Las chicas, al escuchar la suave melodía, también sedujeron a los misteriosos caballeros que las acompañaban.
María Paz empezó a pasar su lengua por el cuello de su bailarín.
—Señora, compórtese por favor —probablemente su acompañante—, además nosotros venimos a dar un show, no a que ustedes nos estén manoseando.
—No te hagas papacito, que yo sé que ustedes dan shows privados — refutó María Paz, pasando las yemas de sus dedos por el rostro del joven y su lengua por el cuello de él.
—¡Por favor, señora! —jadeó él.
— Busquemos un lugar privado para que estemos solitos —sugirió María Paz, bajando su mano a la entrepierna de su acompañante, entonces sonrió y se mordió los labios—. Tú quieres lo mismo que yo...—susurró al oído de él, restregando su cuerpo al chico.
El compañero de María Paz, apretaba con fuerza la cintura de la dama, respiraba con dificultad tratando de contener sus deseos.
De improvisación se puso de pie.
Espero hayan disfrutado y reído con estos capítulos, no olviden dejar sus reseñas. Gracias.
«Y hoy te vuelvo a enamorar y aunque creerlo te cueste. Si fuiste mía una vez tú lo serás para siempre…» Diego Vargas. ***** Carlos Duque recostado en el sillón de cuero de su oficina miraba el techo respirando agitado, su pecho subía y bajaba, abría y cerraba sus puños, sus profundos pozos negros que tenía como ojos permanecían ausentes. Se llevó las manos hacia su espesa y oscura cabellera intentando que los nefastos recuerdos no terminaran por nublarle la razón. Rememoró entonces parte de su tormentoso pasado: «—¿A dónde pensás que vas? —preguntó él, tomándola con fuerza del brazo, lo presionó por varios minutos. Elizabeth, se mordía los labios soportando el dolor, cuando él se dio cuenta de que le hacía daño, la soltó, en la piel de la joven quedaron las marcas de sus dedos—. Aún no he
Manhattan- New York, Usa.Años antes.Carlos Duque analizaba atento las variaciones del precio del saco de café en la última semana, realizaba varias llamadas telefónicas, mientras bebía un sorbo de su expreso.—Tenemos demasiado café embodegado, don Miguel dio órdenes precisas de venderlo desde la semana pasada —interrumpió el asesor financiero y abogado de confianza del señor Duque.Carlos no hizo caso a la advertencia, siguió con la mirada fija en el computador, mientras digitaba.El hombre salió enfurecido de la oficina y de inmediato tomó su móvil y llamó a Colombia, le explicó lo que estaba sucediendo al señor Duque.**
Dos días pasaron desde que Elizabeth, llegó a laborar en la finca la Esperanza, la joven después de terminar su jornada, sin que nadie se diera cuenta, tomaba libros de la biblioteca, caminaba hasta el arroyo y se sentaba a leer todas las tardes mientras el sol se ocultaba en el horizonte.Aquella mañana, la gente de la finca corría de un lado a otro, esperaban la llegada del hijo de la patrona, todos le tenían temor, de él decían muchas cosas, que era difícil de tratar, que poseía un carácter muy fuerte, que era arrogante, y presumido.A Elizabeth la enviaron a limpiar la habitación del joven, aunque todo estaba en perfecto orden, sacudió el polvo, cambió sabanas, cobijas, todo tenía que quedar limpio para recibir al nuevo patrón.La joven siempre muy curiosa, se detuvo a observar los libros que é
En su habitación Elizabeth con el libro que tomó de la alcoba de Carlos, salió decidida a devolver la obra a su lugar. Sin que nadie la viera subió hasta las habitaciones, golpeó la puerta, al no recibir respuesta ingresó, escuchó el agua de la ducha, y aprovechó para leer la parte final del libro.Ely se hallaba tan concentrada en la lectura, no se dio cuenta el momento que el dueño de la habitación salió del baño, envuelto la mitad de su cuerpo en una toalla, él se sorprendió al ver a la joven en su habitación concentrada leyendo uno de sus libros favoritos.—«Abre tus ojos y mírame, no te besaré, aunque sé que lo necesitas» —murmuró Carlos muy cerca de ella.Elizabeth pegó un brinco y del susto dejó caer el libro al suelo, se ruborizó al
Dos días después.Elizabeth terminaba de recoger las hojas secas que caían de los árboles, entonces su mirada se clavó en la entrada de la casa, observó a Carlos, suspiró profundo al verlo salir enfundado en unos vaqueros índigo, que hacían juego con la camisa celeste y el blazer azul marino.El joven caminó presuroso hacia su Suv, encendió y se marchó, sin percatarse de la presencia de la chica.—Es tan atractivo —murmuró ella, y prosiguió con su tarea.****Carlos estaba por aparcar su auto frente al consorcio, un jeep se le atravesó en el camino.«El rey by Vicente Fernández» sonaban en las bocinas de aquel vehículo.—Con dinero y sin dinero,
Elizabeth al terminar su jornada, tomó el libro que Carlos le regaló, caminaba en dirección al arroyo, de pronto se detuvo cuando escuchó una discusión, se acercó y era Pedro, el hombre que la recibió en días pasados y que se portó como un patán con ella, quien discutía con una anciana.—Mira vieja pendeja... Te voy a acusar con doña Luz Aída, que vienes a robarte las naranjas —amenazó jaloneando a la señora.—Yo no me estoy robando nada pues, solo recojo la fruta que se echa a perder, no seas malo, yo tengo nietos que alimentar.—Esa no es nuestra responsabilidad, ve y diles a tus hijas que dejen de andar abriendo las piernas al primero que se les asoma pues.Al momento que terminó la frase, sintió su rostro arder al sentir la bofetada que Elizabeth le propin
La fría tarde de invierno avizoraba una gran tormenta. Carlos se dirigió a toda prisa a su finca, se detuvo al ver a su madre esperándolo con un látigo en su mano.—¿Vos de dónde vienes Carlos Mario? — preguntó, acariciando la fusta.—Mamá discúlpame, vengo de la Momposina, estaba con mi hermano —balbuceó atemorizado.—Ah así que vos te escapas, para largarte a jugar con ese niñito mimado —cuestionó Luz Aída, a su hijo quién temblaba de miedo; solo que disimulaba ante su madre.—Es que estaba aburrido —respondió Carlos.—Pues ahora se te va a quitar el desgano. Ponte en esa columna — ordenó Luz Aida.
Varios días pasaron después de aquel beso, Elizabeth y Carlos evitaban encontrarse. Ella esperaba que él saliera, para entrar a limpiar su habitación.Luz Aída, seguía fingiendo sus enfermedades; y de esa manera trataba de manipular al joven Duque.Aquella mañana Carlos, entró a la habitación de su madre:—Mamá, me dice Rosa, que no te sientes bien. ¿Deseas que llame a un médico?Luz Aída se removió en su cama y emitió un quejido de dolor.—No Carlos —expresó carraspeando. —¿Para qué? —indagó resoplando—. Vos sabes bien lo que me sucede, ¿deseas mirar como tengo la espalda de tanto estar postrada?La mujer intentó indicarle a su hijo las supuestas costras; ella sab&ia