La ciudad se extendía ante nosotros, vibrante y llena de vida. Las calles estaban atestadas de personas, todas tan ordinarias e insignificantes en comparación con nosotros. Sin embargo, había algo en la bulliciosa calle, una energía que me resultaba extrañamente fascinante, como un telón de fondo perfecto para mi propio drama personal. Emily caminaba a mi lado, su mirada estaba llena de curiosidad mientras exploraba los escaparates. A pesar de mis intentos por mantenerme impasible, no pude evitar notar cómo sus ojos verdes brillaban con cada nueva tienda que encontraba, como si el mundo entero fuera un enorme parque de diversiones solo para ella. Era irritante y, al mismo tiempo, casi… encantador. —¡Mira esto! —exclamó Emily, señalando un vestido rojo en una boutique de alta costura—. Es precioso, Arthur, quiero probarlo. Rodé los ojos. No es que me importara lo que ella usara, pero la forma en que hablaba como si tuviera derecho a todo me sacaba de quicio. Aun así, no pude resistir
La tarde continuó su curso, y aunque había planeado mantener una distancia emocional, encontré que estar en compañía de Emily era… interesante. Eso, o estaba perdiendo el juicio. Habíamos terminado de comer el helado, y ahora caminábamos por el parque, sumidos en una conversación trivial que giraba en torno a los gustos personales de Emily. —¿Entonces, prefieres los gatos o los perros? —le pregunté, sintiéndome un poco ridículo por preguntar algo tan mundano. Emily me miró con sorpresa y diversión, como si no esperara que yo, el temido rey de los brujos, me interesara en algo tan banal. —Perros, obviamente —respondió, sacudiendo su melena pelirroja—. Pero los gatos también me gustan. Son independientes, como yo. No pude evitar una sonrisa. Claro, ella se veía a sí misma como independiente, como si no necesitara a nadie. La realidad, sin embargo, era que estaba cada vez más bajo mi influencia. —¿Y tú? —preguntó Emily, devolviéndome la pregunta—. Aunque, déjame adivinar… ¿ni uno ni
La noche envolvía el aquelarre en un manto de quietud, pero mi mente no podía estar más inquieta. Mientras caminábamos por los pasillos de la posada hacia nuestras habitaciones, me encontraba siguiendo a Emily de cerca. Observaba cada uno de sus movimientos, incapaz de apartar la vista de ella. La forma en que su cabello pelirrojo caía en cascada por su espalda, el brillo tenue de las luces sobre su piel pálida y sus gráciles pasos que parecían hacer eco en mi pecho. Qué irónico era. El rey de los brujos, el temido y despiadado Arthur, atrapado en la trampa más sencilla y ridícula de todas: la belleza de una mujer. Pero no era solo eso, claro que no. Emily tenía algo en ella que me desarmaba sin siquiera intentarlo. Algo que me hacía querer poseerla y al mismo tiempo protegerla. Emily se detuvo repentinamente, girándose para mirarme con una sonrisa en los labios, una que me hizo detenerme en seco. Esos ojos verdes que me veían como si pudiera ser algo más que un monstruo, como si pud
Días después. El amanecer aún estaba distante cuando Lucian entró en mi despacho, sus pasos firmes resonaban en el silencio que solo la oscuridad conoce, pero mi mente estaba a años luz de allí. Todavía podía sentir el fantasma de Emily, su presencia impregnada en el aire que respiraba, su risa vagando en mis pensamientos. Esa maldita pelirroja me tenía atrapado en una red de deseo y necesidad que ni siquiera mis poderes podían deshacer. Y lo peor de todo es que, aunque lo odiaba, lo disfrutaba.—Arthur —dijo Lucian, cortante como el filo de una espada—. Tenemos un problema.Lo miré con frialdad, apartando a Emily de mi mente por un instante. No había espacio para distracciones. No ahora.—Habla —ordené, inclinándome hacia adelante en mi asiento.—Hemos recibido información sobre un grupo de esclavistas. Están trabajando con brujos renegados, sellando sus poderes para venderlos como mercancía. —Su rostro estaba tenso, con la ira burbujeando justo bajo la superficie—. Esto es más grand
★ Emily El aire a mi alrededor se sentía cargado de una tensión que no era solo de cansancio por la batalla. Mientras Arthur y yo permanecíamos allí, en esa pequeña habitación apenas iluminada, me di cuenta de que mi corazón latía con una mezcla de emociones que no lograba identificar del todo. Las cicatrices de la batalla todavía dolían, pero lo que sentía ahora dolía mucho más, y de una manera completamente distinta. Él me miraba de una forma que jamás había experimentado. Como si cada uno de mis movimientos le perteneciera, como si el simple hecho de que estuviera respirando en ese espacio fuera bajo su permiso. Me ponía nerviosa, claro, pero había algo más. Algo que me hizo olvidar por completo quién era él y qué significaba para mí hasta hace unas horas. No era solo el rey de los brujos. Era Arthur. Y, en algún retorcido rincón de mi mente, sentía que era mío. El silencio entre nosotros era ensordecedor, pero no incómodo. No necesitábamos palabras en ese momento. Era como si nu
★ ArthurCon una sonrisa ladeada, observé la marcha de Emily. El sabor de sus labios aún quemaba en los míos, y mi mente seguía atrapada en el deseo que había sentido en cada beso. A pesar de su abrupta retirada, sabía que no había terminado entre nosotros. El aire entre nosotros todavía chisporroteaba con la intensidad de lo que acababa de suceder. Pero antes de que pudiera seguirla, algo llamó mi atención.El toque insistente en la puerta interrumpió mis pensamientos. Gruñí suavemente, dejando que la molestia creciera dentro de mí. No había nada que me enfureciera más que ser interrumpido, especialmente en un momento como este. Me levanté de la cama con movimientos deliberadamente lentos, dejando que mi cuerpo recuperara el control de cada músculo antes de dirigirme hacia la puerta.Cuando abrí, mis ojos se estrecharon al ver a Lucian, parado en el umbral con una expresión tensa en su rostro.—¿Qué diablos quieres, Lucian? —le espeté, mi voz goteaba impaciencia.—Señor... —Lucian v
La risa de Emily resonó en la cocina, siendo un sonido suave pero contagioso que logró atravesar la tensión del momento. Antes de que pudiera reaccionar, ella me metió una cucharada de nieve en la boca, sus ojos brillaban con picardía mientras yo la observaba, atónito. El frío intenso del helado se mezcló con el calor de sus labios aún latente en mi lengua. Era tan frustrante como cautivador.—¿De verdad? —murmuré, con la boca llena de nieve, intentando no sonreír.Emily soltó una carcajada, alejándose un paso de mí, su risa ligera llenaba el espacio. Sabía que estaba jugando conmigo, pero lo hacía de una manera que me provocaba querer jugar también.—Te ves ridículo con esa expresión —se burló, sus ojos chispeaban de diversión.No le di tiempo para escapar. Con un rápido movimiento, la tomé por la cintura y la alcé, sus ojos se abrieron de par en par en un principio, pero pronto se cerraron cuando la deposité sobre la barra de la cocina. Me incliné hacia ella, mi rostro estaba peligr
La niebla de la mañana se había disipado a lo largo de nuestro camino a la reserva, pero las sombras aún se aferraban al paisaje, como una extensión de mi poder. Acariciaban cada rincón de este maldito lugar. El aire fresco rozaba el rostro de Emily, haciendo que su cabello pelirrojo se meciera al viento, como si fuese un fuego vivo e indomable. No podía apartar la mirada de ella: su piel clara, salpicada de pecas, parecía resplandecer bajo la luz tenue, y sus ojos verdes irradiaban vida y desafío.Emily era mía.Lo sabía con cada fibra de mi ser. Esa certeza me quemaba en lo más profundo, especialmente cada vez que me desafiaba con una mirada o una palabra afilada de esos labios que había besado con tanto fervor la noche anterior.Todavía sentía el calor de su cuerpo contra el mío, el aroma de su piel flotaba en el aire, y una necesidad urgente se agitaba dentro de mí, pidiendo más. Pero sabía controlarme… excepto cuando alguien intentaba interponerse en mi camino. Entonces, mi pacie