La niebla de la mañana se había disipado a lo largo de nuestro camino a la reserva, pero las sombras aún se aferraban al paisaje, como una extensión de mi poder. Acariciaban cada rincón de este maldito lugar. El aire fresco rozaba el rostro de Emily, haciendo que su cabello pelirrojo se meciera al viento, como si fuese un fuego vivo e indomable. No podía apartar la mirada de ella: su piel clara, salpicada de pecas, parecía resplandecer bajo la luz tenue, y sus ojos verdes irradiaban vida y desafío.Emily era mía.Lo sabía con cada fibra de mi ser. Esa certeza me quemaba en lo más profundo, especialmente cada vez que me desafiaba con una mirada o una palabra afilada de esos labios que había besado con tanto fervor la noche anterior.Todavía sentía el calor de su cuerpo contra el mío, el aroma de su piel flotaba en el aire, y una necesidad urgente se agitaba dentro de mí, pidiendo más. Pero sabía controlarme… excepto cuando alguien intentaba interponerse en mi camino. Entonces, mi pacie
Todos nos dirigimos al gran salón donde Aria dió la orden de que Viktor enseñaría a Aria a manejar su lado lobuno ya que era uno de los mejores y eso me irritaba.El aire denso a mi alrededor no hacía más que exacerbar la sensación de incomodidad que recorría mi cuerpo. Todo en mí quería protegerla, mantenerla lejos de cualquier peligro, incluso aunque eso significara alejarla de los demás. El solo hecho de pensar en Víktor enseñándole cualquier cosa a Emily hacía que la sangre me hirviera. ¿Quién demonios se creía para tocar lo que es mío?Cuando todos finalmente se dispersaron del gran salón, sentí el alivio momentáneo de no tener a nadie más cerca de ella. Emily se acercó a mí, con esa sonrisa juguetona que siempre llevaba, pero había una chispa en sus ojos que delataba curiosidad.—Arthur, ¿quién es Aria para mí aparte de la diosa luna? —preguntó de repente, su tono era ligero pero firme.—En tu vida pasada... —empecé con dureza, sin mirarla directamente—, Aria era tu mejor amiga.
★ ArthurMe alejé de la escena con pasos pesados, incapaz de soportarlo más. Emily y Viktor seguían con su entrenamiento, y ver cómo él se acercaba a ella encendía algo oscuro en mi interior.¿Por qué ella insistía en estar cerca de él? Lo odiaba. Mis manos se cerraron en puños, forzándome a dar media vuelta para no destrozar a ese imbécil en el acto.Me interné en el bosque, dejando que el silencio envolviera mis pensamientos mientras trataba de calmar la furia que ardía en mi pecho. Emily era distinta; no se sometía a mi voluntad como los demás. Ese desafío suyo era, al mismo tiempo, un imán y una tortura. Mi mente exigía posesión, pero ella parecía inmune a esa idea. Y eso me volvía loco.Mis pies, sin darme cuenta, me llevaron al despacho de Damien. Lo encontré saliendo de la casa, con la misma expresión sombría de siempre. Nuestra relación no era la mejor, pero compartíamos cierta historia. Caminamos en silencio un rato, ambos sumidos en pensamientos que preferíamos no decir en v
★ EmilyEl sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de un anaranjado suave, señal de que el día estaba llegando a su fin. Mis piernas temblaban ligeramente mientras me apoyaba en la pared de piedra del granero, respirando con dificultad. La última serie de golpes que Viktor me había pedido realizar había sido particularmente difícil. Aunque disfrutaba entrenar con él, mi cuerpo ya no podía más.—Viktor —dije, interrumpiendo sus instrucciones—, ¿podemos tomar un descanso? Estoy agotada.Él me miró por un momento, evaluando mi estado. No era la primera vez que me quejaba, pero esta vez parecía notar lo cansada que realmente estaba. Asintió lentamente.—Claro, Emily. Descansa hoy y mañana continuamos con el entrenamiento.Le sonreí con alivio. Viktor había sido comprensivo, aunque a veces demasiado exigente. Lo vi alejarse hacia el otro lado del campo de entrenamiento y me dejé caer en el suelo, disfrutando de la frescura del césped bajo mis manos. El silencio a mi alrededor era calma
Arthur no había dicho nada desde que cruzó la puerta, pero sus ojos lo decían todo. Me miraba con esa intensidad que siempre me hacía sentir vulnerable, pero al mismo tiempo, me hacía querer estar más cerca de él.Nuestros cuerpos seguían pegados, nuestras respiraciones seguían entrecortadas después del beso desesperado que nos habíamos dado. No había ninguna barrera entre nosotros en ese momento; estábamos completamente entregados el uno al otro, como si el mundo entero hubiera dejado de existir más allá de las paredes de mi habitación.Arthur me miraba fijamente, sus ojos verdes reflejaban algo más que deseo. Había un tipo de cariño que rara vez mostraba, algo que normalmente ocultaba detrás de su arrogancia y su actitud controladora. Esta vez, sin embargo, no había rastros de la frialdad que solía mostrar. Parecía haber una suavidad en su mirada, una calidez que me hacía sentir segura y querida.—Emily... —susurró, apenas audible en la quietud de la habitación.—Arthur —respondí, t
★ ArthurMiré a Emily dormir en mis brazos, su respiración era un susurro ligero que casi podía pasar desapercibido. Mi deseo por ella no se había disipado con el cansancio, sino que se había intensificado con cada minuto que pasaba.Con ternura me incliné hacia adelante y besé sus labios suavemente. Ella se movió ligeramente, pero no despertó. En lugar de eso, se giró y me dio la espalda, susurrando un pequeño quejido de incomodidad. El leve movimiento hizo que mi respiración se acelerara aún más. Mi deseo no estaba simplemente alimentado por la pasión del momento, sino por la necesidad de sentir su cercanía, de explorar todo lo que ella significaba para mí.Deslicé mis labios lentamente por la suave curva de su cuello, sintiendo el pulso tranquilo de Emily bajo mi boca. La tibieza de su piel me invitaba a continuar, y me permití saborear cada centímetro, deteniéndome para besar cada pequeña área con dedicación, como si quisiera memorizar su esencia con mis labios. Mi respiración se
★EmilyDesperté en la calidez de sus brazos, acurrucada contra su pecho firme. Sentí la suavidad de su respiración lenta y profunda, como si todo en su mundo estuviera en paz cuando yo estaba en sus brazos. Entre abrí los ojos con cuidado, solo para encontrar los suyos ya observándome. Su mirada me envolvía, sus ojos destellaban como si en ellos guardara secretos milenarios, pero solo para mí brillaban con ese dulce cariño que rara vez mostraba al resto del mundo.—Buenos días, mi pequeña brujita —murmuró con su voz ronca, y seductora.—Buenos días, mi rey —respondí, sonriendo mientras mi mano subía por su pecho desnudo, trazando patrones suaves en su piel. Mi cuerpo se sentía pesado, cálido y seguro en su abrazo. No quería moverme.Arthur me observaba con esa intensidad característica suya, pero con una ternura que me hacía derretir por dentro. Con suavidad, sus dedos comenzaron a deslizarse entre mi cabello, desenredando los mechones rojizos mientras me miraba.—No sé qué he hecho p
Arthur me sostenía entre sus brazos, con sus labios contra los míos en un beso ardiente que me hacía olvidar el mundo a nuestro alrededor. La pasión entre nosotros era intensa, casi tangible, como si el resto del universo no importara cuando estábamos así. Me aferré a su cuello, atrayéndolo más cerca, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío.Pero justo cuando estaba perdiéndome por completo en su beso, escuché un sonido suave y burlón que rompió la magia del momento. Me aparté ligeramente de Arthur, solo para ver a Aria, la hermana de Arthur, con una camisa de elefante y unos tenis rosas, observándonos desde la distancia. Ella tenía esa sonrisa juguetona y astuta, y sus ojos brillaban como si supiera algo que nosotros no.—Bueno, bueno, ¿esto es lo que llamas entrenamiento, hermano? —dijo Aria, su tono era ligero pero con una pizca de autoridad.Como la diosa de la luna, su presencia siempre era imponente, pero también había en ella una dulzura que la hacía irresistible.Arthu