Arthur me sostenía entre sus brazos, con sus labios contra los míos en un beso ardiente que me hacía olvidar el mundo a nuestro alrededor. La pasión entre nosotros era intensa, casi tangible, como si el resto del universo no importara cuando estábamos así. Me aferré a su cuello, atrayéndolo más cerca, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío.Pero justo cuando estaba perdiéndome por completo en su beso, escuché un sonido suave y burlón que rompió la magia del momento. Me aparté ligeramente de Arthur, solo para ver a Aria, la hermana de Arthur, con una camisa de elefante y unos tenis rosas, observándonos desde la distancia. Ella tenía esa sonrisa juguetona y astuta, y sus ojos brillaban como si supiera algo que nosotros no.—Bueno, bueno, ¿esto es lo que llamas entrenamiento, hermano? —dijo Aria, su tono era ligero pero con una pizca de autoridad.Como la diosa de la luna, su presencia siempre era imponente, pero también había en ella una dulzura que la hacía irresistible.Arthu
Después del intenso entrenamiento con Aria, mi cuerpo aún vibraba con la energía de la magia que habíamos canalizado. Cada músculo parecía despertar bajo esa poderosa influencia, pero mi mente estaba en otro lugar. Me subí a un árbol cercano, un acto que ya se había vuelto instintivo después de mi vida y mis años como Alfa en una vida pasada. Desde allí, observé el paisaje, con la luna llena colgando alta en el cielo, bañándolo todo en una luz plateada.En la rama más alta, los recuerdos comenzaron a inundarme, transportándome a una época anterior a Arthur. Durante dos siglos había sido la líder indiscutible de mi manada, nacida y criada como loba. El poder y la responsabilidad del liderazgo me fueron conferidos desde una edad temprana, y la Luna me bendijo con una fuerza incomparable y una conexión inquebrantable con mi gente. Pero en todo ese tiempo, nunca conocí el amor.Veía a los lobos encontrar a sus compañeros, experimentando el vínculo sagrado que la Luna otorgaba. Era una con
★ ArthurDespués de varios días en la manada de Aria y Damien, Emily y yo decidimos regresar al aquelarre. Emily ha recuperado sus recuerdos de su vida pasada como loba Alfa. No necesitaba más ayuda para sobrellevar su lado lobuno; ella ya era mucho más fuerte de lo que había imaginado. Pero eso no significa que nuestro trabajo esté terminado. Aunque ahora es consciente de su herencia como híbrida, sigo entrenándola para que se convierta en una bruja formidable. El peligro que enfrentamos es inmenso, y ella debe estar preparada.A medida que caminamos de regreso hacia el aquelarre, el silencio entre nosotros es cómodo, pero no desprovisto de tensión. Emily ha cambiado. Aunque su carácter alegre sigue brillando a pesar de todo lo que ha pasado, hay una nueva dureza en su mirada. Ya no es la misma chica que rescaté hace tiempo. Ahora, es más consciente del poder que posee y del peligro que recae sobre ella.—¿En qué piensas, Arthur? —pregunta, interrumpiendo mis pensamientos.Tiene ese
La luna llena bañaba con su luz pálida el campamento del aquelarre, dibujando sombras inquietantes sobre las tiendas de campaña y fogatas moribundas. El viento, que ululaba entre los árboles, traía consigo el eco lejano de una guerra que se libraba más allá del horizonte. Alaric, el líder del aquelarre, había partido en una misión crucial para sofocar la creciente violencia entre los clanes de brujos, enfrentados por poder, territorios y viejas rencillas. Antes de partir, dejó a Esmeralda, su esposa, a cargo del campamento. Conocida tanto por su belleza como por su férrea justicia, los suyos la respetaban y seguían sin cuestionamientos. Sin embargo, mientras Alaric lidiaba con enemigos distantes, una amenaza mucho más cercana se acercaba a ellos. El ataque llegó sin previo aviso. Una horda de hombres lobo, liderados por su despiadado Alfa, irrumpió con una violencia inhumana. Los brujos lucharon con todas sus fuerzas, conjurando hechizos y desatando su magia para resistir el embate.
La celda de Esmeralda era fría y oscura, un reflejo perfecto de la desesperación que sentía. Las paredes de piedra, húmedas y llenas de moho, parecían cerrarse sobre ella, recordándole una y otra vez que estaba atrapada, esperando un juicio que parecía inevitable. Había vuelto al calabozo, pero esta vez todo se sentía peor. Alaric, estaba furioso y lleno de tristeza. El consejo del aquelarre pedía su cabeza, y las murmuraciones sobre la «impureza» que llevaba en su vientre se escuchaban por todo el campamento. El regreso al calabozo fue aún más humillante. Los miembros del aquelarre la miraban con lástima y desdén. Algunos murmuraban oraciones para protegerse de lo que veían como una traición imperdonable, mientras que otros la evitaban, temerosos de la reacción de Alaric. La traición de Esmeralda no era solo sobre infidelidad, era vista como una amenaza para la pureza de su linaje, algo que los brujos no podían tolerar. Con lágrimas en los ojos, Esmeralda suplicó a Alaric que dec
En su mente, Alaric deseaba fervientemente que el hechizo de Esmeralda hubiera fallado, que el bebé realmente fuera suyo, que fuera una prueba tangible de su amor. Sin embargo, al asomarse al pequeño espacio, la realidad se presentó ante él en toda su crudeza. La recién nacida era una hermosa niña pelirroja, con una piel tan blanca como la luna que iluminaba el campamento. Sus cabellos que eran de un rojo vibrante contrastaban con la palidez de su piel, y sus ojos, de un verde profundo y brillante, reflejaban una pureza e intensidad que dejaron a Alaric sin aliento. El poder que emanaba de ella era inconfundible, una fuerza mística que recordaba al alfa de una manada lejana, una presencia que no podía ser ignorada. Era evidente que la niña no solo era un vínculo entre él y Esmeralda, sino también una criatura de poder sobrenatural. Una ola de furia y desilusión lo invadió; sus manos temblaban mientras contemplaba a la pequeña. La traición de Esmeralda era más dolorosa de lo que ha
★ Emily De nuevo, ese sueño. Esos ojos verdes, tan intensos, que me persiguen como si quisieran decirme algo. Esa mirada penetrante y misteriosa me deja una sensación inquietante cada vez que despierto. —¡Emi, despierta! —gritó mamá, irrumpiendo en mi chavorrillo, nuestra pequeña y acogedora habitación, decorada con cortinas de colores vivos y símbolos gitanos. —Mamá, aún es muy temprano —respondí, sintiendo el peso del sueño en mis párpados. —¡Pues no todos los días se celebra un cumpleaños! —exclamó ella, llena de emoción y con una chispa en sus ojos que no podía ignorar. Hoy era un día importante. Después de tantos años evitando que mis padres aceptaran un matrimonio arreglado con alguno de los pretendientes que han llegado a pedirme la mano, sentía que la presión aumentaba. Cada propuesta había sido una batalla, un tira y afloja entre las tradiciones de nuestra familia gitana y mi deseo de libertad. El sol apenas asomaba. Podía escuchar el murmullo del campamento despertándo
Todos temen lo que no pueden controlar. En nuestro campamento, entre las sombras de las carpas coloridas y el brillo de las fogatas, el miedo se desliza como un susurro constante. Los gitanos conocen la oscuridad como una vieja amiga, y yo, Emily, soy su hija predilecta. —Emi, ¿qué haces allá arriba? —preguntó Darío, con su voz firme pero marcada por la preocupación. Siempre intentaba seguirme el paso. Me gustaba verlo desde las alturas, con sus rizos oscuros desordenados y esos ojos marrones que reflejaban determinación y temor. —Disfruto la vista —respondí, dejando que una sonrisa traviesa se asomara en mis labios mientras balanceaba mis piernas desde la rama del viejo roble. La luna llena y pálida bañaba el campamento en una luz espectral, resaltando las líneas de su ceño fruncido. —Emi, ¿por qué siempre tienes que subir a estos árboles? —preguntó, comenzando su torpe ascenso. La altura siempre lo mareaba, y eso me divertía; ver cómo enfrentaba sus miedos por seguirme me ha