Dos meses después
Francisco le llevó la bandeja con el desayuno a Angélica, quién cada vez dormía menos, su enorme vientre no le permitía disfrutar de su plácido descanso ni dormir en la posición que tanto le gusta boca abajo.
Ella se desperezó, le pidió ayuda a su pareja para poder sentarse y desayunar cómodamente.
Tres días después.Elizabeth, y Carlos, esperaban con ansias la llegada de su bebé, según los cálculos del médico, debían nacer en esa semana, por eso Carlos, extremaba los cuidados con su esposa, el pequeño Gabo, empezó su nuevo año escolar, su padre era el encargado de llevarlo a la escuela. Elizabeth, con su enorme vientre, casi no podía ni moverse, por eso se quedaba en casa descansando. Rosario, solía acudir a acompañarla después que terminaba de brindar sus clases en la Momposina. Luz Aída, no había vuelto a molestarlos desde que escapó de la cárcel, por ese motivo se
Tres meses después Angélica, acariciaba con sus manos el delicado encaje de su vestido de novia, faltaban pocas horas para ser oficialmente la esposa de Francisco, se recostó en su cama para recordar la locura de su despedida de soltera, no pudo evitar soltar una carcajada. Esa noche realmente se había divertido como nunca en su vida. La madre de Angélica, ingresó a la habitación con el pequeño Samuel, ya listo para la boda de sus padres. —Mi nieto parece un muñequito —comentó con emoción Margarita, sosteniendo al bebé en sus brazos. Angélica se levantó de la cama para cargar a su hijo. —Tan guapo y elegante como su padre —suspiró, besando a su pequeño, que lucía un hermoso traje azul diseñado por Marisol. Horas después Francisco, con su elegante frac negro, caminaba de un lado a otro esperando que llegara la novia. Sabía que, a Angélica, le gustaba hacerse esperar para hacer su llegada triunfal. Julia se acercó a su hi
Cinco años después.Los niños corrían por el prado verde, felices, libres, risueños, mientras su madre perseguía a Carol, la más pequeña de la casa.La mirada de él se concentró en el rostro de su esposa, en sus ojos llenos de alegría, en su sonrisa.El cálido viento le acariciaba el rostro y mecía su cabello castaño como las hojas de los árboles.Carlos sonrió con satisfacción, estos años junto a su familia aprendió a superar la adversidad; de aquel sombrío y triste hombre que llegó hace años atrás no quedaba nada.Mientras observaba la fachada de aquella casa, se transportó al pasado, y recordó el momento de su llegada a Colombia, cuando Ely, lo bañó con una cubeta de agua con desinfectante.Las manos de su esposa, lo rode
El siguiente turno era de Carlos, quién ahora ya no tenía la mirada triste y sombría del pasado, la soledad de su alma, ahora era llenada del inmenso amor que su esposa e hijos le profesaban.«Soy Carlos Duque, y cuando era niño fui víctima de maltrato físico y psicológico por parte de la persona que se hacía llamar mi madre, en este video quiero decirles que no están solos y que no deben callar cuando son víctimas de cualquier tipo de maltrato, yo no hablé porque me sentía rechazado, abandonado, humillado, consideraba que la vida no era justa.» Tuve que pasar por muchos momentos difíciles a lo largo de mi vida, desde los ataques de pánico y ansiedad que me provocan los roedores; hasta llenar mi alma, mi mente, mi corazón de sentimientos negativos.» Han sido años de terapia, de acudir a grupos de apoyo, de narrar mi experiencia y ho
Carlos, en el escenario, volvió a tomar la palabra. —Ahora quiero brindar mi sincera felicitación a mi gran amigo, el doctor Francisco Mondragón, quién días antes a este evento fue nombrado Canciller de la República. —Mondragón se puso de pie, agradeció el gesto de Carlos—. Auguro muchos éxitos en tus funciones. —Gracias —respondió Francisco. —Por esa razón quiero pedirle a la esposa de nuestro Canciller, que nos acompañe en el escenario. Angélica se quedó paralizada. —¿Qué voy a decir? —preguntó a Francisco. —Vos siempre encuentras que decir mi amor —sonrió él. —Vos sos muy inteligente mamá —aseveró Samantha, quién aprendió a querer a Angie como si fuera su propia madre. Angélica suspiró, besó a su esposo, a sus hijos, subió al escenario, se acercó a Carlos. —Me voy a encargar que te destierren —susurró mientras le daba un beso en la mejilla, él tan solo sonrió ante el comentario de ella. —Buenos
Una semana antes.Las sombras cubrían el bosque, las hojas secas de los árboles crujían al sentir sobre ellas las pisadas de aquel misterioso hombre que, con una linterna en mano, atravesaba el sendero caminando entre los arbustos.Hizo una pausa para acomodar la capucha de su chamarra y continuar el trayecto hasta llegar a la importante reunión que tenía en medio de la penumbra.Un sentimiento de temor se apoderó de él, sacudió su cabeza para no pensar lo que podía suceder si su esposa se llegaba a dar cuenta de esa salida nocturna.****En una hacienda cercana, un hombre bajó lentamente las escaleras de su casa sin hacer ruido, el azul de su mirada se posó en su compañero.El hombre de cabello castaño y ojos verdes abrió despacio la puerta de la entrada principal.Respiró agitado cuando la puerta rechinó, por suerte nadie
Elizabeth salió del cuarto de baño, las ondas de su cabello caían como cascada por su espalda, mientras Carlos, la exploró con la mirada.—¿Se le perdió algo, doctor Duque? —preguntó, mientras se ponía la chaqueta, para cubrir sus hombros desnudos.—¿Vos pensás salir así? —cuestionó Carlos.—¿Tiene algún problema? —indagó—. Porque si es así, déjeme decirle que así sea mi marido, yo no pienso permitir que me imponga su moda — reclamó—. Segundo...—¡Suficiente! —exclamó Carlos—, ya entendí pues.—¡Qué carácter! —refutó—. Mejor dígame que no quiere que vaya y listo.Elizabeth se cruzó de brazos, muy enojada con su esposo. Carlos se acercó despacio a ella.
Las chicas, al escuchar la suave melodía, también sedujeron a los misteriosos caballeros que las acompañaban. María Paz empezó a pasar su lengua por el cuello de su bailarín. —Señora, compórtese por favor —probablemente su acompañante—, además nosotros venimos a dar un show, no a que ustedes nos estén manoseando. —No te hagas papacito, que yo sé que ustedes dan shows privados — refutó María Paz, pasando las yemas de sus dedos por el rostro del joven y su lengua por el cuello de él. —¡Por favor, señora! —jadeó él. — Busquemos un lugar privado para que estemos solitos —sugirió María Paz, bajando su mano a la entrepierna de su acompañante, entonces sonrió y se mordió los labios—. Tú quieres lo mismo que yo...—susurró al oído de él, restregando su cuerpo al chico. El compañero de María Paz, apretaba con fuerza la cintura de la dama, respiraba con dificultad tratando de contener sus deseos. De improvisación se puso de pie.