blanco.Llegamos a la puerta principal de la mansión. Le mando un mensaje a Gabi.A los segundos abre la puerta.—Y
—Aiden, por favor. Solo una vez en la vida compórtate como un buen hermano —me ruega Gabriela por la liberación de Keira.No pienso dejar que Keira vaya sin mí a París. Si ella va, es conmigo. —Ya veremos Gabriela, no sigas con eso —le contesto exasperado y ella hace una mueca.—Gabi —la llama un chico a su espalda.Ella se gira a gran impulso en busca de la persona que porta esa voz. Mi hermana menor duda amor, corazones y estrellitas de colores. El chico, se nota algo serio y tenso.—Ryan —lo besa—. Que bueno que hayas venido.—No pensaba dejarte sola un día tan importante para tí —le contesta y besa su frente—. Feliz cumpleaños princesa.Debe ser él, el chico del que hablaban antes.—Ven, te presento. Él, es mi hermano Aiden. Ellos son Liam y Dylan, sus amigos, pero prácticamente mis hermanos. Chicos él es mi novio —el chico la mira como si le haya asombrado lo último que dijo Gabriela.Él asiente, luego de procesar las palabras de Gabriela y reaccionar y le extiende la mano a Lia