Hoy te vuelvo a enamorar. (Saga familia Duque. Libro 2)
Hoy te vuelvo a enamorar. (Saga familia Duque. Libro 2)
Por: Angellyna Merida
Introducción.

«Y hoy te vuelvo a enamorar y aunque creerlo te cueste. Si fuiste mía una vez tú lo serás para siempre…» Diego Vargas.

*****

Carlos Duque recostado en el sillón de cuero de su oficina miraba el techo respirando agitado, su pecho subía y bajaba, abría y cerraba sus puños, sus profundos pozos negros que tenía como ojos permanecían ausentes. Se llevó las manos hacia su espesa y oscura cabellera intentando que los nefastos recuerdos no terminaran por nublarle la razón. 

Rememoró entonces parte de su tormentoso pasado: 

«—¿A dónde pensás que vas? —preguntó él, tomándola con fuerza del brazo, lo presionó por varios minutos. Elizabeth, se mordía los labios soportando el dolor, cuando él se dio cuenta de que le hacía daño, la soltó, en la piel de la joven quedaron las marcas de sus dedos—. Aún no he terminado de decirte todo lo que opino de vos —repuso. —¡Eres la más cruel y falsa de todas las mujeres! ¡Mírame! ¿Te reías de mi verdad? —La chica con el semblante lleno de tristeza, nada más negaba con la cabeza, no podía hablar, temblaba y lloraba sin cesar, sentía que sus fuerzas la abandonaban. —¡Deja de fingir! —gritó. —¡No vengas con lamentaciones! —exclamó, rechinando los dientes. —¡Ojalá te murieras! — pronunció sin saber lo que decía» 

****

Desde lo alto de aquel edificio, en los grandes ventanales, la joven de ojos marrones y larga cabellera castaña, sosteniendo una humeante taza de café en sus manos, divisaba a lo lejos la ciudad. 

Suspiró profundo inhalando el delicioso aroma de aquella bebida, que le recordaba tanto a él, entonces su memoria regresó al pasado a aquel nefasto día en el cual: Carlos Duque le deseó la muerte. 

—¡Ojalá te murieras! —pronunció él sin saber lo que decía. 

Ella abrió sus ojos con sorpresa, aquella última frase se clavó como un puñal en su corazón. 

—¡No diga eso! Yo sé que me odia... pero no me desee la muerte —murmuró muy dolida.

—¡Mami! —exclamó el pequeño ingresando a la oficina sacando a la mujer de sus cavilaciones—.Mi papá me llevó por un helado, y luego me trajo a saludarte. 

La joven inhaló profundo, limpió con el dorso de su mano sus lágrimas, entonces esbozó en sus labios una amplia sonrisa, se inclinó para saludar a su hijo. 

—Me da gusto que hayas venido a verme —expresó y sus ojos se clavaron en los del infante, en aquella mirada que tanto le recordaba a la de Carlos, abrazó al chiquillo con fuerza, rememorando que todo lo que hizo fue para salvar su vida.

*****

Carlos Duque regresó al presente gruñendo como una fiera herida, se puso de pie y caminaba de un lado a otro por su oficina. 

«Volviste para vengarte de mí» se repetía en su mente, mientras el pecho le sangraba de dolor; por su cerebro trastornado una y mil ideas se le cruzaban. 

El odio, el rencor, el resentimiento de nuevo afloraron en su corazón, gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas, se sentía burlado, humillado, golpeó con sus puños, con fuerza el escritorio.

—¡Maldita sea! ¡Pase años llorando por vos! —exclamó dolido— mientras te reías y burlabas de mí, de mi dolor, de mi sufrimiento —gruñó. 

Leía una y otra vez el expediente que le entregó su amigo, y hombre de confianza: Mondragón, a su mente se venía la imagen de ella, entonces carcajeó mofándose de él mismo. 

—Pensaste que podías engañarme —vociferó apretando sus dientes con fuerza.  

De inmediato algo muy importante se le vino a la memoria, tomó su móvil con las manos temblorosas. 

—Carlos ¿En qué puedo servirte?

—Mondragón, necesito que averigües si la doctora Robledo posee familia, quiero saber si tiene un hijo y la edad del pequeño.

—Ella tiene un niño —afirmó Mondragón. El corazón de Carlos se aceleró con fuerza descomunal, aquel hombre sentía que estaba a punto de enloquecer—. Creí que como sos amigo de ella lo sabías —comentó Francisco.

—No, jamás me ha dicho nada —respondió Carlos, con la respiración entrecortada— ella nunca habla de ese pequeño... ¿Conoces la razón?

—Parece que a la doctora Robledo, le gusta tener su vida privada, oculta.

—Quiero saber qué edad tiene ese niño —indagó Carlos.

—No estoy seguro de eso, sé qué es pequeño, no lo conozco, y no consideré algo importante como para informarte, tal vez tiene cinco o seis años.

La mirada de Carlos se oscureció, bebió un sorbo de agua para calmarse, entonces le dio órdenes precisas a Mondragón, sobre algo que tenía en mente, y colgó la llamada. 

—Si es lo que estoy pensando... Te juro que te vas a arrepentir Elizabeth Trujillo, te haré pagar con lágrimas de sangre todo mi sufrimiento —afirmó presionando sus puños sin poder razonar. En ese momento el dolor jugaba en contra del entendimiento—. Me vengaré de vos. —Cerró sus parpados—. Te cobraré con la misma moneda, volveré a enamorarte —sentenció, creyendo que sería fácil engañar a su corazón, sin imaginar que, en aquel juego, él podría terminar siendo la víctima, y aquellos muros que irguió dentro de su corazón desde que era un niño, terminarían derrumbándose de un momento a otro. 

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Queridos lectores si has llegado por casualidad a este libro te recomiendo leer antes: Si me ves llorar por ti, y Un café para el Duque, es importante para que puedan entender este libro.

Por otro lado, les pido no ser tímidos, dejar sus comentarios en las reseñas.  

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