Capítulo 4: Emilina.

★ Emilina.

De nuevo, ese sueño. Esos ojos verdes, tan intensos, me persiguen como si quisieran decirme algo. Es una mirada penetrante y misteriosa que me deja una sensación inquietante cada vez que despierto.

—¡Emi, despierta! —gritó mamá, irrumpiendo en mi chavorrillo, nuestra pequeña y acogedora habitación, decorada con cortinas de colores vivos y símbolos gitanos.

—Mamá, aún es muy temprano —respondí, sintiendo aún el peso del sueño en mis párpados.

—¡Pues no todos los días se cumple años! —exclamó ella, llena de emoción y una chispa en sus ojos que no podía ignorar.

Hoy era mi decimoséptimo cumpleaños, los temibles 17. Me he salvado tantos años de que mis padres acepten un matrimonio arreglado con alguno de los que se han acercado a pedir mi mano.

Cada propuesta ha sido una batalla, siento un enfrentamiento entre las tradiciones de nuestra familia gitana y mi deseo de libertad.

El sol apenas asomaba, bañando la habitación con una luz dorada y suave. Podía escuchar el murmullo del campamento despertándose, las risas de los niños y el crujido de la leña en las hogueras. Sin embargo, hoy, todo parecía más pesado, como si un presagio oscuro se posara sobre mí.

Mamá me observaba con una mezcla de amor y preocupación. Sus cabellos, oscuros como la noche, caían en suaves ondas sobre sus hombros, y su rostro mostraba las líneas de los años y las historias vividas.

—Emi, sé que esto te preocupa, pero hoy es un día especial. —dijo, acercándose y tomando mis manos entre las suyas—. Los 17 son importantes para nuestra gente, y quiero que lo celebres con alegría.

Miré sus ojos y vi reflejados en ellos mis propios miedos y sueños. Hoy, más que nunca, deseaba escapar de las expectativas y forjar mi propio destino, pero algo me decía que esos ojos verdes en mis sueños no eran mera coincidencia. Algo más grande estaba por venir.

Es normal entre gitanos casarse a muy temprana edad y los abusadores siempre escogen a las más jóvenes. Mi prima, que tiene 15 años, ya está embarazada de un idiota que le triplica la edad. Al principio, ella estaba feliz porque ya la considerarían como una miembro activa de la comunidad. Pero la realidad es que, después del matrimonio, perdió su brillo y su inocencia. Ya no sale de su campamento, siempre esta con la mirada triste y los hombros encorvados, como si el peso del mundo descansara sobre ellos.

En mis 17 años, he recibido 50 propuestas de matrimonio, y todas han sido rechazadas. Soy la más vieja de las jóvenes, y no me importa quedarme así. Prefiero mi libertad a ser vendida a un hombre que no amo.

—Mamá —mencioné cuando ella comenzó a llenarme de besos.

Sus labios se sentían cálidos contra mi piel, y su amor siempre lograba reconfortarme, aunque fuera por un breve momento.

La verdad es que nadie sabe cuándo es mi cumpleaños. Solo comenzaron a contar desde que me encontraron en el bosque, llorando y hecha un desastre. Tenía apenas unos días de nacida, envuelta en una manta sucia y con la carita manchada de tierra.

—Vamos, mi pequeña niña —dijo mamá mientras yo me ponía en pie.

Ella comenzó a cepillar mi largo cabello rojo, cada pasada del cepillo deshacia los nudos con cuidado y amor.

Una muestra más de que no soy suya, ya que ellos son de cabello negro, pero me tratan con tanto amor que a veces olvido que no compartimos sangre. Mamá siempre dice que el corazón es lo que realmente importa, no los lazos de sangre.

Salimos de nuestro campamento, y ya mi padre estaba hablando con un joven. O más bien, lo corría a punta de escobazos.

—Papito hermoso —dije corriendo hacia él y llenándolo de besos. Sus manos ásperas y trabajadas me rodearon con fuerza, pero con una ternura que solo él sabía expresar.

—Niña, esta es la última vez que te rechazo a un pretendiente. Ya deberías de estar casada y con hijos —dijo con tono severo, aunque sus ojos mostraban preocupación.

—Pero papito, yo no quiero a ninguno de esos idiotas —repliqué con firmeza.

—Emi, tienes que escoger a un hombre. Escoge uno, cariño, y te daré a él —insistió papá, suavizándose un poco.

—Bien, escogeré a uno —dije, resignada, y le di un beso en la mejilla.

—Muy bien.

—Ya vuelvo —salí corriendo al bosque, sintiendo la necesidad de escapar por un momento.

—Emi, regresa —escuché gritar a mamá.

Pero no podía evitarlo; sentía que el bosque me llamaba. Me encantaba correr y brincar alto entre los árboles, sentir el aire en mis mejillas cuando subía a lo más alto de la copa de un árbol. El bosque era mi refugio, mi escape de las presiones y expectativas de la comunidad.

La primera vez que me transformé en una enorme loba fue cuando tenía 10 años. Casi maté a mamá, y me amarraron a un árbol toda la noche para evitar que lastimara a alguien más. Pero he podido controlarlo, y ahora solo me convierto a voluntad. Además, a los 5 años descubrí que tenía magia dentro de mí. Podía pedir lo que quería y se me daba. Ahora soy una combinación de tres: una gitana, una loba y una bruja.

Mamá dice que debo mantener mi poder en secreto, ya que podrían asustarse. Y así lo hemos hecho por todos estos años. Creo que en el fondo, esa es la razón por la que aún no he aceptado a ningún pretendiente. Nadie podría entender o aceptar quién soy realmente.

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