Carlos, en el escenario, volvió a tomar la palabra.
—Ahora quiero brindar mi sincera felicitación a mi gran amigo, el doctor Francisco Mondragón, quién días antes a este evento fue nombrado Canciller de la República. —Mondragón se puso de pie, agradeció el gesto de Carlos—. Auguro muchos éxitos en tus funciones.
—Gracias —respondió Francisco.
—Por esa razón quiero pedirle a la esposa de nuestro Canciller, que nos acompañe en el escenario.
Angélica se quedó paralizada.
—¿Qué voy a decir? —preguntó a Francisco.
—Vos siempre encuentras que decir mi amor —sonrió él.
—Vos sos muy inteligente mamá —aseveró Samantha, quién aprendió a querer a Angie como si fuera su propia madre.
Angélica suspiró, besó a su esposo, a sus hijos, subió al escenario, se acercó a Carlos.
—Me voy a encargar que te destierren —susurró mientras le daba un beso en la mejilla, él tan solo sonrió ante el comentario de ella.
—Buenos
Queridos lectores, espero hayan disfrutado de este libro, y les haya gustado el epílogo, quedan pendientes unos extras que los iré subiendo uno por uno, cuando la historia llegue a 14 mil lecturas, tendrán el primer extra: La despedida de soltera de Angélica. No olviden comentar en las reseñas, y recomendar este libro. Gracias.
Una semana antes.Las sombras cubrían el bosque, las hojas secas de los árboles crujían al sentir sobre ellas las pisadas de aquel misterioso hombre que, con una linterna en mano, atravesaba el sendero caminando entre los arbustos.Hizo una pausa para acomodar la capucha de su chamarra y continuar el trayecto hasta llegar a la importante reunión que tenía en medio de la penumbra.Un sentimiento de temor se apoderó de él, sacudió su cabeza para no pensar lo que podía suceder si su esposa se llegaba a dar cuenta de esa salida nocturna.****En una hacienda cercana, un hombre bajó lentamente las escaleras de su casa sin hacer ruido, el azul de su mirada se posó en su compañero.El hombre de cabello castaño y ojos verdes abrió despacio la puerta de la entrada principal.Respiró agitado cuando la puerta rechinó, por suerte nadie
Elizabeth salió del cuarto de baño, las ondas de su cabello caían como cascada por su espalda, mientras Carlos, la exploró con la mirada.—¿Se le perdió algo, doctor Duque? —preguntó, mientras se ponía la chaqueta, para cubrir sus hombros desnudos.—¿Vos pensás salir así? —cuestionó Carlos.—¿Tiene algún problema? —indagó—. Porque si es así, déjeme decirle que así sea mi marido, yo no pienso permitir que me imponga su moda — reclamó—. Segundo...—¡Suficiente! —exclamó Carlos—, ya entendí pues.—¡Qué carácter! —refutó—. Mejor dígame que no quiere que vaya y listo.Elizabeth se cruzó de brazos, muy enojada con su esposo. Carlos se acercó despacio a ella.
Las chicas, al escuchar la suave melodía, también sedujeron a los misteriosos caballeros que las acompañaban. María Paz empezó a pasar su lengua por el cuello de su bailarín. —Señora, compórtese por favor —probablemente su acompañante—, además nosotros venimos a dar un show, no a que ustedes nos estén manoseando. —No te hagas papacito, que yo sé que ustedes dan shows privados — refutó María Paz, pasando las yemas de sus dedos por el rostro del joven y su lengua por el cuello de él. —¡Por favor, señora! —jadeó él. — Busquemos un lugar privado para que estemos solitos —sugirió María Paz, bajando su mano a la entrepierna de su acompañante, entonces sonrió y se mordió los labios—. Tú quieres lo mismo que yo...—susurró al oído de él, restregando su cuerpo al chico. El compañero de María Paz, apretaba con fuerza la cintura de la dama, respiraba con dificultad tratando de contener sus deseos. De improvisación se puso de pie.
«Y hoy te vuelvo a enamorar y aunque creerlo te cueste. Si fuiste mía una vez tú lo serás para siempre…» Diego Vargas. ***** Carlos Duque recostado en el sillón de cuero de su oficina miraba el techo respirando agitado, su pecho subía y bajaba, abría y cerraba sus puños, sus profundos pozos negros que tenía como ojos permanecían ausentes. Se llevó las manos hacia su espesa y oscura cabellera intentando que los nefastos recuerdos no terminaran por nublarle la razón. Rememoró entonces parte de su tormentoso pasado: «—¿A dónde pensás que vas? —preguntó él, tomándola con fuerza del brazo, lo presionó por varios minutos. Elizabeth, se mordía los labios soportando el dolor, cuando él se dio cuenta de que le hacía daño, la soltó, en la piel de la joven quedaron las marcas de sus dedos—. Aún no he
Manhattan- New York, Usa.Años antes.Carlos Duque analizaba atento las variaciones del precio del saco de café en la última semana, realizaba varias llamadas telefónicas, mientras bebía un sorbo de su expreso.—Tenemos demasiado café embodegado, don Miguel dio órdenes precisas de venderlo desde la semana pasada —interrumpió el asesor financiero y abogado de confianza del señor Duque.Carlos no hizo caso a la advertencia, siguió con la mirada fija en el computador, mientras digitaba.El hombre salió enfurecido de la oficina y de inmediato tomó su móvil y llamó a Colombia, le explicó lo que estaba sucediendo al señor Duque.**
Dos días pasaron desde que Elizabeth, llegó a laborar en la finca la Esperanza, la joven después de terminar su jornada, sin que nadie se diera cuenta, tomaba libros de la biblioteca, caminaba hasta el arroyo y se sentaba a leer todas las tardes mientras el sol se ocultaba en el horizonte.Aquella mañana, la gente de la finca corría de un lado a otro, esperaban la llegada del hijo de la patrona, todos le tenían temor, de él decían muchas cosas, que era difícil de tratar, que poseía un carácter muy fuerte, que era arrogante, y presumido.A Elizabeth la enviaron a limpiar la habitación del joven, aunque todo estaba en perfecto orden, sacudió el polvo, cambió sabanas, cobijas, todo tenía que quedar limpio para recibir al nuevo patrón.La joven siempre muy curiosa, se detuvo a observar los libros que é
En su habitación Elizabeth con el libro que tomó de la alcoba de Carlos, salió decidida a devolver la obra a su lugar. Sin que nadie la viera subió hasta las habitaciones, golpeó la puerta, al no recibir respuesta ingresó, escuchó el agua de la ducha, y aprovechó para leer la parte final del libro.Ely se hallaba tan concentrada en la lectura, no se dio cuenta el momento que el dueño de la habitación salió del baño, envuelto la mitad de su cuerpo en una toalla, él se sorprendió al ver a la joven en su habitación concentrada leyendo uno de sus libros favoritos.—«Abre tus ojos y mírame, no te besaré, aunque sé que lo necesitas» —murmuró Carlos muy cerca de ella.Elizabeth pegó un brinco y del susto dejó caer el libro al suelo, se ruborizó al
Dos días después.Elizabeth terminaba de recoger las hojas secas que caían de los árboles, entonces su mirada se clavó en la entrada de la casa, observó a Carlos, suspiró profundo al verlo salir enfundado en unos vaqueros índigo, que hacían juego con la camisa celeste y el blazer azul marino.El joven caminó presuroso hacia su Suv, encendió y se marchó, sin percatarse de la presencia de la chica.—Es tan atractivo —murmuró ella, y prosiguió con su tarea.****Carlos estaba por aparcar su auto frente al consorcio, un jeep se le atravesó en el camino.«El rey by Vicente Fernández» sonaban en las bocinas de aquel vehículo.—Con dinero y sin dinero,