5. Aiden

—Señor —me comenta Alan— está hecho. 

Asiento. Él se marcha.

Buckett. Buckett. Qué estás haciendo conmigo. 

No puedo creer aún, como fui hasta su departamento. 

La vi salir, con esa naturalidad que siempre la acompaña, incluso con aire de despreocupada. Sus pasos eran desunidos. Cuando estuve próximo, como hago cada vez que la tengo cerca, aspiro su aroma. A través de su respiración pude percibir los tragos de tequila que había digerido. Mi interior se volvió un caos. Estuve a punto de perder el puto autocontrol.

Al presentarme en su casa tenía claro que haría una cosa, darle la entrevista de trabajo, pero mi cuerpo, todo el camino estaba protestando lo único que mi mente tenía pensado hacer. 

Sin darle más vueltas al asunto, y batallando enormemente, le di la entrevista de trabajo con fecha del día siguiente y me marché.

Todo el puto recorrido de vuelta estuve planteándome la posibilidad de regresar. Sin embargo, había algo que lo impedía. Algo, que yo en mi vida había experimentado, era la sensación de no estar haciendo lo correcto. 

He enviado a Alan a recordarle la entrevista. Sé que hoy dudaría entre, si yo me había presentado realmente en su departamento o fue producto de su imaginación.

—Dime —contesto, después de que sonara el interlocutor.

—Señor —habla Astrid—, Enzo Fernsby ha llegado.

—Hágalo pasar —ordeno y cuelgo.

La puerta se abre y pasa Enzo, no son antes ser comido por los ojos de mi secretaria. Este simplemente la ignora, deliberadamente.

—Aiden —me extiende este la mano, cuando llega frente a mí. Le devuelvo el saludo y ocupa asiento.

—Enzo, tu padre si logró convencerte de seguir sus pasos.

Conozco a Enzo desde hace mucho tiempo. Su padre y el mío hicieron muchos negocios juntos en el pasado. Enzo es varios años menor que yo, pero aun así coincidíamos en cualquier reunión o cena, en los que nuestros padres intentaban que sus hijos fueran entendiendo algo de sus trabajos. Por mi parte, mi papá jamás me impuso ser como él, ni estudiar lo que quería o lo que le convenía a su empresa. Elegí lo que quise y me desplacé en el mundo que seleccioné. A Enzo lo ocurrió todo lo contrario.

—Sí. En resumen, lo logró. Tal vez no fui lo suficientemente valiente para negarme o plantearle lo que verdaderamente prefería. Cada día le busco algo bueno o interesante a este camino que he elegido, o que eligió otro por mí, y parece que lo logro, al menos, estoy más conforme. He levantado mi propia empresa. No habrá un solo día de mi vida en el que Erick Fernsby me vuelva a decir que hacer o no.

—Hablemos ahora de negocios —cambia el tema—. Necesito la entrega de 1 400 vehículos. La transferencia vía marítima. 

—Tengo pendiente una entrega. Surgieron algunos inconvenientes por parte el cliente. Estoy esperando la llamada de confirmación. ¿Piensas marcharte pronto a Nueva York?

—Dentro de tres días —contesta.

—Antes de tu partida, determinamos el día —aseguro.

Suena el interlocutor. Miro el reloj. Faltan dos minutos para las dos. Exclusivamente recuerdo una reunión a esa hora. 

—Dime Astrid —expreso.

—Señor, Keira Buckett ha llegado.

Inmediatamente, me pongo de buen humor, al estilo de, puedo ver a Astrid entretenida con su teléfono y no la despido. Y recalcando como soy con el trabajo, esto es un nivel extremo.

—Estoy reunido. Que espere un momento —digo.

—¿Cómo se realiza el pago? —pregunta Enzo.

—Mitad antes, mitad después —le informo.

—Bien —responde mientras se levanta de la silla—. Nos reunimos entonces antes de volver a Nueva York.

Asiento y le doy la mano.

Me acomodo en mi silla a esperar a Buckett. Ahora la tendré todos los días aquí, bajo mi control. 

No puedo evitar tener un riguroso control con todo lo que me importa. Antiguamente solo incluía una cosa: está empresa; ahora... ¡Joder!... ahora hay algo más. Y no defino cuando pasó.

—¿Keira? —pronuncia o más bien interroga Enzo a Buckett, asegurándose si es ella la chica que él cree.

Automáticamente, todos mis sentidos se centran ahí, frente a la puerta de mi oficina.

—Enzo, no te conocí —se saluda con un beso. Un beso que se mostró cariñoso, un beso que me cabreó, lo reconozco—. Tanto tiempo sin verte. ¿Cómo te va tu vida de neoyorquino? 

Evidentemente se conocen. El punto es como se conocen y si hay algo más que simples conocidos.

—Bien. Hace días que estoy en la ciudad por negocios —responde este.

—Veo que te has hecho todo un empresario —replica ella con una sonrisa incluida. 

Mi humor fue de un extremo a otro. Dicen que todos los extremos son malos ¿no?. A partir de esto, entonces, no respondo por mis acciones.

—¿Por qué no nos tomamos un café más tarde y me pones al día con tu vida? — pregunta él.

La miro directamente a su cara. Imagino que por lo que pesa la vista, es que ella me ha observado antes de contestar. 

—Por qué no. Dame tu teléfono —intercambian números—. Mándame un W******p con el lugar y la ahora.

Te debe importar una m****a con quién se ligue Keira Buckett —me repito mentalmente esa frase hasta que se haga completamente la idea mi yo imbécil que haces días decidió aparecer.

Llevo desde el puto día que la vi en la recepción sin follarme a otra.

La chica de rojo, la del numerito de Liam, no la toqué. 

Definitivamente, necesito tener a Buckett en mi cama, a vez si de una vez por todas, paso esta ridícula etapa de querer follarme solo a una, a ella.

—Está bien. Hasta más tarde —se despide y vuelve a sonreír.

Camina hacia mi mesa. Mi cara debe reflejar el humorcito que me cargo o el que ha provocado ella. 

—Cierra la puerta —digo serio y empiezo a leer unos papeles. 

Se sienta en una de las sillas que quedaban al frente de mi mesa. El cabreo que tengo me ciega. Querer tenerla sentada encima y no al frente, pasa factura.

—Acaso dije que se sentara —le digo, sin levantar la vista de los papeles—. Este no es su departamento en Mission. Aquí se hace lo que diga yo. 

Se levantó de la silla. Su rostro muestra como le han molestado mis palabras, incluso debe estar conteniéndose enormemente para no plantearme en cara todo lo que piensa. La conozco de hace poco, pero la he observado.

—Keira Buckett, ¿es ese su nombre verdad? —pregunto. Tratando de sonar indiferente, pero, la verdad sé perfectamente como se llama, igualmente sé más.

—Me lo pregunta o me lo afirma. Porque dado el hecho de que sabe a donde vivo, me parece normal que se sepa mi nombre. 

Levanto los ojos de los papeles que revisaba y la fulmina con la mirada. 

—Esa boquita puede traerte demasiados problemas conmigo —comenté mientras me degustaba admirándola. El doble sentido de mis palabras se nota a leguas.

—Señor Stone, no le tengo miedo. Si no tengo posibilidad de trabajar aquí, solo dígamelo y así nos ahorramos el tiempo los dos. 

Por este motivo me tiene tan pendiente a ella. Porque no intenta lucir impecable delante de mí, es natural, sencilla y no aparenta ser lo que no es. Además de eso, y con un gran peso, es que me pone de los nervios, ver cómo no puedo dominarla.

Me levanto de mi silla, rodeo el escritorio y me siento sobre este. La tengo cerca, justo como me gusta. 

—Cree usted que yo tengo que estar haciendo obras de caridad para las personas. Montones de candidatos hay para ese puesto que tú quieres. No me lo pongas difícil, que apuesto que no vas a encontrar un trabajo mejor. 

No responde. Aunque se contiene para no hacerlo. Lo hace, por no perder la oportunidad de trabajo, sin embargo, lo que no sabe es que este puesto es suyo incluso antes de la entrevista.

—Trabajó en Logistic Company nc por dos años —continúo. Soy plenamente consiente de que en su hoja laboral no incluía el tiempo, más quiero comprobar la información que me entregó Alan.

—Así es señor. Aún estaría trabajando allí, pero un cambio de propietario alteró mi vida y no precisamente para bien. 

—También fuiste recomendada por tu antiguo jefe. 

Sé quién era su antiguo jefe, pero, no necesito verificar su trabajo anteriormente. Así que saquen sus propias conclusiones.

Conmigo comenzará un antes y un después en su vida.

Suena su teléfono. Le presta atención y finalmente sonríe. Subo otro escalón al mal humor. Definitivamente, esta chica me hace llegar a grados inapreciables.

—Para trabajar aquí es importante que tengas claro algunas cosas: llegar a la hora correcta siempre, que sería a más tardar a las ocho. Cada orden que de es hecha en menos de cinco minutos y si para usted cinco minutos no son nada para mí es mucho tiempo. Vestir ropa adecuada, que obviamente no es esa —vuelve a sonar su teléfono—. Y por último en horario laboral no se utiliza el teléfono —me sitúo frente a ella y me aproximo un poco su cara—. ¿Queda claro? 

Vuelvo a percibir su dulce aroma. Lo único que procesa mi mente es en besar cada espacio de su cuello, ese que tengo tan cerca y tan lejos a la vez. Morder cada rinconcito dejando marcado mi recorrido. Lamer los sitios que no se ha aprendido nadie y aprendérmelos yo de memoria.

—Sí señor. Clarísimo —afirmó. Y sus palabras me hicieron volver en sí.

Me mantengo unos segundos próximos. Las ganas de hacer todo lo que tengo en mente se avivan. Pero no puedo actuar por impulso. Esperaré a que ella lo quiera, a qué me demuestre con señales que lo desea. 

Sigo dudando de mis acciones. Aunque nadie lo ha notado en mi interior sé que no me he comportado así en mi vida. Que a mí las mujeres no me hacen cometer estupideces, que no corro por ninguna. 

Tampoco empezaré por ella.

—Bien —se sienta nuevamente en su trono— comienza mañana. 

Bien —imita mi tono. Me da un poco de gracia, pero no me rio—. Hasta mañana. 

Trato de cargarme de trabajo las próximas horas, con tal motivo de dejar de pensar en lo que acumula mi cuerpo de manera abrupta.

Buckett se encontraría con Enzo. No me hace ni puta gracia.

La llamada de Karim me hace reaccionar. Llevaba alrededor de dos horas trabajando como poseso.

—Aiden, necesito la entrega a más tardar el día quince del próximo mes. ¿Crees que puedan lograrlo?.

—No hay nada que A.S. Enterprises no pueda lograr. El día quince tendrá su mercancía. 

—Astrid, en cinco minutos los quiero a todos en la sala de reuniones —le informo a mi secretaria, después de concluir conversación con Karim.

—Si, señor. 

A los diez minutos estoy entrando en la sala. Me siento en el cabecero de la mesa. 

—La entrega de los doscientos equipos electrónicos tiene fecha para el quince del próximo mes. ¿Me entienden?, será el día quince, ni un día más, ni un día menos. ¿Cómo va la compra de la mercancía?.

—Para el día treinta tenemos los ochenta equipos —comenta Luke. 

—Demasiado tiempo. Que sea el día veinte. ¿Piensas que podrán hacerlo o tengo que cambiar a todo el personal?

—No es necesario señor, el día veinte estará lista la mercancía —responde Luke. 

—El día veintidós a más tardar sobre mi mesa tiene que estar a primera hora los resultados del inventario. ¿Escucharon todos? —grito para que haga eco en toda la sala. 

—Si señor —se escucha a coro. 

—Bien, ahora váyanse todos a trabajar. Recuerden, hoy es el día dieciséis, no les queda mucho tiempo.

Cojo el teléfono del interior de mi chaqueta y le marco a Enzo. La llamada de Karim me ha venido de pilas.

—Enzo. Tenemos que discutir un asunto. ¿Dónde estás?. 

—En Upcide.

—Muy bien allí estaré allí en media hora.

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